P.C. Cast - En El Lugar De La Diosa

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La única emoción que esperaba Shannon Parker de las vacaciones de verano era hacer unas cuantas compras. Sin embargo, recibió la llamada de un ánfora antigua y se vio transportada a Partholon, donde todos la trataron como a una diosa. Una diosa muy temperamental…
Sin saber cómo, Shannon había adoptado el papel de otra, se había convertido en la encarnación de la diosa Epona. Y, aunque eso tenía una ventaja (¿a qué mujer no le gustaban los lujos?), también conllevaba un matrimonio ritual con un centauro y la amenaza de muerte a su nuevo pueblo. Además, todo el mundo la odiaba, porque pensaban que era una simple doble de su diosa.
Shannon tenía que averiguar cómo podía volver a Oklahoma sin morir en el intento, sin contraer matrimonio con un centauro y sin volverse loca…

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– Esto es Partholon.

– ¡Vaya!

El mapa desenrollado casi tocaba el suelo. Estaba hecho de un material tejido que me recordaba a la seda, pero era más grueso. Era asombroso. Su belleza me atrajo y quise tocar su suavidad. Me acerqué y pasé las manos por su superficie con una ligera caricia.

– ¡Ay! ¡Me ha dado un calambre!

Alanna estaba encantada.

– Ésa era la última prueba. La chispa que se origina entre el mapa sagrado de Partholon y la Amada de Epona sucede sólo cuando la Suma Sacerdotisa lo toca.

Yo me protegí los dedos y di un paso atrás cautelosamente.

– Podías haberme avisado.

– ¿Lo habrías tocado entonces?

– Seguramente no.

– Por eso no te lo he dicho.

– Qué listilla -dije, con una sonrisa, mientras comenzaba a estudiar el mapa desde una distancia prudencial y vaciaba lentamente mi copa de vino.

El Templo de Epona estaba señalado con un hilo de oro y se encontraba al sureste de Partholon y al norte del río Geal, que cruzaba el mapa de este a oeste. El río nacía al noreste de las Montañas Tier, y tenía varios ramales: pude ver uno al oeste, el río Calman, y justo antes de su desembocadura en el Mar de B’an, el río Clare. Con interés contemplé una estructura llamada Templo de la Musa, situada en un punto de unión entre el río Geal y el río Calman, en la orilla oeste de este último. Después me fijé en la zona oeste del mapa, que el Mar de B’an recorría en toda su longitud, salpicado de acantilados. El Castillo de MacCallan se alzaba atrevidamente al borde de un acantilado. Suspiré con tristeza y miré hacia el norte, hacia el Castillo de la Guardia, situado en un desfiladero entre montañas de picos blancos. Debajo del Castillo de la Guardia y entre éste y el Templo de Epona se extendía un gran lago azul, llamado lago Selkie. Ufasach March estaba al este. Al norte del lago y al sureste del Castillo de la Guardia se alzaba otro castillo llamado Castillo Laragon. No recordaba haber pasado sobre un lago ni sobre otro castillo, y sentí un escalofrío de miedo al observar la zona entre el Castillo Laragon y el Castillo de la Guardia.

De repente un ruido interrumpió mi concentración.

– Seguramente será una de tus sirvientas, que te trae el aviso de ClanFintan -dijo Alanna con una sonrisa mientras yo me ruboriza-. Le diré que puede anunciarlo en un momento.

Yo volví a mirar el mapa e intenté asimilar el resto rápidamente. Vi que existían otros tres castillos, pero ninguno tan cercano al Castillo de la Guardia como el Castillo Laragon o el Castillo de MacCallan. Sólo tuve tiempo de fijarme en que las tierras cubiertas de hierba de las afueras de Partholon tenían el nombre de Llanuras de los Centauros, cuando Alanna volvió a aparecer con una sonrisa, seguida de la ninfa Staci.

– Mi señora, ClanFintan pregunta si puede reunirse con vos en vuestra habitación -dijo, y me hizo una dulce reverencia.

– Gracias, Sta… eh… Tarah. Por favor, hazlo pasar y trae también nuestra cena.

– ¡Sí, mi señora! -respondió. Verdaderamente estaba contenta.

Alanna y yo volvimos a la habitación principal.

– Estoy un poco nerviosa -dije, e intenté no moverme con inquietud.

– Intenta ser tú misma -me dijo Alanna con una mirada bondadosa, y me colocó uno de los rizos en su sitio-. Él ya está predispuesto a quererte, ¿sabes?

– No, no lo sabía -respondí, sorprendida.

– Eres la Amada de Epona. La diosa siempre predispone al Sumo Chamán de los centauros para que sea tu compañero.

