– Te ayudaré a solucionarlo. ¿De acuerdo?
La joven se repuso al instante.
– Supongo que sí.
– Pero antes -prosiguió el inspector con firmeza- quiero que me respondas a unas preguntas.
– ¿Qué clase de preguntas? -inquirió ella con desconfianza-. Quizá no debería hablar con usted sin la presencia de un abogado.
Pues no era tan ingenua…
– Tú misma, Franny. Estoy investigando la desaparición de una niña y no estoy dispuesto a perder el tiempo si tú no estás dispuesta a ayudarme.
– ¿Qué niña?
– Se llama Amy Biddulph. Desapareció ayer.
– ¡Mierda!
– ¿La mencionó Eddy en algún momento?
– Se pasaba el puto día hablando de ella -respondió, y de repente pareció muy adulta-. Que si Amy por aquí, que si Amy por allá. Que si no te pareces a ella, que si no hablas como ella. ¿Quién es esa Amy?
– La hija de tu predecesora. Tiene diez años y el cabello largo y oscuro.
– ¡Mierda!
– ¿De qué color tienes el pelo?
– Castaño. Solo le gustan las morenas. Al menos eso dice.
– La madre de Amy es morena. Y muy guapa. Como su hija.
– ¡El muy cabrón! Ya decía yo que era un hijo de puta.
– ¿Vas a contestar a mis preguntas?
Siguió una larga pausa mientras Franny evaluaba las opciones que tenía.
– Sí, vale. Total, ni que él me hubiera hecho algún favor.
Las palabras le salieron del alma.
– ¿Dónde cogisteis el avión para Mallorca?
– En Luton.
– ¿Con qué compañía volasteis?
– Con Easyjet.
– ¿Son los que venden billetes por internet?
– Algo así. No te dan un billete, sino un número para confirmar la plaza reservada. A Eddy le salió bien porque el avión no iba lleno.
– ¿Qué día fue eso?
– El martes.
– ¿Y se marchó el viernes por la mañana? -preguntó Tyler sorprendido-. ¿Cuánto tiempo pensabais quedaros en Mallorca?
Franny rompió a llorar de nuevo.
– Nunca me lo dijo… y yo nunca se lo pregunté porque creía que eran unas vacaciones… ya sabe, dos semanas o algo así. Vale, ya sé que fue todo un poco precipitado… El domingo estábamos tonteando en mi casa y el martes va y cogemos un avión a Mallorca… pero no creí que el muy cabrón fuera a largarse al cabo de tres días; si no, ya me hubiera encargado yo de que entregara la tarjeta de crédito. Vaya mierda, ¿no le parece?
– ¿Reservó billetes de vuelta?
– No lo sé. -Hizo una pausa para pensar-. Seguro que no, porque se trajo el portátil. Dijo que en teoría era un sistema flexible y que se podía pagar cada vuelo por separado. O sea, que puedes hacer la reserva estés donde estés.
– ¿Utilizaba mucho internet?
– Todo el rato -dijo enfadada-. La verdad es que llega a cansar con ese tema.
– ¿Sabes cuál es su correo electrónico?
– Solo sé el del trabajo: townsend@etstone.com, todo en minúsculas.
– ¿Cuántas direcciones tiene?
– Unas seis… quizá más. Utiliza códigos para que la gente no lea su correo sin querer.
– ¿Por qué le preocupa eso?
– Son rollos confidenciales, del trabajo. Le pone nerviosísimo que la gente se entere de qué contratos tiene entre manos.
Tyler se guardó de sacar conclusiones precipitadas. Era uno de los peligros de su trabajo, eso que los policías solían llamar en el pasado una «corazonada» o «tener olfato para los maleantes». Más veces de la cuenta acarreaba una cuantiosa indemnización por fallos injustos cuando se demostraba que los supuestos maleantes eran inocentes y que la «corazonada» no se basaba más que en una serie de coincidencias desafortunadas. Sin embargo… aquello de la atracción por las mujeres de apariencia juvenil… los vídeos… internet…
El inspector no quería que Franny llegara a establecer las mismas asociaciones, de modo que cambió de tema planteándole una serie de preguntas con tono despreocupado sobre cuánto equipaje había llevado Townsend consigo y si había dejado algo en el hotel, para luego atacar de nuevo.
