– ¿Y cual era?
– El engaño. La capacidad de engañar. Nada mas y nada menos.
– Y es un rasgo que puede aprenderse, o de lo contrario no se habrían molestado en enseñarlo -dijo Matt-. Pero no es fácil transmitirlo. Deberías haber visto cuanto tarde en enseñarles que era mas fácil atrapar a un animal tendiéndole una emboscada que interponiéndose en su camino y matarlo de una lanzada.
– ¿Como se te ocurrió el plan?
– Simplemente, me vino a la cabeza-dijo Matt-. Cuando Susan fue capturada comprendí que tenia que idear una estrategia. La superioridad numérica y la fuerza bruta estaban de parte de las criaturas, por lo que necesitaba un ardid. Necesitaba el engaño para nivelar las fuerzas. Tuve la sensación de que eso era lo que se escondía en el corazón del enigma, aquel era su mensaje secreto.
– ¿Fue una sensación? -preguntó Susan con una sonrisa.
– Si. Simplemente me vino a la cabeza. Fue una inspiración.
Susan sonrió de nuevo.
– De acuerdo -dijo Sergei-. Así que decides que puedes engañarlos para salvar a Susan. ¿Como se te ocurrió lo del caballo de Troya?
– Es la treta mas vieja del mundo. Es tan perfecta que se ha convertido en el episodio favorito de la historia de Grecia de todos los niños. Al ver su deidad supe que no podrían resistir el impulso de poseerlo. Si lograba construir una replica lo bastante aproximada al original, lo entrarían en la caverna.
– ¿Y por que no enviaste guerreros en su interior?
– Esa es la parte engañosa… en mas de un sentido. Mi estrategia dependía en definitiva de que Quiuac consiguiera adivinarla, al menos en parte. Empecé por la importancia del enigma. ¿Por que era tan esencial preservarlo? Por la lección que enseñaba: engaño. Si las criaturas están tan decididas a desconfiar del engaño, supuse que lo descubrirían. Prepara una trampa que puedan evitar. Déjales que la desactiven y entonces prepara una trampa dentro de la trampa. Se trata simplemente de subir el engaño al nivel siguiente.
– Esta claro -dijo Sergei.
– Es el tipo de cosas que los seres humanos hacemos de una forma instintiva. En eso consiste el ajedrez o la carrera armamentística. Falsificación y contra falsificación. Niveles de fingimiento y tergiversación elevándose hasta el cielo.
Los psicólogos lo llaman ocultación táctica.
– Como los experimentos con chimpancés -añadió Susan-. Un chimpancé puede aprender a engañar a un nivel.
Por ejemplo a esconder plátanos de un chimpancé mas fuerte en una caja y fingir que no están. El segundo chimpancé puede aprender a engañar al segundo nivel, fingiendo que no pasa nada y espiando al primer chimpancé hasta que abre la caja. Pero los chimpancés nunca han sido capaces de alcanzar un tercer nivel de engaño: imaginarse que están siendo espiados y abrir una caja distinta.
– Es cierto -dijo Matt-. Supuse que Quiuac no alcanzaría el nivel superior. Había aprendido la lección de la mendacidad humana porque eso era lo que le había ensenado el enigma, pero no tenia ni idea de las profundidades de esa mendacidad.
– ¿Pero como le indujiste a creer que había guerreros en el interior?
– En primer lugar porque estaba predispuesto a creerlo. Y en segundo lugar porque evidentemente lo detectaría con su poder especial. Por eso te pedí que construyeras el escondí te y por eso dejamos a los homínidos dentro, para que Quiuac los sondeara y viera lo que ellos veían: cuerpos en penumbra con rendijas de luz filtrándose entre las ramas.
– ¿Y que hay de los ruidos del ídolo?
– El toque final. Grabe una cinta para el aparato de Susan con mi propia grabadora. Deje la primera medía hora en blanco. Después inserte ruidos de alarma que había grabado de los homínidos semanas atrás. Y como medida adicional añadí las canciones de uno de nuestros músicos mas distinguidos. -Sonrió a Susan, quien le devolvió la sonrisa-. El resto fue fácil, prepararlo para que se pusiera en marcha.
