Minette Walters - La Ley De La Calle

Здесь есть возможность читать онлайн «Minette Walters - La Ley De La Calle» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Ley De La Calle: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Ley De La Calle»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Acid Row es una barriada de viviendas baratas. Una tierra de nadie donde reina la miseria, ocupada por madres solteras y niños sin padre, y en la que los jóvenes, sometidos a la droga, son dueños de las calles. En este clima enrarecido se presenta la doctora Sophie Morrison para atender a un paciente. Lo que menos podía imaginar es que quien había requerido sus servicios era un conocido pederasta. Acaba de desaparecer una niña de diez años y el barrio entero parece culpar a su paciente, de modo que Sophie se encuentra en el peor momento y en el lugar menos indicado. Oleadas de rumores sin fundamento van exaltando los ánimos de la multitud, que no tarda en dar rienda suelta a su odio contra el pederasta, las autoridades y la ley. En este clima de violencia y crispación, Sophie se convierte en pieza clave del desenlace del drama.
Minette Walters toma en esta novela unos acabados perfiles psicológicos, al tiempo que denuncia la dureza de la vida de los sectores más desfavorecidos de la sociedad británica. Aunque su sombría descripción de los hechos siempre deja un lugar a la esperanza…
«La ley de la calle resuena como la sirena de la policía en medio de la noche. Un thriller impresionante.» Daily Mail
«Impresionante. Walters hilvana magistralmente las distintas historias humanas con la acción. Un cóctel de violencia terrorífico y letal.» The Times
«Una lectura apasionante, que atrapa, cuya acción transcurre a un ritmo vertiginoso… Una novela negra memorable.» Sunday Express
«Un logro espectacular.» Daily Telegraph

La Ley De La Calle — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Ley De La Calle», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La depresión pesaba sobre ella como si de la piedra de Sísifo se tratara. Había sido una visita en balde, como todas las que había realizado aquel día. Nada de lo que hacía valía la pena. No era más que una cifra… una agente sin autoridad.

En el piso se respiraba un aire viciado que daba claustrofobia, como si no se abrieran nunca puertas ni ventanas. El señor Derry estaba sentado en una penumbra permanente, con las cortinas corridas para que no entrara la luz del sol y los ojos fijos en las imágenes parpadeantes de la televisión sin volumen situada en el rincón, como si los personajes de la telenovela fueran su único punto de realidad en un mundo confuso. Hablar con él había hecho que empeorara la depresión que la embargaba, ya que, fuera cual fuera el atisbo de lucidez que había alentado al anciano a llamar a la policía aquella mañana, se había esfumado en cuanto colgó el teléfono.

El señor Derry toqueteó el audífono que llevaba puesto.

– ¿Qué pasa?

– Que tengo que irme -repitió Hanson alzando la voz.

– ¿Ha encontrado a los chicos?

Llevaba treinta minutos contestando pacientemente la misma pregunta, pero esta vez la pasó por alto. No tenía sentido hablar con él. El anciano había denunciado el robo de doscientas libras en efectivo que tenía guardadas en el bote de té de su cocina, pero no tenía idea de cuándo se las habían quitado o quién era el responsable. Lo único que llegó a contarle fue que tres chicos habían llamado un día al timbre, pero que no los dejó pasar porque no le gustó la pinta que tenían. Hanson señaló la incongruencia -si no les dejó pasar no pudieron haber robado el dinero-, pero el anciano seguía en sus trece. Olía a los calaveras a un kilómetro de distancia.

Hanson se dispuso a husmear entre la mugre de la cocina con el pretexto de investigar. No vio ningún bote de té -solo una caja de cartón con bolsitas de Tetley cuya fecha límite de venta había vencido hacía meses- ni prueba alguna de que allí hubiera habido dinero o de que alguien aparte de ella hubiera removido el polvo en meses. Quizá el anciano se refiriera a algo que había sucedido el día anterior… o hacía cincuenta años… porque tenía el cerebro fundido y la memoria atrapada en una demencia tediosa que le hacía repetir las obsesiones en bucles.

¿Cómo podía cuidar de sí mismo? ¿Quién se preocupaba por él? Hanson se sintió abrumada por la desgracia mientras contemplaba los años acumulados de grasa en los fogones y el cerco de suciedad en el fregadero. Quería lavarse las manos pero el olor que salía del desagüe le daba náuseas. Había gérmenes por todas partes. Notaba cómo le horadaban la piel, le atacaban el cerebro y le minaban la razón. ¿Qué sentido tenía vivir así? ¿Qué sentido tenía vivir?

Aquel pensamiento le había estado rondando la cabeza durante su conversación con él, y ahora se preguntó si estaría expresándolo en alto, porque el anciano se volvió hacia ella con impaciencia.

– ¿Qué pasa? -preguntó de nuevo; le caían gotitas de saliva de la boca-. Hable más alto, joven, que no la oigo.

– Tengo que irme -repitió ella pronunciando las palabras tan despacio como un borracho.

El anciano frunció el ceño.

– ¿Quién es usted? ¿Qué está haciendo aquí?

¿Cuántas veces se lo había preguntado? ¿Cuántas veces le había respondido?

– Soy una agente de policía, señor Derry.

– ¿Ha encontrado a los chicos?

Era como oír un disco rayado. Hanson meneó la cabeza con gesto resignado.

