Joe Haldeman - La guerra interminable

Здесь есть возможность читать онлайн «Joe Haldeman - La guerra interminable» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1978, ISBN: 1978, Издательство: Edhasa, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La guerra interminable: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La guerra interminable»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Iniciada en 1997, la guerra con los taurinos se arrastra desde hace siglos. Pasando de un mundo a otro a velocidades superiores a la de la luz, las tropas de la guerra interminable envejecen sólo unos pocos días mientras en la Tierra pasan los años; una Tierra más y más irreconocible en cada nueva visita.
Premio Nebula en 1975; premios Hugo y Locus en 1976.

La guerra interminable — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La guerra interminable», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Dijo que entraba en el experimento.

—Pues tiene más devoción que yo por la ciencia —me comentó Charlie—. Y también más estómago.

Los tres lamentamos aquellas palabras.

Diana admitió mansamente que no recordaba nada de lo ocurrido tras el primer trago; según deduje de nuestra charla, creía que Charlie había estado presente desde el principio. Era mejor así, por supuesto, pero mientras tanto yo pensaba: «¡Oh, Diana, mi adorable heterosexual en estado latente! Deja que te compre una botella de buen whisky la próxima vez que lleguemos a puerto. Dentro de setecientos años.» Volvimos a los tanques para el salto entre Resh-10 y Kaph-35. Tardamos dos semanas a veinticinco gravedades; siguieron otras cuatro semanas de rutina a gravedad uno.

Aunque yo había anunciado mi política de puertas abiertas, prácticamente nadie quiso aprovecharla. Veía muy poco a los soldados, y en esas ocasiones los encuentros siempre tenían efectos negativos: debía someterles a pruebas de revisión, aplicar reprimendas y, de vez en cuando, dictarles conferencias. Muy pocas veces me resultaba inteligible lo que decían, excepto cuando respondían a una pregunta directa.

La mayor parte de ellos hablaban inglés, ya fuera como lengua materna o como segundo idioma, pero había cambiado tan drásticamente en aquellos cuatrocientos cincuenta años que apenas lograba comprenderlo cuando hablaban lentamente. Afortunadamente, durante el adiestramiento básico, les habían enseñado el inglés que se hablaba a principios del siglo XXI; ese idioma o dialecto servía como lingua franca provisional para la comunicación entre los soldados del siglo xxv y los contemporáneos del decimonoveno antepasado de sus abuelos, si es que los abuelos existían aún.

Recordando a mi primer comandante de combate, el capitán Stott (a quien yo odiaba tan cordialmente como el resto de la compañía), traté de imaginar cómo me habría sentido si él hubiera sido sexualmente anormal y me hubiesen obligado a aprender un nuevo idioma para su mayor comodidad.

Había problemas con la disciplina, sin duda; lo extraño es que no fueran mucho más graves. La responsabilidad correspondía a Hilleboe; por mucho que me disgustara personalmente, debo reconocer que sabía mantener a la tropa en línea.

Mientras tanto, la mayor parte de las leyendas escritas en las paredes de a bordo sugerían una improbable geometría sexual entre la oficial segundo de campo y su comandante.

Desde Kaph-35 pasamos a Samk-78; de allí, a Ayin-129 y, finalmente, a Sade-138. Casi todos los saltos eran de unos pocos cientos de años-luz, pero el último fue de 140.000; se le consideraba el salto colapsar más largo realizado por un vehículo con tripulación.

El tiempo transcurrido en el túnel, entre un colapsar y otro, era siempre el mismo, independientemente de la distancia. En mis tiempos de estudiante universitario se creía que la duración de un salto colapsar era exactamente igual a cero. Sin embargo, un par de siglos más tarde se hicieron ciertos complicados experimentos, con los cuales quedó probado que el salto ocupaba en realidad una fracción de nanosegundo. Éso no parece gran cosa, pero fue necesario reconstruir la física por segunda vez: resultaba entonces que había tiempo entre A y B. Los físicos aún seguían debatiendo el tema.

Empero, a medida que nos alejábamos del campo colapsar de Sade-138, a tres cuartos de la velocidad de la luz, se nos presentaban problemas mucho más urgentes. No había modo de averiguar si los taurinos se nos habían adelantado. Por lo tanto, lanzamos una nave teledirigida con programa previo, que desaceleraría a trescientas gravedades para echar una mirada previa. Ella nos advertiría de cualquier nave estelar existente en el sistema y podría detectar las pruebas de actividad taurina en los planetas colapsares.

Una vez lanzada la nave, volvimos a los tanques; la computadora se encargó de realizar maniobras evasivas durante tres semanas, mientras la nave aminoraba la marcha. No hubo problemas, pero tres semanas son demasiado tiempo para pasarlo congelado en un tanque; en los dos días siguientes todo el mundo caminaba como un anciano inválido.

