Arthur Clarke - La ciudad y las estrellas

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La ciudad y las estrellas: краткое содержание, описание и аннотация

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Los hombres habían construido ciudades antes, pero ninguna como Diaspar. Diaspar: porque Diaspar tenía una leyenda. Era la última ciudad construida en la Tierra por el poder de quienes también pudieron conquistar las estrellas. Pero la grandeza de Diaspar acabó desapareciendo. Desde los más oscuros límites del Universo los Invasores atacaron el imperio creado por el hombre y lo confinaron otra vez a la Tierra. Quien fuera que abandonara la Tierra caería bajo la ira de los Invasores. Esta era la leyenda de Diaspar. Una leyenda de un billón de años…

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— Sí —repuso Alvin —. He visto un mundo sin vida y otro con demasiada. No sé cuál de los dos me disgusta más.

A cinco mil pies sobre la llanura, el planeta les proporcionó la sorpresa final. Se encontraron con toda una flotilla de enormes balones inflados arrastrados por el viento. De cada una de sus semitransparentes envolturas, colgaban racimos enormes de zarcillos, dando el aspecto de un bosque virtualmente invertido. Parecía que algunas plantas, en el esfuerzo de escapar del feroz conflicto que se desarrollaba en la superficie, habían aprendido a conquistar el aire: Por un milagro de adaptación, se las habían arreglado para preparar el hidrógeno necesario y almacenarlo en sus recipientes internos, a fin de poder levantarse y elevarse en una paz comparativa en la baja atmósfera que rodeaba al planeta.

Así y todo, no era cierto que incluso allí hubiesen encontrado la seguridad. Sus tallos y hojas colgando hacia abajo, aparecían infectados con una entera fauna de animales en forma de arañas que seguramente emplearían sus vidas flotando por encima de la superficie del globo continuando así la batalla universal por la existencia en sus solitarias islas flotantes. Presumiblemente tendrían que tener algún contacto con el suelo, de tanto en tanto, Alvin pudo ver uno de aquellos grandes balones colapsarse y caer súbitamente, con su rota envoltura actuando de paracaídas. Le hubiera gustado saber si se trataba de un accidente o parte del ciclo vital de aquellas extrañas criaturas.

Hilvar durmió mientras llegaban al próximo planeta. Por alguna razón que el robot no pudo explicarles, la nave viajaba despacio, al menos por comparación con su anterior velocidad cósmica desde la Tierra hasta los Siete Soles, entonces que se encontraba en un sistema solar. Les llevó casi dos horas alcanzar el nuevo mundo que Alvin había elegido para su tercera etapa e incluso le pareció sorprendente que un simple viaje interplanetario hubiese durado tanto tiempo.

Despertó a Hilvar al ir descendiendo en la atmósfera del nuevo planeta.

— ¿Qué sacas en conclusión de eso? — preguntó, apuntando hacia la pantalla visora.

Bajo ellos, se extendía un panorama yermo salpicado de negros y grises, no mostrando signo alguno de vegetación o cualquier otra directa evidencia de vida. Pero existía una indirecta; las bajas colinas y huecos valles estaban moteados con hemisferios perfectamente conformados, algunos de ellos dispuestos en pautas simétricas complejas.

Habían aprendido a usar la precaución en el anterior planeta y tras haber considerado cuidadosamente todas las posibilidades, cerniéndose en la alta atmósfera, enviaron al robot a investigar. A través de sus ojos, vieron cómo se aproximaba a uno de aquellos hemisferios y al robot flotando a pocos pies de distancia de la superficie completamente suave y sin características especiales de ornamentación externa.

No aparecía señal alguna de acceso, ni la menor indicación del propósito a que estaba destinada semejante estructura. Era bastante ancha y de unos cien pies de altura, siendo algunos de los otros hemisferios más grandes aún. De ser un edificio, no aparecía allí, ni entrada, ni salida.

Tras una leve vacilación, Alvin ordenó al robot que se adelantase y tocara la cúpula. Ante su completo asombro, el robot rehusó cumplir la orden recibida. Aquello era ciertamente un motín… o así lo parecía en principio.

— ¿Por qué no has hecho lo que te he ordenado? — preguntó Alvin una vez repuesto de su asombro.

— Está prohibido — fue la respuesta de la máquina.

— Prohibido… ¿por quién?

— No lo sé.

— Entonces, cómo… no, cancelada la orden. ¿Esa orden ha sido construida en tus circuitos?

— No.

