P. Cast - Diosa Por Derecho

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Aunque Morrigan fue concebida en medio de una mentira, y estuvo atrapada en un árbol durante toda su gestación, su nacimiento fue verdaderamente mágico. Después de aquel comienzo, pasó
los siguientes dieciocho años de su vida como cualquier chica normal de Oklahoma. Cuando descubrió la verdad de su origen, la rabia y la pena se apoderaron de ella y la llevaron de vuelta al mundo de Partholon. Pero allí, en vez de ser respetada como hija de la encarnación de una diosa, Morrigan se sintió como una intrusa rechazada. En su desesperación por formar parte de Partholon, se enfrentará a fuerzas que no podía comprender ni controlar por entero. Y pronto empezaría a sufrir el acecho de una extraña oscuridad…

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– ¡Ave, Adsagsona!

Mientras la presencia de la diosa abandonaba la sala, se encendieron las llamas de todos los pedestales, con el sonido que hacían las olas al romper contra las rocas de la costa. Morrigan alzó la cabeza, se enjugó las lágrimas y se abrazó a sí misma, llena de felicidad.

¡Le pertenecía a una diosa!

Capítulo 8

Morrigan estuvo a punto de no ponerse la capa para cubrirse el pecho antes de salir de Usgaran. Afortunadamente, se dio cuenta de que estaba medio desnuda, y como sabía que no era buena idea pasearse así por las cuevas ahora que había terminado el ritual, se colocó la capa blanca en los hombros y se la abrochó al cuello.

Esperaba que Birkita aprobara lo que había hecho. Ella la estaría esperando en la Gran Cámara, con Deidre y Raelin. Estaba impaciente por ver a las mujeres, y además, estaba hambrienta, así que salió apresuradamente de Usgaran, seguida de Brina.

Afortunadamente, recordaba perfectamente el camino hacia la Gran Cámara. Y de no haber sido así, sólo tendría que haber seguido a su nariz, puesto que el olor a pan recién hecho era más efectivo que cualquier señal de tráfico. Cuando Brina y ella entraron en la sala, Morrigan se quedó asombrada al ver tanta gente allí reunida. Todos estaban enfrascados en conversaciones alegres, y ella se dio cuenta enseguida de que había más carcajadas y más charla que la noche anterior. Gladys, la escultora a la que había mencionado Morrigan durante las bendiciones, la vio.

– ¡Ha llegado la Portadora de la Luz!

Con exclamaciones de felicidad, todas las mujeres se pusieron en pie y le hicieron reverencias, mientras los hombres se inclinaban respetuosamente ante ella. Toda aquella atención hizo que Morrigan sintiera un aleteo de nerviosismo en el estómago. Se detuvo en seco.

Entonces, Birkita apareció frente a ella y le hizo una reverencia, y Morrigan se inclinó rápidamente y la tomó de las manos.

– Por favor, no lo hagas.

Birkita sonrió entre lágrimas de felicidad.

– Lo adecuado es mostrarle respeto a la Suma Sacerdotisa.

– Tú no. Los demás pueden hacerlo, pero tú no -dijo Morrigan. La abrazó y le susurró-: ¿Cómo lo he hecho?

– Has estado maravillosa. Perfecta -dijo Birkita.

– Entonces, ¿lo de descubrirme el pecho estuvo bien?

Birkita se echó un poco hacia atrás y le acarició la mejilla.

– Fue apropiado, y agradó a la diosa. Pero quiero que tengas cuidado. El desprecio arrogante a la autoridad puede acarrearle problemas incluso a una Suma Sacerdotisa.

Morrigan tomó del brazo a Birkita.

– Mi jefa es la diosa, y yo no estoy despreciando su autoridad.

Parecía que Birkita quería decir algo más, pero ambas se vieron rodeadas por una marea de mujeres que hablaban alegremente, y que condujeron a Morrigan hasta la mesa principal, que estaba llena de comida y de jarras de vino. Morrigan se dio cuenta de que Shayla y Perth estaban ausentes, pero no tuvo mucho tiempo para preguntarse el motivo. Comió y charló con las mujeres, que querían alabar el brillo mágico de su piel, y decirle lo bellos que eran los cristales iluminados. Todo el mundo estaba emocionado y feliz. A Morrigan le pareció que la Gran Cámara se había llenado con el amor de la diosa, y que todos estaban disfrutando de él. Sin embargo, de repente oyó la voz sobria de Shayla, y para ella fue como un jarro de agua fría.

