– No, todos los días no.
– Yo sería incapaz. Ya me cuesta lo mío vender coches. Ves a los clientes marchar sonrientes al volante de su máquina flamante y luego, cuando vuelven para una revisión o una reparación, compruebas que el coche no tiene aquel brillo… y ellos ya no sonríen.
Rebus miró a Kate y, al ver que se encogía de hombros, pensó que estaba acostumbrada a escuchar las divagaciones de su padre.
– Ese hombre que disparó a Derek… -dijo Rebus despacio-. Estamos tratando de averiguar el motivo.
– Era un loco.
– Pero ¿por qué fue a ese colegio precisamente? ¿Y ese día en concreto? ¿Entiendes lo que quiero decir?
– Me estás queriendo decir que lo vais a remover todo. Lo que queremos es que nos dejéis en paz.
– Tenemos que averiguarlo, Allan.
– ¿Para qué? -replicó Renshaw alzando la voz-. ¿Qué cambiaría? ¿Vais a devolver la vida a Derek? Lo dudo. El malnacido que lo mató está muerto… Todo lo demás me da igual.
– Papá, tómate el té -dijo Kate tocando el brazo de su padre, quien le cogió la mano y se la besó.
– Kate, ahora lo único que importa somos nosotros.
– Acabas de decir que lo que cuenta es la familia. El inspector es familia nuestra, ¿no es cierto?
Renshaw miró a Rebus de nuevo, con los ojos llenos de lágrimas. Luego se levantó y salió de la cocina. Ellos continuaron sentados y le oyeron subir las escaleras.
– Es mejor dejarle -dijo Kate, que parecía sentirse segura y cómoda en su papel, enderezándose en la silla y juntando las manos-. Yo no creo que Derek conociera a ese hombre. Bueno, South Queensferry es un pueblo y es posible que le conociera de vista e incluso supiera quién era, pero nada más.
Rebus asintió con la cabeza pero no dijo nada, con la esperanza de que continuara hablando. Era un recurso que también Siobhan dominaba.
– Herdman no fue a por ellos en concreto, ¿verdad? -preguntó Kate acariciando de nuevo a Boecio -. Fue cuestión de mala suerte.
– Aún no lo sabemos -replicó Rebus-. Fue la primera sala en la que entró, pero pasó por delante de otras para llegar a ésa.
– Papá me ha dicho que el otro chico era hijo de un juez -dijo Kate mirando a Rebus.
– ¿No le conocías?
– Mucho no -respondió ella negando con la cabeza.
– ¿Tú no fuiste al Port Edgar?
– Sí, pero Derek era dos años más pequeño que yo.
– Creo que lo que Kate quiere decir -terció Siobhan- es que todos los compañeros de curso de Derek tenían dos años menos que ella y que casi no le interesaban.
– Exactamente -apostilló la joven.
– ¿Y a Lee Herdman? ¿Le conocías?
Kate sostuvo la mirada de Rebus y asintió lentamente.
– Salí con él una vez. -Hizo una pausa-. Quiero decir que salí en su lancha. Fuimos un grupo. Creíamos que el esquí acuático sería maravilloso, pero resultó muy duro y a mí me entró pánico.
– ¿Qué quieres decir?
– Pues que me vi allí sola con los esquís puestos y a él le dio por meterme miedo levantando la lancha como una flecha hacia uno de los pilares del puente en Inch Garvie Island. ¿Sabe cuál es?
– ¿La que parece una fortaleza? -preguntó Siobhan.
– Ésa. Supongo que durante la guerra instalarían allí ametralladoras, cañones o lo que fuese para defender la entrada al estuario.
– ¿Así que Herdman intentó meterte miedo? -preguntó Rebus retomando el hilo de la conversación.
– Creo que era una especie de prueba, a ver si lo aguantaba. Nos pareció un loco. -De pronto hizo una pausa reconsiderando lo que había dicho y su cara, pálida de por sí, perdió color-. Quiero decir, pero nunca pensé que…
– Nadie lo pensaba, Kate -dijo Siobhan para tranquilizarla.
La joven tardó unos segundos en sobreponerse.
