José Somoza - El Cebo

Здесь есть возможность читать онлайн «José Somoza - El Cebo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Cebo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Cebo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Madrid. Un brutal atentado terrorista. Un futuro desolador.
El Espectador, el mayor y más salvaje homicida de todos los tiempos, anda suelto. La policía va en su búsqueda. Los métodos policiales han cambiado. La tecnología no funciona. Tiene que buscar dentro, en la mente, en los deseos del asesino. Para ello utilizan cebos, expertos en conductas humanas, entrenados para conocer las filias de los delincuentes y manipularlas a través de máscaras. Diana Blanco es la mejor, la más prepaparada, la única que puede atrapar al Espectador.
Cuando la protagonista descubra que su hermana ha sido secuestrada por el asesino, iniciará una carrera contrarreloj para salvarla que la conducirá a la guarida del monstruo.
A partir de este momento se desencadena un trepidante juego de sospechas que llevará a la protagonista a un sorprendente final lleno de acción y erotismo.

El Cebo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Cebo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Oye, perdona, creo que será mejor que pares… La estás poniendo fatal…

Ignoré a Nely, que se aproximaba, y acaricié el hombro de Claudia.

– Cecé, por favor, haz memoria… ¿Viste a Gens en aquel lugar? ¿Viste al doctor Gens mientras estabas en esas celdas? -Sus ojos no cambiaron, siguieron mirándome con vacua ferocidad. Pero sus labios temblaban-. Claudia, ¿me oyes…?

Un cuerpo se interpuso entre ambas.

– ¡Ya está bien! -proclamó Nely, imperiosa, abrazando a su pequeña-. ¡Mira cómo la has puesto! Ya, ya… No pasa nada, aquí estoy… -Solo se interrumpió para lanzarme dardos de fuego con la mirada-. Será mejor que te vayas de una vez, Diana…

Me disculpé, me despedí de ambas y comencé a recorrer el camino hacia la cancela. Mientras me alejaba escuché de nuevo la voz de Claudia, soñadora:

– Había números y letras en las vigas… Yo los contaba… Dos a, tres be, cuatro…

27

«Por favor, contesta, Miguel.»

Lo llamé a casa y al móvil varias veces, sin obtener más respuesta que el buzón de voz. Recordé entonces que, cuando me visitó en el Taller, me había dicho que pasaría el fin de semana en Los Guardeses preparando cebos para la operación contra la banda de trata de blancas del sur. Sabía que acostumbraba a desconectar el teléfono cuando trabajaba. Al fin decidí dejarle un mensaje, pidiéndole que me llamara. Hablé de forma natural, para no levantar sospechas en caso de que alguien estuviese escuchando.

En aquel momento cualquier cosa me parecía posible.

Pasaban de las ocho cuando entré en la ciudad. Anochecía, pero no soportaba la idea de regresar a mi solitario apartamento. No después de lo que sabía, o creía saber, tras visitar a Claudia. Necesitaba hablar con alguien. De repente supe con quién.

Ni siquiera lo llamé para avisarle. Era domingo y la consulta estaría cerrada, pero él me había dicho dónde vivía, agregando que podía ir a verlo cuando quisiera.

El edificio era lujoso, aunque poseía aires de isla solitaria o fortaleza amurallada. Un conocido club nocturno en los bajos empezaba a recibir clientela. Pulsé el número de su piso pensando que si no lo encontraba, o no deseaba recibirme, intentaría ir a Los Guardeses. Pero, tras el escrutinio de dos cámaras de seguridad, el portal se abrió.

Me aguardaba diez plantas más arriba, en el umbral del domicilio.

– Dios mío -dijo al verme.

El doctor Arístides Mario Valle se hallaba como siempre, atildado y perfumado, con una elegante camisa verde claro con los faldones por fuera y un pantalón haciendo juego en color tapete de billar. El níveo cabello estaba bien peinado y sus gafas sin montura mostraban los cristales relucientes.

– Estoy bien -le dije, porque sabía que mi aspecto indicaba lo contrario-. Sé que me he presentado de sopetón, pero si interrumpo algo, me marcho. En serio.

– No, no interrumpes nada. Pasa.

El piso, amplio y confortable, se adornaba con luces indirectas y objetos de arte indígena, como la consulta, y revelaba dinero y buen gusto. Una enorme pantalla en la pared del salón ofrecía noticias sin sonido. Valle se sentó, o más bien se dejó caer, en un puf y me ofreció un cómodo sillón anatómico.

– Sabía que habías sido tú -dijo mientras estudiaba con expresión dolorida mis heridas de guerra en el rostro y la mano-. Lo sabía. Lo supe en cuanto dieron la noticia el viernes, pero no quise llamarte para respetar tu… tu trabajo.

– Hiciste bien. Te lo agradezco.

– ¿Cómo estás? -Hablaba en susurros, como si los ruidos pudieran romperme.

– Bien, de veras. Salió bien. -Me miré el vendaje de la mano y sonreí-. Supongo que pudo salir mejor, pero también peor.

