J. Robb - Una muerte inmortal

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Una muerte inmortal: краткое содержание, описание и аннотация

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Una top model muere brutalmente asesinada Para investigar el caso la teniente Eve Dallas debe sumergirse en el clamoroso mundo de la pasarela y no tarda en descubrir que no es oro todo lo que reluce. Tras la rutilante fachada de la alta costura los desfiles y las fiestas encuentra una devoradora obsesión por la eterna juventud y el éxito, rivalidades encarnizadas, profundos rencores y frustraciones. Un excelente caldo de cultivo para el asesinato en especial si se añade a la mezcla un desenfrenado consumo de las mas sofisticadas drogas.

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– Pensó que podía engañarme con una corista. Eso será sobre mi cadáver.

– Una observación interesante, ¿no? ¿Cuándo empe?zó todo?

– Escuche, teniente. Ahora tengo un poco de prisa, y salir a la pasarela con la cara ceñuda podría arruinar mi presentación. Hable usted con Justin.

Jerry cruzó la puerta con pasmosa agilidad, pese a las quejas anteriores. Eve se quedó donde estaba, escu?chando la ovación que señalaba la entrada de Jerry. Seis minutos después, la modelo era sacada de su coraza de lame.

– ¿Cómo se enteró usted?

– Trina. ¡El pelo, por Dios! Caray, es usted insisten?te. Me llegó el rumor, eso es todo. Y cuando se lo co?menté a Justin, lo negó. Pero yo me di cuenta de que mentía.

– Aja. -Eve pensó en los embusteros mientras Jerry permanecía con los brazos extendidos. Trina transformó su mata de pelo negro en un revoltijo de rizos va?liéndose de un secador manual. Jerry se ajustó un ves?tido de seda blanca con ribetes arco iris-. No se ha que?dado mucho tiempo en Maui.

– Me importa una mierda donde esté.

– Regresó anoche a Nueva York. He verificado el puente aéreo. Sabe, Jerry, esto es curioso. Otra vez todo tan oportuno. La última vez que los vi a los dos, pare?cían hermanos siameses. Usted fue con Justin a casa de Pandora y luego a casa de él esa noche. Y seguía allí por la mañana. Tengo entendido que él la acompañaba a sus ensayos para el desfile. No parece que le quedara mucho tiempo para tirarse a una corista.

– Los hay que son muy rápidos. -Jerry ofreció una mano para que el ayudante pudiera ponerle media doce?na de pulseras tintineantes.

– Una pelea en público con muchos testigos y hasta una puntual cobertura informativa. Sabe, a la vista de cómo han ido las cosas, diría que su mutua coartada hace aguas. Si yo fuera la clase de policía que cree en las apariencias.

Jerry comprobó en el espejo la caída de su vestido.

– ¿Qué busca, Dallas? Estoy trabajando.

– Yo también. Déjeme decirle cómo lo veo, Jerry. Usted y su amigo tenían un pequeño negocio con Pan?dora. Pero ella era codiciosa. Daba la impresión de que quería joderlos a los dos. Entonces ocurre algo inespera?do. Aparece Mavis, hay una pelea. A una mujer lista como usted pudo ocurrírsele una idea luminosa.

Ella cogió un vaso y apuró su brillante contenido.

– Ya tiene dos sospechosos, Dallas. ¿No hablaba us?ted de codicia?

– ¿Lo hablaron entre los tres? ¿Usted, Justin y Redford? Usted y Justin se largaron y acordaron una coarta?da. Redford no. Él quizá no es tan listo. Quizá se suponía que usted iba a respaldarle, pero no lo hizo.

Entonces la lleva a casa dé Leonardo. Ustedes están es?perando. ¿Se desmandaron las cosas? ¿Cuál de ustedes cogió el bastón?

– Esto es ridículo. Justin y yo fuimos a casa de él. El sistema de seguridad puede verificarlo. Si quiere acusar?me de algo, traiga una orden. Y ahora, déjeme en paz.

– ¿Fueron usted y Justin lo bastante listos como para no mantener contacto desde la pelea? Yo no creo que él tenga tanto autodominio con usted. De hecho, me juego algo. Mañana tendremos los registros de transmisión.

– ¿Y qué si me llamó? ¿Y qué? -Jerry corrió hacia la puerta mientras Eve empezaba a salir-. Eso no prueba nada. Usted no tiene nada.

– Sí, otro cadáver. -Hizo una pausa y miró hacia atrás-. Supongo que ninguno de ustedes dos tendrá una coartada para el otro en este caso, ¿me equivoco?

– Zorra. -Encendida, Jerry lanzó el vaso, dando a uno de los ayudantes en el hombro-. No puede culpar?me de nada. No puede probar nada.

