J. Robb - Una muerte inmortal

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Una muerte inmortal: краткое содержание, описание и аннотация

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Una top model muere brutalmente asesinada Para investigar el caso la teniente Eve Dallas debe sumergirse en el clamoroso mundo de la pasarela y no tarda en descubrir que no es oro todo lo que reluce. Tras la rutilante fachada de la alta costura los desfiles y las fiestas encuentra una devoradora obsesión por la eterna juventud y el éxito, rivalidades encarnizadas, profundos rencores y frustraciones. Un excelente caldo de cultivo para el asesinato en especial si se añade a la mezcla un desenfrenado consumo de las mas sofisticadas drogas.

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Pero optó por callarse al ver que Jerry le abrazaba. Justin le acarició el cuello, mejilla contra mejilla.

– Vaya -masculló Eve-. No es sólo sexo. Se quieren.

El afecto humano resultaba más difícil de observar que la lascivia animal. Se separaron brevemente y se in?corporaron al unísono con las piernas entrelazadas. Él le acarició el pelo enmarañado. Ella apoyó la cara en la pal?ma de su mano. Empezaron a hablar. A juzgar por sus expresiones, el tono era serio, intenso. En un momento dado, Jerry bajó la cabeza y lloró.

Justin le besó el pelo, la frente, se puso en pie y cruzó la habitación. De una mininevera, sacó una esbelta bote?lla de cristal y sirvió un vaso de un líquido azul oscuro.

Se le veía serio cuando ella le arrebató el vaso y lo apuró de un solo trago.

– Bebidas de salud, y una mierda. Jerry consume.

– Sólo ella -terció Peabody-. Él no toma nada.

Justin sacó a Jerry de la cama y rodeándola por la cintura se la llevó del dormitorio, fuera de la vista.

– Siga mirando, Peabody -ordenó Eve. Se quitó las gafas dejándolas colgadas del cuello-. Está a punto de decir algo. Y no creo que tenga que ver con nuestra pe?queña escaramuza. La presión ha hecho mella en Jerry. Hay personas que no han nacido para matar.

– Si están intentando distanciarse el uno del otro para dar más fuerza a su coartada, ha sido arriesgado por su parte venir esta noche aquí.

Eve asintió y miró a Roarke.

– Ella le necesitaba. Hay muchas clases de adicción. -Como su comunicador hacía señales, Eve metió la mano en el bolso-. Aquí Dallas.

– Prisas, prisas. Siempre igual.

– Dame buenas noticias, Dickie.

– Una interesante mezcla, teniente. Aparte de los aditivos para convertirla en líquido, un bonito color y un sabor ligeramente afrutado, tienes lo que estabas buscando. Todos los elementos del polvo previamente analizado están ahí, incluido el néctar de Capullo In?mortal. No obstante, se trata de una mezcla menos po?tente, y si se ingiere por vía oral…

– Con eso basta. Transmite un informe completo a la unidad de mi despacho, con copias para Whitney, Casto y el fiscal.

– ¿Le pongo también un bonito lazo rojo alrededor? -dijo él de mal humor.

– No seas plasta, Dickie. Tendrás tus butacas de la lí?nea de cincuenta yardas. -Eve cortó la transmisión, son?riente-. Pida una orden de registro y decomiso, Peabody. Vamos por ellos.

– Sí, señor. Eh… ¿y Casto?

– Dígale que iremos por la parte de delante. Ilegales tendrá su tajada.

Eran las cinco de la mañana cuando terminaron el pape?leo oficial y la primera tanda de interrogatorios. Los abogados de Fitzgerald habían insistido en tener una pausa de seis horas como mínimo. Sin otra alternativa que darles ese gusto, Eve ordenó a Peabody que se toma?ra el tiempo libre hasta las ocho y pasó por su despacho.

– ¿No te había dicho que te fueras a dormir? -pre?guntó cuando vio a Roarke sentado a su mesa.

– Tenía trabajo.

Eve miró con malos ojos la pantalla encendida de su ordenador. Las intrincadas cianocopias la hicieron silbar.

– Esto es propiedad de la policía. Te puede costar hasta dieciocho meses de arresto domiciliario.

– ¿Puedes demorarlo un poco? Casi he terminado. Vista del ala este, todos los niveles.

– No bromeo, Roarke. No puedes usar mi enlace para asuntos personales.

– Mmm. Ajustar centro recreativo C. Superficie in?suficiente. Transmitir las dimensiones enmendadas, CFD Arquitectura y Diseño, oficina FreeStar Uno. Guardar en disco y desconectar. -Roarke recuperó el disco y se lo metió en el bolsillo-. ¿Decías?

