John Darnton - Experimento

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Un cadáver mutilado, sin rostro ni huellas dactilares ha aparecido en extrañas circunstancias… Un thriller de máxima actualidad sobre la clonación y la manipulación genética, donde se mezcla la ciencia más avanzada con el suspense más estremecedor.

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– Julia oyó a Rincón mencionar una y otra vez «el cordero», y nosotros pensamos que estaba hablando de Cristo, pues estábamos familiarizados con la expresión «el cordero de Dios». Pensamos que le había entrado una especie de fiebre religiosa. Ahora comprendo que estaba hablando de Dolly. Debían de temer que la noticia acerca de la clonación les afectara de algún modo.

La lluvia amainó primero y después, tan súbitamente como había comenzado, cesó por completo. Jude desconectó los limpiaparabrisas. El negro asfalto de la carretera estaba lleno de charcos de los que se levantaban finas nubes de vapor.

Skyler habló de sus crecientes dudas y recelos, de la incursión a la sala de archivos y del descubrimiento del cuerpo de Patrick. Contó también que Julia intentó aprender el manejo de los ordenadores, y que creía haber descubierto la contraseña para acceder a los archivos.

Y, al fin, llegó a la parte que más temía: el último capítulo. Entrecortadamente, habló de la muerte de Julia, de cómo había desaparecido y él, desesperado, corrió desde la cabaña de Kuta hasta el barracón de las chicas, para dirigirse luego a la casa grande, donde encontró el cuerpo de la muchacha en el depósito de cadáveres del sótano, sobre la mesa de mármol, serenamente blanca y hermosa, pero grotescamente mutilada, abierta en canal, con las entrañas arrancadas.

Cuando terminó de explicar aquello, ya no tuvo ánimos para seguir hablando de su fuga ni de ninguna otra cosa.

En el coche reinaba el silencio. Jude encendió un cigarrillo. En el asiento de atrás, Tizzie, con las rodillas levantadas y abrazada a ellas, ladeó la cabeza para mirar a través de la ventanilla salpicada de gotas de lluvia.

– Dios mío, Skyler… cómo lo siento -dijo Jude al fin alargando una mano y palmeando la rodilla de su compañero.

Le había enternecido la historia de Skyler y la franqueza y la vulnerabilidad con que el joven la había relatado. Volvía a experimentar el deseo fraterno de proteger a Skyler. El mundo era un lugar grande y peligroso, y Skyler no estaba capacitado para enfrentarse a él. Jude tendría que ocuparse de que nada malo le ocurriese.

Sin embargo, al mismo tiempo que trataba de consolar a Skyler, estaba pensando en otra cosa. Durante su largo relato, Skyler había dicho algo que disparó un gigantesco timbre de alarma en la cabeza de Jude, ya que, aparentemente, confirmaba una sospecha que llevaba algún tiempo albergando. Y también había comenzado a sentir un nuevo recelo, éste de menor envergadura. Decidió que en cuanto se detuvieran para pasar la noche, trataría de salir de dudas.

Llegaron a Albuquerque y tomaron tres habitaciones situadas en la planta baja de un pequeño hotel de la avenida Central. Mientras se daba un baño caliente con la bañera llena hasta casi el borde, Jude reflexionó sobre la situación. Una vez se hubo secado y puesto unos vaqueros y una camisa limpios, se dirigió a la habitación de Skyler. Antes de llamar, aguardó unos momentos inmóvil frente a la puerta y le pareció oír voces dentro. Golpeó un par de veces con los nudillos.

Tizzie también estaba allí, sentada a los pies de la cama. La joven pareció turbada, y el propio Jude se sintió un poco incómodo, pero dejó de lado tal sensación y, mirando fijamente el rostro de Skyler, que tanto se parecía al suyo, dijo:

– Quiero enseñarte una cosa. Espero equivocarme, pero si no es así, procura no perder la calma.

Metió la mano en el bolsillo y sacó un papel doblado que procedió a desplegar y extender cuidadosamente sobre una mesa. Era la foto del juez que había cogido del archivo del periódico. Skyler la miró fijamente, con la boca entreabierta. Al ver la expresión de sorpresa que se extendió por sus facciones, Jude comprendió que sus sospechas estaban bien fundadas. Skyler conocía al retratado.

