– Me han dicho que tuvo usted algún problema.
– Nada importante. -Eve se había dado por satisfecha con la zurra verbal. No había ninguna necesidad de ampliar el castigo a reprimendas oficiales-. La mujer trabajaba de acompañante, pero no tenía créditos para renovar la licencia. Además, es adicta. Tras presionar un poco en ese sentido, pudimos hacer que nos contara algo sobre los movimientos de la víctima la noche anterior. Según su declaración, estuvieron juntos en el aparta?mento hasta más o menos las doce. Habían tomado vino y un poco de Exótica. Él dijo que se marchaba porque tenía que cerrar un negocio. Ella se tomó un Download, y se quedó frita. Como el forense fija la hora de la muer?te sobre las dos de la madrugada, la cosa encaja. Las pruebas indican que la víctima murió donde fue encon?trada a primera hora de la mañana. Y también que fue asesinada por la misma persona que mató a Moppett, Boomer y Pandora.
Tomó aire y prosiguió en tono oficial:
– El primer investigador podrá verificar los movi?mientos de la señorita Freestone en el momento de pro?ducirse ese asesinato.
Whitney calló un momento, pero no dejó de mirar a Eve.
– Aquí nadie cree que Mavis Freestone esté en modo alguno relacionada con este asesinato, y tampoco la ofi?cina del fiscal. Tengo aquí el análisis preliminar de la doctora Mira sobre las pruebas de la señorita Freestone.
– ¿Pruebas? -Olvidada la formalidad, Eve se puso en pie de un brinco-, ¿Qué quiere decir con pruebas? Eso no era hasta el lunes.
– Cambiaron el día, teniente -dijo tranquilamen?te Whitney-. Las pruebas concluyeron a las trece en punto.
– ¿Por qué no se me informó? -el estómago protesta?ba ante los recuerdos desagradables de su propia expe?riencia en Pruebas-. Yo debería haber estado presente.
– Que no lo estuviese obraba en beneficio de todas las partes implicadas. -Whitney levantó una mano-. Antes de que pierda los nervios y se arriesgue a una in?subordinación, déjeme decirle que la doctora deja claro en su informe que la señorita Freestone superó todas las pruebas. El detector de mentiras indica la veracidad de sus declaraciones. En cuanto a lo demás, la doctora Mira opina que el sujeto muy difícilmente podría exhibir la extremada violencia con que fue asesinada Pandora. La doctora Mira recomienda que le sean retirados los car?gos a la señorita Freestone.
– Retirados… -A Eve le ardían los ojos cuando se sentó otra vez-. ¿Cuándo?
– La oficina del fiscal está sometiendo a deliberación el informe de Mira. De manera no oficial, puedo decirle que si no surgen nuevos datos que anulen ese análisis, los cargos serán retirados el lunes. -Vio cómo Eve repri?mía un escalofrío, y aprobó su autodominio-. Las prue?bas físicas son contundentes, pero el informe de Mira y las pruebas acumuladas en la investigación de los casos supuestamente conectados pesan todavía más.
– Gracias.
– Yo no he probado su inocencia, Dallas, ni usted tampoco, pero casi lo consigue. Atrape a ese hijoputa, y pronto.
– Ésa es mi intención. -Su comunicador zumbó. Es?peró el consentimiento de Whitney antes de responder-. Aquí Dallas.
– He recibido tu maldito encargo -dijo Dickie con cara de pocos amigos-. Como si no tuviera nada más que hacer.
– Las protestas después. ¿Qué es lo que tienes?
– Tu último cadáver se había metido una buena dosis de Immortality, justo antes de palmar, según mi opi?nión. Creo que no tuvo tiempo de disfrutarlo.
– Transmite el informe a mi oficina -dijo ella y cortó antes de que pudiera quejarse. Esta vez sonrió al levantarse-. Tengo un asunto pendiente esta noche. Creo que podré atar unos cuantos cabos.
El caos, el pánico y los nervios desechos parecían formar parte de un desfile de alta costura tanto como las mode?los delgadísimas y las telas ostentosas. Era intrigante y divertido a la vez ver cómo cada cual asumía su papel en el espectáculo. El maniquí de labios enfurruñados que encontraba defectos a cualquier accesorio, la ayudante de ajetreados andares que llevaba agujas e imperdibles en el moño, la estilista que se abalanzaba sobre las mo?delos como un soldado impulsado a la batalla, y el des?venturado diseñador de todo aquello que iba y venía retorciéndose las enormes manos.