Mientras el ruido y la confusión crecían en la parte de atrás del escenario, Mavis cerró los ojos.

– Oh, Dallas, ¿cómo has podido? Leonardo la nece?sita para otros diez pases.

– Jerry hará su trabajo. Le gustan demasiado los fo?cos para no hacerlo. Voy a buscar a Roarke.

– Está ahí enfrente -dijo Mavis mientras Leonardo corría a calmar a su estrella-. No salgas con esa pinta. Ponte este vestido. Ya lo han pasado. Sin los adornos y los pañuelos, nadie lo reconocerá.

– Si sólo voy a…

– Por favor. Significará mucho para él si sales con uno de sus diseños, Dallas. La línea es sencilla. Te busca?ré unos zapatos que te vayan bien.

Quince minutos después, con su ropa metida en una bolsa, Eve divisó a Roarke en la primera fila. Aplaudía ade?cuadamente mientras un terceto de modelos pechugonas se meneaba ostensiblemente en sus monos transparentes.

– Fantástico. Es lo que nos gusta ver llevar a las mu?jeres cuando pasean por la Quinta Avenida.

Roarke levantó un hombro.

– En realidad muchos diseños son atractivos. Y a mí no me importaría verte como esa de la derecha.

– Ni lo sueñes. -Eve cruzó las piernas y el vuelo del raso negro susurró en respuesta-. ¿Cuánto rato hemos de quedarnos?

– Hasta que termine. ¿Cuándo te has comprado esto? -Pasó un dedo por las estrechas correas que le ceñían los bíceps.

– Mavis me ha obligado a ponérmelo. Es de Leonar?do, pero sin adornos.

– Quédatelo. Te sienta bien.

Ella se limitó a gruñir algo. Prefería de largo sus té?janos.

– Oh, ahí viene la diva.

Jerry salió contoneándose, y la pasarela era una ex?plosión de color a cada paso de sus zapatos de cristal. Eve prestó poca atención a la falda ondulante y el corpi?ño transparente que estaban provocando un furor gene?ral de aprobación. Observaba única y exclusivamente la cara de Jerry, mientras los críticos de moda hablaban a sus grabadoras y docenas de compradores hacían frené?ticos pedidos con sus enlaces portátiles.

A Jerry se la veía serena mientras apartaba docenas de jóvenes musculosos postrados delante de ella. Vendió el conjunto entre elegantes giros y una buena coreogra?fía que la hizo subir ágilmente a una pirámide de duros cuerpos varoniles.

La multitud aplaudió. Jerry hizo una pose y miró a Eve con gélidos ojos azules.

– Uff -murmuró Roarke-. Eso ha sido un directo. ¿Hay algo que yo deba saber?

– Que le gustaría arañarme la cara -dijo mansamente Eve-. Mi misión ha sido un éxito. -Satisfecha, se prepa?ró para disfrutar el resto del desfile.

– ¿Has visto, Dallas? ¿Lo has visto? -Tras una rápida pi?rueta, Mavis la abrazó-. Al final se han levantado todos. Incluso Hugo.

– ¿Quién diablos es Hugo?

– El hombre más importante de este negocio. Fue uno de los primeros patrocinadores del show, pero eso en vida de Pandora. Si Hugo se hubiera retirado… Bue?no, pero no lo hizo, gracias a que estaba Jerry. Leonardo ha triunfado. Ahora podrá pagar sus deudas. No paran de llegar pedidos. Pronto tendrá su propio showroom, y dentro de unos meses, habrá diseños Leonardo por to?das partes.

– Qué gran noticia.

– Todo ha salido bien. -Mavis se arregló la cara en el espejo del salón de señoras-. He de buscarme otro trabajo, para poder vestir sus diseños en exclusiva. Las cosas vol?verán a ser como tenían que ser. ¿Verdad que sí, Dallas?

– Eso parece. Mavis, ¿fue Leonardo el que acudió a Jerry, o al revés?

– ¿Para el show? En principio fue Leonardo. Pando?ra se lo sugirió.

Un momento, pensó Eve, ¿cómo he pasado esto por alto?

– ¿Pandora quiso que le pidiera a Jerry que actuase en el show?

– Así era ella. -Obedeciendo a un impulso, Mavis sacó un tubo y se quitó la pintura de labios. Estudió su boca desnuda un momento y luego escogió un Berry Crush-. Pandora sabía que Jerry no iba a querer ser la segunda, pese a que se hablaba muy bien de los diseños. Así que por su parte fue como darle un codazo. Ella po?día decir que sí, y ser la segundona, o decir que no y perder la oportunidad de estar en uno de los desfiles más apasionantes de la temporada.

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