Steve Berry - La profecía Romanov

Здесь есть возможность читать онлайн «Steve Berry - La profecía Romanov» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La profecía Romanov: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La profecía Romanov»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El 16 de julio de 1918 el Zar Nicolás II y toda la familia imperial son ejecutados a sangre fría, pero cuando en 1991 se inhuman sus restos se descubre que faltan los cadáveres de dos de los hijos del Zar. Hoy, tras la caída del comunismo, el pueblo rusa ha decidido democráticamente el regreso de la monarquía. Una Comisión especial queda a cargo de que el nuevo Zar sea escogido entre varios familiares distantes de Nicolás II. Cuando el abogado norteamericano Miles Lord es contratado para investigar a uno de los candidatos, se ve envuelto en una trama para descubrir uno de los grandes enigmas de la Historia: qué le sucedió realmente a la familia imperial. Su única pista es un críptico mensaje en los escritos de Rasputín que anuncia que aquel cruento capítulo no será el último en la leyenda de los Romanov.

La profecía Romanov — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La profecía Romanov», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Yo la remato -dijo Maks, dando vuelta al fusil para utilizar la bayoneta.

Afortunadamente, el lituano pasó a ocuparse de otro cuerpo, sin discutir nada.

¡Alto! - vociferó Yurovsky.

La habitación quedó en una extraña quietud. Cesó el destrozo de carne humana. Cesaron los disparos. Cesaron los ayes. Quedaron doce siluetas de hombre en el humo denso, y la lámpara eléctrica que colgaba del techo parecía el sol en una tempestad.

Abrid las ventanas para que se disperse el humo - dijo Yurovsky -. No se ve ni puñetas. Luego tenéis que comprobarles el pulso a todos e informarme.

Maks se dirigió directamente a Anastasia. Tenía pulso, ligero y débil.

¡Gran duquesa Anastasia! -gritó -. ¡Muerta!

Otros guardias informaron de otras muertes. Maks se acercó al zarevich y apartó a Nicolás. Le encontró el pulso al muchacho. Latía con fuerza. Puso en duda que le hubiera acertado algún disparo.

¡Zarevich! ¡Muerto!

¡Hasta nunca, hijoputa! - dijo uno de los lituanos.

Tenemos que deshacernos rápidamente de los cadáveres - dijo Yurovsky -. La habitación tiene que estar limpia antes de que amanezca.

El jefe se plantó ante uno de los rusos.

Ve al piso de arriba y tráete unas sábanas - le dijo; y, tras darle la espalda, prosiguió -: Empezad a sacar los cuerpos.

Maks vio que un lituano agarraba a una de las grandes duquesas. No supo bien cuál de ellas.

Mirad - dijo aquel hombre.

La atención de todos se concentró en el cuerpo ensangrentado de la muchacha. Maks se acercó, como hicieron los demás. Acudió Yurovsky. Un diamante resplandecía por entre los jirones del corsé. El jefe se inclinó y llevó los dedos a la joya. Luego, agarró una bayoneta e hizo una incisión en el corsé, para luego apartar la prenda del torso. Cayeron más joyas, que quedaron varadas en la sangre del suelo.

Las joyas las protegían de las balas - dijo Yurovsky-. Estas hijas de puta se las habían cosido a la ropa.

Varios de los hombres, percatándose de que una verdadera fortuna yacía a sus pies, hicieron amago de acercarse a las mujeres.

– ¡No! -gritó Yurovsky -. Luego. Pero tenéis que hacerme entrega de todo lo que se encuentre. Es propiedad del Estado. Al que se quede con un solo botón le pego un tiro. ¿Está claro?

Nadie dijo una palabra.

Llegó el ruso con las sábanas. Maks sabía que Yurovsky tenía prisa en extraer los cadáveres de la casa. Acababa de dejarlo muy claro. Sólo faltaban unas horas para que amaneciese, y el Ejército Blanco estaba en las afueras de la ciudad, acercándose a toda prisa.

El primer cadáver que envolvieron fue el del Zar. Lo llevaron al camión que aguardaba fuera.

Una de las grandes duquesas fue arrojada a una camilla. De pronto, la chica se incorporó y se puso a gritar. El horror se apoderó de todos. Se habría dicho que el cielo se les enfrentaba. Ahora estaban abiertas las puertas y las ventanas de la casa, de modo que no cabía utilizar las armas de fuego. Yurovsky cogió uno de los rifles, se apoyó la culata en la palma de la mano y hundió la bayoneta en el cuerpo de la chica. La hoja apenas penetró. Yurovsky le dio la vuelta al fusil y lo utilizó por la culata. Maks oyó el ruido del cráneo al quebrarse. A continuación, el jefe hundió la bayoneta en el cuello de la chica y hurgó en la herida. Hubo un gorgoteo y por el desgarrón manó la sangre. Luego cesó todo movimiento.

