J. Robb - Una muerte inmortal

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Una top model muere brutalmente asesinada Para investigar el caso la teniente Eve Dallas debe sumergirse en el clamoroso mundo de la pasarela y no tarda en descubrir que no es oro todo lo que reluce. Tras la rutilante fachada de la alta costura los desfiles y las fiestas encuentra una devoradora obsesión por la eterna juventud y el éxito, rivalidades encarnizadas, profundos rencores y frustraciones. Un excelente caldo de cultivo para el asesinato en especial si se añade a la mezcla un desenfrenado consumo de las mas sofisticadas drogas.

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– Y dijo que no.

– Simuló que tenía compromisos previos. Salvó las apariencias. Pero en cuanto Pandora quedó fuera de jue?go, llamó a Leonardo y se ofreció para cubrir la vacante.

– ¿Cuánto sacará?

– ¿Del show? Un millón, más o menos, pero eso no es nada. La cabeza de cartel puede escoger sus modelos con mucho descuento. Y aparte está la cláusula referente a los media.

– ¿Que es…?

– Verás, las grandes modelos salen en los canales de moda, los programas de entrevistas y todo eso. Y enci?ma cobran por cada aparición en público. Un montón de pasta durante los próximos seis meses, con opción a renovar contrato. De este show Jerry podría obtener cinco o seis millones, diseños aparte.

– Quién lo pillara. Jerry saca más de seis millones por la muerte de Pandora.

– Podría mirarse así. Tampoco es que antes estuviera dolida, Dallas.

– Quizá no. Pero seguro que ahora no le duele en ab?soluto. ¿Hará alguna aparición en la fiesta del show?

– Seguro que sí. Ella y Leonardo son las estrellas. Será mejor que nos demos prisa si queremos pillar algún canapé. Estos críticos son como hienas. Ni siquiera de?jan los huesos.

– Tú que llevas tiempo con Jerry y los demás… -em?pezó Eve mientras regresaban al salón-. ¿Alguien con?sume?

– Por Dios, Dallas. -Incómoda, Mavis se encogió de hombros-. No soy un soplón.

– Mavis, ven. -Eve la llevó a un rincón lleno de helechos en maceta-. A mí no me vengas con eso. ¿Alguien consume o no?

– Pues claro. Sobre todo cápsulas y mucho Zero Appetite. El trabajo es duro, Dallas, y no todas las modelos de segunda fila pueden pagar un esculpido. Hay algunas ilegales, pero casi todo se compra sin receta.

– ¿Y Jerry?

– Le va el rollo de la salud. Esa cosa que bebe. Fuma un poco de hierba, pero es una mezcla para calmar los nervios. Nunca la he visto consumir nada dudoso. Pero…

– ¿Pero?

– Verás, es muy celosa de sus cosas, sabes. Hace un par de días una de las chicas no se sentía bien. La resa?ca, supongo. Probó un poco de ese zumo azul de Jerry, y ésta se puso corno una fiera. Quería que la despi?dieran.

– Interesante. A saber qué habrá en ese líquido.

– Un extracto vegetal, supongo. Jerry asegura que es para su metabolismo. Hizo un poco de propaganda di?ciendo que iba a invertir en ello.

– Necesito una muestra. No tengo suficiente para pedir una orden de confiscación. -Hizo una pausa para pensar y sonrió-. Pero creo que sé cómo solucionarlo. Vamos a la fiesta.

– ¿Qué piensas hacer? ¡Dallas! -Dobló el paso y se puso a la altura de las zancadas de Eve-. No me gusta la cara que pones. Por favor, no causes problemas. Vamos, es la gran noche de Leonardo.

– Seguro que un poco más de cobertura informativa incrementará sus ventas.

Entró en el salón donde la multitud giraba ya en la pista de baile o se apiñaba ante las mesas con comida. Al ver a Jerry, Eve fue hacia ella. Roarke vio cómo la mira?ba y se le cruzó.

– De repente tienes aspecto de poli.

– Gracias.

– No sé si era un cumplido. ¿Es que vas a hacer una escena?

– Lo haré lo mejor que sepa. ¿No podrías mantener las distancias?

– Ni pensarlo. -Roarke le cogió de la mano.

– Enhorabuena por el éxito del show -dijo Eve, apartando a un crítico lisonjero para plantarse frente a Jerry.

– Gracias -dijo ésta levantando una copa de cham?pán-. Pero por lo que he visto, usted no es que entienda mucho de moda. -Envió a Roarke una mirada para de?rretirlo-. Aunque sí parece tener un gusto excelente para los hombres.

