Robert Wilson - Los asesinos ocultos

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Una terrible explosión en un edificio de Sevilla ha causado la muerte de varios ciudadanos. Cuando se descubre que los bajos de la edificación alojaban una mezquita, los temores que apuntan a un atentado terrorista se imponen. El miedo se apodera de la ciudad: bares y restaurantes se vacían, se multiplican las falsas alarmas y las evacuaciones.
Sometido a la presión tanto de los medios En Escocia en pleno siglo XIV, el clan de los Fitzhugh asesina a toda la familia de Morganna Kil Creggar, la protagonista de esta novela pasional, humorística y llena de fuerza. Alta, delgada y atractiva, Morganna jura venganza por este acto al clan enemigo y, para llevar a cabo su cometido, se viste de chico y se hace llamar Morgan. Ello le brinda la oportunidad de trabajar como escudero para Zander Fitzhugh, un miembro del clan y caballero empeñado en unificar su tierra y liberarla del dominio inglés, como del sector político, el inspector Javier Falcón descubre que el terrible suceso no es lo que parece. Y cuando todo apunta a que se trata de una conspiración, Falcón descubre algo que le obligará a dedicarse en cuerpo y alma a evitar que se produzca una catástrofe aún mayor más allá de las fronteras españolas.

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– ¿Han hablado con las víctimas del atentado de Madrid? -preguntó Falcón.

– No hay ninguna intención de venganza que los una. Su cólera la dirigieron contra nuestros políticos, no contra los norteafricanos en general ni contra los islamistas fanáticos en especial. Casi todas las víctimas comprendieron que también habían muerto muchos musulmanes en los atentados. Lo vieron como un acto de terror indiscriminado, con un objetivo político.

– ¿Saben algo de VOMIT?

– Sí, pero ninguno dijo que intentaría afiliarse si existiera -dijo Juan-. No obstante, sabemos que existen muchos grupos fanáticos de derechas con opiniones extremadamente racistas y que están en contra de la inmigración. Los tenemos vigilados. La policía se encarga de sus actividades a nivel local. No se sabe que dispongan de organización a nivel nacional ni que hayan planeado ni llevado a cabo atentados de esta magnitud.

– ¿Y grupos religiosos?

– Algunos de estos grupos de ultraderecha tienen elementos religiosos. Si se anuncian de alguna manera, los conocemos. Lo que nos preocupa es que hayan podido aprender de los que consideran sus enemigos.

– O sea -dijo Calderón-, que hay otra hipótesis posible: un ataque organizado contra la comunidad musulmana. ¿Se basa sólo en eso? ¿En que ha llegado el momento de que haya una reacción contra el terrorismo islámico?

– Cada atrocidad terrorista es única -comentó Juan-. Porque las circunstancias de cada momento son también únicas. Cuando se produjo el atentado del 11 de marzo, el gobierno de Aznar esperaba que ocurriera un atentado de ETA poco antes de las elecciones. Un par de meses antes de Nochebuena, se descubrieron dos bombas de 25 kilos en el Intercity Irún-Madrid. Ambas bombas eran dispositivos clásicos de ETA, y estaban programadas para estallar dos minutos antes de que llegaran a la estación de Chamartín. Encontraron otra bomba de ETA en la vía de la línea Zaragoza-Caspe-Barcelona, programada para estallar en la Nochevieja de 2003. El 29 de febrero de 2004, como sabemos todos los que estamos aquí, la Guardia Civil interceptó a dos miembros de ETA en una furgoneta de transporte que contenía 536 kilos de Titadine con destino Madrid. Todo apuntaba a un importante atentado a la red ferroviaria antes de las elecciones del 14 de marzo de 2004, planeado y llevado a cabo por ETA.

– Esa era la información, y el CNI envió la extrapolación al gobierno -dijo Calderón, para remachar el clavo.

– Y era errónea, juez Calderón. Nos equivocamos -dijo Juan-. Incluso después de oír las cintas del Corán encontradas en la Renault Kangoo cerca de la estación de Alcalá de Henares, y de descubrir detonadores que ETA nunca había utilizado, y averiguar que el explosivo no era Titadine, que es el que suele usar ETA, sino Goma 2 ECO, seguíamos sin poder creer que ETA no estuviera detrás. Eso es lo que quiero destacar, y por eso en este atentado hemos de considerar todas las hipótesis posibles y no permitir que los prejuicios nos nublen el entendimiento. Debemos trabajar, paso a paso, hasta que la inflexible línea de la lógica nos lleve a los autores.

– Pero no podemos tener a la gente en ascuas mientras investigamos -dijo el juez Calderón-. Los medios de comunicación, los políticos y el público necesitan saber que se está haciendo algo, que su seguridad está garantizada. El terror alimenta la confusión…

– Esa es la responsabilidad del comisario Elvira, que está al frente de la investigación, y de los políticos -dijo Juan-. Nuestro trabajo es asegurarnos de que cuentan con la información correcta. Ya hemos comenzado a considerar este atentado desde una perspectiva histórica: las bombas en los bloques de Moscú, el descubrimiento de parafernalia islámica en la furgoneta blanca. Eso es algo que no nos podemos permitir.

