Victoria me dijo que las criaturas habían empezado a rasgarse la carne, literalmente, a arrancársela de los huesos con sus propias garras. Habían dejado de luchar. Todos se habían encerrado en su propio mundo, en una especie de agonía de su propia piel.
Me explicó que la batalla se había reducido a una lluvia de flechas de nuestros guerreros y de las Cazadoras sobre las criaturas, para acabar con su miseria.
– Si los hubiéramos dejado sufrir no habríamos sido mejores que ellos -dijo Victoria.
Así pues, la batalla había terminado en piedad.
Todavía quedaba el problema de qué hacer para ayudar a las mujeres que tenían fetos de los Fomorians en el vientre, pero Carolan estaba trabajando diligentemente para solventarlo. Él me aseguró que, cuando las mujeres del Castillo de la Guardia llegaran al Templo de Epona, lo tendría todo preparado para ellas.
– Aaah, me aburro de estar en la cama -murmuré.
Y ni siquiera era una estancia en cama agradable, con mi guapísimo marido, sino una estancia de descanso para mi cabeza.
Me incorporé cuidadosamente, con la esperanza de que los vómitos y los mareos hubieran acabado. Aparte del mismo dolor de cabeza, parecía que estaba bien.
Así que me puse de pie.
Con suma prudencia, me acerqué a las ventanas de mi habitación y abrí una de ellas. Hacía una noche preciosa, cálida. Salí a mi jardín privado e inhalé profundamente el aroma de las madreselvas que florecían en todo su perímetro.
– ¡Lady Rhiannon! -exclamó una vocecita. Entonces, vi a una de mis ninfas acercándose tímidamente por el jardín para hacerme una reverencia.
– ¡Tarah! -dije. Me acerqué a ella y le di un abrazo que hizo que se ruborizara encantadoramente.
– ¡Mi señora! -dijo la muchacha, que me devolvió el abrazo con afecto, y continuó-: Las doncellas del establo me han pedido que os pregunte si estáis lo suficientemente bien como para acercaros allí. La niña, Kristianna, está preparada para montar a Epona.
– Eso es estupendo. Diles que iré enseguida.
– Me alegro de ver que os habéis recuperado, mi señora -dijo.
– Y yo también me alegro de ver que estás mejor.
La mayoría de las postillas se le habían desprendido de la cara y de los brazos, y me di cuenta de que la muchacha había sido afortunada. Salvo por unas cuantas marcas que se le borrarían de la piel con el tiempo, iba a recuperarse por completo de la viruela.
– Gracias, mi señora. Estoy impaciente por regresar a mis tareas.
Tímidamente, volvió la cara hacia un lado, y yo me quedé embelesada al ver su perfil. La muchacha me recordó de repente a Terpsícore, tanto, que se me llenaron los ojos de lágrimas.
– Cariño, ¿has pensado alguna vez en dedicarte a la danza?
Ella se sonrojó de alegría al responder, y exclamó en entusiasmo:
– ¡Oh, mi señora, yo sólo pienso en la danza!
Por intuición, supe que la Encarnación de la Musa mártir aprobaría aquella joven sucesora.
– No tengas prisa, pero cuando te sientas con fuerzas de nuevo, ven a verme. Hablaremos más de tus sueños.
Dejé que parloteara alegremente mientras íbamos hacia la salida que la llevaría en dirección a los establos.
– Recuerda -le dije yo, después de que se hubiera adelantado para anunciar que se acercaba la Elegida de Epona-, ven a verme cuando estés recuperada por completo.
– ¡Lo haré, mi señora!
– ¿Estás pensando en ayudar a Thalia a reorganizar el Templo de la Musa? -me preguntó la voz de terciopelo de ClanFintan desde las sombras.
– En realidad, estaba pensando más en Terpsícore, y en lo que ella hubiera querido -respondí pensativamente.