– ¿De dónde has sacado esto? -preguntó sorprendido y confuso.

– Es una foto del juez del que te hablé, el de New Paltz. Sospecho que la persona que asesinaron allí, quienquiera que fuese, tenía exactamente su mismo aspecto.

– ¿Qué sucede? -quiso saber Tizzie-. ¿De qué habláis? -Parece mayor -dijo Skyler-. Los ojos y el cabello son algo distintos, pero por lo demás es exacto a él… -Eso me temía -murmuró Jude. Skyler se sentó en la cama y se quedó serio y cabizbajo. -Vamos -insistió Tizzie-. Jude, por el amor de Dios, cuéntame lo que pasa. ¿De quién estáis hablando?

– De Raisin -dijo Jude-. No murió en el barco mientras intentaba huir de la isla. Eso fue una comedia. Llegó al continente y se dirigió a New Paltz, intentando probablemente localizar a su doble, el juez. Quizá incluso averiguó cuál era el nombre de su sosia antes de irse de la isla, y tal vez ése fue precisamente el motivo de su fuga. Quizá, lo mismo que Julia, logró averiguar la contraseña de los ordenadores.

– ¿Y qué fue de él? -preguntó Tizzie.

– Probablemente se puso en contacto con el juez y ellos lo mataron.

– ¿Y quiénes son ellos? -preguntó Tizzie perpleja.

– Eso es precisamente lo que tenemos que averiguar. Pero me apostaría cualquier cosa a que los responsables fueron esos matones del mechón blanco, los ordenanzas.

– O sea que, sean quienes sean, están dispuestos a todo -dijo ella-. Incluso a utilizar a los ordenanzas como asesinos.

– ¿Y a quién te refieres tú al decir «ellos»? -le preguntó Jude volviéndose hacia ella.

Pero Tizzie, preocupada, respondió con otra pregunta.

– ¿Y si esos ordenanzas están en estos momentos siguiendo nuestra pista?

No obstante, Jude seguía pensando en la pregunta que él le había hecho, y en aquellos momentos no se sentía con ánimos para tranquilizar a la joven. Sabía que luego, cuando volviera a su cuarto y recordase la conversación, volvería a darle vueltas y más vueltas al asunto.

Skyler tenía un aspecto terrible. El color había desaparecido de su rostro y la frente se le había perlado de sudor. Se tumbó en la cama y se volvió cara a la pared. Jude temió haberle dado la noticia de lo de Raisin con demasiada brusquedad. Tizzie le preguntó si se encontraba mal, le tocó la frente con la palma de la mano y dijo que parecía tener algo de fiebre.

Skyler dijo que deseaba quedarse solo. Sus acompañantes salieron de la habitación y cerraron la puerta con suavidad.

En el pasillo, Tizzie cogió a Jude por el codo.

– ¿Cómo supiste que el cuerpo era de Raisin? -preguntó.

– No estaba seguro, era una simple sospecha. Pero una sospecha bastante fundada. McNichol, el forense de Ulster County, identificó inicialmente el cuerpo como el del juez. El ADN era el mismo. Por lo tanto, se trataba de un clon. Y no fueron tantas las personas que huyeron de la isla. Además, recordé que el juez estaba tomando Depakote, que se usa para el tratamiento de la epilepsia. Una de las organizaciones a las que el juez pertenecía se dedicaba a reunir fondos para la investigación de desórdenes neurológicos. Hasta que oí la historia de Skyler, no supe que Raisin también sufría de epilepsia.

Tizzie lo miraba impresionada.

– ¿No te das cuenta? -continuó él-. Cada uno de los que están en esa isla es un clon de alguien del continente. Ése es el motivo de que los tuvieran allí. Una legión de dobles, eso es lo que son. Todo esto no es más que un horrible experimento.

Jude era consciente de que lo que estaba diciendo preocupaba a Tizzie, pero necesitaba airear las dudas que a él mismo lo estaban reconcomiendo.

– Hay algo que no entiendo en absoluto. Cuando el juez me vio, se llevó un susto de muerte. Prácticamente, se cayó de su sillón. Y no me explico por qué… En mi vida lo había visto. ¿Qué tengo que ver yo con él, o qué tiene que ver él conmigo?

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