Su piel se iba difuminando, parecía que sus músculos encogían. Yo no podía apartar los ojos de su rostro. Tenía una expresión de dolor intenso. Quería gritarle que se detuviera, pero él me había advertido que mantuviera silencio, y las palabras se me congelaron en la garganta.
Entonces todo sucedió muy rápidamente. Su cuerpo explotó en una lluvia de partículas ligeras y la luz se hizo tan intensa que tuve que protegerme los ojos con las manos. Un grito de dolor resonó contra las paredes de la habitación. Entonces la luz desapareció. La habitación quedó casi a oscuras en comparación con la luminosidad anterior, y mis ojos tardaron un momento en adaptarse. Cuando recobré la visión, se había formado una figura nueva. Estaba arrodillado en el lugar exacto que había ocupado ClanFintan. Tenía la cabeza agachada, y la cara oculta por una espesa capa de pelo oscuro y familiar. Tenía una mano apoyada en el suelo, y la otra todavía alzada sobre la cabeza. Su respiración era agitada, y su cuerpo estaba cubierto con una fina capa de humedad, como si hubiera corrido un maratón.
Alzó la cabeza y se apartó el pelo de la cara. Nuestros ojos se encontraron. Los efectos del dolor habían marcado las arrugas de su cara. Parecía mayor, y tenía una vulnerabilidad poco característica. Sin embargo, me sonrió.
Su voz sonó áspera.
– Probablemente, debería… -carraspeó y continuó- haberte avisado de lo de la luz.
– ¡La luz! -exclamé. ¿Acaso pensaba que sólo tenía que advertirme de eso? Me acerqué a él toda prisa, pero me detuve a medio camino porque temía que, si me acercaba demasiado, pudiera causarle dolor-. ¿Estás bien?
Él respiró profundamente y se puso en pie. El primer paso que dio hacia mí fue tembloroso, pero a medida que se acercaba, vi de que los temblores de sus piernas se calmaban, y cuando finalmente estuvimos frente a frente ya había recuperado el control.
– Estoy bien -dijo. Sonrió de nuevo y me acarició la nariz con el dedo-. Cambiar de forma es difícil.
– ¡Ya me he dado cuenta! -le acaricie el pecho tímidamente. Seguía siendo cálido y sólido-. Parecía que estabas sufriendo mucho.
Él me tomó la mano.
– No hay nada valioso que no tenga un precio.
Yo pensé en sus palabras mientras observaba su nueva forma. Se había convertido en un hombre muy alto, seguramente de casi dos metros. Su piel era del mismo color bronceado, salvo que en esta ocasión le cubría todo el cuerpo. Tenía las piernas largas y musculosas. Y estaba desnudo. Seguí con los ojos la línea de su pecho hasta su cintura, y más abajo todavía. Muy desnudo.
Era exactamente igual que un hombre humano, y obviamente, era muy feliz por estar allí. Verdaderamente, tenía un tiempo de recuperación muy corto.
Carraspeó, y yo lo miré a la cara.
– ¿He pasado la inspección como hombre humano? -preguntó, y yo me alegré al oír que su voz había recuperado su acento grave y sexy.
– Absolutamente.
En realidad quería gritarle que sí, pero me limité a demostrarle mi admiración por su masculinidad abrazándolo y apretando mi cuerpo contra el suyo.
Él me tomó en brazos y se sentó sobre la cama, conmigo sobre su regazo. Tomó uno de mis senos con una mano, bajó la cabeza y atrapó mi pezón desnudo. Al poco tiempo, alzó la cabeza y me miró a los ojos. Tenía la voz ronca.
– Dime si hay algo que quieras que haga. Nunca he hecho el amor como hombre.
Yo respondí rodeándole el cuello con los brazos y atrayéndolo hacia mí. Susurré contra su boca:
– Yo tampoco he hecho el amor como hombre, pero algo me dice que se nos va a dar bien.
Su suave carcajada se transformó en un gemido cuando yo guié su mano hacia la humedad que había entre mis piernas.
Ah, y me había equivocado en una cosa: se nos dio mucho mejor que bien.