Embutí el aparato entre dos listones de madera de la barriga. Subí el volumen, pulse el botón de avance y le introduje una cuña de madera para que no se soltara. Até un cable a la cuña que salía por la parte de atrás y lo enrollé a una estaca clavada en el suelo. Cuando la estructura se moviera ¡bang!, medía hora después habría homínidos gritando.
– ¿Como sabias que Quiuac lo quemaría?
– Es la manera natural de destruir algo cuando lo has metido en una caverna iluminada por antorchas en llamas. En especial si sospechabas desde el principio.
– ¿Y el fuego encendió las bengalas que habías colocado detrás de los ojos y la boca?
– Exacto.
– Debo reconocer que los americanos sois mas traicioneros que nosotros.
– Nos criaron a base de Tío Remus.
– ¿Que es eso?
– No importa. Pero cuidado cuando oigas a alguien decir: Por favor, no me arrojes a esas zarzas
Se despidieron lo mejor que pudieron. Un grupo de homínidos los acompaño hasta la salida de la caverna, encabezados por Rodilla Herida, que había asumido el papel de guía.
Dienteslargos, ahora adornado con franjas de arcilla roja y carboncillo cruzando su rostro y pechó, no se entretuvo mucho. Estaba a punto de dirigir a su grupo de jóvenes cazadores en una expedición a través del valle donde los animales que nunca habían sido cazados eran presa fácil. Los jóvenes iban todos pintados como el y equipados con un surtido de lanzas, hachas y porras. El propio Dienteslargos llevaba con orgullo el arco de Sergei con el carcaj de flechas cruzado a la espalda, un regalo.
Al atravesar los túneles comprobaron que Sergei estaba en lo cierto: los homínidos se estaban trasladando y tomaban posesión de las cámaras menores con fogón, ahora abandonadas, que salpicaban los corredores laterales. Se adueñaban de las pieles de animales curtidas que colgaban de las paredes y las que había desplegadas junto a las hogueras para dormir.
– Matt, ¿has notado que los niños se están dividiendo en grupos mas reducidos? ¿Crees que este nuevo espacio vital esta imponiendo su propia lógica sobre la agrupación social?
– preguntó Susan.
– Si quieres decir que si creo que acaban de inventar la familia, la respuesta es no.
– ¿Por que no?
– Bueno. Para empezar, como bien sabes, la familia era una forma de división de trabajo que empezó cuando los hombres salían a cazar y las mujeres se quedaban en casa para cuidar de los niños. Aun no hay un numero suficiente de cazadores entre los hombres. Figuraba en los primeros libros de texto que leímos.
Pasaron ante una pequeña cámara donde un macho y una hembra adultos se ocupaban de una pequeña hoguera.
– Supongo que no son aficionados a la literatura-comento Susan.
Cuando el grupo llego a la cámara principal, Susan se des vio durante unos minutos. Matt supuso que quería ver e foso donde Quiuac la había confinado, pero en su lugar se dirigió a la cámara sagrada para mirar por ultima vez la pintura del enigma. Se dirigió hacia el ultimo panel y se fijo en la figura solitaria representada en el. No, no se había equivocado. El artista había captado la emoción del momento con brillantez: la postura desafiante y erguida, pero empezando a encorvarse por el peso de la tierra que le caía encima, los dientes mellados, los ojos asesinos, la rabia enfrentada a la traición. Sabia que la representación era perfecto porque la había presenciado con sus propios ojos.
Como una corriente silenciosa, Susan noto que se rellenaba de nuevo, que otro tomaba su mente. Se volvió y bajo la sombra de un arco vio otra figura encorvada, mucho mas anciana. Dio un paso al frente para poder verlo. Era Ojo Oscuro, que avanzó y se detuvo a su lado contemplando la pintura. Como ella, se concentro en el solitario neandertal Miro fijamente a su antepasado, que protestaba amargamente por la traición como si se diera cuenta de que había sido atrapado en algo mas que una trampa, un callejón sin salida de proporciones históricas y catastróficas. Por un instante Ojo Oscuro pareció revivir también aquel momento, aferrarse a el. Susan percibió una comunicación en tres sentidos, un triangulo de dolor y sufrimiento, pero también de valor y supervivencia. Y entonces supo con una certeza difícil de explicar que todos eran iguales, que ambas especies eran una misma y que los neandertales eran como hermanos y hermanas mayores que habían muerto en la infancia, pero continuaban en nosotros mismos.
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