P. Cast - Diosa Por Elección

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Por fin, Shannon Parker se había reconciliado con la vida en el mundo mítico de Partholon. Amaba a su marido centauro y se había acostumbrado a su conexión con la diosa Epona y los beneficios que conllevaban ambas cosas. Casi había olvidado su antigua vida en la Tierra… sobre todo, cuando descubrió que estaba embarazada…
Pero entonces una súbita explosión de poder la envió de vuelta a Oklahoma. Sin la magia, Shannon no podía regresar a Partholon, así que tendría que buscar ayuda. El problema era que esa ayuda tomó la forma de un hombre tan tentador como su marido. Y, durante el camino, Shannon descubriría que ser una diosa por error era mucho más fácil que ser una diosa por elección…

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¡No! Mi mente se reveló. Él sólo se parecía a ClanFintan. No era ClanFintan. Aparté los ojos de Clint y le di un gran mordisco a la tostada. Con la boca llena pregunté:

– ¿Hay té?

Fingí que no me daba cuenta de que su voz todavía tenía un tono de lujuria reprimida.

– Sí, he puesto las bolsas en el agua.

– Bien. Tomaré un poco.

Puso los huevos revueltos y el té sobre la mesa, y se sentó.

– ¿Quieres huevos?

– No, gracias, creo que me conformaré con las tostadas y alguna galleta con mermelada. Todavía tengo molestias en el estómago.

No estaba segura del motivo, pero no quería revelar nada de mi embarazo.

– Como prefieras -dijo él, mientras se servía una generosa ración de huevos revueltos.

Comimos en un silencio incómodo. Él no me miraba. Yo no lo miraba a él.

Mientras se servía una segunda taza de café, me arriesgué a observarlo de reojo. Él seguía mirando cualquier sitio salvo a mí.

– Las galletas están muy buenas -dije amablemente.

Él respondió con un gruñido. Suspiré. Lo mejor sería enfrentarme a los hechos y dejar de jugar al escondite.

– Supongo que el hecho de que yo me parezca tanto a Rhiannon es toda una impresión, sobre todo si voy vestida con su ropa.

Clint me miró.

– Una «impresión» no es la palabra que usaría yo -replicó.

– Bueno, parecía que te habías quedado asombrado.

– ¿De veras, mi niña? -respondió él con ironía-. No era asombro lo que sentía.

Oh, oh. Yo tragué saliva.

Nuestras miradas quedaron atrapadas la una en la otra. Sus ojos eran oscuros y sinceros, y tan familiares, que se me formó un nudo en la garganta. Su expresión era la de ClanFintan; Clint era tan, tan parecido a mi amor…

Pero no era él, me recordé, y tomé un largo y sonoro trago de té.

– ¡Qué té más bueno! -exclamé, con una sonrisa resplandeciente, y con la esperanza de tener un gran moco seco colgándome de la nariz.

– Gracias -dijo él, y después, añadió con una sonrisa-: Creo que tienes algo entre los dientes.

– Odio que me pase eso -dije, entre risas, y me pasé insistentemente la lengua por los dientes, como una buena oriunda de Oklahoma.

Él volvió a sonreír, y agitó la cabeza antes de concentrarse de nuevo en su comida.

La tensión se había roto, y yo exhalé un suspiro de alivio mientras terminábamos el desayuno en un silencio mucho más agradable.

Después de lavar los platos y recogerlo todo rápidamente, Clint fue hacia un armario que había entre la cocina y el baño.

– Toma… -me dijo, y me entregó un par de calcetines gruesos y unas botas de montar inglesas muy elegantes.

– Gracias -le dije yo con una sonrisa-. Se me estaban congelando los pies.

– Deberías haberlo dicho antes -respondió Clint con la voz ronca; se volvió hacia el armario para sacar dos abrigos.

– No pasa nada -le dije mientras me ponía las botas-. Me sorprendió que el suelo estuviera tan frío, eso es todo.

– Hace un frío poco habitual para esta época del año. Incluso han dicho que va nevar esta noche o mañana.

– ¡Vaya, nieve en Oklahoma en noviembre!

Sujetó el abrigo para que yo pudiera ponérmelo. Yo me dije que era ridículo sentirse incómoda por ello, porque sólo me estaba ayudando. Eso era lo que se suponía que debían hacer los caballeros.

