– La seguridad está en la cantidad -dijo Ivo mientras daba cortos paseos por el pasillo-. Si todos estamos allá fuera, habrá demasiados blancos. Pero tenemos que movernos ahora. Mientras más esperemos, menos posibilidades tendremos. -Apuntó a Gray con el mentón-. Sabes perfectamente lo que va a pasar. No nos quitaremos a la policía de encima durante días. Y los que saldrán peor parados serán los niños. ¿Quién quiere eso?
Gray le lanzó una mirada incierta a su esposa.
– ¿Qué opinas?
– Es posible -dijo Zadie, haciendo con los hombros un gesto de disculpa hacia Bella.
– De posible, nada -dijo ella con brusquedad mientras encendía su cigarrillo y daba una primera calada satisfactoria-. Le dije al señor Barker que os mantendría a todos aquí dentro y eso es lo que voy a hacer. -Miró pensativa a Ivo a través del humo-. Me parece que eres tú quien nos ha metido en este lío y ahora quieres que salgamos en estampida para sacarte de encima el problema.
– ¿Cómo llegas a esa conclusión?
Bella entrecerró los ojos.
– Yo no tengo nada que esconder… y que me jodan sí me voy de aquí antes de saber que Wolfie está bien. Fox no me preocupa mientras yo esté en mi autocar… El señor Barker tampoco… pero tú sí. ¿De qué quieres huir, y que porquería son esos «crímenes en Dorset»? Por lo que a mí respecta, Fox es un cabrón asesino y probablemente un ladrón, pero no es estúpido. Le di un tiempo más que suficiente para que regresara a su autocar, pero no le hubiera bastado todo el tiempo del mundo si no sabía que lo necesitaba. Creo que eras tú quien merodeaba por la granja, buscando maquinaria que robar. Es lo que haces, ¿verdad? Tienes tantos equipos en tu maletero como para abrir una puñetera tienda de jardinería, ¿no es verdad, socio? Lo he visto.
– Eso es pura mierda.
Bella soltó una bocanada de humo hacia el techo.
– No lo creo. Quizá pensabas dar un tiento a este proyecto cuando te uniste a él, pero estoy segura de que a la media hora te rendiste. Pensabas en largarte al día siguiente… así que creo que anduviste rondando por ahí con la intención de recuperar el tiempo perdido -se encogió de hombros-, y ahora te estás meando en los pantalones pensando en que si Fox vuelve te destrozará por sembrar tu mierda en su terreno. No sé en qué anda metido Fox, pero no le va a gustar que haya policías merodeando por la zona.
– Estás en el mismo barco. Le hablaste de Vixen y el Cachorro a tu amigo el madero. ¿Crees que a Fox le va a gustar eso?
– No lo creo.
– Entonces, pon el cerebro a funcionar y lárgate mientras esté abierto el camino. La policía no lo encontrará. Se esconderá en alguna parte y luego vendrá por nosotros.
– Aquí no podrá atraparnos, aunque pueda echar la puerta abajo, cosa que dudo. -Bella esbozó una pequeña sonrisa-. Pero eso no te ayudará. De una manera u otra, alguien se encargará de ti. Si no es Fox, será el señor Barker cuando la gente empiece a denunciar que les han robado los equipos… pero ése es tu problema, socio. De lo que sí estoy segura es de que no voy a dejar que me rebanen el pescuezo porque tú estás demasiado asustado para salir ahí fuera solo. Si quieres salvar el culo, sálvatelo solo, pero no te atrevas a decir que nos estás haciendo un favor. Y no saques a tus hijos o a tu mujer ahí fuera -añadió al tiempo que miraba a la introvertida mujer que decía ser la esposa de Ivo-. No puede ocuparse sola de Fox en caso de que tú decidas echar a correr.
Ivo propinó una patada de frustración a uno de los asientos de Bella.
– Quizá Fox no sea el único que quiera cortarte la garganta, zorra obesa. Eres amiga de los maderos. ¿Quién dice que no fuiste tú la que los trajiste aquí? Llevas casi todo el día hablando de la madre de Wolfie. No me sorprendería que hayas decidido hacer algo al respecto.
Ella negó con la cabeza.
