Kim Robinson - Marte rojo

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Siglo XXI. Durante eones, las tormentas de arena han barrido el estéril y desolado paisaje del planeta rojo. Ahora, en el año 2026, cien colonos, cincuenta mujeres y cincuenta hombres, viajan a Marte para dominar ese clima hostil. Tienen como misión la terraformación de Marte, y como lema: “Si el hombre no se puede adaptar a Marte, hay que adaptar Marte al hombre”. Espejos en órbita reflejarán la luz sobre la superficie del planeta. En las capas polares se esparcirá un polvo negro que fundirá el hielo. Y grandes túneles, de kilómetros de profundidad, atravesarán el manto marciano para dar salida a gases calientes. En este escenario épico, habrá amores y amistades y rivalidades, pues algunos lucharán hasta la muerte para evitar que el planeta rojo cambie.

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—Bueno, hay cosas que están bien y otras que están mal. Pero ¿por qué es tan feo? ¿Por qué tan triste?

Nadia se encogió de hombros, irritada.

—Hemos estado ocupados.

—También nosotros en Fobos, ¡pero tendrías que verlo! Hemos recubierto las paredes de todas las galerías con paneles de níquel y bandas de platino, y hemos decorado las superficies de los paneles con diseños iterados que los robots activan por la noche, reproducciones de Escher, espejos desviados que dan imágenes infinitas, paisajes de la Tierra, ¡tendrías que verlo! Puedes poner una vela encendida en algunas de las cámaras y parece las estrellas en el cielo, o un cuarto en llamas. Cada cuarto es una obra de arte, ¡espera a verlo!

—Estoy ansiosa. —Nadia sacudió la cabeza y le sonrió.

Aquella noche celebraron una gran cena comunal en las cuatro cámaras conectadas que formaban la estancia más grande del complejo. Comieron pollo, hamburguesas de soja y enormes ensaladas, y todo el mundo hablaba al mismo tiempo, por lo que parecía una reminiscencia de los mejores meses en el Ares, o incluso en la Antártida. Arkadi se levantó para hablarles del trabajo en Fobos.

—Me alegro de estar por fin en la Colina Subterránea. —Les dijo que ya casi habían acabado de cerrar la cúpula de Stickney, y debajo de ella habían excavado largas galerías en la roca fracturada, siguiendo las vetas de hielo hasta el mismo interior de la luna.— Si no fuera por la falta de gravedad, sería un lugar maravilloso —concluyó—. Pero eso es algo que no podemos solucionar. Pasamos la mayor parte del tiempo libre en el tren de gravedad de Nadia, pero es muy estrecho, y mientras tanto todo el trabajo se desarrolla en Stickney, o debajo. Así que pasamos mucho tiempo en la ingravidez o haciendo ejercicio, y aun así hemos perdido fuerza. Hasta la g marciana me agota, ahora mismo estoy mareado.

—¡Tú siempre estás mareado!

—Así que debemos turnar los equipos allá arriba, o dirigir la estación por robot. Estamos pensando en bajar todos para siempre. Ya hemos hecho nuestro trabajo allá, y ahora hay una estación espacial terminada para aquellos que nos sigan. ¡Ahora queremos nuestra recompensa aquí abajo! —Levantó su copa.

Frank y Maya fruncieron el ceño. Nadie desearía subir a Fobos, pero Houston y Baikonur querían que estuviera siempre tripulada. Maya exhibía aquella expresión que todos le habían visto en el Ares, la que indicaba que todo era culpa de Arkadi; cuando él la vio estalló en una carcajada.

Al día siguiente, Nadia y varios otros lo guiaron en un recorrido más detallado por la Colina Subterránea y las instalaciones circundantes, y él se pasó todo el tiempo sacudiendo la cabeza con esa mirada suya de ojos saltones que hacía que uno deseara sacudir también la cabeza mientras él decía: «sí pero, sí, pero», y se lanzaba a una crítica pormenorizada tras otra; incluso Nadia empezó a irritarse con él. Aunque era difícil negar que la zona de la Colina Subterránea estaba destrozada, machacada hasta el horizonte en todas direcciones, dando la impresión de que continuaba así por todo el planeta.

—Es fácil dar color a los ladrillos —dijo Arkadi—. Añadan óxido de manganeso de la fundición del magnesio y tendrán ladrillos de un blanco puro. Para el negro empleen el carbono sobrante del proceso Bosch. Puede conseguirse cualquier tonalidad de rojo variando la cantidad de óxidos férricos, incluyendo algunos escarlatas extraordinarios. Azufre para los amarillos. Y debe de haber algo para los verdes y azules, no sé qué, pero quizá lo sepa Spencer, tal vez algún polímero obtenido a partir del azufre, no lo sé. Pero un verde brillante quedaría maravilloso en un lugar tan rojo. El cielo le dará una tonalidad negruzca, pero aun así seguirá siendo verde y el ojo se siente atraído por el verde.

