P.C. Cast - En El Lugar De La Diosa

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La única emoción que esperaba Shannon Parker de las vacaciones de verano era hacer unas cuantas compras. Sin embargo, recibió la llamada de un ánfora antigua y se vio transportada a Partholon, donde todos la trataron como a una diosa. Una diosa muy temperamental…
Sin saber cómo, Shannon había adoptado el papel de otra, se había convertido en la encarnación de la diosa Epona. Y, aunque eso tenía una ventaja (¿a qué mujer no le gustaban los lujos?), también conllevaba un matrimonio ritual con un centauro y la amenaza de muerte a su nuevo pueblo. Además, todo el mundo la odiaba, porque pensaban que era una simple doble de su diosa.
Shannon tenía que averiguar cómo podía volver a Oklahoma sin morir en el intento, sin contraer matrimonio con un centauro y sin volverse loca…

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– ¿Vas a darme ropa limpia para que pueda bañarme? -mi tono de voz era tan impaciente como yo.

– Sí. Por favor, acompañadme a los baños.

¡Los baños! ¡Completos, con papel higiénico! Estaba deseando experimentarlo. La seguí rápidamente.

Entrar en el baño fue como entrar al cielo. Era tan bello como lo recordaba, todo dorado y nebuloso a la luz de las velas, aunque los candelabros y apliques fueran calaveras. Varias ninfas se acercaron e hicieron reverencias, murmurando bienvenidas cuando yo entré.

– Gracias. Me alegro de haber vuelto.

Y lo decía en serio. Ellas sonrieron tímidamente, pero también con calidez. Me dirigí a la ninfa más alta, cuya belleza esbelta me recordaba a la de Staci, una de mis estudiantes favoritas de todos los tiempos. Cuando hablé, mi voz reflejó el afecto que sentía por su reflejo de mi propio mundo:

– Por favor, di en la cocina que ClanFintan va a cenar conmigo en mi habitación. Y diles que tengo muuucha haaambre.

– ¡Por supuesto, mi señora!

La ninfa Staci salió corriendo de los baños.

– Y, las demás, ¿podríais disculparnos? Quisiera estar a solas con Alanna.

Ellas hicieron una reverencia y se marcharon.

– ¡Qué bueno es poder relajarse! -dije, y observé cómo Alanna se ocupaba de preparar las cosas para mi baño-. Eh… mientras estás ocupada voy a… bueno… -señalé los servicios.

– Claro, mi señora.

Después de una experiencia que sólo puedo describir como satisfactoria, volví y comencé a quitarme la ropa sucia.

– Aj. Estas cosas están repugnantes -dije. Me senté junto a la piscina y me quité las botas-. Eh, ¿hay un jabón que huela como el jabón de arena del bosque? -pregunté. Alanna me miró sin comprender-. Ya sabes ése que huele a almendras y vainilla…

– Sí, mi señora, lo hay.

Entonces se dio la vuelta y comenzó a rebuscar entre los frascos que había junto al espejo. Cuando halló el que quería, se acercó a la piscina y vertió el contenido en el agua caliente. La suave fragancia del jabón se extendió por el ambiente con el vapor.

– Ése es -dije, y olisqueé con satisfacción mientras me quitaba los pantalones y aquel tanga desagradable. Con un suspiro de deleite, me metí en el agua-. Maravilloso.

– Sí, mi señora.

Entre el éxtasis del agua limpia y caliente, el comportamiento de Alanna penetró en mi mente. Abrí los ojos y la miré a través del vapor. Estaba recolocando los cepillos y los frascos de jabones y perfumes.

– Alanna.

Ella no se detuvo, sino que me respondió con la voz fría de una extraña.

– Sí, mi señora.

– Deja eso y ven aquí a hablar conmigo.

No quería que sonara como una orden, pero ella se irguió con tirantez y se acercó al borde de la piscina.

– ¿Qué es lo que deseáis que diga, mi señora?

– ¡Quiero saber por qué te comportas como si fuera una extraña! ¡O peor todavía, como si fuera Rhiannon!

La frustración que sentía hizo que hablara malhumoradamente.

– Como bien sabéis, soy vuestra sirvienta, mi señora. Me comporto como corresponde a mi lugar en vuestra morada -dijo, con la mirada baja.

– Tonterías. Creía que ya habíamos resuelto ese problema antes de que me marchara.

– Como digáis, mi señora.

– ¡Deja de llamarme tu señora! ¿Cuántas veces tengo que decirte que tú no eres mi esclava? ¡Eres mi amiga!

Finalmente, me miró. Estaba pálida y tensa, y tenía los ojos llenos de lágrimas.

