Tuvo la impresión de que la impenetrable oscuridad se apartaba de él, como el universo que se expande infinitamente. Apareció una nueva certeza, la que lanzaba todas las antiguas ficciones con las que hemos estructurado nuestras vidas por el agujero negro de la comprensión humana. Hemos de ser más fuertes ahora que la ciencia nos ha dicho que el tiempo no es fiable, y que incluso la luz se comporta de otra manera si le das la espalda. Era una terrible ironía que, justo en el momento en que la ciencia ensanchaba los límites de nuestra comprensión, la religión, la ficción humana más grandiosa y antigua, se atrincherara para la lucha. ¿Era porque la religión temía acabar en el basurero de la vida europea moderna que se defendía con uñas y dientes? Falcón cerró los ojos y se concentró en relajar cada parte de su cuerpo hasta que, por fin, se fue alejando de las preguntas sin repuesta y se sumió en un sueño profundo. Era un hombre que había tomado una decisión, y un coche llegaría a primera hora para llevarlo al aeropuerto.
El coche, un Mercedes negro de ventanas opacas, apareció a las seis. Pablo iba sentado en la parte de atrás con un traje oscuro y una camisa abierta.
– ¿Cómo fue su charla con Yacoub de ayer por la noche? -preguntó Pablo mientras el coche se alejaba.
– Dado que ayer estalló una bomba en Sevilla, sabe que no se trata de una visita de cortesía.
– ¿Qué dijo?
– Estaba contento de que nos viéramos, pero sabe que hay algo más.
– Va a tener talento para esto.
– No sé si se lo tomaría como un cumplido.
– Debido a su investigación -dijo Pablo-, el factor tiempo es muy importante, así que lo hemos arreglado para que un jet privado nos lleve a Casablanca. El vuelo durará menos de una hora y media, siempre y cuando no haya problemas en el espacio aéreo. Viaja usted en condición de diplomático, de modo que pasará las formalidades rápidamente, y dos horas después de despegar estará en la carretera de Rabat. Imagino que irá a ver a Yacoub a su casa.
– Soy su amigo, no uno de sus socios -dijo Falcón-. Aunque puede que deje de serlo después de este encuentro.
– Estoy seguro de que Mark Flowers le ha dado buenos consejos.
– ¿Cuánto hace que sabe lo de Mark? -preguntó Falcón, sonriendo.
– Desde la primera vez que lo burló, en julio de 2002, y él lo convirtió en una de sus fuentes -dijo Pablo-. Mark no nos preocupa. Es un amigo. Después del 11-S los estadounidenses dijeron que iban a poner a alguien en Andalucía y pedimos a Mark. Juan le conoce desde que estuvieron en Túnez juntos, vigilando a Gaddafi. ¿Le dio Mark alguna idea acerca de cómo acercarse a Yacoub Diouri?
– Estoy seguro de que intentó reclutarlo y fue rechazado -dijo Falcón-. Dijo que a Yacoub no le gustaban los norteamericanos.
– Eso debería facilitar su tarea, ya está acostumbrado a que se le acerquen.
– No creo que Yacoub Diouri sea alguien a quien te «acercas». Es la clase de persona que te ve venir de lejos. Hablaremos, como hacemos siempre, un poco de todo. La cosa saldrá por sí sola. No voy a utilizar ninguna estrategia. Al igual que muchos árabes, tienen una gran fe en el honor, que aprendió del hombre que se convirtió en su padre. Es alguien a quien has de mostrar respeto, y no sólo como gesto. A lo mejor debería decirme qué quiere que haga, cómo quiere que opere y qué contactos espera que establezca. ¿Espera obtener de él información sobre el MILA?
– ¿El MILA? ¿Mark le ha hablado del MILA?
– Los de inteligencia son todos iguales -dijo Falcón-. Sólo saben responder a una pregunta con otra. ¿Alguna vez intercambian información?
– El MILA no tiene nada que ver con lo que queremos de Yacoub.
– Los informativos de televisión dijeron que eran los responsables de la bomba -dijo Falcón-. Enviaron una carta al ABC de Madrid desde Sevilla, en la que se habla de devolver a Andalucía al redil musulmán.
– Al MILA sólo le interesa el dinero -dijo Pablo-. Han disfrazado sus intenciones con la retórica yihadista, pero la razón por la que quieren liberar Ceuta y Melilla es porque les interesan esos enclaves.
