Carlos Sisí - Hades Nebula

Здесь есть возможность читать онлайн «Carlos Sisí - Hades Nebula» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Hades Nebula: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Hades Nebula»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras sobrevivir a la devastadora pandemia que ha asolado el mundo y con la esperanza de ahondar en el misterio del Necrosum, el pequeño grupo de supervivientes de Carranque llega finalmente a la Alhambra de Granada, donde el aparato militar ha instalado uno de los últimos bastiones de resistencia de la Humanidad. Sin embargo, una vez allí descubrirán que las cosas no son cómo les habían prometido y los protagonistas deberán afrontar una realidad aún peor que todo lo que habían conocido hasta entonces.
El autor se sirve de los muertos vivientes para describir situaciones de extrema dureza y dramatismo, explorando la complejidad del ser humano cuando se encuentra cara a cara con el terror en un mundo manifiestamente hostil, y lanzando al lector, en definitiva, a una montaña rusa de sensaciones que desemboca en la conclusión final.

Hades Nebula — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Hades Nebula», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Joder, si hay alguien dentro, es una de esas cosas, fijo .

Empezó a moverse hacia el lateral del camión. Olía a goma de rueda y a grasa de motor, y más sutilmente, a asfalto calentado por el sol tibio de enero. Y en el suelo había algo más: una sombra alargada que iba creciendo, acercándose por detrás del tráiler; la sombra inconfundible de un hombre.

Víctor se paralizó, como si toda la sangre en sus venas se hubiera convertido en hielo. El sonido crecía en intensidad: clap, clap, clap , a medida que el misterioso hombre se acercaba. Escuchó a Javier, que había aparecido a su espalda, y por un segundo, casi pudo oler también un aroma ácido e intenso que, de alguna forma extraña, le era familiar. Víctor no podía saberlo, pero el olor, que había aflorado en el aire como una nube de mosquitos en verano, era el de su propio miedo.

Y entonces apareció por fin, y no surgió del interior del tráiler como Víctor había temido, sino de la parte de atrás, como si hubiera llegado andando por la carretera. Salió ligeramente encorvado y con los brazos perfectamente extendidos hacia el suelo, como si los codos hubieran perdido la capacidad de doblarse. En la pierna derecha llevaba atravesado una especie de pincho de hierro, como los que se usan para azuzar el fuego de las chimeneas, que sobresalía por el talón y chocaba con el suelo, produciendo un sonido metálico al caminar: clap, clap, clap . La ropa, típica de senderista de fin de semana, estaba cubierta de manchas oscuras.

– Co… ño… -murmuró Javier, con la voz rota.

El senderista les miraba ahora como si estuviera intentando comprender lo que veía. Inclinaba la cabeza a uno y otro lado con rápidos movimientos, mientras les estudiaba con ojos vacuos y terribles. La cara entera estaba contrahecha, como congelada en un rictus horrible. La boca era una mueca retorcida, y allí se arrastraban, hinchadas y perezosas, casi una decena de moscas.

Víctor había visto ya bastantes zombis , y los había visto cometer toda suerte de barbaridades, pero podía jurar por su vida que no terminaría nunca de acostumbrarse. Cada uno de ellos era un desafío a la mente, portadores de un horror único y tan diferenciado como las singularidades físicas que los caracterizaban. Pero Javier tiró de su brazo y consiguió arrancarlo del trance en el que había caído.

No dijeron nada. Hasta Javier sabía que era mejor no hacerlo. Cuando los muertos escuchaban las voces de los vivos, se reactivaban rápidamente, y volvían sus cabezas en dirección a la fuente del sonido para concentrarse en ellos. Eran cosas pequeñas que habían ido aprendiendo sobre la marcha.

Víctor retrocedió, dando pasos hacia atrás, sin atreverse siquiera a darle la espalda. El senderista dio dos pasos dubitativos, clap, clap , con los brazos trazando una línea perfecta hacia el suelo. Víctor no podía decirlo con seguridad, pero le parecía que toda su cabeza empezaba a vibrar, como si estuviese sufriendo una gran tensión.

Como esos tipos empastillados que se encabronan en un bar cualquiera, sacudidos por oleadas de adrenalina , pensó Víctor, con su propio corazón aumentando la marcha. Se está acelerando , se está activando

Pero de pronto, como si alguien hubiera tirado de un resorte invisible, el senderista se lanzó hacia Víctor, levantando los brazos al unísono y dando un grito en extremo agudo, casi infantil. Víctor dio dos pasos hacia atrás, sin poder resistir la embestida del senderista, chocando contra Javier. Gritó, sorprendido por la furia del ataque, y levantó los brazos para cubrirse. La expresión de su atacante estaba deformada, como una máscara balinesa: la boca inmunda completamente abierta, llena de dientes terribles, y los ojos demasiado saltones, carentes de iris.