Sin embargo, su cuerpo estaba tan cerca…

– Sí -me susurró al oído-, nieve en noviembre…

La respiración cálida de Clint hizo que yo me estremeciera, y me aparté rápidamente de él, fingiendo que estaba muy ocupada subiéndome la cremallera del abrigo.

– ¡Ya estoy lista! -dije alegremente.

– Se me olvidaba que tienes prisa.

Su voz sonó tensa, y de nuevo me di cuenta de que tenía arrugas alrededor de los ojos y algunas canas plateadas en el pelo oscuro.

El comentario superficial que iba a hacer murió en mis labios. Le sonreí con tristeza.

– No soy ella, Clint.

– No quiero que seas ella.

Solté un resoplido de frustración.

– Bueno, tú no me conoces, así que te sientes atraído por un recuerdo de Rhiannon.

– No he deseado a Rhiannon desde que conocí su verdadera naturaleza.

No supe qué responder. Nos miramos. En sus ojos había una gran tristeza. Para mí era muy difícil estar con él y no preocuparme de sus sentimientos. Sin poder evitarlo, veía continuamente su parecido con ClanFintan, en muchas más cosas que en su físico. Me decía que Clint era más serio y distante, pero sólo tenía que pensar en lo ocurrido seis meses antes, y recordaba a un centauro muy guapo que al principio también se comportaba de manera distante y grave hacia mí.

Hasta que empecé a quererlo, me recordó mi mente. Hasta que le demostré que yo no era Rhiannon. Y a Clint no tenía que demostrárselo, él ya lo sabía.

Terminé con mis divagaciones.

– Tengo que ir a casa -dije, mientras apartaba mis ojos de los suyos. Me di la vuelta y caminé decididamente hacia la puerta.

– Lo sé, Shannon.

Ambos salimos al exterior, y yo me detuve a la luz nebulosa de aquella mañana fría de Oklahoma.

– Justo después de Samhain -terminó de decir.

– Querrás decir Halloween -dije yo, con una expresión de superioridad.

– No, mi niña. Quiero decir Samhain. No tengo que ser de Partholon para entender el cambio de las estaciones y para respetar los misterios de la naturaleza.

– No quería decir nada. Sólo quería decir que el nombre de Samhain es arcaico aquí -respondí, disgustada conmigo misma por haberme vuelto una esnob. Clint comenzó a caminar hacia el bosque, y yo lo seguí.

– Nada que sintonice con el bosque es arcaico -me dijo suavemente, y me señaló un sendero que discurría hacia la derecha-. Por aquí.

Se alejó, y yo tuve que esforzarme por seguir su paso, murmurando entre dientes cosas sobre los hombres y sus egos.

– ¿Qué? -me preguntó él, mirando hacia atrás sin dejar de andar.

– Nada, nada -respondí rápidamente, y añadí-: ¿Está muy lejos la burbuja dimensional?

Clint se rió al oír mi descripción.

– Burbuja… una buena descripción. No, no está muy lejos. Más o menos, a una hora de paseo rápido.

– Es una pena que no tengas caballos -dije con melancolía.

– No me gustan los caballos -respondió él, en tono defensivo.

– ¿Qué? -no estaba segura de si lo había oído correctamente.

– No me gustan los caballos. Nunca me han gustado. No monto a caballo -respondió él entonces, de manera cortante.

Yo comencé a reírme a carcajadas.

– ¿De qué te ríes tanto?

– ¿Rhiannon no te ha contado nada sobre la gente de Partholon? -le pregunté yo. Aquello me parecía demasiado divertido. Por favor. A él no le gustaban los caballos y su reflejo era en parte caballo.

– Me dijo que no quería estar allí porque iban a obligarla a casarse con alguien a quien no quería. Y que unos seres demoniacos iban a atacar su mundo. Eso es todo.

– Clint, Rhiannon no quería casarse con ClanFintan, el hombre con el que estaba destinada a casarse, porque él habría interferido con su forma de vida. Ella no es exactamente mujer de un solo hombre.

– Sí, eso ya lo he averiguado. Sin embargo, no se qué es lo que te resulta tan divertido.

– Bueno… Tu… reflejo en Partholon… digamos que es un gran jinete -le expliqué, y tuve otro ataque de risa.

– Eso me demuestra que lo que me has contado sobre Rhiannon y tú es cierto. Los reflejos de uno y otro mundo pueden ser muy diferentes.

Me miró con una ceja enarcada, con una expresión tan propia de ClanFintan que no pude evitar sonreírle con calidez.

– Exactamente.

Era muy mono.

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