»Y luego, con esos ladrillos de colores, se levantan paredes como mosaicos. Es hermoso. Cada uno puede tener su propia pared o edificio, lo que quiera. Todas las factorías del Cuartel de los Alquimistas parecen retretes o latas de sardinas desechadas. Los ladrillos ayudarán a aislarlas, así que hay una buena razón científica, pero, sinceramente, es aún más importante que tengan buen aspecto, que esto parezca nuestro hogar. Ya he vivido demasiado tiempo en un país que sólo pensaba en lo que es útil. Hemos de demostrar que aquí valoramos algo más, ¿sí?

—No importa lo que hagamos con los edificios —señaló Maya bruscamente—, la superficie de alrededor seguirá estropeada como ahora.

—¡No necesariamente! Mira, cuando se acabe la construcción, será posible nivelar el terreno y devolverlo a su configuración original, y luego soltar unas rocas sobre la superficie para que imite la planicie aborigen. Las tormentas depositarán la arena necesaria en poco tiempo, y luego, si la gente camina por senderos, y los vehículos marchan por carreteras o caminos, pronto tendrá el aspecto del terreno original, ocupado aquí y allá por coloridos edificios con mosaicos, y cúpulas de vidrio llenas de verde, y caminos de ladrillo amarillo o qué sé yo. ¡Por supuesto que tenemos que hacerlo! ¡Es una cuestión de espíritu! Y con eso no quiero decir que se podía haber hecho antes, había que instalar la infraestructura y eso siempre trae complicaciones, pero ahora estamos preparados para el arte de la arquitectura. —Agitó las manos, se detuvo de repente y abrió mucho los ojos ante las expresiones dubitativas enmarcadas en los visores que lo rodeaban.— Bueno, es sólo una idea, ¿no?

Sí, pensó Nadia, mirando alrededor con interés, tratando de imaginarlo. Quizá ella pudiera volver a trabajar con el gusto de antes. Quizá entonces le parecería distinto a Ann…

—Arkadi y sus ideas —comentó Maya en la piscina aquella noche en tono agrio—. Justo lo que nos hace falta.

—Pero son buenas ideas —dijo Nadia. Salió del agua, tomó una ducha y se puso un mono.

Algo más tarde aquella noche volvió a encontrarse con Arkadi y lo condujo a ver las cámaras del noroeste en la Colina Subterránea; las había dejado sin paredes para mostrarle los detalles estructurales.

—Es muy elegante —dijo él, pasando una mano sobre los ladrillos—. En serio, Nadia, la Colina Subterránea es magnífica. Puedo ver tu mano en todo.

Complacida, Nadia se acercó a una pantalla y pidió los planos para un habitat más grande que ella había proyectado. Tres filas de cámaras abovedadas subterráneas, una encima de la otra, en una de las paredes de una zanja muy profunda; espejos en la pared opuesta para orientar la luz solar hacia los cuartos… Arkadi asintió, sonrió y señaló la pantalla, haciendo preguntas y proponiendo sugerencias.

—Una arcada entre los cuartos y la pared de la zanja para tener más espacio. Y cada planta de arriba un poco más atrás, de modo que todas tengan un balcón que de a la arcada…

—Sí, sería posible…

Introdujeron unos cambios en la pantalla de la computadora, alterando el plano arquitectónico a medida que hablaban.

Luego pasearon por el jardín abovedado, silencioso y oscuro. Se detuvieron bajo los altos bambúes, con hojas negras que se arracimaban en las alturas, las plantas aún en maceteros mientras se preparaba la tierra.

—Quizá podríamos bajar esta zona —dijo Arkadi—. Abrir ventanas y puertas en las cámaras y darles un poco de luz. Nadia asintió.

—Ya lo habíamos pensado, y vamos a hacerlo, pero es muy lento sacar tanta tierra por las antecámaras. —Lo miró—. Pero ¿qué hay de nosotros, Arkadi? Hasta ahora sólo has hablado de la infraestructura. Yo habría creído que embellecer los edificios estaría muy abajo en tu lista de cosas pendientes.

Arkadi sonrió.

—Bueno, tal vez las cosas que están más arriba en la lista ya están todas hechas.

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