– Yo no… y tampoco acusaría a nadie de hacerlo en caso de que lo hubiera hecho. -Le apuntó con el cigarrillo-. Y no le tengo miedo a Fox. Es como cualquier otro estafador de tres al cuarto… acosa, presiona, tratando de que todo salga a su manera… y cuando las cosas se tuercen busca alguien a quien echarle la culpa… Habitualmente. una mujer. ¿Te recuerda a alguien, cabronazo?
– Esa bocaza, Bella. Alguien debió de darte un par de bofetadas hace tiempo.
– Sí… es verdad. ¿Quieres intentarlo? -Hizo un movimiento despectivo con la cabeza-. No. Eso es lo que pensé. Quizá lo mejor es que este proyecto se quede en agua de borrajas. Si tuviera como vecino a una comadreja tan patética como tú, me volvería loca.
El rastro de Fox terminaba al borde de la terraza. Barker y Wyatt revisaron los alrededores en busca de huellas sobre el césped pero no encontraron nada que indicara en qué dirección había huido, ni siquiera después de que James encendiera las luces exteriores. Sobre las baldosas había manchas de sangre aquí y allá, pero su rastro en la hierba se perdía a causa de la oscuridad reinante. Temerosos de entorpecer el rastro con sus propias pisadas, abandonaron la búsqueda y regresaron a las puertas de vidrio.
En el salón, tenía lugar un acalorado debate entre Monroe y Mark Ankerton. El abogado estaba recostado contra la puerta que daba al pasillo y ambos hombres blandían sus dedos índices como porras.
– No, lo siento, sargento. La capitana Smith ha dejado claro que no desea ir al hospital ni está preparada en este momento para responder a sus preguntas sobre el incidente ocurrido en la terraza del coronel Lockyer-Fox. Como abogado, insisto en que se respeten sus puntos de vista.
– Por Dios todopoderoso, hombre -protestaba Monroe-, su rostro está cubierto de sangre y es obvio que tiene un brazo roto. No quiero que demanden a la policía de Dorset porque me negué a pedir una ambulancia.
Mark no le hizo caso.
– Además, como abogado de Wolfie, le he advertido que no debe, bajo ninguna circunstancia, responder a ninguna pregunta hasta que se establezcan las normas correspondientes en cuanto al interrogatorio de menores, sobre todo en lo que respecta a la comprensión total del tema sobre el que le preguntan, la ausencia de presiones, un ambiente que no cause alarma y la presencia de un adulto al que conozca y en quien confíe.
– No me gusta el lenguaje que emplea, señor. Nadie ha hablado de un interrogatorio. Solamente deseo cerciorarme de que está bien.
Martin entró por las puertas de vidrio.
– ¿Qué ocurre aquí? -preguntó.
Monroe suspiró con enojo.
– La chica y el niño han desaparecido con el coronel y el señor Ankerton se niega a dejarme llamar una ambulancia o a permitirme acceder a ellos.
– Será por el niño -dijo Barker, cogiendo el teléfono del escritorio-. La policía le causa terror. Esa es la razón por la que salió huyendo cuando registrábamos el campamento. En tu lugar, lo dejaría en manos de ellos. No queremos que vuelva a desaparecer, y menos con su padre dando vueltas por ahí fuera. -Se volvió hacia Ankerton-. ¿Puedo usar el teléfono?
– Está desconectado. Si el señor Monroe acepta permanecer alejado de mis clientes, lo volveré a conectar.
Barker decidió seguirle el juego.
– Hazlo -ordenó a Monroe-, o serás tú quien tendrá que pagar el pato si ese cabrón termina metido en casa de alguien y toma rehenes. -Le tiró su móvil-. Si eso suena, responde. Será una mujer llamada Bella Preston. Y con respecto a usted, señor -le dijo a Mark, mientras el abogado, a cuatro patas, se dedicaba a conectar el enchufe del teléfono-, le sugiero que encierre al coronel y a sus clientes en un dormitorio hasta que yo le diga que hay vía libre. Temo que ese hombre regrese.
Debido a la oscuridad, a que el valle no estaba iluminado y a que había demasiados escondites naturales para justificar una llamada al helicóptero policial, se tomó la decisión de abandonar la búsqueda de Fox hasta el amanecer. Se bloquearon los caminos a ambos lados del valle de Shenstead y se dio la opción a los residentes del poblado y de las tres granjas exteriores para que permanecieran en sus casas o, si así lo deseaban, ser escoltados a alguna otra parte donde poder resguardarse temporalmente.
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