– ¿Tienes que creer en Dios? -preguntó Falcón.
– Tienes que creer en el dios verdadero -dijo Flowers-. Has de ser cristiano. Eso no significa que no compren empresas de capital hindú, musulmán, budista o sintoísta, si es que las llaman así, sólo significa que no pasan a formar parte de I4IT. Les sacan lo que querían, y si siguen teniendo valor, las venden, y si no, dejan que se pudran.
– Unos cristianos implacables -dijo Falcón.
– Cruzados sería una buena palabra -dijo Flowers-. Unos cruzados a los que les va muy bien. Los activos de I4IT en todo el mundo superan los 12.000 millones de dólares. En el primer trimestre de este año han declarado unos beneficios de 375 millones de dólares.
– ¿Y en el aspecto político?
– Fallenbach y Havilland son miembros de la derecha cristiana, y por tanto profundamente republicanos. Sus valores se basan en la religión. Siempre y cuando practiques la misma religión creen que puede haber entendimiento mutuo. Si uno es musulmán y el otro cristiano, siempre habrá diferencias fundamentales que impedirán una comunicación perfecta. De los ateos ya ni hablamos, lo que significa que los comunistas son inaceptables. Los agnósticos todavía podrían ser «salvados»…
– ¿Se habla de esto en la reuniones de la junta directiva antes de adquirir una empresa?
– Naturalmente. Se toman su cultura empresarial muy en serio, y la religión es la base de esa cultura. Allí donde pueden evitarlo, no emplean mujeres, y si no es posible, las mantienen en el mínimo legal. No contratan homosexuales. Dios odia a los maricas… ¿lo recuerdas, Javier?
– No recuero ese versículo de la Biblia.
– Su éxito y su rentabilidad son la prueba de que van por buen camino.
– ¿Hasta qué punto son activos fuera de su empresa?
– Que sepamos -dijo Flowers-, se limitan a no hacer negocios con gente cuyos principios no comparten. De modo que si producen muchos equipos de ultrasonidos, por ejemplo, no los venden a clínicas que practiquen abortos. Por lo que se refiere a movimientos activos antirreligiosos, no hemos oído nada.
– ¿No te parece raro que Informaticalidad utilizara ese piso para sus sesiones creativas?
– Si quieres saber lo que me parece raro, te lo diré: que las empresas y los gobiernos se gasten miles de millones de dólares y euros en consultor las de gestión, que les dan consejos tan de sentido común que mi abuela podría impartírselos gratis. Informaticalidad parece una empresa que no se anda con chorradas y que ha encontrado una solución más barata, y probablemente más productiva, que al final les da beneficios. Ahora bien, si puedes colocar a alguno de estos creativos de Informaticalidad en la mezquita, eso es otra historia…
– De momento no -dijo Falcón-. Otra cosa: ¿tienes alguna información sobre una organización llamada VOMIT?
– VOMIT… Sí, he visto su página web. Pensábamos que las siglas querían decir Victims of Muslim and Islamic Terror hasta que uno de nuestros operadores se dio cuenta de que era español. De lo único de lo que se les puede acusar es de presentar sólo un lado de la historia, pero eso es una cuestión de desequilibrio. No es un delito. No hay incitación a la venganza, ni instrucciones para fabricar bombas, ni adiestramiento con armas ni reclutamiento activo «para una causa».
– Si son sólo unos colgados con cuatro teléfonos y un ordenador es una cosa -dijo Falcón-, y otra muy distinta si se trata de una empresa con miles de millones de dólares y recursos en todo el mundo.
– En primer lugar, no veo la relación. En segundo, tendría que haber una amenaza más patente para que nos pusiéramos a escarbar en VOMIT. Y de todos modos, Javier, ¿por qué estás husmeando en los flecos más estrambóticos de este atentado en lugar de ir al meollo? Quiero decir, VOMIT, I4IT…
– En este momento el meollo de este atentado se encuentra debajo de unos miles de toneladas de escombros -dijo Falcón-. Informaticalidad era una parte del escenario exterior a la mezquita que no se puede pasar por alto. Quienes han metido a VOMIT en el asunto han sido los del CNI. En la mezquita han ocurrido algunas cosas sospechosas que no han sido adecuadamente explicadas.