– Dicen que estuvo en el Ejército y que incluso fue espía -añadió. Rebus no sabía adónde iría a parar, pero asintió con la cabeza, mientras ella miraba al gato, que ronroneaba plácidamente con los ojos cerrados-. Quizá le parezca una locura lo que voy a decir…
– ¿Qué, Kate? -preguntó Rebus.
– Que lo primero que me vino a la cabeza cuando supe…
– ¿Qué fue?
Miró a Rebus y a Siobhan sucesivamente.
– No, es una tontería.
– Entonces soy tu hombre -dijo Rebus sonriéndole.
Ella estuvo a punto de sonreír también, pero respiró hondo.
– Hace un año, Derek tuvo un accidente de coche. A él no le pasó nada, pero al otro chico, al que conducía…
– ¿Murió? -preguntó Siobhan, y la joven asintió con la cabeza.
– Ninguno de los dos tenía carnet y estaban borrachos. A Derek no dejó nunca de remorderle la conciencia, aunque el caso no llegó a los tribunales…
– ¿Qué tiene eso que ver con los disparos del colegio? -preguntó Rebus.
La joven se encogió de hombros.
– Nada. Pero cuando me enteré… Cuando papá me llamó, me acordé de pronto de algo que Derek me dijo unos meses después del accidente. Me contó que la familia del chico que había muerto le odiaba, y la palabra que me vino a la mente al recordarlo fue «venganza». -Kate se levantó con Boecio en brazos y lo dejó en la silla de al lado-. Voy a ver cómo está papá. Enseguida vuelvo.
– ¿Y tú, Kate, cómo te encuentras? -preguntó Siobhan levantándose también.
– Yo estoy bien. No se preocupe.
– Siento lo de tu madre.
– No lo sienta. Ella y papá discutían constantemente. Al menos eso hemos ganado… -Y esbozando otra sonrisa forzada salió de la cocina.
Rebus miró a Siobhan enarcando ligeramente las cejas, única indicación de que no había oído nada de interés en los diez minutos anteriores. Fueron ambos al cuarto de estar. Ya había oscurecido y Rebus encendió una lámpara.
– ¿Echo las cortinas? -preguntó ella.
– ¿Crees que las descorrerá alguien por la mañana?
– Quizá no.
– Pues déjalas así -dijo Rebus encendiendo otra luz-. Esto está muy oscuro -añadió mirando unas cuantas fotos de rostros borrosos en parajes que reconocía.
Siobhan estudiaba los retratos de la familia que había por el cuarto.
– La madre ha sido eliminada de la historia -comentó.
– Y algo más -añadió Rebus como quien no quiere la cosa.
– ¿Qué? -dijo Siobhan mirándole.
Él movió el brazo en dirección a una de las estanterías.
– Quizá sean imaginaciones mías, pero me parece que hay más fotos de Derek que de Kate.
– ¿Y qué conclusión sacas de ello? -dijo Siobhan comprobándolo con un vistazo.
– No lo sé.
– A lo mejor en algunas fotos de Kate estaba también su madre.
– Pero ya sabes que a veces el benjamín se convierte en el hijo preferido de los padres.
– ¿Hablas por experiencia?
– Tengo un hermano más joven, si te refieres a eso.
Siobhan reflexionó un instante.
– ¿Crees que debes decírselo?
– ¿A quién?
– A tu hermano.
– ¿Decirle que era la niña de los ojos de mis padres?
– No, comunicarle la desgracia.
– Para eso tendría que averiguar dónde está.
– ¿Ni siquiera sabes dónde está tu hermano?
– Así son las cosas, Siobhan -contestó Rebus encogiéndose de hombros.
Oyeron pasos en la escalera y Kate reapareció en el cuarto.
– Se ha quedado dormido -dijo-. Últimamente duerme mucho.
– Seguramente es lo mejor -dijo Siobhan, con ganas de morderse la lengua por haber caído en el tópico.
– Kate -interrumpió Rebus-, vamos a irnos, pero quiero hacerte una última pregunta, si te parece bien.
– No lo sabré si no me la hace.
– ¿Podrías decirnos cuándo y dónde tuvo lugar exactamente el accidente de Derek?
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