• Пожаловаться

José Somoza: La dama número trece

Здесь есть возможность читать онлайн «José Somoza: La dama número trece» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Триллер / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

José Somoza La dama número trece

La dama número trece: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La dama número trece»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Salomón Rulfo, profesor de literatura en paro y gran amante de la poesía, sufre noche tras noche una inquietante y aterradora pesadilla. En sus sueños aparece una casa desconocida, personas extrañas y un triple asesinato sangriento, en el que, además, una mujer le pide ayuda desesperadamente. Por este motivo, Salomón acude a la consulta del doctor Ballesteros, un médico que le ayuda a desentrañar el misterio de los sueños y le acompaña en lo que se convertirá en un caso mucho más terrible y escalofriante que cualquier fantasía: el escenario del crimen es real y la mujer que pide socorro a gritos fue realmente asesinada. En compañía de una joven de pasado enigmático, el doctor y un ex-profesor de la universidad con el que mantiene una relación compleja, Salomón se adentrará en un mundo donde las palabras y la poesía son un arma de gran poder. En ese mundo, habitan las doce damas que controlan nuestro destino desde las sombras… O, ¿son trece brujas? En esta novela el autor hilvana con destreza y elegancia una fascinante historia de intriga, en la que se desafía la inteligencia y la fantasía del lector.

José Somoza: другие книги автора


Кто написал La dama número trece? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La dama número trece — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La dama número trece», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
José Carlos Somoza La dama número trece Para José María Montesino y Conchita - фото 1

José Carlos Somoza

La dama número trece

Para José María Montesino y Conchita Jiménez.

Y, naturalmente, para Ázahara

Observad la doctrina escondida

bajo este velo de extraños versos

DANTE. Inferno IX

I. EL SUEÑO

La sombra se deslizaba entre los árboles. La maleza y la noche le otorgaban el aspecto de una figura incorpórea, pero era un hombre joven, de cabello largo, vestido informalmente. Al llegar al límite de la espesura se detuvo. Tras una pausa, como para asegurarse de que el camino se hallaba libre, atravesó el jardín en dirección a la casa. Era grande, con una galería de columnas blancas en la fachada a modo de peristilo. El hombre subió las escalinatas de la galería, penetró en la casa con tranquila sencillez, recorrió la planta baja sin encender una sola luz y se paró frente a la puerta cerrada del primer dormitorio. Entonces sacó del bolsillo uno de los objetos que llevaba. La puerta se abrió sin ruido. Había una cama, un bulto bajo las sábanas; se oía una respiración. El hombre entró como la niebla, más leve que una pesadilla, se acercó al lecho y vio la mano, la mejilla, los ojos cerrados de la muchacha dormida. Apartó con delicadeza la mano y, segundos antes de que despertara, levantó su pequeño mentón descubriendo el cuello desnudo, un punteado de lunares, la vida latiendo bajo la piel; apoyó la punta del objeto cerca de la nuez y ejerció una ligera y exacta presión. Un rastro como de pétalos rojos lo acompañó hasta el segundo dormitorio, donde se hallaba la otra mujer. Cuando salió de este último, sus manos estaban más húmedas, pero no las secó. Regresó por donde había venido en busca de las escaleras que llevaban a la planta superior.

Sabía que arriba se encontraba su verdadera víctima.

Las escaleras desembocaban en un pasillo. Era largo, estaba alfombrado y se adornaba de bustos clásicos colocados sobre pedestales. La sombra del hombre eclipsaba los bustos conforme pasaba frente a ellos: Homero, Virgilio, Dante, Petrarca, Shakespeare…, silenciosos y muertos dentro de la piedra, inexpresivos como cabezas decapitadas. Llegó al final del corredor y cruzó una antecámara mágicamente revelada por la intensa luz verde de un acuario sobre un pedestal de madera. Era un objeto llamativo, pero el hombre no se detuvo a contemplarlo. Abrió una puerta de doble hoja junto al acuario, y, con una linterna, convocó las formas de una lámpara de araña, varias butacas y una cama con dosel. Sobre la cama, una figura imprecisa. El brusco tirón de las sábanas la despertó.

Era una mujer joven, de cabello muy corto y anatomía delgada, casi frágil. Estaba desnuda, y al incorporarse, los pezones de sus pequeños senos apuntaron hacia la linterna. La luz cegaba sus ojos azules.

No hubo intercambio de palabras, apenas hubo sonidos.

Simplemente, el hombre

no

se abalanzó sobre ella.

no quiero

La noche proseguía afuera: había búhos que observaban con ojos como discos de oro y sombras de felinos en las ramas. Las estrellas formaban un dibujo misterioso. El silencio era una presencia terrible, como la de un dios vengador.

En el dormitorio, todo había terminado. Las paredes y la cama se habían teñido de rojo y el cuerpo de la mujer yacía disperso sobre las sábanas. Su cabeza separada del tronco se apoyaba en una mejilla. Del cuello sobresalían cosas semejantes a plantas marchitas emergiendo de un búcaro.

Silencio. Paso del tiempo.

Entonces sucede algo.