– Se nos hace tarde. Se nos hace tarde. Necesito a Lissa aquí antes de dos minutos. La música está bien, pero se nos hace tarde.
– Ya vendrá, Leonardo. Cálmate, por Dios.
Eve tardó un momento en reconocer a la estilista. El pelo de Trina era un cúmulo de puntas de color ébano capaces de sacarle el ojo a quien se le acercara a menos de tres pasos. Pero la voz la delataba, y Eve se la quedó mirando mientras otro frenético ayudante la apartaba a co?dazos.
– ¿Qué estás haciendo aquí? -Un hombre con ojos de búho y una capa por las rodillas se acercó a Eve con cara de perro mordedor-. Quítate esa ropa, por el amor de Dios. ¿No sabes que Hugo está ahí enfrente?
– ¿Quién es Hugo?
El hombre produjo un ruido como de escape de gas y alargó la mano para tirar de la camiseta de Eve.
– Oiga, amigo, ¿quiere conservar los dedos? -Se zafó y le fulminó con la mirada.
– Desnúdate, vamos. Se nos acaba el tiempo.
La amenaza no surtió efecto y el hombre la agarró de los téjanos. Ella pensó en noquearle, pero optó por sacar su placa.
– Quíteme las manos de encima o le meto en la trena por agredir a un policía.
– ¿Usted qué pinta aquí? Tenemos los papeles en re?gla. Pagamos los impuestos. Leonardo, aquí hay una po?licía. No pretenderás que encima hable con la poli.
– Dallas. -Mavis llegó a toda prisa, cargada de telas multicolores-. Aquí sobras. ¿Por qué no estás donde el público? Dios, ¿aún vas vestida así?
– No he tenido tiempo de cambiarme. -Eve le mos?tró la camisa manchada-. ¿Te encuentras bien? No sabía que habían cambiado el día de tus pruebas, hubiera ido a verte.
– No te apures. La doctora Mira se portó de maravi?lla, sabes, pero te diré que me alegro de que todo haya pasado. Prefiero no hablar de ello -dijo rápidamente, echando un vistazo al desorden que la rodeaba-. Al me?nos ahora.
– Está bien. Quiero ver a Jerry Fitzgerald.
– ¿Ahora? El show ya ha empezado. Lo tenemos todo calculado al microsegundo. -Con la destreza de un experto, Mavis se apartó del camino de dos modelos piernilargas-. Tiene que concentrarse, Dallas. -Ladean?do la cabeza, tarareó al unísono con la música-. Su pró?ximo pase es dentro de cuatro minutos escasos.
– Entonces no la entretendré. ¿Dónde está?
– Dallas, Leonardo te…
– ¿Dónde, Mavis?
– Ahí detrás. -Señalando con la mano, le pasó un ro?llo de tela a un ayudante-. En el camerino de la estrella.
Eve consiguió esquivar a la gente y colarse hasta una puerta con el nombre de Jerry en letras de relum?brón. No se molestó en llamar sino que empujó la puer?ta y vio cómo la modelo era embutida en un tubo de lame dorado.
– No voy a poder respirar con esto. Aquí dentro no respira ni un esqueleto.
– Si no hubieras comido tanto paté, querida -le dijo implacable el ayudante-. Vamos, aguanta la respiración.
– Bonito espectáculo -comentó Eve desde el um?bral-. Parece una varita mágica.
– Es uno de los diseños retro. Típico glamour del si?glo pasado. Cono, no puedo ni moverme.
Eve se le acercó y entrecerró los ojos.
– El cosmetólogo ha hecho un buen trabajo. No se ve ningún morado. -Y preguntaría a Trina si realmente ha?bía algún morado que disimular-. He oído que Justin le dio un par de bofetones.
– El muy cerdo. Mira que pegarme en la cara antes de un desfile.
– Yo diría que no se empleó a fondo. ¿Por qué pelea?ron, Jerry?
Читать дальше