– Pero en el Viejo Testamento, Bethel se convierte en rival de Jerusalén como centro religioso.
– Justamente. Otra pista sutil que Saunière dejó tras de sí. Hay incluso más en el interior.
Todos habían dormido hasta tarde, y se habían levantado hacía sólo treinta minutos. Stephanie había ocupado el dormitorio de su marido, y seguía allí dentro con la puerta cerrada cuando Malone sugirió que él y Mark se dirigieran a la iglesia. Quería hablar con el joven sin que Stephanie rondara cerca, y quería darle tiempo a ella para que se calmara. Sabía que estaba buscando pelea, y más tarde o más temprano su hijo iba a tener que enfrentarse con ella. Pero creía que retrasar esta inevitable situación podía ser una buena idea. Geoffrey se había ofrecido a venir, pero Mark le dijo que no. Malone había notado que Mark Nelle quería hablar a solas con él también.
Se adentraron en el pasillo.
La iglesia era de nave única y techo alto. Un espantoso diablo esculpido, en cuclillas, vestido con una túnica verde y haciendo una mueca sonriente bajo el peso de una pila de agua bendita, los saludó.
– En realidad es el demonio Asmodeo, no el diablo -dijo Mark.
– ¿Otro mensaje?
– Parece que usted lo conoce.
– Un custodio del secreto, si no recuerdo mal.
– Recuerda bien. Mire el resto de la fuente.
Encima de la pila de agua bendita cuatro ángeles, cada uno de ellos representando una parte separada del signo de la cruz. Debajo estaba escrito par ce signe tu le vaincras. Malone tradujo del francés. «Con este signo lo vencerás.»
Conocía el significado de estas palabras.
– Eso es lo que Constantino dijo cuando luchó por primera vez con su rival Majencio. Según la historia, parece que vio una cruz sobre el sol con dichas palabras blasonadas bajo él.
– Pero hay una diferencia. -Mark señaló las esculpidas letras-. No decía «lo» en la frase original. Sólo «Con este signo vencerás».
– ¿Es importante eso?
– Mi padre descubrió una antigua leyenda judía que hablaba de cómo el rey consiguió impedir que los demonios interfirieran en la construcción del Templo de Salomón. Uno de esos demonios, Asmodeo, era controlado mediante la obligación de cargar agua… el único elemento que despreciaba. De modo que el simbolismo encaja bastante bien. Pero el «lo» de la cita fue claramente añadido por Saunière. Algunos dicen que el «lo» es simplemente una referencia al hecho de que humedeciendo un dedo en el agua bendita y haciendo la señal de la cruz, como hacen los católicos, el demonio («lo») sería vencido. Pero otros han observado la situación de la palabra en la frase francesa Par ce signe tu le vaincras. La palabra le, «lo», representa la decimotercera y decimocuarta letras. 1314.
Recordó su lectura del libro sobre los templarios.
– El año en que Jacques de Molay fue ejecutado.
– ¿Coincidencia? -dijo Mark encogiéndose de hombros.
Se habían arremolinado unas veinte personas tirando fotos y admirando la chillona imaginería, que rezumaba una alusión oculta. Algunas vidrieras, sus reflejos avivados por el brillante sol, aparecían alineadas en las paredes exteriores, y él contempló las escenas. María y Marta en Betania. María Magdalena encontrando al Cristo resucitado. La resurrección de Lázaro.
– Es como una casa encantada teológica -susurró.
– Es una forma de decirlo.
Mark se acercó al suelo ajedrezado situado ante el altar.
– La entrada de la cripta está ahí, justo ante la reja de hierro forjado, oculta mediante las baldosas. Hace unos años algunos topógrafos franceses efectuaron un estudio con radar capaz de penetrar el suelo del edificio y consiguieron hacer algunos sondeos antes de que las autoridades locales los detuvieran. Los resultados mostraban una anomalía subterránea bajo el altar que bien podía ser una cripta.
– ¿No se hicieron excavaciones?
– No hubo manera de que lo permitieran. Demasiados riesgos para la industria turística.
Sonrió.
– Es lo mismo que Claridon dijo ayer.
Se instalaron en uno de los bancos.