Aquello parecía eliminar una posibilidad. Los constructores de aquellas cúpulas podrían muy bien haber sido la raza que fabricó el robot, habiendo introducido aquel tabú entre las instrucciones originales de la máquina.

— ¿Cuándo recibiste la orden? — preguntó Alvin.

Al aterrizar.

Alvin se volvió hacia Hilvar, con una luz de esperanza en los ojos.

— ¡Aquí existe una auténtica inteligencia! ¿No puedes apreciarla?

— No — repuso Hilvar —. Este lugar me parece tan muerto como el primer mundo que visitamos,

— Voy a ir a reunirme con el robot. Lo que pueda hablarle a él, me hablará a mí.

Hilvar no discutió aquel punto, aunque no parecía sentirse muy a gusto. Llevaron la nave a tierra a un centenar de pies de la cúpula, no lejos del robot que aguardaba, y abrieron la cámara reguladora de presión.

Alvin sabía que la puerta no se abriría a menos que el cerebro de la nave hubiese comprobado de antemano sí la atmósfera sería respirable. Por un momento, pensó que había cometido un error; el aire era tan sutil que apenas si sus pulmones pudieron respirarlo suficientemente. Después, inhalando profundamente, comprendió que podía captar suficiente oxígeno para sobrevivir, aunque supuso que no podría soportar aquella situación mucho tiempo.

Jadeando, se encaminaron hacia el robot y la pared curvada de aquella enigmática cúpula. Dieron un paso más… y se detuvieron al unísono como sacudidos por la misma y súbita sorpresa. En sus mentes, como el resonar de un gong poderoso, había aparecido el mismo mensaje.

PELIGRO. NO SE APROXIMEN MAS

Aquello era todo. Era un mensaje sin palabras, expresado en un puro pensamiento. Alvin estaba cierto que cualquier criatura, fuese cual fuese su nivel de inteligencia, habría recibido el mismo aviso en la misma forma totalmente inequívoca: en lo más profundo de su mente.

Se trataba de una advertencia, no de una amenaza. En cierta forma, ellos sabían que no iba dirigida especialmente contra ellos, y que sin duda era en favor de su propia protección. Allí, parecía decir, existía algo intrínsecamente peligroso y ellos, los constructores, sentían la ansiedad de evitar que nadie pudiese resultar dañado al irrumpir ignorantes de ello.

Alvin e Hilvar recularon unos pasos, mirándose el uno al otro, esperando a su vez que alguno dijese lo que tenía en el pensamiento. Hilvar fue el primero en resumir la posición a adoptar.

— Yo tenía razón, Alvin. Aquí no existe inteligencia alguna. Esa advertencia ha sido algo automático… disparada por nuestra presencia al llegar demasiado cerca.

Alvin hizo un signo de aprobación.

— Me gustaría saber qué están tratando de proteger. Podría, haber edificios… alguna cosa… bajo estas cúpulas.

— No existe forma de descubrirlo, si todas estas cúpulas nos advierten en el mismo sentido. Es interesante, por la diferencia con los otros planetas que hemos explorado. Del primero se lo llevaron todo, abandonaron el segundo sin molestarse respecto a su suerte; pero han tenido que tener muchas dificultades en éste. Tal vez esperasen volver de nuevo algún día deseando que todo estuviese dispuesto para ellos, cuando estuvieran de vuelta.

— Pero nunca lo hicieron… y tiene que haber transcurrido mucho tiempo.

— Puede que hayan cambiado de opinión.

Era curioso, pensó Alvin, cómo ambos habían comenzado a expresarse inconscientemente empleando la palabra «ellos». Quienes fuesen o lo que fuesen «ellos» su presencia había sido importante en aquel primer planeta… pero era aún más fuerte allí. Aquél era un mundo que había sido cuidadosamente conservado y dejado en condiciones hasta que pudieran volver a necesitarlo…

— Volvamos a la nave dijo Alvin quejándose —. Me cuesta mucho él poder respirar este aire.

Tan pronto como la cámara reguladora se hubo cerrado y estuvieron a gusto nuevamente acomodados en la cabina, discutieron su próximo paso a realizar. Para llevar a cabo una extensa exploración, tendrían que intentar el tanteo de gran número de cúpulas de aquéllas, con la esperanza de hallar una que no advirtiese ningún peligro y a donde pudiera tenerse algún acceso. Si aquello fallaba… pero Alvin no se quiso encarar con tal posibilidad hasta haberlo llevado a cabo.

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