Minette Walters - Las fuerzas del mal

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En el bello paisaje de la campiña inglesa, una adinerada familia debe enfrentarse a un destino que parece condenarla a la extinción. El viejo ha perdido a su mujer, mientras sus hijos Leo, un ludópata redomado, y Elizabeth, una promiscua alcohólica condenada al fracaso, apenas son una mácula dentro de la genealogía familiar. Deprimido y con el único apoyo de su fiel abogado Mark Ankerton, Lockyer-Fox también debe hacer frente a las habladurías de sus convecinos, que le acusan del supuesto asesinato de su esposa. Se avecinan tiempos difíciles para el coronel quien, además, ha decidido destapar un viejo secreto y encomendar a Mark la tarea de encontrar a una nieta entregada en adopción apenas nacer. Una lejana vergüenza que la familia Lockyer-Fox ocultó a cal y canto, para proteger la ya maltrecha reputación de Elizabeth.
En tanto, en las tierras que lindan con la propiedad del coronel se instala un grupo de nómadas con el objetivo de asentarse por un tiempo indefinido. A la cabeza del movimiento se encuentra un siniestro personaje a quien todos conocen como Fox Evil, un individuo capaz de hundir aún más si cabe los ánimos del coronel. Sólo la providencial visita de su nieta, convertida por los avatares de la vida en una joven capitana del ejército inglés, le ayudará a encarar el avispero emocional en el que vive su agotado corazón.

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Monroe contempló el rostro de Eleanor mientras se sentaba en el otro butacón. Era un animal diferente de su amiga obesa, más fuerte y más duro, pero en sus ojos la catástrofe se anunciaba tan claramente como se había anunciado en los de Prue.

Veintidós

Una idea similar albergaba la mente de Martin Barker mientras Bella intentaba demostrar que la razón por la que en su autocar no había una cama para Wolfie era porque el niño prefería descansar en un saco de dormir sobre el banco.

– Este Wolfie es un auténtico nómada -dijo ella con fingida confianza, mientras la preocupación le sembraba la frente de arrugas-. No le gustan mucho las camas, ¿no es verdad, cariño?

Los ojos del niño se abrieron aún más. El terror parecía ser su eterno compañero, que lo acechaba con mayor insistencia a medida que se acercaban al autocar a oscuras. Bella había intentado varias veces dejarlo atrás en los otros vehículos pero él se agarraba a los faldones de su abrigo y se negaba a separarse de ella. Barker fingía no darse cuenta de ello, pero estaba muy interesado en la posible relación existente entre el niño y aquel autocar.

Bella pasó un brazo desesperado en torno a los hombros de Wolfie y lo hizo volverse hacia ella. «Anímate, niño -rogaba para sus adentros-. Si sigues temblando te vas a desmayar.» Era como arrastrar un anuncio de neón cuyos destellos anunciaran: «Claro que tenemos algo que ocultar». «Somos los estúpidos señuelos, mientras el cabrón que nos trajo aquí anda rondando por el pueblo.»

Estaba cabreada con Fox y no sólo por haber llamado la atención de la policía. Nadie debería aterrorizar a un niño hasta el extremo de quedarse atontado al ver un uniforme. Quería hacer un aparte con el señor Barker y contarle todas sus preocupaciones -la madre desaparecida, el hermano desaparecido, el niño decía que tenía moretones-, pero de qué valía todo eso si Wolfie iba a negarlo. Porque sabía que el niño lo haría. Su miedo a la autoridad era mucho mayor que su miedo a Fox. En la mente de cualquier niño, un mal padre era mejor que ningún padre.

En lo más profundo de su mente también anidaba la preocupación de que sólo tenía la palabra de Wolfie de que Fox había salido del campo. ¿Y si estaba equivocado? ¿Y si Fox había regresado y la estaba vigilando desde su autocar? ¿Entonces, qué? ¿No sería entonces cien veces peor la situación del niño? ¿Y no sería eso lo que temía en realidad? ¿Que Bella hiciera o dijera algo que enojara a Fox?

– Él no sabe qué quiere decir la palabra «nómada» -explicó a Barker-. Cree que es algo malo. -Le dio al niño un pellizco reconfortante-. ¿Por qué no te quedas con las niñas, cariño, mientras yo acompaño a estos señores al último autocar? Fox dijo que custodiaría la barrera esta noche, acuérdate, así que seguro que está durmiendo. Se cabreará y mucho cuando lo despierten… y no hay ninguna razón para que lo oigas maldecir sólo porque está de mal humor.

La curiosidad de Barker se intensificó. ¿Fox? ¿Cuáles eran las posibilidades de que hubiera una relación entre un Fox y un Wolfie en una comunidad tan pequeña como ésa? Revolvió los cabellos de Wolfie.

– ¿Es tu padre? -preguntó, amistoso, mirando a Bella y enarcando una ceja inquisitiva.