– Jaaaaaaaaaaaaaviiiiiiiii -decía Víctor, pero sus pulmones estaban vacíos y su voz sonó apagada, casi inaudible.

Javier se adelantó a su amigo y levantó el pie para dejarlo caer con fuerza, justo sobre la barra de hierro que sobresalía de la pierna. Hubo un sonido espantoso de crujir de huesos y tendones, y parte de ésta cayó desmadejada a un lado, flácida e inútil, sujeta tan sólo por algunos hilachos de carne. El zombi trastabilló hacia un lado, en apariencia indiferente a lo que acababa de sucederle; seguía concentrado en intentar alcanzar a Víctor con uñas y dientes, dando rabiosas dentelladas al aire.

Javier abrió los ojos tanto como le era posible. La pierna del senderista era un colgajo inservible, pero todavía se apoyaba en la barra de hierro, que había vuelto a su posición vertical por estar trabada entre los músculos de la pantorrilla.

¡ Clap !

Entonces lanzó una patada contra el atizador y, esta vez sí, el senderista cayó rápidamente hacia su izquierda, contra el asfalto.

Víctor se retiró, agitando los brazos como si estuviera luchando contra fuerzas invisibles y resoplando pesadamente. Se sentía asqueado, contaminado de alguna forma por haber estado en contacto con aquel repulsivo ser.

– ¡Atrás, tío, atrás!

Se alejaron de él, dando pequeños saltitos, hasta que estuvieron a una buena distancia. El senderista luchaba por incorporarse, conseguía ponerse en pie y volvía a caer. Había algo hipnótico en sus movimientos, porque eran descoordinados y erráticos, y pese a ello seguía intentando recuperar el equilibro una y otra vez. La pierna muerta, de la rodilla hacia abajo, colgaba a un lado como una suerte de longaniza obscena.

– Qué mieeeerrrda… -exclamó Javier, con una expresión atónita en el rostro.

Por fin, el senderista pareció recuperar la postura erguida y bípeda; el atizador le servía de improvisada pata de palo. Agitaba los brazos en el aire y los miraba con ansia profunda. Clap, clap . Andaba a pasos cortos, muy cortos, pero volvía a avanzar. Tanto Víctor como Javier retrocedieron unos cuantos pasos más.

– Dios… -exclamó Víctor.

La visión de la pierna, bamboleante, le estaba provocando una aversión importante. Un atisbo de náusea afloró en su estómago, y tuvo que obligarse a apartar la vista.

– ¡Dispárale! -dijo Javier, visiblemente excitado.

– No, tío… -contestó Víctor, retrocediendo tanta distancia como el senderista lograba avanzar-. Vamos a irnos. Vamos a seguir por la puta carretera sin más.

– ¿Qué? -preguntó Javier, con voz estridente.

– Mírale. No podrá cogernos ni en un millón de años. Vámonos… le perderemos de vista muy pronto.

– Pero… -protestó Javier, y se interrumpió.

Víctor tenía razón. Sólo tenían dos balas, y aquel monstruo parecía ahora un bebé, un bebé que aprende a andar y tiene que dar pasos cortos, buscando el equilibrio con los brazos. Javier sabía que incluso si consiguiera darles alcance bastaría con propinarle un empellón para derribarlo.

Se dieron la vuelta y echaron a andar. Víctor se tomó un momento para trepar a la cabina y recuperar su bolsa de viaje, un voluminoso macuto tan cubierto de roña que su color era ahora un tono oscuro indeterminado. El macuto era lo-más-importante de todo; ahí atesoraba las cintas de vídeo, las cámaras, las notas y el resto del material que había podido ir recuperando desde que la Pandemia Zombi le pillara de improviso, hacía una eternidad, al sur del continente africano.

Por fin, se alejaron cabizbajos y pensativos. Víctor intentó concentrarse en llenar la cabeza con su plan de llegar a Madrid. Tenía la esperanza de olvidar así todo lo que acababa de pasar. Era algo que uno terminaba por aprender, de cualquier modo, si se tenía la más mínima intención de mantener la cordura: vivir cada día según iba viniendo, y al día siguiente, olvidar.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Hades Nebula»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Hades Nebula» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Hades Nebula»

Обсуждение, отзывы о книге «Hades Nebula» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x