Llamó a la puerta, y Alanna respondió cuando yo vacilé.

– ¡Adelante!

ClanFintan entró en la habitación, y yo sentí un cosquilleo en el estómago. Obviamente, se había bañado. Su pelaje resplandecía como el sirope de arce caliente (lo llevaba suelto, así supe lo largo y espeso que era), estaba bien cepillado y le caía libremente como una cortina oscura sobre los hombros de bronce. Llevaba un chaleco de cuero oscuro con un bordado de oro, que lucía casi con tanta magia como sus músculos cuando andaba.

Lo cual hizo que yo me diera cuenta de que no se había movido desde que la puerta se había cerrado tras él. Se había quedado inmóvil, acariciándome con los ojos.

– Bienvenido, mi señor -dijo Alanna, y yo percibí una sonrisa en su voz.

– Gracias, Alanna -respondió él, y el hechizo se rompió. ClanFintan se acercó a mí-. Perdona mi silencio, estaba embelesado con la belleza de mi señora.

Me tomó la mano derecha, y se llevó la palma hacia los labios. Nuestros ojos quedaron atrapados de nuevo, y yo noté que se me aceleraba la respiración.

Dios, era muy grande.

Y musculoso.

Y cálido, en todos los sentidos de la palabra.

– Buenas noches, ClanFintan. Me alegro de verte de nuevo.

– Yo también me alegro de verte de nuevo, Rhiannon.

Noté su respiración caliente en la palma de la mano, y sus labios vacilaron cerca del pulso de mi muñeca.

Durante un segundo me pregunté si iba a morderme otra vez, aunque no me importaba. No lo hizo, y yo suspiré cuando él me soltó la mano.

– Si no necesitáis nada más, mi señora, os deseo una buena noche y…

– ¡No! -Alanna se detuvo de camino hacia la puerta. ClanFintan me miró, sorprendido por mi estallido-. Quiero decir… por favor, quédate hasta que llegue nuestra cena. Hay cosas de las que tenemos que hablar -ambos se me quedaron mirando fijamente. Bajo su confuso escrutinio, me acerqué nerviosamente a uno de los divanes y volví a llenarme la copa de vino-. Me gustaría que Alanna oyera tu informe y, bueno, ella tiene mucha sabiduría acerca de… cosas -dije. Todavía estaban mirando, y yo me volví hacia ClanFintan para explicarme-. Es mi amiga, y valoro su juicio.

– Por supuesto, Rhiannon -dijo él-. Entonces debe quedarse.

ClanFintan se sentó en el otro diván. Alanna le sirvió una copa de vino, y se la entregó. Yo la miré y suspiré.

– Alanna, sírvete tú también vino y siéntate aquí conmigo.

Ella asintió, mirándome con extrañeza, pero hizo lo que le pedía. Creo que algunas veces tarda unos instantes en acordarse de que no voy a gritarle ni golpearla. Volví a concentrarme en el centauro.

– Entonces, ¿ya se están preparando las tropas para la batalla?

– Sí. He enviado aviso a las Llanuras, y los centauros se están reuniendo. Comenzarán a llegar en los próximos días. Tu guardia, como siempre, está preparada para protegeros a ti y al templo. He convocado una junta de guerra en tu nombre. Dentro de siete días todos los líderes de los clanes habrán llegado, y entonces podrás informarlos de lo que te ha revelado Epona. Todos juntos idearemos una estrategia para combatir la maldad de los Fomorians.

– ClanFintan, me gustaría que tú dirigieras la junta de guerra. Me sentiría mejor sabiendo que estás a cargo de nuestra seguridad.

– Pero, Rhiannon, por derecho, tú deberías dirigir la junta.

Estupendo.

– Sí, pero como mi marido, te estoy pidiendo que asumas esa función en mi lugar.

Miré a Alanna con la esperanza de no estar cometiendo un error, pero no parecía que ella estuviera asustada. Todavía.

– Si es eso lo que deseas, lo haré, por supuesto.

– Gracias. Y hay algo más que me preocupa -dije, y miré a Alanna-. Cuando estábamos estudiando el mapa, me di cuenta de que el Castillo de Laragon está muy cerca del Castillo de la Guardia. ¿Han recibido aviso en Laragon sobre lo que está sucediendo?

– Sí, se enviaron palomas mensajeras el primer día, y los centauros han acudido para ayudarlos a preparar su defensa.

– Entonces, ¿crees que las criaturas no se quedarán en el Castillo de la Guardia? ¿Piensas que atacarán de nuevo?

– Sé muy poco sobre ellos, pero me parece que no van a conformarse con lo que han tomado ya.

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