– Voy a presentar una solicitud para que una asesora sanitaria venga a hablar con usted -le comunicó-. Ella se encargará de evaluar las circunstancias y probablemente recomendará su traslado a un centro de acogida, donde recibirá más cuidados y protección que aquí.

El señor Derry se volvió hacia el televisor.

– Deberían haber enviado a un hombre -comentó con tono mordaz.

– ¿Cómo dice?

– Yo quería a un poli de verdad… no a una ñoña que se asusta de su propia sombra. No me extraña que haya tanta delincuencia en este lugar.

Aquello fue el colmo. Hanson tenía la cabeza a punto de estallar desde el momento en que había pisado la urbanización, e intentar hacerse oír a voz en cuello ante la sordera del señor Derry no había hecho más que empeorar el dolor. Quería gritar al anciano, decirle lo que pensaba, pero era demasiado reprimida para hacer algo tan drástico.

– Un hombre no se habría molestado en escucharle -dijo, tensa, disponiéndose a levantarse.

– ¿Eso piensa? Pues quizá a mí sí me molestan las mocosas gandulas que se pasan el día holgazaneando en vez de hacer su trabajo. ¿Qué dice a eso, eh?

Hanson lo odiaba a muerte. Era un viejo chocho, maleducado y asqueroso. Todo lo que había tocado en aquel lugar infecto le había dejado marca.

– ¿Y qué espera que haga? -preguntó-. ¿Que salga y arreste a los tres primeros chicos que encuentre solo porque usted dice que le han robado? Si ni siquiera hay pruebas de que tuviera ese dinero. -Hanson se puso de pie con brusquedad y señaló con un brazo tembloroso toda la estancia-. No viviría así si hubiera tenido doscientas libras en un bote de té.

Su movimiento repentino atemorizó al anciano, que agarró el pesado y anticuado teléfono de encima de la mesa que tenía junto a la silla y amenazó a la agente blandiendo el auricular en el aire.

– Aléjese de mí -gritó-. Voy a llamar a la policía. ¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí?

Hanson se dio cuenta de que iba a desmayarse, pero hubo un momento de claridad en el que vio el lado gracioso de la situación.

– Yo soy la policía -se oyó decir a sí misma al tiempo que soltaba una risa, antes de que le fallaran las rodillas y cayera hacia el anciano.

Piso 406. Glebe Tower. Urbanización Bassindale

La señora mayor que vivía en el piso de abajo del señor Derry hizo una pausa en plena conversación telefónica para prestar atención al gran estrépito proveniente de arriba.

– Ya está haciendo de las suyas ese viejo chocho -contó enfadada a su amiga-. Va a tirarme el techo abajo como no tenga más cuidado. ¿Qué crees que hace? ¿Tirar los muebles cada vez que le da un berrinche?

La amiga no mostraba el menor interés al respecto.

– ¡Por Dios, Eileen! -aulló la mujer con inquietud desde cinco plantas más arriba-. ¿Por qué no escucharás? Se cuece algo espantoso. He estado mirando con los prismáticos de Wally y hay chicos por todas partes. ¿Crees que han estando bebiendo?

– ¿Cómo voy a saberlo?

– Ojalá miraras por la ventana. Hay cientos de ellos. Están volcando coches a la entrada de Bassindale Row.

A Eileen Hinkley le picaba la curiosidad lo suficiente para mirar entre las cortinas, pero estaba más abajo y los tejados impedían ver.

– ¿Has llamado a la policía?

– No consigo comunicar con ellos. Las líneas están saturadas.

– Pues marca el nueve nueve nueve de emergencias.

– Eso es lo que he estado haciendo -protestó la amiga- pero, cada vez que me pasan con la policía sale un mensaje diciendo que ya tienen constancia de los disturbios de Bassindale y que no es preciso molestarse en informar sobre ello.

– ¡Santo cielo!

– Exacto. Pero no veo a ningún policía con los prismáticos. -Alzó la voz atemorizada-. Nos van a matar a todos. ¿Qué crees que deberíamos hacer?

Eileen miró hacia el techo cuando un portazo hizo que vibrara la porcelana de su casa.

– Encerrarnos con llave y esperar a que pase el jaleo -respondió con firmeza, y cruzó los dedos para tener suerte-. Nunca se sabe… a lo mejor nos toca el gordo. Quizá los gamberros esos se maten entre sí… y tengamos un poco de paz.

› Mensaje de la policía a todas las comisarías

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Ley De La Calle»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Ley De La Calle» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Minette Walters - Der Schrei des Hahns
Minette Walters
Minette Walters - The Ice House
Minette Walters
Minette Walters - Fox Evil
Minette Walters
Minette Walters - La Casa De Hielo
Minette Walters
Minette Walters - Donde Mueren Las Olas
Minette Walters
Minette Walters - Crimen en la granja
Minette Walters
Minette Walters - Las fuerzas del mal
Minette Walters
Minette Walters - La Escultora
Minette Walters
Minette Walters - The Devil's Feather
Minette Walters
Romà de la Calle de la Calle - Memoria y desmemoria del MuVIM
Romà de la Calle de la Calle
Javier Salazar Calle - Aventurile Lui Alex Și Alvaro
Javier Salazar Calle
Отзывы о книге «La Ley De La Calle»

Обсуждение, отзывы о книге «La Ley De La Calle» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x