• Пожаловаться

Mo Hayder: El latido del pájaro

Здесь есть возможность читать онлайн «Mo Hayder: El latido del pájaro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Триллер / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Mo Hayder El latido del pájaro

El latido del pájaro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El latido del pájaro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En un desguace medio abandonado cercano al Millenium Dome, en el este londinense, la policía realiza el macabro descubrimiento de cinco cadáveres de mujeres terriblemente mutilados. Las muertas estaban relacionadas con un pub de striptease de Greenwich y eran toxicómanas. El hecho de que todos los cuerpos presenten las mismas espeluznantes amputaciones, hace pensar que su asesinato ha sido obra de una mente perturbada, de un maníaco obseso pero que posee conocimientos médicos. El recién ascendido inspector Jack Caffery es uno de los principales encargados de resolver el caso. A pesar de su cautela y profesionalidad, la compleja investigación que está llevando a cabo su equipo se verá entorpecida por Mel Diamond, un policía empecinado en inculpar a un hombre de raza negra que trapichea con drogas. Pero Caffery está convencido de que su colega ha errado el tiro y de que deben buscar al culpable en el Sr. Dunstan, un tenebroso centro médico cercano al local nocturno en el que trabajaban las víctimas. El círculo de sospechosos se va estrechando en torno del que parece ser el presunto homicida, un joven que abandonó la carrera de Medicina años atrás y que padece serios trastornos psicológicos. Sin embargo, poco después aparece otro cadáver… ¿Se trata de otro criminal que le está imitando? ¿Fue realmente Harteveld el único causante de las muertes? ¿Hasta cuándo va a durar la angustia?

Mo Hayder: другие книги автора


Кто написал El latido del pájaro? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El latido del pájaro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El latido del pájaro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Quinn levantó la mano.

– Es aquí. -Se dirigió a Caffery-. ¿La ve? Ahí, de espaldas.

– ¿Dónde?

– ¿Ve ese bidón de aceite? -dijo al alumbrarlo con la linterna.

– Sí.

– Mire hacia abajo en esa dirección.

– ¡Joder!

– ¿La ve ahora?

– Sí -respondió, intentando conservar el equilibrio-. Claro que la veo.

¿Acaso eso era un cuerpo? Creyó que se trataba de un montón de espuma expandiéndose, algo amarillo y brillante que parecía salido de un aerosol. Luego vio pelo y dientes. Y reconoció la forma de un brazo. Por fin, inclinando la cabeza, comprendió qué era aquello que estaba viendo.

– ¡Por el amor de Dios! -exclamó Maddox-. ¡Tapadla!

CAPÍTULO 2

Al amanecer, cuando el sol ya había disipado la niebla del río, todos los que habían visto el cuerpo a la luz del día sabían que no se trataba de una novatada de estudiantes de medicina. El patólogo forense, Harsha Krishnamurti, llegó y estuvo una hora dentro de la blanca tienda que cubría el cadáver. Se dio instrucciones precisas a un equipo experto en huellas y, a las doce del mediodía, se extrajo el cuerpo del hormigón.

Caffery encontró a Maddox en el asiento delantero del Sierra del equipo B.

– ¿Estás bien?

– Aquí sobramos, tío. Dejemos que Krishnamurti tome el relevo.

– Si lo prefieres, vete a casa y échate un rato.

– ¿Y tú?

– Yo me quedaré un rato más.

– No, Jack. Tú también te vas. si quieres entrenarte para el insomnio ya lo conseguirás en los próximos días. Créeme.

Caffery levantó las manos.

– De acuerdo. Lo que usted diga, señor.

– Así me gusta.

– Pero no podré dormir.

– Me parece bien. -Señaló el baqueteado y viejo Jaguar de Caffery-. Vete a casa y finge dormir.

Cuando llegó a casa, Caffery no podía desprenderse de la imagen de aquel cuerpo amarillento.

A la luz del amanecer parecía aún más grotesco de lo que le había parecido por la noche. Sus uñas, mordidas y pintadas de azul claro, clavadas en las tumefactas palmas de las manos.

Se duchó y afeitó. La cara que veía en el espejo lucía un leve bronceado. El sol pronunciaba las pequeñas arrugas que tenía alrededor de los ojos. Sabía que no podría dormir.

La rápida inoculación de savia nueva en el departamento de investigación, agentes más jóvenes, serios y mejor preparados, había suscitado cierto resentimiento entre los veteranos, lo que hacía comprensible su satisfacción cuando cambió el turno de ocho semanas y entró en servicio el equipo B, coincidiendo con el primer caso de Caffery.

Veinticuatro horas de servicio siete días a la semana. Noches en vela: irrumpir directamente en el caso sin tiempo ni para afeitarse. No le pillaba en su mejor momento. Y por todos los indicios parecía de los complicados.

No lo dificultaba únicamente el lugar en que habían descubierto el cadáver ni la ausencia de testigos. Con la luz del amanecer habían visto las oscuras cicatrices ulceradas de las agujas.

Mientras estaba en el cuarto de baño, Caffery intentó no pensar en lo que el asesino había hecho en los pechos de la víctima. Se secó el pelo con una toalla y sacudió la cabeza. Deja de pensar en todo esto, no permitas que te obsesione, se dijo. Maddox tenía razón: necesitaba descansar.