Si el vehículo teledirigido hubiera enviado mensaje de que los taurinos estaban ya en el sistema habríamos aminorado inmediatamente la marcha hasta gravedad uno, para comenzar a lanzar destructores y naves teledirigidas armadas con bombas nova.

Tal vez no hubiéramos vivido hasta entonces: a veces los taurinos podían derribar una nave pocas horas después de que entrara en el sistema. Eso de morir en los tanques no resultaba muy grato.

Tardamos un mes en retroceder hasta dos UA de Sade-138, donde el vehículo teledirigido había hallado un planeta que satisfacía nuestros requisitos.

Era un planeta extraño, algo más pequeño que la Tierra, pero más denso. No era un témpano criogénico, como la mayoría de los planetas portales, pues su centro era cálido; además, S Doradus, la estrella más luminosa de la Nube, estaba sólo a un tercio de año-luz.

El rasgo más extraño del planeta era su falta de relieve. Desde el espacio parecía una bola de billar ligeramente mellada. Nuestro físico, el teniente Gim, explicó su condición relativamente prístina señalando que, por su órbita anómala, más adecuada para un cometa, debía haberse pasado la existencia como planeta vagabundo, paseando a solas por el espacio interestelar. Era muy probable que nunca hubiese recibido el impacto de un meteorito de gran tamaño hasta caer bajo el liderazgo de Sade-138 y verse obligado a compartir el espacio con los desechos estelares que éste reunía a su alrededor.

Dejarnos en órbita a la Masaryk II (podía descender, pero eso habría restringido su visibilidad y su tiempo de huida); por medio de los cinco destructores transportamos a la superficie todos los materiales de construcción.

Nos resultó muy grato salir de la nave, aunque el planeta no era precisamente acogedor. La atmósfera estaba constituida por un ligero viento dé helio e hidrógeno, demasiado frío, aún a mediodía, como para permitir la existencia de cualquier otra sustancia que no estuviera en estado gaseoso.

El «mediodía» correspondía al momento en que S Doradus llegaba al cénit, bajo la forma de una diminuta chispa, dolorosamente luminosa. La temperatura descendía lentamente durante la noche, bajando de 25 grados a 17 grados Kelvin; eso causaba algunos problemas, pues antes de la aurora el hidrógeno del aire comenzaba a condensarse; todo se tornaba entonces tan resbaladizo que no se podía hacer absolutamente nada, salvo sentarse a esperar. Al alba surgía un débil arco iris de color pastel, único alivio a la monotonía blanca y negra de aquel paisaje.

El suelo era traicionero; estaba cubierto por pequeños fragmentos granulares de gas congelado que giraban lenta, incesantemente bajo aquella anémica brisa. Era necesario caminar despacio, bamboleándose, a fin de mantenerse en pie. De las cuatro personas que murieron durante la construcción de la base tres fueron víctimas de simples caídas.

Mi decisión de construir la defensa antiaérea antes de edificar los cuarteles no despertó en las tropas la menor alegría. Sin embargo, las cosas se hicieron de acuerdo a los manuales; se concedía a los soldados dos días de reposo a bordo por cada «día» de trabajo en el planeta…, cosa no demasiado generosa, debo admitirlo, puesto que los días de a bordo tenían veinticuatro horas y las jornadas del planeta, en cambio, 38,5 horas de sol a sol.

La base estuvo terminada en menos de cuatro semanas; resultó ser una estructura realmente formidable. El perímetro, un círculo que medía un kilómetro de diámetro, estaba custodiado por veinticuatro cañones de rayos láser bevawatt que disparaban automáticamente en la milésima parte de un segundo; cualquier objeto relativamente grande que apareciera entre el perímetro y el horizonte los ponía en funcionamiento. A veces, cuando el viento venía de cierta dirección y la tierra estaba húmeda de hidrógeno, los pequeños fragmentos helados se unían en una bola de nieve que echaba a rodar. Pero nunca llegaba muy lejos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La guerra interminable»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La guerra interminable» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Joe Haldeman - The Coming
Joe Haldeman
Joe Haldeman - Work Done for Hire
Joe Haldeman
Joe Haldeman - Starbound
Joe Haldeman
Joe Haldeman - Marsbound
Joe Haldeman
Joe Haldeman - Worlds
Joe Haldeman
Joe Haldeman - Tricentenario
Joe Haldeman
Joe Haldeman - Forever Peace
Joe Haldeman
libcat.ru: книга без обложки
Joe Haldeman
Joe Haldeman - Camouflage
Joe Haldeman
Joe Haldeman - Guerra eterna
Joe Haldeman
Отзывы о книге «La guerra interminable»

Обсуждение, отзывы о книге «La guerra interminable» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x