Christopher Priest - Fuga para una isla

Здесь есть возможность читать онлайн «Christopher Priest - Fuga para una isla» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1981, ISBN: 1981, Издательство: Edhasa, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Fuga para una isla: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Fuga para una isla»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

África ha sido devastada por una breve guerra atómica y sus habitantes huyen por el mundo. Al cabo de un año, dos millones de africanos han llegado a Gran Bretaña, y poco después su desesperación se transforma en violencia, la violencia en anarquía, y la anarquía en una guerra civil de consecuencias imprevisibles. Como ha escrito Brian W. Aldiss, esta obra se sitúa “en la tradición de Wyndham, pero los dulces crepúsculos de Wyndham se han apagado y ahora la noche oscura del alma desciende sobre el mundo”.

Fuga para una isla — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Fuga para una isla», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando los camiones terminaron de pasar identifiqué la emoción que había causado mi anterior inquietud; éramos las únicas personas en aquella zona.

Viviendo en la tienda de campaña, nuestro único contacto con otra gente se había producido en ocasiones de visitar tiendas para comprar comida. Incluso entonces, todos habíamos observado una inactividad que no habíamos advertido antes de que empezara el problema. Pero ahora Sally y yo estábamos igual que en soledad.

Iniciamos nuestra marcha hacia Warnham y en pocos minutos vimos más señales de actividad militar e inactividad civil que nos alarmaron a los dos.

A kilómetro y medio de la cabina telefónica atravesamos un pueblo. Recorrimos toda la calle sin encontrar una sola persona, pero en las ventanas de la última casa distinguimos la silueta de un hombre. Le hice señas y le grité, mas no me vio o no quiso hacerlo y desapareció de la vista.

En las afueras del pueblo encontramos un emplazamiento de artillería pesada servido por varios centenares de soldados. Había una valla de alambre de púas, tosca pero vigilada, entre ellos y la carretera, y mientras nos acercábamos nos dieron aviso de que nos alejáramos. Traté de hablar con el soldado y éste llamó a un suboficial, que repitió la orden y añadió que si no habíamos salido de la vecindad al anochecer, nuestras vidas estarían en peligro. Le pregunté si eran tropas nacionalistas y no obtuve respuesta.

—Papá, no me gustan las armas —dijo Sally.

Seguimos caminando hacia Warnham. Aviones de reacción volaron por encima de nosotros en varias ocasiones, a veces en formación, a veces de a uno por vez. Descubrí los restos de un viejo periódico y traté de leerlo para saber algo de lo que estaba sucediendo.

Se trataba de una publicación de tipo tabloide de impresión privada y tuve la seguridad de que era ilegal. Habíamos oído por la radio, dos semanas antes, que el funcionamiento de la prensa había sido suspendido temporalmente. Noté que el tabloide era virtualmente ilegible; mal impreso, abominablemente escrito, horrorosamente decantado hacia una abierta xenofobia racista. Hablaba de cuchillos y lepra, de enfermedades venéreas y armas, pillaje, canibalismo y epidemias. Contenía instrucciones detalladas para la manufactura de armas caseras tales como cócteles Molotov, cachiporras y garrotes; había “noticias” del tipo de una violación en masa obra de militantes africanos y ataques a plazas fuertes africanas realizados por fuerzas militares reales. En la última página, abajo, me enteré de que el periódico era publicado para consumo civil por el Ejército Nacionalista Británico (División Local).

Lo quemé.

La entrada a la estación de Warnham estaba guardada por más soldados. Cuando los vimos, la mano de Sally cogió la mía y la aferró con fuerza. Yo le dije:

—No hay por qué preocuparse, Sally. Están aquí sólo para asegurarse de que nadie trata de evitar que los trenes salgan.

Sally no replicó, quizá percibiendo que yo estaba tan alarmado como ella. Esto significaba, en efecto, que los trenes seguían circulando, pero que estaban bajo control militar. Nos acercamos a la barricada y yo hablé con un teniente. El militar se mostró educado y servicial. Reparé en que llevaba en su manga una tira de tela en la que estaba hilvanada la frase Secesionistas leales. No me referí a ello.

—¿Es posible coger un tren a Londres desde aquí? —dije.

—Es posible —dijo él—. Pero no circulan muy a menudo. Tendrá que averiguarlo, señor.

—¿Podemos pasar?

—Por supuesto.

Hizo un gesto con la cabeza a los dos soldados que le acompañaban y éstos abrieron una sección de la barricada. Di las gracias al oficial y entramos en el despacho de billetes.

El encargado era un civil que vestía el uniforme normal de los ferrocarriles británicos.

—Queremos ir a Londres —dije—. ¿Podría decirme cuándo se espera el próximo tren?

Se inclinó hacia adelante en el mostrador, acercó su rostro a la hoja de vidrio y nos miró.

—Deberán esperar hasta mañana —dijo—. Sólo hay un modo de coger un tren aquí, que es telefonear el día anterior.