– Suzanna es vuestra amiga, no yo.

– Pero tú eres igual que Suzanna, y no puedo evitar querer ser amiga tuya también.

Ella tomó aire profundamente.

– ¿Os habríais marchado a mitad de la noche, hacia el peligro y el horror, sin decírselo a vuestra Suzanna? ¿Y sin pedirle su ayuda ni sus plegarias?

Oh. Ahora lo entendía todo.

– No, no lo habría hecho.

– Así pues, ya veis, mi señora, no importa lo que digáis con vuestras palabras, vuestras acciones me demuestran que no somos amigas.

– Oh, Alanna, tienes mucha razón -dije. No podía creer que hubiera hecho tan mal las cosas.

– Es mejor que sigamos siendo ama y esclava -dijo ella con resignación.

– ¡No! No quería decir eso. Lo que quería decir es que tienes razón al estar enfadada conmigo. He sido una idiota.

– ¡Mi señora! Yo no podría estar enfa…

Entonces, la interrumpí.

– Claro que sí. Lo estás, y tienes razón. Yo se lo habría contado a Suzanna, y debería habértelo contado a ti. Me equivoqué. Por favor, perdóname y dame otra oportunidad.

Ella me miró con asombro, pero ya no tenía lágrimas en los ojos.

– Yo… yo…

– Siento haber herido tus sentimientos y haber conseguido que desconfiaras de mí.

– Os perdono.

Su expresión cambió al decir aquellas palabras, y en sus labios apareció una sonrisa tímida.

– ¡Bien! La próxima vez que vaya a cometer una locura, te avisaré. Así podremos preocuparnos juntas.

– Eso me gustaría.

– A mí también -dije. Con un suspiro, volví a relajarme dentro del agua, feliz por haberlo resuelto-. ¿Te importaría darme algo con lo que pueda lavarme?

Ella me entregó una esponja de color crema.

– Tomad, mi señora…

– Alanna, no puedo soportar que me llames así. ¿No podrías tutearme otra vez?

Alanna me miró con desconcierto, pero respondió.

– De acuerdo… Rhiannon -dijo, aunque no estaba totalmente convencida.

– Rhiannon. No. No me gusta.

– Significa «majestuosa».

– Era de esperar -murmuré, mientras me frotaba la planta de los pies con la esponja-. Me gustaría que pudieras llamarme Shannon, pero supongo que no es buena idea.

– No -dijo ella con preocupación.

– ¡Ya sé! Mis amigos no me llaman Shannon muy a menudo. Acortan el nombre y me llaman Sha. ¿Y si reducimos Rhiannon a algo como Rhe, o Rhea?

Dios, tenía los pies asquerosos.

– ¿Rhea? -preguntó ella, dubitativamente.

– Sí. Me gusta.

– Bueno, lo intentaré.

Capítulo 14

– Alanna, ¿hay algo con lo que pueda lavarme el pelo? Lo tengo muy sucio.

– Por supuesto… -ella hizo un esfuerzo evidente, y añadió-: Rhea.

Volvió a rebuscar entre los frascos hasta que encontró uno dorado y alto.

– Este jabón para el pelo está hecho de miel y almendras. Es el favorito de Rhiannon, y he pensado que a ti también podría gustarte.

– Tienes razón. Me gusta -dije-. Es extraño que nuestros gustos se parezcan tanto, ¿verdad?

Alanna soltó un resoplido muy poco elegante.

– Creo que «extraño» no es una palabra suficientemente intensa para describirlo.

– Espera, voy a mojarme el pelo. Después, te agradecería que me ayudaras a lavármelo bien.

– Encantada, Rhea.

En aquella ocasión, el nombre salió con más facilidad.

Yo me tapé la nariz y me hundí en el agua, y agité la cabeza para que el agua empapara mis rizos enmarañados.

Cuando salí a la superficie, me volví hacia Alanna y me senté cerca del borde. Ella destapó la botella y me puso el líquido jabonoso por todo el pelo. Después, las dos atacamos la melena. Tuvimos que repetir tres veces el proceso de lavado y aclarado, antes de que yo me sintiera realmente limpia.

La piscina era magnífica. Tenía un sistema que dejaba salir el agua sucia y jabonosa por un lado, mientras que por el otro entraba agua limpia y caliente. Y era muy grande. El centro tenía la suficiente profundidad como para que yo me pusiera de pie y tuviera el agua por la barbilla.

Ya limpia, me acomodé cerca de la zona por la que fluía el agua, para que mis músculos se relajaran con el calor. Alanna se sentó cerca de mí, con las piernas metidas en el agua, como si fuera una niña sentada a la orilla del río.

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