– ¿Quieres hablar de ello?

– No hay mucho que contar. Lo hice, y eso es lo que importa.

Valle tomó aire mientras asentía, y de repente me ruboricé, como si le hubiese hablado de una aventura sexual.

– Perdona -dijo tras un silencio-, estoy aquí, sentado como un idiota… -Se levantó y movió la mano en el aire. El televisor se apagó y una música suave de jazz llenó el espacio-. ¿Quieres tomar algo? Si no es muy tarde para ti, puedo hacer café.

– Un refresco estará bien.

Miré alrededor mientras Valle iba a por las bebidas. Había cierto desorden en la pulcritud que me rodeaba: papeles de impresora subrayados, un libro abierto y colocado bocabajo, cuadernos y un notebook en una mesa central, junto a un diván cuya mullida superficie presentaba huellas de uso reciente. Todo indicaba que Valle había estado dedicado a leer y escribir antes de mi llegada. El libro era una traducción al castellano del Timón de Atenas de Shakespeare. En las paredes había máscaras tribales y una serie de holografías, algunas dotadas de movimiento. Me acerqué a contemplarlas. Eran un bonito recorrido por la vida de Mario Valle: junto a los amigos, junto al rey de España, junto a gente barbuda y sabihonda. Otras mostraban a un Valle juvenil, delgado, sudoroso, bajo un sombrero de paja, rodeado de un grupo de nativos del Amazonas.

– Conviví varios meses con algunas tribus antes de marcharme de mi país -me dijo al ofrecerme el vaso-. Me enseñaron el valor de la dignidad por encima de cualquier ventaja material. La sociedad moderna los ha invadido por los cuatro costados, pero no renuncian a seguir solos, orgullosos de sí mismos y de su sabiduría ancestral. Creo que tú y yo tenemos algo en común con ellos… Por ti -agregó alzando su vaso.

– No me siento muy orgullosa de mí misma -dije tras el brindis-. Hago mi trabajo, nada más.

– Tu humildad es loable -declaró Valle-, pero se debe a que te han enseñado a ser herramienta, no a manejarlas. Deberíais ser noticia, tú y tus compañeros… -Señaló el televisor-. Han estado horas hablando de la muerte de ese loco… Todo el mérito para la policía, ninguno para ti.

– Yo soy también la policía.

– Por supuesto. Ya sé que estoy diciendo una idiotez. Sois «materia clasificada», claro. Pero, bueno, me jodió que no se reconociera tu… labor.

Pensé decirle que, puestos a elegir, prefería la celebridad de las víctimas antes que la de los cebos, pero quise cambiar de tema, en parte para interrumpir aquella atmósfera sentimental que el tono suave y las miradas fijas de Valle dejaban en el aire.

– Gracias por recibirme, Mario.

– No digas tonterías. Me alegra mucho que hayas venido. No sabes cuánto.

Hice un gesto hacia la mesa y sonreí.

– ¿Has estado haciendo los deberes?

– Bueno, ya me habían presentado al gran William, pero ahora lo leo con más cuidado. -Valle imitó mi sonrisa y cogió el libro-. ¿Conocías esta obra?

– Las conozco todas, es parte de mi trabajo. Timón es el hombre rico, generoso e ingenuo que, al quedarse sin dinero y perder a todos sus amigos, decide irse… -Hice una pausa y puse cara de mala-. ¿… al Amazonas?

La carcajada de Valle, por primera vez desde que lo conocía, fue estentórea.

– Te recuerdo que el psicólogo soy yo. -Me apuntó con el libro-. Pero en parte tienes razón, me siento identificado con él. No soy misántropo, pero tampoco precisamente filántropo. La humanidad no da para mucho. Lo curioso es la interpretación que ofrecía Víctor Gens sobre la obra… Saqué un texto suyo de internet… -Cogió los papeles subrayados-. No menciona las máscaras, desde luego, pero dice que Timón, en la segunda parte, cuando aparenta despreciar a todos, es más generoso que nunca. Tanto, que se da por completo, en cuerpo y alma, para que beban su sangre y coman su carne… Como Cristo… y los cebos. -Me miró.

– En realidad se refiere a la filia de Crueldad -comenté-. Para enganchar al fílico de Crueldad, tienes que fingir que, por mucho daño que quiera hacerte, jamás llegará a dañarte de verdad, porque tú deseas sufrir más. Eso lo bloquea… La clave, según Gens, está en la actitud de aparente desprecio de Timón.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Cebo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Cebo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


José Somoza - Clara y la penumbra
José Somoza
Jose Somoza - Art of Murder
Jose Somoza
Clifford Simak - Il cubo azzurro
Clifford Simak
Jaspreet Singh - Chef
Jaspreet Singh
José Somoza - La Caja De Marfil
José Somoza
José Somoza - Dafne desvanecida
José Somoza
José Somoza - Silencio De Blanca
José Somoza
José Somoza - Zigzag
José Somoza
Отзывы о книге «El Cebo»

Обсуждение, отзывы о книге «El Cebo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x