Podría haberle contestado que hasta La Habana, pero no estaba seguro de que el general lo entendiera.
– Soy amigo de Bo, pero no me lo cuenta todo. Y tengo la impresión de que, en algunos aspectos, sabe tan poco como los demás.
Era la respuesta de un burócrata, pero le pareció que tranquilizaba a Trabert. Tal vez fuese lo que quería saber el general: que Bo y él seguían excluidos del plan. Era imposible determinar de qué lado estaba Trabert, o cuál era su agenda.
– Bueno, darán por terminado el asunto dentro de una semana, espero. Necesitamos limpiar nuestras cuadras y seguir adelante. Me indignó muchísimo lo de Boustani, se lo aseguro. Ese hombre contaba con nuestra confianza, y mire lo que hizo con ella.
– ¿Tienen realmente mucho contra él?
– Ha hecho algunos amigos en Estados Unidos con los que seguramente usted no se sentiría cómodo. Allí y en otros lugares. Es todo lo que puedo decir de momento. ¿Cómo está reaccionando la gente?
El general comía muy deprisa. Ya había pasado al pastel.
– Como era de esperar, más o menos. Mucho chismorreo. Algunos creen que se trata de una caza de brujas, la peor desde Aldrich Ames.
El general asintió.
– Nada bueno, ninguna de las dos cosas. ¿Y su trabajo? ¿Progresa?
– Me vendría bien un poco de ayuda. Los de inteligencia del J-DOG se llevaron la correspondencia de Ludwig antes de que yo pudiera echarle una ojeada.
– Es culpa mía -dijo Trabert-. Asumo toda la responsabilidad de eso.
– ¿Hablará con ellos, entonces?
– En realidad, ellos querían que hablara con usted. Es el motivo de esta cena, en parte. Parece ser que he molestado a algunos. He decidido que sería mejor para todos los interesados que entregara usted sus descubrimientos al J-DOG. De ese modo, podrá volver a concentrarse en los interrogatorios.
– ¿Es una sugerencia?
– Una orden. Vigente de inmediato. En compensación por el tiempo que ha dedicado a este asunto, le concedo un permiso de tres días en el continente, con mis felicitaciones.
– ¿Es una orden también?
– ¿Es que va a rechazar un permiso?
– Pensaba que el FBI tendría algo que decir al respecto.
– Lo que haga usted con su tiempo fuera de aquí, es asunto de ellos. Su tiempo en GTF-Gitmo es de mi incumbencia. Cuando regrese usted de sus días de asueto, empezará de nuevo.
– ¿A quién he cabreado?
– Como ya le he dicho, ha sido una metedura de pata mía. Deberíamos haber manejado a Ludwig como un asunto interno desde el principio. Tiene una plaza reservada en el vuelo de mañana por la mañana a JAX.
– ¿Me encontraré los muebles en la calle cuando regrese?
– Será mejor recibido que nunca aquí en cuanto se despeje el humo. Creo que incluso su amigo Bokamper estaría de acuerdo.
– ¿Está enterado él de esto?
– Ha sido una decisión mía y sólo mía, Falk. Tiene que entregar sus notas y cualesquiera otras conclusiones al capitán Van Meter a las nueve de la noche.
Otra vez Van Meter. Otro dedo en otro pastel. Falk todavía tenía muchas preguntas que hacer, pero era evidente que el general no estaba de humor, y ya no le quedaba nada en el plato. Era probable que hubiese llegado a algún acuerdo. Meter toda la ropa sucia en la misma bolsa limpia (la investigación de seguridad, Ludwig y lo demás), con tal de que acabara todo rápidamente. De ese modo, ganaba él, ganaban ellos y el nuevo amigo de todos, Van Meter, seguía construyendo su pequeño imperio.
¿O habría tramado Endler el viaje rápido de Falk fuera de allí, tal vez como tapadera que se reuniera con Paco?
Trabert se levantó, dando la velada por terminada. El plato de Falk seguía medio lleno.
– Bueno, nos veremos el lunes cuando aterrice a máxima velocidad.
– Desde luego me marcho a máxima velocidad.
El general se irguió, sin sonreír. Falk tuvo que contenerse para no ponerse firme y saludarle.