– Antes has dicho que «solo era un vídeo» -comentó como quien no quiere la cosa-. ¿De qué iba eso?
Franny vaciló.
– Nada. Eddy anda siempre filmando cosas.
– ¿Qué tipo de cosas?
La joven no contestó.
– También has hablado de ponerte una peluca -añadió Tyler con indiferencia-, así que supongo que estaba filmándote.
Franny se mostraba menos dispuesta a entrar en detalles ahora que se había tranquilizado.
– Solo son cosas que graba para él -dijo a regañadientes.
– ¿Pornografía?
– ¿Qué dice? -Franny pareció escandalizarse de verdad.
– Entonces ¿qué?
– Le gusta verme en vídeo cuando no estoy con él.
– ¿Vestida o desnuda?
– ¿Qué cree usted? -inquirió con tono sarcástico-. Es un tío, ¿no?
En otras circunstancias Tyler tal vez hubiera salido en defensa de su sexo, pero quizá la experiencia que la joven tenía de los hombres fuera tan limitada como indicaba el cinismo que se escondía tras su comentario. De ser así, se compadecía de ella.
– ¿Por eso te llevó a la playa nudista?
– Supongo.
– ¿Grabó alguna otra cosa allí?
– No. -De repente la chica soltó una risita tonta-. Dijo que todos eran demasiado viejos y gordos. De todos modos, la mayoría eran hombres y los hombres no le van. Las playas nudistas es donde van los hombres a ligar entre ellos.
Tyler volvió a cambiar de tema.
– ¿Por qué se marchó? ¿Os peleasteis?
– No exactamente. El jueves por la tarde estaba un poco cascarrabias.
– ¿En qué sentido?
– Que si tienes las tetas muy grandes y el culo muy gordo… que si llevas demasiado maquillaje… que si pareces una furcia… -Franny salmodiaba las palabras, como si hubiera aprendido de memoria sus defectos-. El jueves por la noche cogí un pedo de la hostia, así que quizá se cansó de mí -terminó de relatar con tristeza.
Tyler notó atisbos de autorrecriminación en el tono de su voz y decidió inyectar un poco de sarcasmo en la conversación.
– ¿Y por qué sigues creyendo nada de lo que él decía? -preguntó-. Pero si es un artista del timo. Ha embaucado al gerente y te ha dejado a ti con el marrón. ¿Esa es la clase de… eh… tíos que te atraen? Porque si es así no tienes mucho futuro.
– Es que es muy guapo -confesó ella-, y al principio era tan encantador.
– Los hombres guapos siempre lo son -repuso Tyler con indiferencia, toqueteándose los surcos de la frente-, hasta que consiguen quitarte las bragas y ven que no eres más excitante que la última chica con la que estuvieron.
– Parece usted mi madre.
– ¿Hay algo más que creas que me puede servir de ayuda? ¿Recibió alguna llamada de teléfono?
– Había un mensaje para él cuando volvimos al hotel. Estaba dentro de un sobre que habían metido por debajo de la puerta… parecía muy agitado con aquello. Me hizo darme una ducha para poder llamar a alguien… puede que tuviera algo que ver el mensaje. Después me dijo que me fuera a dormir… que no tenía ganas de sexo.
– ¿Y eso fue a las dos de la noche?
– ¿Qué decía el mensaje?
– Ni idea.
– ¿No lo buscaste después de que se marchara?
– Puede.
– ¿Y?
– En la papelera no estaba.
– ¿Atendiste alguna llamada para él mientras estuvo ahí?
– Le llamaban siempre al móvil.
– ¿Oíste alguna conversación que pudiera ser con una niña?
– Normalmente salía de la habitación. -Una pausa-. La mayoría parecían cuestiones de negocios. Tiene problemas con alguna de sus casas.
– ¿Qué tipo de problemas?
– Ni idea. Se mosqueaba cada vez que le preguntaba… decía que la gente le robaba y que todo se solucionaría la semana que viene.
Читать дальше