—¿Me está diciendo que ningún tren para aquí?

—Exacto. No, a menos que alguien lo desee. Hay que telefonear a la terminal.

—Pero suponga que sea urgente.

—Hay que telefonear a la terminal.

—¿Es demasiado tarde para lograr que pare un tren aquí?

El hombre asintió lentamente con la cabeza.

—El último pasó hace una hora. Pero si compra los billetes ahora, yo mismo telefonearé a la terminal.

—Espere un momento —me volví hacia Sally—. Escucha, cariño, tendremos que dormir otra vez en la tienda esta noche. No te importa, ¿verdad? Ya has oído lo que ha dicho este señor.

—Bueno, papá. ¿Pero de verdad que volveremos a casa mañana?

—Claro, por supuesto —y pregunté al funcionario—: Los billetes… ¿Cuánto valen?

—Nueve peniques cada uno, por favor.

Saqué de mi bolsillo lo que restaba de nuestro dinero y lo conté. Teníamos menos de una libra.

—¿No podría pagarlos mañana? —pregunté al empleado. Negó con un gesto de cabeza.

—Debe pagarlos por adelantado. Claro que, si no tiene bastante ahora, le aceptaré un depósito y podrá pagar el resto mañana.

—¿Será esto suficiente?

—Creo que sí —dejó caer las monedas en un cajón, calculó el total en una máquina registradora y me pasó una tira de papel impreso—. Mañana ha de traer esto, con el resto del dinero. El tren estará aquí hacia las once de la mañana.

Eché una ojeada a la tira de papel. Era un simple recibo del dinero, no un billete. Di las gracias al hombre y salimos. Había empezado a lloviznar. No estaba seguro de cómo iba a obtener el resto del dinero para la mañana siguiente, pero ya me pasaba por la mente el esbozo de una resolución a robarlo si era preciso.

El joven teniente nos saludó en la barricada.

—Mañana, ¿eh? —dijo—. Eso mismo le ha sucedido aquí a un montón de gente. ¿Son ustedes refugiados?

Le expliqué que lo éramos, aunque yo no había aplicado con anterioridad esta palabra a nuestra difícil situación.

—Supongo que estarán perfectamente en Londres —dijo él—. Nuestro grupo está organizando las cosas allí.

Me dio el nombre y dirección de un grupo londinense que trataba de encontrar acomodo para los desamparados. Tomé nota y le di las gracias. El teniente se mostró preocupado por lo que fuéramos a hacer esa noche.

—Podría haberles ofrecido un alojamiento —dijo—. Lo hemos hecho otras veces. Pero ocurre algo. Tal vez nos vayamos esta noche. ¿Qué harán ustedes?

—Tenemos equipo para acampar —dije yo.

—Oh, entonces no hay problema. Pero si yo estuviera en su lugar, me iría tan lejos de aquí como pudiera. Nos están movilizando. Los nacionalistas se encuentran a tres kilómetros de distancia.

Volví a darle las gracias y nos pusimos a andar. Tanto Sally como yo habíamos sido confortados por la naturaleza sociable, por la aparente voluntad de aquel hombre de ayudarnos. Pero lo que él había dicho nos dio un motivo de alarma y decidí hacer caso a su advertencia. Recorrimos otros cinco o seis kilómetros hacia el sur antes de intentar localizar algún lugar para acampar. Al fin, encontramos un sitio apropiado en la ladera de una colina, protegidos por el bosque en tres puntos cardinales.

Aquella noche, mientras yacíamos juntos en la oscuridad, oímos el sonido de la artillería, y aviones de reacción rugieron sobre nuestras cabezas. La noche fue iluminada por brillantes destellos de explosiones al norte de nosotros. Escuchamos el ruido de tropas marchando a lo largo de la carretera, a quinientos metros de distancia, y un proyectil de mortero estalló entre los árboles que teníamos detrás. Sally se abrazó a mí y yo traté de consolarla. El ruido de la infantería permaneció invariable, aunque las explosiones de los obuses variaron considerablemente entre las que se producían muy cerca y las muy lejanas. Oímos disparos de armas ligeras de vez en cuando y el sonido de voces humanas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Fuga para una isla»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Fuga para una isla» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Christopher Priest
libcat.ru: книга без обложки
Christopher Priest
Christopher Priest - The Islanders
Christopher Priest
Christopher Priest - Indoctrinario
Christopher Priest
Christopher Priest - El último día de la guerra
Christopher Priest
Christopher Priest - Le monde inverti
Christopher Priest
Christopher Priest - La máquina espacial
Christopher Priest
Christopher Priest - The Space Machine
Christopher Priest
Christopher Priest - The Inverted World
Christopher Priest
Christopher Priest - The Prestige
Christopher Priest
Christopher Ash - Casados para Dios
Christopher Ash
Отзывы о книге «Fuga para una isla»

Обсуждение, отзывы о книге «Fuga para una isla» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x