– Esta unidad está programada sólo para mi voz. ¿Cómo has conseguido acceder?

Él sólo sonrió.

– ¡Vamos, Eve!

– Está bien. No me lo digas. Tampoco quiero saber?lo. ¿No podías haber hecho esto en casa?

– Claro. Pero entonces no habría tenido el placer de acompañarte y hacer que duermas unas horas. -Se puso en pie-. Que es lo que voy a hacer ahora.

– Pensaba dormir un poco en el sofá.

– No, pensabas quedarte aquí repasando los datos y haciendo cálculos de probabilidades hasta que se te ca?yeran los ojos.

Ella podría haberlo negado. En general, no era muy difícil decir mentiras.

– Sólo hay un par de cosas que quiero poner en or?den.

Él inclinó la cabeza.

– ¿Dónde está Peabody?

– La he mandado a casa.

– ¿Y el inestimable Casto?

Viendo la trampa pero no la vía de escape, Eve se en?cogió de hombros.

– Creo que se ha ido con ella.

– ¿Tus sospechosos?

– Les han dado un descanso.

– Bien -dijo él, cogiéndola del brazo-. Pues tú también vas a descansar. -Ella forcejeó pero Roarke siguió empujándola hacia el pasillo-. Estoy seguro de que a todo el mundo le gusta tu nuevo look, pero creo que lo mejora?rás si duermes un rato, te duchas y te cambias de ropa.

Ella se miró el vestido de raso negro. Había olvidado totalmente que lo llevaba.

– Creo que tengo unos téjanos en el armario. -Cuan?do él consiguió meterla en el ascensor sin demasiado es?fuerzo, ella vio que flaqueaba-. Vale, está bien. Iré a casa, me ducharé y puede que desayune algo.

Y, pensó él, dormirás al menos cinco horas.

– ¿Qué tal te ha ido ahí dentro?

– ¿Mmm? -Ella parpadeó, poniéndose alerta-. No hemos avanzado mucho. Tampoco esperaba gran cosa en la primera tanda. Siguen ciñéndose a su coartada y asegurando que alguien dejó allí la droga. Creo que po?dremos hacerle un test a Fitzgerald. Sus abogados han protestado mucho al respecto, pero nos saldremos con la nuestra. -Bostezó.

– Utilizaremos el resultado para pulir los datos, si no es que le sacamos toda una confesión. En el próximo in?terrogatorio triplicaremos los efectivos.

Él la condujo hacia el pasaje abierto que daba al aparcamiento de las visitas donde había dejado el coche. Notó que ella caminaba con el extremo cuidado de una mujer borracha.

– No les quedan posibilidades -dijo él al aproximar?se al coche-. Roarke, desconectar cierre centralizado.

Abrió la puerta y depositó a Eve en el asiento del acompañante.

– Nos cambiaremos. Casto es un buen interrogador. -Descansó la cabeza en el respaldo-. Eso he de recono?cerlo. Y Peabody tiene madera. Es muy tenaz. Los ten?dremos a los tres en cuartos separados, cambiándoles de interrogador. Apuesto a que el primero en caer será Young.

Roarke dejó atrás el aparcamiento y puso rumbo a su casa.

– ¿Por qué? -preguntó.

– Ese cabrón la quiere. El amor lo estropea todo. Co?metes errores porque estás preocupado. Porque eres es?túpido.

El sonrió ligeramente y le apartó el pelo de la cara. Eve se quedó profundamente dormida.

– Dímelo a mí.

Capitulo Dieciocho

Si la conducta reciente era un ejemplo de lo que re?presentaba tener marido, se dijo Eve, la cosa no estaba tan mal. La habían acunado en la cama, lo cual debía re?conocer había sido buena idea, y cinco horas después la había despertado el aroma del café caliente y unos gofres recién hechos.

Roarke ya estaba en pie y enfrascado en transmitir alguna información vital.

Le fastidiaba de vez en cuando que él pudiera pasar?se sin dormir más que cualquier humano normal, pero no se lo había dicho. Esa clase de comentario sólo habría provocado en él una sonrisa presuntuosa.

Hablaba en su favor el hecho de que él no pusiera de manifiesto que estaba cuidando de ella. Saberlo era de por sí lo bastante raro como para que encima se vanaglo?riara de ello.

Así pues, se dirigió hacia la Central, descansada, bien alimentada y con el vehículo recién reparado, aunque no había recorrido más de cinco manzanas cuando el coche la sorprendió con un nuevo fallo. El indicador de velocidad señalaba zona roja, pese a que Eve estaba absolutamente parada en medio del atasco.

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