– Los medios de comunicación ya están al corriente de lo que se encontró en la furgoneta -dijo Calderón-. No podemos impedir que saquen sus conclusiones.

– ¿Y cómo lo saben? -dijo Juan-. Había un cordón policial.

– No lo sabemos -dijo Calderón-, pero en cuanto sacaron el vehículo y dejaron entrar a los periodistas en el aparcamiento, el comisario Elvira y yo tuvimos que eludir preguntas acerca del hexógeno, los dos ejemplares del Corán, el pasamontañas, el fajín islámico y muchas otras cosas que ni siquiera estaban en la furgoneta.

– Había mucha gente en ese aparcamiento -dijo Falcón-. Mis agentes, la policía científica, los artificieros, los que se llevaron el vehículo, todos estaban cerca la primera vez que lo inspeccionamos. Los periodistas hacen su trabajo. Tampoco las cámaras debían acercarse a los cadáveres de los niños de la guardería, pero uno de ellos consiguió filmarlos.

– Como ya hemos visto antes -dijo Juan, conteniendo su irritación-, es muy difícil eliminar las primeras impresiones de la mentalidad de la gente. Sigue habiendo millones de estadounidenses que aún creen que Saddam Hussein fue responsable de una manera u otra del 11-S. Ahora casi todos los sevillanos creerán que han sido víctimas de un ataque islamista, y a lo mejor ni podemos acercarnos a confirmar la verdad hasta que no entremos en la mezquita, y los trabajos de demolición pueden durar días.

– Quizá deberíamos fijarnos en las circunstancias singulares que han conducido a este hecho -dijo Falcón-, y también mirar al futuro, para ver si este atentado pretende influir en algo. Por lo que a mí respecta, la única razón por la que llegué tan pronto a la escena del crimen fue porque estaba en el Instituto Forense, comentando la autopsia de un hombre que encontraron en el vertedero principal de las afueras de Sevilla.

Falcón les dio los detalles del cuerpo sin identificar.

– Por supuesto, es posible que este asesinato y el atentado no estén relacionados -dijo Falcón-. No obstante, no tiene parangón en la historia criminal de Sevilla, y no parece la obra de una sola persona, sino de un grupo de asesinos que se han tomado muchas molestias para evitar que se le identificara.

– ¿Ha habido otros asesinatos en los que se haya intentado evitar la identificación del mismo modo? -preguntó Juan.

– No este año en España, según el ordenador de la policía -dijo Falcón-. Aún no lo hemos comprobado con la Interpol. Es una investigación muy reciente.

– ¿Hay elecciones cercanas?

– Las elecciones al Parlamento Andaluz se celebraron en marzo de 2004 -dijo Calderón-. Las municipales fueron en 2003, así que no habrá votaciones hasta marzo. En la actualidad el ayuntamiento es socialista.

Juan sacó del bolsillo un papel doblado.

– Antes de salir de Madrid recibimos una llamada del CGI, que acababa de ser informado de que el director del ABC había recibido una carta con matasellos de Sevilla. En la carta había una hoja de papel y un texto impreso en español. Hemos descubierto que el texto pertenece a Abdulá Azzam, un predicador más conocido por ser uno de los principales ideólogos de la resistencia afgana durante la invasión rusa. Dice lo siguiente: «Esta misión no acabará con la victoria en Afganistán; la yihad seguirá siendo una obligación individual hasta que todas las tierras que fueron musulmanas nos sean devueltas, a fin de que el Islam vuelva a reinar: nos quedan Palestina, Bojara, Líbano, Chad, Eritrea, Somalia, Filipinas, Birmania, Yemen del Sur, Tashkent…» -Hizo una pausa, mirando a su alrededor- «y Andalucía».

10

Sevilla. Martes, 6 de junio de 2006, 13:45 horas

La noticia de que se había encontrado otro cadáver entre los escombros interrumpió la reunión. Calderón se fue de inmediato. Los tres hombres del CNI hablaron entre ellos con vehemencia, mientras Falcón y Elvira planificaban la investigación. El inspector jefe Barros del CGI tenía la mirada fija en el suelo, y los músculos de su mandíbula barruntaban alguna nueva humillación. Al cabo de diez minutos los del CNI hablaron con Elvira. A Falcón y Barros les pidieron que salieran. Barros comenzó a medir el pasillo a pasos, evitando a Falcón. Unos momentos después Elvira hizo entrar a Falcón, y los del CNI se dirigieron hacia la puerta, afirmando que llevarían a cabo un registro detallado del piso del imán Abdelkrim Benaboura.

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