Telefoneó a Bo en cuanto llegó a casa. De pronto tenía muchísimo que hacer y poco tiempo para ello, pero lo único que necesitaba más que tiempo, eran respuestas. La tarea más pesada era su planeada visita a Harry. Lo habría liquidado aquella misma noche si hubiese podido, pero Harry estaría ya en su casa de la ciudad de Guantánamo, a treinta kilómetros de la alambrada. Los cubanos que trabajaban en Gitmo llegaban todos los días a primera hora de la mañana, así que ésa sería la mejor ocasión para Falk.
Se preguntó qué haría en aquel permiso forzoso, sobre todo si no había ningún encuentro con Paco. Tal vez se quedara sin más en Jacksonville. Iría en coche a alguna playa cercana y descansaría. Pensó vagamente en tomar un vuelo a Maine. La posibilidad de una larga caminata por los bosques a solas y aislado le parecía ideal en aquel momento. Era extraño que pensara tanto en casa últimamente. Volver a Gitmo había sido como regresar al pasado. Era el primer lugar al que había ido después de abandonar Maine y del entrenamiento básico. En cierto sentido, había vuelto al umbral de su infancia, su punto de partida, así que, ¿por qué no usarlo como el portal para su regreso? Se preguntó si su padre seguiría vivo. Seguro que alguien sabía dónde estaba.
Pero lo primero era lo primero. Por suerte, era fácil localizar a Bo.
– Parece que han decidido echarme de la isla -comentó Falk-. El general Trabert me ha concedido magnánimamente permiso el fin de semana. No es que tuviese ninguna oportunidad. Tengo que salir en el vuelo de la mañana a Jacksonville. ¿Alguna idea de por qué no me quiere aquí?
– Ninguna.
– ¿Seguro?
– ¿Cómo demonios voy a saberlo yo?
– Se me ocurrió que podrías tener algo que ver con ello. Tú o tu jefe. Sobre todo si cree que mi antiguo compinche quiere encontrarse cara a cara conmigo. -No se atrevió a pronunciar los nombres «Harry» y «Paco» por aquella línea, y esperaba que Bokamper fuese lo bastante prudente para hacer lo propio.
– Tranquilo, Falk. Yo no te haría semejante jugarreta.
– Pero tu jefe sí.
– No sin decírmelo. Es más probable que sea cosa de Fowler.
– ¿Por qué?
– Supongo que lo sabremos mientras estés fuera. Por cierto, ¿piensas ver a tu viejo amigo antes de irte?
– Mañana antes del desayuno.
– Bien pensado. ¿Y qué pasa con Ludwig mientras no estés?
– Caso descartado. Tengo que entregar todas las notas a Van Meter.
– El señor Polifacético. ¿Cuándo regresas?
– El lunes. Suponiendo que Trabert no les haga anular mi vuelo de vuelta.
– No creo que le gustara a la Oficina.
– Tampoco le gusta Trabert. Así que no creo que importe mucho.
– Bueno, te prometería mantenerte al corriente de todo lo que te estés perdiendo por correo electrónico, pero desde aquí…
– Ni se te ocurra.
– Hablando de lo cual…
– Lo sé. Ya hemos hablado bastante.
– Dame un toque por la mañana. Después de tu… esto… «desayuno».
– Lo haré.
Falk telefoneó luego a Pam, que contestó al primer timbrazo, como si estuviera esperando llamada. No le hizo gracia la noticia.
– ¿Así que me echas a los lobos? Ya sabes que mi índice subirá tres puntos mientras no estés. -Falk no pudo evitar preguntarse qué ocurriría si ella y Bo se veían cara a cara. Como para disipar esas dudas, ella añadió-: Supongo que podría aprovechar algunas veladas. Hoy ha sido agotador, con todo el jaleo por lo de Boustani. A los demás les parece divertidísimo, pero nuestro equipo cuenta con un hombre menos. Ni siquiera nos dejan disponer de sus cuadernos de notas. He tenido que hacer de intérprete a otros dos, además de mis propios interrogatorios. Esta noche me gustaría emborracharme, pero lo que de verdad necesito es una buena noche de sueño.
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