– Una cosa es segura -susurró Mark-. No vamos a encontrar ningún tesoro aquí. Pero Saunière utilizó esta iglesia para comunicar lo que él creía. Y por todo lo que he leído sobre ese hombre, dicho acto encaja con su descarada personalidad.
Malone observó que nada de lo que le rodeaba era sutil. La excesiva coloración y el sobredorado echaban a perder toda posible belleza. Entonces otro aspecto se puso de manifiesto. No había nada coherente. Cada expresión artística, desde las estatuas a los relieves, pasando por las vidrieras, era individual… sin relación con el tema, como si la semejanza fuera de algún modo ofensiva.
Una extraña colección de santos esotéricos le miraba desde arriba con expresiones indiferentes, como si ellos también se sintieran embarazados por sus chillones detalles. San Roque mostraba un muslo llagado. Santa Germana dejaba caer un puñado de rosas de su delantal. Santa Magdalena sostenía una vasija de extraña forma. Por más que lo intentaba, Malone no conseguía sentirse cómodo. Había estado dentro de muchas iglesias europeas y la mayor parte de ellas rezumaba un profundo sentido del tiempo y la historia. Ésta parecía tan sólo repeler.
– Saunière dirigió cada detalle de la decoración -estaba diciendo Mark-. Nada se colocaba aquí sin su aprobación. -Señaló una de las estatuas-. San Antonio de Padua. Le oramos a él cuando buscamos algo perdido.
Malone captó la ironía.
– ¿Otro mensaje?
– Evidentemente. Mire las estaciones del Vía Crucis.
Las tallas empezaban en el púlpito, siete a lo largo de la pared norte y luego otras siete en el sur. Cada una era un bajorrelieve lleno de color que describía un momento de la crucifixión de Cristo.
Su brillante pátina y sus ingenuos detalles parecían insólitos para algo tan solemne.
– Son extrañas, ¿no? -preguntó Mark-. Cuando fueron instaladas en 1887, eran corrientes para esta zona. En Rocamadour, hay una serie casi idéntica. La casa Giscard de Toulouse hizo las unas y las otras. Estas estaciones han sido interpretadas de muchas maneras. Algunos conspiradores pretenden que tienen origen masónico o son realmente alguna especie de mapa del tesoro. Nada de eso es cierto. Pero hay mensajes en ellas.
Malone se fijó en algunos de los aspectos curiosos. El muchacho negro esclavo que sostenía el cuenco para lavarse las manos de Pilatos. El velo que llevaba Pilatos. Una trompeta que se hacía sonar cuando Cristo caía cargando la cruz. Tres platos de plata sostenidos en alto. El niño que se enfrentaba a Cristo, envuelto en un manto de tela escocesa. Un soldado romano tirando los dados por las vestiduras de Cristo, los números tres, cuatro y cinco visibles en las caras.
– Mire la estación catorce -dijo Mark, haciendo un gesto hacia la pared sur.
Malone se puso de pie y anduvo hacia la parte delantera de la iglesia. Las velas parpadeaban ante el altar, y enseguida observó el bajorrelieve de debajo. Una mujer -María Magdalena, supuso- llorando, arrodillada en una gruta ante una cruz formada por dos ramas. Un cráneo descansaba en la base de la rama, e inmediatamente Malone se acordó del cráneo de la litografía que viera la noche anterior en Aviñón.
Se dio la vuelta y examinó la imagen de la última estación del Vía Crucis, la número 14, que describía el cuerpo de Cristo transportado por dos hombres en tanto tres mujeres eran presa de las lágrimas. Tras ellos se levantaba una escarpadura rocosa sobre la cual pendía una luna llena en el cielo nocturno.
– Jesús transportado a la tumba -le susurró a Mark, que se le había acercado por detrás.
– Según la ley romana, a un crucificado nunca se le permitía ser enterrado. Esa forma de ejecución estaba reservada solamente para aquellos encontrados culpables de crímenes contra el imperio. La idea era que el acusado muriera lentamente en la cruz, que la muerte tardara en llegar varios días, y todos pudieran verlo. El cuerpo era abandonado a las aves carroñeras. Sin embargo, al parecer, Pilatos concedió el cuerpo de Cristo a José de Arimatea para que pudiera ser enterrado. ¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué?
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