– Dígame qué estamos buscando -dijo Falcón.
– Por lo que se refiere a esta misión, lo que es crucial no es averiguar quién destruyó el bloque de pisos ni por qué, sino qué nos ha revelado la explosión. Olvide al MILA, no son importantes. Esto no tiene nada que ver con su investigación del atentado de ayer. No tiene que ver con el pasado, sino con el futuro.
– Muy bien. Cuénteme -dijo Falcón, pensando que a lo mejor Flowers había acertado al decirle que el CNI había filtrado la historia del MILA.
– El año pasado hubo elecciones al parlamento británico. No les hacía falta el ejemplo de los atentados de Madrid para saber que en esas elecciones los terroristas harían todo lo posible por cambiar la manera de pensar de la población.
– Y no pasó nada -dijo Falcón-. Tony Blair, el «pequeño Satán», ganó con una mayoría reducida.
– Exactamente, y nadie supo que hubo tres células con planes activos, a las que el MI5 impidió llevar a cabo sus atentados. Eran células durmientes hasta que recibieron instrucciones en enero de 2005. Todos los miembros de las células eran inmigrantes de segunda o tercera generación, cuyos padres habían nacido en Pakistán, Afganistán o Marruecos, pero ellos eran ingleses. Hablaban un inglés perfecto con acento de la región. Ninguno tenía antecedentes. En otras palabras, eran imposibles de encontrar en un país con millones de personas de la misma etnia. Pero los encontraron y se impidieron los atentados porque el MI 5 tuvo un libro de claves que los ayudó.
«Mientras registraban las viviendas de algunos sospechosos, tras una serie de arrestos practicados en 2003 y a principios de 2004, se encontraron con ejemplares idénticos de un texto llamado el Libro de la prueba, de un escritor árabe del siglo IX llamado Al-Jahiz. Las dos ediciones tenían notas, todas en inglés, porque los acusados no hablaban una palabra de árabe entre ellos. Algunas de las notas de los dos ejemplares eran extraordinariamente parecidas. El MI5 fotocopió los libros, reemplazó los originales, liberó a los acusados y se pusieron a descifrar la clave.
– ¿Y cuándo compartieron esa información con el CNI?
– En octubre de 2004.
– ¿Y qué pasó con los atentados de Londres del 7 y el 21 de julio de 2005?
– Los ingleses creen que dejaron de utilizar el Libro de la prueba tras las elecciones de mayo de 2005.
– Y ahora creen haber descubierto un nuevo libro de claves -dijo Falcón-. ¿Y qué me dice del ejemplar nuevo del Corán encontrado en el asiento delantero de la Peugeot Partner?
– Creemos que preparaban otro libro de claves para dárselo a alguien.
– ¿Al imán Abdelkrim Benaboura?
– Todavía no hemos acabado de registrar su apartamento -dijo Pablo, encogiéndose de hombros.
– Pues les está llevando mucho tiempo.
– El imán vivía en un piso de dos dormitorios en El Cerezo, y las habitaciones están casi completamente llenas de libros, del suelo al techo.
– Sigo sin saber por qué quiere reclutar a Yacoub Diouri.
– Los yihadistas necesitan dar otro golpe importante. Algo a la escala del 11-S.
– Pero no tan a «pequeña escala» como los cientos de muertos de los trenes de Madrid y el metro de Londres -dijo Falcón, sin ser del todo capaz de tolerar ese nivel de objetividad.
– No estoy quitando importancia a esas atrocidades -dijo Pablo-. Sólo digo que fueron a escala distinta. Irá aprendiendo lo que es el trabajo de inteligencia a medida que lo haga, Javier; usted no está en primera línea viendo cómo matan a sus amigos. Eso influye en su manera de ver las cosas. Lo de Madrid tenía una meta específica y se hizo en un momento concreto. No fue algo grande y osado. Era sólo para decir: Esto es lo que podemos hacer. No es comparable a la operación que derribó las Torres Gemelas. No tuvieron que entrenarse para volar ni secuestrar. Sólo tuvieron que subirse a unos trenes y dejar unas mochilas. El aspecto más difícil de la operación fue comprar y entregar los explosivos, y sabemos que les ayudaron delincuentes de medio pelo del país.
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