Paul Doherty - La caza del Diablo

Здесь есть возможность читать онлайн «Paul Doherty - La caza del Diablo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La caza del Diablo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La caza del Diablo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una serie de misteriosas y macabras muertes hacen temblar los cimientos de la universidad de Oxford: varios cadáveres aparecen colgados de los árboles que rodean la universidad con unas enigmáticas notas firmadas por El Campanero. La investigación de Corbett nos adentra en el mundo universitario, ya en la Edad Media más famoso por la juerga y la diversión que por el estudio y la reflexión.

La caza del Diablo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La caza del Diablo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Corbett suspiró y desmontó diciéndoles a Ranulfo y Maltote que hicieran otro tanto. Tomaron un atajo desde Eel Pie Lane que los conducía a High Road. Llegados a aquel lugar, Corbett corrió entre bandadas de universitarios, cuentistas, fanfarrones y bribones que iban de un lado para otro enfundados en sus trajes: las togas cortas de los universitarios, las calzas harapientas y chaquetas andrajosas de los commoners [1] . El aire transportaba el parloteo de diferentes acentos y lenguas a medida que los estudiantes salían de las aulas o salas de conferencias de los colegios universitarios. Perdidos en su propio mundo, gritaban y cantaban, empujándose y dándose codazos los unos a los otros, olvidándose por completo de los buenos ciudadanos y burgueses de la ciudad. Éstos pasaban delante de los estudiantes maldiciéndolos por lo bajo y lanzándoles miradas de desdén. De vez en cuando algunos rectores o profesores salían al paso con sus andares arrogantes y las cabezas bajo las capuchas de lana forradas de seda que proclamaban su estatus e importancia. A sus espaldas, los estudiantes más pobres, jóvenes incapaces de pagar las tasas universitarias, los seguían de cerca tambaleándose por el peso de los libros u otras pertenencias de sus señores. Bedeles y censores, los ordenancistas de la universidad, también se abrían camino a grandes zancadas, blandiendo porras de madera de fresno rematadas con una punta de plomo. A su paso, los estudiantes callaban de inmediato, a pesar de que su presencia poco podía hacer para reprimir su espíritu exaltado y rebelde.

Corbett se detuvo, envolviéndose las manos con las riendas, para contemplar High Street. Esta calle sí había cambiado: se habían construido más casas a ambos lados, tan juntas las unas de las otras que sus tejados apenas dejaban pasar la luz. Apretujadas entre las nuevas viviendas se encontraban las chozas de los ciudadanos más pobres, cubiertas de cañas, paja o ripia que la lluvia había empapado por completo y convertido en una auténtica calamidad. Los puestos de los mercados a ambos lados de High Street se habían vuelto a abrir después del chaparrón y estaban abarrotados de gente. En medio de codazos y empujones, Corbett siguió adelante. Detrás de él, Ranulfo levantó una bota del suelo fangoso y gruñó: el barro y la suciedad le llegaban hasta los tobillos y contempló apenado cómo un grupo de pilluelos, a pesar del mal tiempo, jugaba en el cieno que los cubría por encima de las rodillas. Ranulfo maldijo entre dientes. Le habría encantado demostrar su rabia a Corbett, que, con actitud estoica, caminaba a grandes zancadas delante de él, pero el ruido era cada vez más ensordecedor. Éste giró bruscamente hacia la izquierda, bajando por una calle llena de inmundicia. Allí había más tranquilidad y, cuando Corbett los condujo hacia el patio de la taberna La Cancela Roja, Ranulfo soltó un suspiro de alivio. Le lanzó de buena gana las riendas de su caballo a un mozo de cuadra con cara de malas pulgas que se había acercado con paso lento mientras maldecía a los recién llegados por haber interrumpido su descanso.

– Algo de comer y beber -murmuró Ranulfo frotándose el estómago- me sentará a las mil maravillas.

– Sólo un poco de vino -replicó Corbett y, haciendo caso omiso de la oscura mirada de Ranulfo, los condujo hacia el interior enrarecido de la taberna.

Se quedaron cerca de la puerta mientras tomaban un trago rápido antes de adentrarse de nuevo en las calles.

– Pero ¿qué estamos haciendo? -preguntó Ranulfo llevándose a un lado a Corbett-. ¿Dónde vamos, amo?