No hubo respuesta.

Bella asintió con un gesto breve.

– Fox apenas sabe cocinar… Por eso, el niño no se alimenta de manera adecuada. -Miraba a Barker como si quisiera decirle algo-. Ésa es la razón por la que está conmigo de momento.

Barker asintió.

– ¿Dónde está su madre?

– Wolfie no está muy…

De repente, el niño se apartó del brazo de Bella. Sospechó de ella desde el momento en que dijo que su madre no estaba, ya que sabía que el policía iba a hacer aquella pregunta.

– Está en Devon -dijo de un tirón.

Barker rió entre dientes.

– Así que tienes voz.

Wolfie miró al suelo, desconfiando de la forma que tenía aquel hombre de mirar a la gente, como si pudiera leer sus pensamientos. Respondió en frases cortas.

– Mi madre está de vacaciones con mi hermanito. Están en casa de unos amigos. Yo dije que prefería ir con mi padre. Él está muy ocupado porque es el que organiza este proyecto. Por eso Bella me hace la comida. No es caridad, papá le paga. Mamá y el Cachorro se reunirán con nosotros dentro de poco. A Fox le gustan las familias. Por eso las escogió para levantar esta comunidad.

No se sabía quién había quedado más impresionado, si Martin Barker debido a la complejidad del discurso de Wolfie cuando finalmente abrió la boca -como Bella, le había echado menos edad de la que tenía-, o Bella, por la imitación que había hecho Wolfie del estilo culto de su padre. La mujer sonrió levemente mientras el policía frunció el ceño. Lo siguiente será que la acusen a ella de secuestro…

– Ve demasiada televisión. -Recordó el título de una película-. Probablemente cree ser, cómo se llama, Mark Lester en Oliver. -Acarició el cabello rubio de Wolfie-. Hasta se parece a él, aunque se crea uno de los componentes de The Artful Dodger [16].

Barker, divertido, levantó las cejas.

– Y supongo que eso la convierte a usted en Nancy, ¿no? La fulana cuyo corazón estaba en la guarida de ladrones de Fagin.

Bella respondió con una mueca risueña.

– Salvo que yo no soy una fulana, esto no es una guarida de ladrones y no tengo ningún plan para que Bill Sikes acabe conmigo.

– Umm… ¿Quién es Bill Sikes?

– El personaje que interpreta Oliver Reed -dijo con firmeza, deseando haber elegido la película con más tino-. La puñetera película tiene muchos Oliver.

Barker se inclinó para mirar hacia el último autocar a través del parabrisas del vehículo de Bella.

– ¿Y qué hay de Fox?

– Nada de nada -dijo, pasando junto al policía para indicar el camino de salida mientras Wolfie tironeaba de su abrigo detrás suyo-. Elegí Oliver por casualidad, así que no haga interpretaciones freudianas. El chico imita voces. Hubiera podido elegir El pequeño lord Fauntleroy.

– O Greystoke… la leyenda de Tarzán -apuntó él.

– Seguro. ¿Por qué no? Es un buen imitador.

Barker se dejó caer pesadamente al suelo detrás de Bella.

– Todas esas películas tratan sobre niños huérfanos que son rescatados por sus abuelos, Bella.

– ¿Y…?

Barker miró por encima de la cabeza rubia de Wolfie, buscando entre los árboles las luces de la mansión Shenstead.

– Una curiosa coincidencia.

James negó con la cabeza cuando Mark comenzó a explicarle la coartada de Leo.

– No necesito detalles -murmuró cortésmente-. Entiendo. Me preguntaba por qué se puso de parte de la policía cuando acusé a Leo. Ahora lo sé. Debe de haber sido muy duro para usted. -Hizo una pausa-. ¿Sigue siendo una coartada sólida?

Mark pensó en las vacilaciones de Becky. Extendió la mano con la palma hacia abajo y la balanceó.

– Creía que la señora Weldon había oído a Leo esa noche -dijo James en tono de disculpa-. La gente nos confundía por teléfono con mucha frecuencia.

El abogado meditó un momento.

– Becky dijo que la última vez que había visto a Elizabeth, su cerebro estaba embotado… Contó una historia, al parecer Leo tuvo que rescatarla de una comisaría porque ella había olvidado dónde vivía.

James se tomó con calma el cambio de enfoque.

– Herencia familiar. El padre de Ailsa siguió el mismo camino: el abuso de alcohol le llevó a la locura cuando cumplió setenta años.

– Debe de estar muy mal si no puede recordar su dirección. Apenas tiene cuarenta y pocos. -Revisó de nuevo el archivo de Elizabeth, buscando detalles en la correspondencia-. Por lo que veo, no he tenido noticias de ella desde junio, cuando acusó recibo de las cincuenta mil de Ailsa… y la última vez que Becky la vio fue en julio, y dijo que estaba como una cuba. ¿Cuántas veces le ha telefoneado?

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