– ¿Cómo qué?
Falcón le habló de los inspectores del ayuntamiento, de la caja de fusibles fundida y de los electricistas.
– Sé lo que estás pensando -dijo Flowers.
– No, no lo sabes -dijo Falcón-, porque yo todavía no me he decidido por ninguna conjetura. Sólo mantengo la mente abierta. Sabemos que dos sospechosos de terrorismo, Djamel Hammad y Smail Saoudi, hicieron varias entregas en la mezquita, que podrían ser material inofensivo o explosivos para fabricar bombas. En la parte de atrás de su furgoneta se encontró un depósito de hexógeno… o ciclonita, como vosotros lo llamáis…
– Joder, Javier -dijo Flowers, incorporándose-. ¿Y eso no te parece una prueba?
– Tiene mala pinta -dijo Falcón-, pero no estamos hablando de la pinta que tiene. Hemos de ir más allá de las apariencias.
– ¿Te queda algo más de whisky? Le estoy cogiendo el gusto a este carbón líquido.
Falcón le llenó el vaso y él se sirvió otra manzanilla. Se reclinó. Siempre que hablaba con Mark Flowers se sentía igual: estúpido y timado.
– Sabes, Mark -dijo Falcón-, todavía no me has dicho nada que no pudiera haber averiguado por mí mismo estando media hora en internet, mientras que yo te he contado… todo. Sé que te gusta tenerme siempre en ascuas, pero esta vez agradecería un poco de ayuda. ¿Por qué no me hablas de MILA, o del imán Abdelkrim Benaboura?
– Hay una buena razón para que yo no te dé tanta información como tú a mí -dijo Flowers, que dejó pasar esos nombres sin pestañear-. Yo dirijo una delegación que cubre el sur de España y sus relaciones con Marruecos, Argelia y Túnez. No tengo ni idea de lo que pasa en Madrid, el norte de España o el sur de Francia. Sólo veo una parte muy pequeña del conjunto. Londres, París, Roma y Berlín también hacen sus aportaciones, pero a mí no me llegan. Al igual que tú, yo sólo doy información.
– Lo dices como si tu trabajo fuera muy pasivo.
– Me llega información de todo tipo de fuentes -dijo Flowers-, pero he de ir con mucho cuidado con cómo la utilizo. El espionaje es un juego, pero nunca se me olvida que se juega con personas reales que pueden morir. De modo que sólo te doy información que no te ponga en peligro, ni tampoco a mis otras fuentes. Si albergo alguna duda, no te la doy. Alégrate de que no esté al frente de una delegación de alto riesgo.
– Pues no sabes cómo te lo agradezco. Y ahora, ¿por qué no me hablas de los Mártires Islámicos para la Liberación de Andalucía?
– La primera vez que oí hablar de ellos fue el año pasado, y todavía no eran Los Mártires, sino sólo El Movimiento. Mi fuente argelina me dijo que eran una facción descontenta de la GIA argelina, el Grupo Islámico Armado, que habían pasado a Marruecos y se habían unido a un grupo del país, cuya meta en aquella época era la liberación de las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Los argelinos aportaron una red con operativos ya instalados en Madrid, Granada, Málaga y Valencia.
– ¿Y Sevilla no?
– A eso quiero llegar -dijo Flowers-. Mi fuente me dijo que lo que los marroquíes podían aportar era dinero. Tenían mucho efectivo obtenido en sus relaciones en el comercio del hachís en las montañas del Rif, pero carecían de una red organizada y de estrategia. Ceuta y Melilla son enclaves pequeños, bien protegidos y bien abastecidos desde España. Los argelinos vieron el dinero y les dijeron que fueran más ambiciosos. Que liberaran Andalucía, cortaran la línea de abastecimiento de Ceuta y Melilla, y ese rincón occidental del reino islámico volvería a estar unido.
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