– Quiero enseñaros la ciudad -contestó Corbett-. Quiero que la sintáis en vuestra cabeza y en vuestro estómago. -Hizo una pausa e indicó a sus compañeros que se acercaran-. Oxford es un mundo en sí mismo -explicó-. Es una ciudad formada por pequeñas aldeas que constituyen los colegios y universidades. Cada una tiene su propio espacio, sus propios talleres, herrerías y dormitorios. -Señaló hacia el final de la calle, donde Ranulfo y Maltote pudieron entrever una gran puerta de metal tachonada en una fachada de gran altura-. Eso es Eagle Hall y hay muchos otros colegios. Cada uno tiene sus propios privilegios, tradiciones e historia. Acogen a estudiantes de Francia, del condado de Hainault, España, los estados germanos e incluso de lugares de más al este. Las universidades se odian entre sí, la universidad odia a la ciudad, la ciudad desprecia a la universidad. La violencia está a la orden del día; los cuchillos, siempre a punto. A veces uno tiene que salir volando y -añadió- saber en qué dirección puede salvar la vida.

– Pero vos sois el escribano del rey -interrumpió Maltote acariciando el hocico de su caballo-. ¿Acaso se negarán a obedecer una orden del rey?

– Les importa un comino -replicó Corbett-. Imaginemos que nos atacan: ¿quién vendría en nuestra ayuda? ¿Quién se prestaría a ser nuestro testigo? -Dio una palmadita amistosa en el hombro de Ranulfo-. Cúbrete con la capucha, baja la cabeza y mantén la mano bien lejos de tu daga.

Siguieron por High Street y se detuvieron en un lado de la calle mientras se abría la puerta de una iglesia: los estudiantes, con sus tabardos desharrapados sujetos a la cintura con cordeles y cinturones de piel, salían a la calle después de la misa del mediodía. Tal y como musitó Ranulfo, el servicio parecía haberles causado poco efecto. Los estudiantes se empujaban y daban codazos, vociferando con estridencia; algunos incluso cantaban parodias de los himnos que acababan de entonar en la iglesia. A pesar de la empapada y bulliciosa multitud, Corbett insistió en enseñar a sus dos acompañantes el perfil de la ciudad. Por fin decidieron regresar. Pasaron por la taberna de Swindlestock, andando con pies de plomo mientras caminaban alrededor del foso abierto en Carfax y se adentraban en Great Bailey Street, que llevaba hasta el castillo.

– ¿Para qué venimos aquí? -preguntó Maltote-. Pensaba que íbamos a Sparrow Hall.

– Hemos de hacer una visita al baile -explicó Corbett volviéndose sobre sus hombros-, sir Walter Bullock. -Sonrió-. Y será una experiencia inolvidable. Bullock es tan irascible como un perro hambriento.

Cruzaron el foso, que en realidad no era más que una zanja estrecha. Sobre el agua, cubierta de cieno negro, flotaba tranquilamente el cadáver remojado de un gato bajo el puente levadizo. Un guardia con un casco sucio de piel se paseaba de un lado a otro de la muralla bajo el rastrillo, con la espada y el escudo en el suelo junto a él. Apenas levantó la vista cuando atravesaron la muralla. El patio del castillo rebosaba de gente: un grupo de arqueros disparaban con fuerza a unos toneles; un hatajo de niños con pantalones sucios intentaba dar caza con espadas de madera a un ganso que graznaba asustado; varias mujeres permanecían de pie al lado de un pozo, restregando la ropa junto a los grandes toneles que les servían de palanganas. Nadie pareció darse cuenta de la presencia de los recién llegados, a excepción del harapiento vendedor de reliquias que pregonaba sus mercancías y se acercó con un trozo de madera en la mano.

– Comprad un trozo de enebro. -Puso el trozo de madera ennegrecida casi en los morros de Ranulfo.

– ¿Por qué?

El tipo abrió la boca mostrando su horrible dentadura mellada.

– Porque es del mismísimo árbol -susurró- que protegió al niño Jesús cuando la virgen María se lo llevó a Egipto, huyendo de la furia de Pilatos.

– Pensé que se trataba de Herodes -replicó Ranulfo.

– Sí, pero Pilatos le ayudó -balbuceó el vendedor.

Ranulfo cogió el trozo de madera y lo estudió con cuidado.

– No puedo comprarlo -añadió-; no es de un enebro, es de un saúco.

La boca del fanfarrón se abrió y cerró en el acto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La caza del Diablo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La caza del Diablo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La caza del Diablo»

Обсуждение, отзывы о книге «La caza del Diablo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x