– Creía que habías dicho que el cambio de forma te dejaba en un estado muy débil -dije, sin aliento, después del tercer incidente de «mucho mejor que bien». Estaba acurrucada contra él, con la cabeza apoyada en su pecho. Él sopló algunos de mis rizos indomables antes de responder.
– Siento los efectos después de haber recuperado mi forma original. Y no puedo permanecer en ninguna forma durante más de una noche -me inclinó la cabeza hacia arriba y observó mi cara con seriedad-. ¿Entiendes que no puedo convertirme en ser humano permanentemente?
– Por supuesto -le acaricié la mejilla y dije-: No eres humano. Eres un centauro. Lo sé. Pero eres mi marido, seas humano o centauro. O cualquier otra cosa en lo que te conviertas.
Una expresión de alivio se reflejó en su preciosa cara, y me besó la frente con dulzura.
– Sí, soy tu marido.
– Me alegro de que lo seas.
Suspiré de satisfacción y me acurruqué más firmemente contra él.
– Yo también.
Posé una pierna sobre la suya, y él encontró con la mano la parte trasera de mi muslo. Con una caricia larga y cálida comenzó a frotarme desde la corva hasta la nalga, y de nuevo hacia abajo. Se me cerraron los párpados; el masaje era como una droga. Intenté permanecer despierta, porque no quería perderme ninguna de nuestras horas nocturnas.
– Shh -susurró él en mi pelo-. Descansa. Yo voy a estar aquí.
Asentí contra su pecho y me abandoné a un sueño profundo y plácido.
Me desperté al sentir un beso cálido en la mejilla. La luz tenue y limpia de la madrugada penetró a través de mis párpados, y yo los cerré con más fuerza. Sentí otro beso y recordé dónde estaba, y con quién. Sonreí y bostecé, y abrí los ojos lentamente.
Primero noté el origen de la luz, y me sorprendí, porque me di cuenta de que entraba por una pared lateral de la habitación. Con los ojos entrecerrados, observé que había unas enormes ventanas que daban a un jardín lleno de rosas. Estaban orientadas al este, y la aurora de color malva empezaba a cubrir las flores y a penetrar en mi dormitorio.
Entonces, la montaña en sombras que había junto al borde de la cama se movió, y se inclinó para besarme una vez más. Yo extendí la mano y me encontré con la seda que le cubría la pata delantera. Pasé ligeramente los dedos por su pelaje, y tiré juguetonamente de un poco de pelo.
– Buenos días -dije, con la voz tomada de sueño-. La luz me ha sorprendido. Pensaba que esas cortinas tan enormes cubrían más pared, no ventanales y un jardín.
– ¿Qué? Rhiannon, ¿cómo no vas a conocer tu propio dormitorio?
La pregunta de ClanFintan me despertó del todo. Había metido la pata seriamente; él me estaba observando con suma atención.
– Oh, Dios, eh… He tenido un sueño muy extraño. Mi habitación estaba completamente cambiada, y… eh… era tan real que he pensado que había ocurrido de veras…
Él abrió la boca para hacerme más preguntas. Decidí que la distracción era la mejor táctica, así que me puse en pie sobre la cama y me lancé a sus brazos. Automáticamente, él me atrapó, y yo me puse a mordisquearle y besarle el cuello.
– Ya estoy despierta -dije.
Noté que su pecho vibraba de risa, y me relajé.
Pensé que hablar con Alanna sobre el motivo por el que no podía decirle a ClanFintan quién era en realidad.
Alguien llamó a la puerta. ClanFintan me dejó sobre la cama y yo me envolví en una sábana para cubrir mi desnudez.
– ¡Adelante! -dije.
Alanna entró en el dormitorio. Nos sonrió de manera cómplice, y dijo:
– Mi señor, mi señora. Espero que hayáis tenido una noche rica en experiencias.
ClanFintan soltó un resoplido, que me hizo suponer que él sí, y yo me ruboricé.
Ella continuó hablando con una gran sonrisa.
– Rhea, he pensado que tal vez quieras bañarte y arreglarte antes de bendecir a la gente -íbamos mejorando, ya se atrevía a tutearme delante de ClanFintan.
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