Lenta pero perceptiblemente, la cabeza de la mujer comienza a moverse,

no quiero soñar

gira hasta quedar boca arriba, se incorpora con torpes sacudidas y se apoya en el cuello cortado. Sus ojos se abren de par en par

no quiero soñar más y habla.

– No quiero soñar más.

El médico, un hombre corpulento de cabellos y barba sorprendentemente blancos, frunció el ceño.

– Los somníferos no van a ayudarle a no soñar -advirtió.

Hubo una pausa. El bolígrafo planeaba sobre la receta sin posarse. Los ojos del médico observaban a Rulfo.

– ¿Dice que siempre es la misma pesadilla?… ¿Quiere contármela?

– Contada no es igual.

– Pruebe, de todas formas.

Rulfo desvió la vista y se removió en el asiento.

– Es muy complicada. No sabría.

En la consulta no se escuchaba el menor ruido. La enfermera dirigió sus parpadeantes ojos negros hacia el médico, pero éste seguía observando a Rulfo.

– ¿Desde cuándo lleva soñando lo mismo?

– Desde hace dos semanas, no todas las noches, pero sí la mayoría.

– ¿En relación con algo que usted sepa?

– No.

– ¿Nunca había tenido sueños así?

– Nunca.

Leve rumor de papeles.

– «Salomón Rulfo», un nombre curioso…

– La culpa es de mis padres -replicó Rulfo sin sonreír.

– Ya imagino. -El médico sí sonrió. Su sonrisa era amplia y afable, como su rostro-. «Treinta y cinco años.» Muy joven todavía… «Soltero…» ¿Cómo es su vida, señor Rulfo? Quiero decir, ¿en qué trabaja?

– Estoy en paro desde finales del verano. Soy profesor de literatura.

– ¿Cree que le está afectando mucho esa situación?

– No.

– ¿Tiene amigos?

– Algunos.

– ¿Amigas? ¿Novia?

– No.

– ¿Es feliz?

– Sí.

Hubo una pausa. El médico dejó el bolígrafo a un lado y se frotó el rostro con las manos. Tenía unas manos grandes y gruesas. Luego retornó a los papeles y reflexionó. Aquel tipo contestaba como una máquina, como si nada le importara. Quizá estuviera ocultando algo, quizá aquellos sueños se relacionaran con un suceso que no deseaba recordar, pero lo cierto era que solo se trataba de pesadillas. Él atendía diariamente a enfermos con problemas mucho más graves que unos cuantos sueños desagradables. Decidió darle un par de consejos y acabar cuanto antes.

– Escuche, las pesadillas no tienen demasiada trascendencia clínica, pero son la prueba de que algo no marcha bien en nuestro organismo… o en nuestra vida. Un somnífero es un parche inútil, se lo aseguro, no va a impedirle soñar. Procure beber menos, no acostarse recién comido y…

– ¿Me va a dar los somníferos? -interrumpió Rulfo con suavidad, pero su tono revelaba impaciencia.

– No es usted un hombre muy locuaz -dijo el médico tras una pausa.

Rulfo sostuvo su mirada. Por un momento fue como si uno de los dos quisiera añadir algo, compartir algo con el otro. Pero un segundo después los ojos retornaron al suelo o a los papeles del escritorio. El bolígrafo descendió y se deslizó por la receta.

El prospecto aconsejaba una sola píldora antes de acostarse. Rulfo ingirió dos, ayudándose de un vaso de agua que rellenó en el lavabo del cuarto de baño. Desde el espejo le observaba un hombre no muy alto pero sí robusto, de cabellos y barba ensortijados y negros y dulces ojos castaños. Salomón Rulfo gustaba a las mujeres. Su atractivo sobrevivía intacto a su descuido personal. Debido a ello, la imaginación de las dos o tres ancianas solitarias del destartalado edificio donde vivía ardía inventándole un turbio pasado. ¿De dónde había salido aquel joven que no hablaba con nadie y casi siempre apestaba a alcohol? Sabían su nombre (Salomón, madre mía, el pobre), que cogía unas borracheras preocupantes, que andaba con putas de vez en cuando, que había comprado al contado el pequeño apartamento del tercero izquierda casi dos años atrás y que vivía solo. Pese a todo, preferían su presencia a la de los inmigrantes que ocupaban el resto de pisos de aquel bloque de Lomontano, una callejuela angosta y desordenada cerca de Santa María Soledad, en el centro de Madrid. Las más pesimistas pronosticaban, sin embargo, que el «barbudo» les daría un susto tarde o temprano. Y agregaban, inclinadas sobre los oídos de las otras: «Tiene aspecto de delincuente». «Estoy segura de que es buena persona», lo defendía la portera, sin poner objeciones a la opinión sobre su aspecto.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La dama número trece»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La dama número trece» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


José Somoza: Zigzag
Zigzag
José Somoza
Diane Setterfield: El cuento número trece
El cuento número trece
Diane Setterfield
John Connolly: Todo Lo Que Muere
Todo Lo Que Muere
John Connolly
Jeffrey Archer: El cuarto poder
El cuarto poder
Jeffrey Archer
Отзывы о книге «La dama número trece»

Обсуждение, отзывы о книге «La dama número trece» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.