– Mejor que el suyo. ¿Sabe que a Justin Young lo vie?ron en el club Privacy anoche con una pelirroja? Una pelirroja que guardaba un gran parecido con Pandora.

– Furcia embustera. Él no… -Jerry se contuvo y silbó entre dientes-. Ya le he dicho que me da igual con quién salga.

– ¿Por qué no iba a darle igual? Sin embargo es verdad que después de cierto número de sesiones, ni el esculpido corporal ni los realces faciales pueden vencer la realidad. Supongo que Justin tenía ganas de probar algo más joven. Los hombres son así de cerdos. -Eve aceptó una copa de champán de un camarero que pasaba y sorbió un poco-. No es que usted no esté estupenda. Para su edad. Esos fo?cos de escenario hacen que una mujer se vea… madura.

– Mala puta. -Jerry arrojó su champán a la cara de Eve.

– Sabía que bastaría con eso -murmuró ella mientras pestañeaba de escozor-. Eso es agresión a un agente de la autoridad. Queda usted arrestada.

– No me ponga las manos encima. -Exasperada, Jerry le dio un empujón.

– Y además, resistencia al arresto. Será que es mi no?che de suerte. -De dos rápidos movimientos, le agarró un brazo y se lo torció a la espalda-. Llamaremos a un agente para que se la lleve. No creo que le cueste salir bajo fianza. Ahora pórtese bien y le leeré los derechos mientras salimos. -Lanzó a Roarke una luminosa sonri?sa-. No tardaré.

– Tómate el tiempo que quieras, teniente. -Le arre?bató la copa a Eve y bebió el champán. Esperó diez mi?nutos y luego salió del salón.

Eve estaba en la entrada del hotel, viendo cómo me?tían a Jerry en un coche patrulla.

– ¿Por qué lo has hecho?

– Necesitaba ganar tiempo y una causa probable. El sospechoso ha mostrado tendencias violentas y modales nerviosos, indicativos de consumo de drogas.

Polis, pensó Roarke.

– La sacaste de quicio, Eve -dijo.

– Eso también. Saldrá antes de que la puedan ence?rrar. He de darme prisa.

– ¿Adonde vas? -inquirió él mientras se apresuraban hacia la parte posterior del escenario.

– Necesito una muestra de esa cosa que bebe Jerry. Haciendo un poco de trampa, tengo las manos libres para registrar. Quiero que lo analicen.

– ¿De veras crees que consume ilegales a la vista de todos?

– Creo que las personas como ella (y como Pandora, Young y Redford) son increíblemente arrogantes. Ade?más de guapos y ricos, tienen cierto poder y prestigio. Se sienten por encima de las leyes. -Le miró significativa?mente mientras se metía en el vestidor de Jerry-. Tú tie?nes las mismas tendencias.

– Oh, gracias.

– Tuviste suerte de que llegara yo para llevarte por el buen camino. Vigila la puerta, ¿quieres? Si Jerry tiene un abogado veloz, no me va a dar tiempo a terminar esto.

– Ya, el buen camino, claro -comentó Roarke apos?tándose a la puerta mientras ella efectuaba el registro.

– Jo, aquí hay una fortuna en cosméticos.

– Es su medio de vida, teniente.

– En productos de tocador, yo creo que gasta varios cientos de kilos al año, sólo en tópicos. A saber lo que gasta en ingestivos y esculpido. Ojalá pudiera encontrar un poco de polvo mágico.

– ¿Estás buscando Immortality? -Roarke rió-. Jerry podrá ser altiva, pero no me parece estúpida.

– Quizá tengas razón. -Eve abrió la puerta de una pequeña nevera y sonrió-. Pero aquí dentro hay un en?vase con esa pócima que toma. Un envase cerrado. -Frunciendo los labios, Eve miró hacia donde estaba Roarke-. Supongo que tú no podrías…

– Apartarme del buen camino, ¿verdad? -Suspiró, fue hacia donde estaba ella y examinó el cierre de la bo?tella-. Muy sofisticado. Jerry no quiere arriesgarse. Esta botella parece irrompible. -Mientras hablaba, sus dedos examinaron el mecanismo de cierre-. Búscame una lima de uñas, un clip, algo así.

Eve miró en los cajones.

– ¿Te sirve esto?

Roarke puso ceño al ver las diminutas tijeras de ma?nicura.

– Qué le vamos a hacer. -Forzó el cierre con las pun?tas y luego retrocedió-. Ya está.

– Caray, se te da muy bien.

– Bah, una pequeña habilidad sin importancia, te?niente.

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