Estaba en la cocina sirviéndose un whisky cuando sonó el timbre de la puerta.

– ¡Soy yo! -gritó Verónica por la ranura del buzón-. Hubiera telefoneado pero olvidé el móvil en casa.

Abrió la puerta. Llevaba un traje de lino crema y gafas de Armani. Sostenía varias bolsas de tiendas de Chelsea. Su descapotable, un Tigra rojo, estaba aparcado en el camino del jardín bajo la luz del atardecer. Caffery vio que sostenía las llaves de la puerta, como si hubiese estado a punto de abrirla.

– Hola, princesa -dijo, inclinándose para besarla-. ¡Mmm!

Ella cogió su mano y le hizo retroceder para observar su leve bronceado, sus tejanos y sus pies descalzos. Sujetaba una botella de whisky en la otra mano.

– ¿Estabas descansando?

– Estaba en el jardín.

– ¿Vigilando a Penderecki?

– ¿No crees que puedo estar en el jardín sin vigilar a Penderecki?

Vamos, Jack, sólo estaba bromeando. Mira -dijo mientras le tendía una bolsa de Waitrose-. He ido de compras gambas, eneldo, cilantro fresco y ¡oh!, el mejor moscatel. Además, esto -añadió al entregarle una caja-. De mi parte y de papá. -Levantó su larga pierna y apoyó la caja en la rodilla para abrirla. Contenía una cazadora de cuero marrón-. Uno de los nuevos modelos que importamos.

– Ya tengo una cazadora de piel.

– ¡Oh! -exclamó ella-. Bueno, no importa.

Cerró la caja. Por un instante, ambos se quedaron en silencio.

– Puedo devolverla -dijo ella.

Jack se sintió culpable.

– No, no lo hagas.

– Puedo cambiarla por otra cosa.

– No, de verdad. Anda, dámela.

Ésta, pensó, cerrando con la rodilla la puerta y siguiéndola hacia la sala, es la forma de actuar de Verónica. Proponía algo que él rechazaba, pero ella hacía un puchero, él se encogía de hombros y se sentía culpable, se echaba atrás y capitulaba. A causa de su pasado. Sencillo pero eficaz, Verónica. En los escasos seis meses de su relación, su desordenado y cómodo hogar se había transformado en algo desconocido para él: atestado de plantas aromáticas y de electrodomésticos destinados a ahorrar tiempo; el armario repleto de ropa que nunca se pondría: trajes exclusivos, chaquetas cosidas a mano, corbatas de seda, tejanos de piel, todo cortesía de la empresa de importación del padre de Verónica.

Después, mientras ella utilizaba la cocina como si fuera suya, con las ventanas abiertas, el Guzzini zumbando y el aceite crepitando en sartenes brillantes, Jack salió con el whisky a la terraza.

El jardín. Ahí, pensó mientras tomaba un sorbo de su whisky, estaba la prueba perfecta de que su relación pendía de un hilo. Plantado mucho antes de que sus padres compraran la casa -hibiscos, guisantes de olor, una nudosa y vieja clemátide-, cada verano lo dejaba crecer hasta que la vegetación casi cubría las ventanas. Pero Verónica quería cortar, podar y abonar para cultivar limoncillo y alcaparras en alegres macetas dispuestas en el alfeizar de las ventanas, hacer proyectos de parterres y discutir sobre caminos de grava y laureles. Y, finalmente, una vez los hubiera reorganizado tanto a él como a su casa, le gustaría que la vendiera, que abandonara el pequeño chalet victoriano en el sur de Londres donde había nacido, con sus vetustos ladrillos y vanos de ventanas, y con su descuidado jardín. Quería dejar su trabajo de mentirijilla en el negocio familiar, abandonar la casa de sus padres y organizarle un hogar a Jack.

Pero él no quería eso. Su historia estaba demasiado enraizada en el lodo de ese barrio por el que pasaba el tren como para dejar arrancársela por un mero capricho. Además, después de seis meses de conocer a Verónica estaba seguro de algo: no la amaba.

La contempló a través de la ventan pelando patatas y haciendo rizos de mantequilla. A finales del año anterior él había cumplido cuatro años en el CID, aburrido, esperando que pasara algo. Hasta que un día, en una fiesta del CID, se dio cuenta de que una chica con minifalda y sandalias de tiras doradas le observaba con una inconfundible sonrisa.

Durante dos meses, Verónica desencadenó en Jack una obsesión hormonal. Satisfacía todas sus expectativas sexuales. Cada mañana le despertaba pidiendo sexo y durante los fines de semana paseándose por la casa vestida únicamente con sus tacones de aguja y lápiz de labios brillante.

Despertó en él nuevas energías y también empezaron a cambiar otros aspectos de su vida. En abril ya se veían las marcas de los tacones de aguja en la cabecera de la cama y le habían trasladado al AMIP, la brigada criminal.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El latido del pájaro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El latido del pájaro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Chris Mooney: Desaparecidas
Desaparecidas
Chris Mooney
Elizabeth George: Sin Testigos
Sin Testigos
Elizabeth George
Отзывы о книге «El latido del pájaro»

Обсуждение, отзывы о книге «El latido del pájaro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.