Ladeé la cabeza y lo vi acercarse a mí. La suave luz del atardecer favoreció su rostro, aunque no lo necesitara. Sus músculos poderosos se movieron con suavidad, y sus heridas recientes le conferían un aspecto de chico malo.
Me apartó un rizo de la cara.
– Por favor, no me preguntes cómo me siento, ni me ordenes que vuelva a la cama -dije, y me di cuenta de que quizá estaba refunfuñando un poco.
– Estás en pie y caminas con seguridad -dijo él, y me olisqueó-. Y parece que no has estado vomitando últimamente.
– ¡No, demonios, no he vomitado en todo el día! -dije, refunfuñando de verdad.
Sin embargo, no pareció que amedrentara a ClanFintan.
– Entonces, ¿qué has estado haciendo?
– He estado pensando en avisar a Maraid para que Alanna pueda empezar a formar a una nueva ayudante para mí.
Él me miró con curiosidad.
– Para que no esté tan ocupada -le expliqué-. Así, Carolan y ella podrán pasar más tiempo juntos -dije, y alcé las manos como si estuviera sujetando el marco de una fotografía-. Veo… tres niñitas en su futuro.
Él se acercó y me rodeó la cintura con los brazos, y me levantó del suelo.
– ¿Y qué ves en nuestro futuro? -me preguntó.
Su voz sonó profunda, con un tono erótico que yo conocía bien, y que había echado de menos durante las últimas noches.
– Pues veo… -le mordisqueé la oreja, pensando que quizá un revolcón con mi marido podría ser la cura para mi dolor de cabeza- que se aproxima un Cambio esta noche.
Él se echó a reír y me besó.
– Me refiero a nuestros futuros hijos.
– ¡Hijos! -exclamé yo.
– Claro -dijo él con una carcajada-. Ciertamente, no hemos guardado celibato.
– Pero…
– ¿Acaso en tu antiguo mundo no os explicaban cómo se hacen los bebés? -me preguntó, con una mirada burlona.
– Pero… -repetí yo- ¿qué será?
– Niño o niña -contestó él inocentemente.
Yo le di un puñetazo en el pecho duro.
– ¿Caballo o humano?
– Bueno… -me sonrió y me besó la frente- sea lo que sea, tendrá un gran futuro como jinete.
Yo deslicé la mano entre nosotros, de modo que la dejé descansar sobre mi vientre relativamente plano. Me pareció notar un aleteo bajo la palma, y aparté la mano como si hubiera recibido una descarga eléctrica.
– ¿Un bebé? -pregunté, con la voz temblorosa.
– Tal vez estás sintiendo la promesa de lo que va a venir -dijo él, y me estrechó contra sí, envolviéndome con su calor.
– La promesa del futuro -dije.
– De nuestro futuro -me corrigió él.
– De nuestro futuro -repetí yo-. Me gusta.
– Y a mí, Shannon -susurró ClanFintan contra mis labios-. Y a mí.
P.C. Cast nació en 1960 en Watseka, Illinois, y creció repartiendo su vida entre Illionies y Tulsa, Oklahoma, que es donde ella se enamoró de los caballos Cuarto de Milla y de la mitología. Fue en Tulsa donde impartió clases de Inglés de secundaria y donde su hija, la también escritora Kristin Cast, es estudiante de su Universidad.
Su primer libro, Divine By Mistake, se publicó originalmente en 2001, ganó el Prisma, Holt Medallion, y Laurel Wreath, y fue finalista para National Readers’ Choice. Sus libros posteriores han ganado una gran variedad de premios.
En 2005, ella y su hija comenzaron a co-escribir la serie House of Night que han gozado de importante y creciente crítica y éxito comercial. En marzo de 2009, el quinto libro de su serie, Hunted , ocupó el número uno en la listas de best-seller de EE.UU. Los libros tienen lugar en un universo alternativo versión de Tulsa, habitado por los seres humanos y “vampyres”. En noviembre de 2008, Variety informó que los productores Michael Birnbaum y Jeremiah S. Chechik había obtenido los derechos para llevar al cine esta serie.
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