– Sacad a estas brujas de aquí -masculló Yurovsky -. Están poseídas.

Maks se acercó a Anastasia y la envolvió en una de las sábanas. Un estrépito llegó del zaguán. Había vuelto a la vida otra de las grandes duquesas, y Maks vio con el rabillo del ojo que varios hombres se ensañaban con ella, a culatazos y cuchilladas. Aprovechó la distracción para trasladar al zarevich, que aún yacía sobre la sangre de sus padres.

Se agachó para acercarle los labios:

– Pequeño.

El chico abrió los ojos.

No hagáis ruido alguno. Tengo que llevaros al camión. ¿Comprendido?

Una leve seña de asentimiento.

– No hagáis ningún ruido, no os mováis, si no queréis que os hagan pedazos.

Envolvió al chico en la sábana y los sacó a ambos, Anastasia y él, a la calle, llevando a cada uno en un hombro. Tenía la esperanza de que la gran duquesa no despertara de su desmayo. También de que nadie le tomara el pulso. Una vez fuera, pudo comprobar que a los guardas les interesaba mucho más lo que iban encontrando en los cadáveres. Relojes, anillos, brazaletes, pitilleras y joyas.

– Repito -dijo Yurovsky-. O lo devolvéis todo, u os pego un tiro. Abajo había un reloj que ha desaparecido. Voy a buscar el último cuerpo. Cuando vuelva, el reloj tiene que haber aparecido.

Nadie puso en duda lo que ocurriría, en caso contrario, y uno de los lituanos se sacó el reloj del bolsillo y lo arrojó a la pila que formaba el resto del botín.

Yurovsky volvió con el último cadáver. Lo arrojaron a la trasera del camión. El jefe traía una gorra militar en la mano.

– Es la del Zar -dijo, encasquetándosela a uno de los ejecutores-. Te queda estupendamente.

Los demás se echaron a reír.

– Les costó trabajo morirse -dijo uno de los lituanos.

No es fácil matar a la gente -contestó Yurovsky, con la mirada puesta en el camión.

Tendieron una lona sobre la trasera del camión, ocultando los cuerpos, tras haberles colocado debajo unas cuantas sábanas que empaparan la sangre. Yurovsky designó a cuatro de sus hombres para que fueran con el camión; luego se acercó él a la cabina y se subió. Los restantes miembros del pelotón de ejecución se fueron dispersando, cada uno a su puesto asignado. Maks no estuvo entre los elegidos para subir a la trasera del camión, de manera que se acercó a la ventanilla del lado del pasajero.

– Camarada Yurovsky, ¿puedo ir también? Me gustaría contribuir a que todo esto terminara.

Yurovsky giró el corto cuello. De noche parecía aún más oscuro. Barba negra. Pelo negro. Chaqueta negra de cuero. Lo único que Maks alcanzaba a verle era el blanco de los ojos, tras una mirada escalofriante.

– ¿Por qué no? Sube con los otros.

El camión salió de la casa de Ipatiev por la puerta del patio delantero. Uno de los otros hombres cantó la hora: las tres de la madrugada. Tendrían que darse prisa. Alguien sacó dos botellas de vodka y las puso en circulación entre los hombres que iban en la trasera del camión, con los cadáveres. Maks sólo tomó unos pequeños tragos.

Lo habían enviado a Ekaterimburgo a organizar la fuga. Entre los generales del Estado Mayor del Zar los había que se tomaban en serio su juramento de fidelidad a la Corona. Llevaban meses circulando rumores de que la suerte de la familia imperial estaba echada. Pero hasta el último día no había comprendido Maks la frase en todo su alcance.

Puso la mirada en el montón de cadáveres que había bajo la lona. Había colocado al chico y a su hermana casi en lo alto del todo, debajo de su madre. Se preguntó si el zarevich lo habría reconocido. Quizá fuera por eso por lo que se había quedado quieto.

El camión pasó junto al hipódromo de las afueras de la ciudad. Dejó atrás ciénagas, pozos, minas abandonadas. Más allá de la fábrica del Alto Isetsk, una vez cruzada la vía del tren, la carretera se adentraba en un espeso bosque. Tres kilómetros más tarde volvió a verse la vía del tren. Las únicas construcciones a la vista eran las casetas atendidas por los ferroviarios, que a aquella hora dormían todos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La profecía Romanov»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La profecía Romanov» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La profecía Romanov»

Обсуждение, отзывы о книге «La profecía Romanov» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x