– Si no está demasiado ocupada, Suma Sacerdotisa, sería agradable que nos acompañara a recibir a nuestros invitados.

Morrigan miró hacia arriba y vio a Shayla y a Perth, frente a ella. Tragó la comida que tenía en la boca y respondió de buen humor:

– Claro. Iré, no hay problema. Es decir, iremos -añadió, refiriéndose a Birkita.

– La costumbre es que la Suma Sacerdotisa salude a los recién llegados distinguidos, no que lo haga una Sacerdotisa retirada -dijo Shayla sin mirar a Birkita.

Morrigan miró Shayla a los ojos.

– Ella me está enseñando a hacer mi trabajo, y viene conmigo -respondió. Tomó a Birkita de la mano y dijo con firmeza-: Estoy lista. No quisiera hacer esperar a vuestros invitados.

Sin decir una palabra más, Shayla le dio la espalda a Morrigan y salió de la Gran Cámara seguida de Perth.

– Esto será interesante -dijo Morrigan, mientras Birkita y ella seguían a la pareja real.

– No la provoques tanto, hija. Shayla es una enemiga peligrosa -susurró Birkita.

– No te preocupes, Birkita. Yo también soy peligrosa. Además, Adsagsona me ha dicho que haga caso de mi instinto, y el instinto me dice que te necesito a mi lado.

– ¿Y no podrías encontrar un modo más prudente de hacer caso a tu instinto?

Morrigan le pasó el brazo a Birkita por los hombros y la ciñó contra sí.

– Tengo dieciocho años. Nada de lo que hago es prudente.

Birkita suspiró.

– Eso es lo que me preocupa.

Morrigan no respondió. Se había unido a ellas demasiada gente como para que pudieran mantener una conversación privada. Además, sentía curiosidad. Estaban siguiendo un camino que ascendía ligeramente, y que era el reflejo del camino por el que ella había entrado a la cueva en Oklahoma.

Pronto llegaron a la entrada, que estaba iluminada con grandes antorchas y braseros abiertos. Sobre las cabezas de los hombres que allí había reunidos, Morrigan vio el cielo nocturno, sin luna, pero con un mar de estrellas.

– Ven -le susurró Birkita-. Debes estar junto a los Señores del Reino de los Sidethas para saludar a los recién llegados en nombre de Adsagsona.

– ¿Es eso todo lo que tengo que hacer? ¿Sólo saludarlos?

Birkita asintió.

– Haz que se sientan bienvenidos en nombre de Adsagsona.

– De acuerdo, lo haré, y después me dedicaré a mis asuntos.

Sin soltar de la mano a Birkita, Morrigan se abrió paso entre la multitud y se acercó a Shayla y a Perth. Perth ya estaba hablando con alguien que estaba fuera de la línea de visión de Morrigan.

– Kai, Maestro de la Piedra, siempre nos sentimos honrados por tu visita.

– Igualmente, Kegan Dhiannon, nos sentimos agradablemente sorprendidos y honrados por la visita del nuevo Maestro Escultor de Partholon -dijo Shayla.

Morrigan se dio cuenta de que era su turno, y dio un paso adelante para completar el saludo.

Y se quedó helada. No podía respirar. No podía pensar. Ante ella había un hombre de aspecto distinguido, de mediana edad, y al lado de aquel hombre… estaba Kyle, el guía de las Cuevas de Alabastro de Oklahoma. O por lo menos, la mitad superior de Kyle. ¡La mitad inferior era un caballo!

A Morrigan se le escapó un gritito sin que pudiera evitarlo. Sin embargo, aquel pequeño sonido atrajo la atención hacia ella, y vio que los dos hombres la miraban con total asombro.

– Kai, Maestro de la Piedra, Kegan, Maestro Escultor, permitidme que os presente a lady Morrigan, nueva Suma Sacerdotisa de Adsagsona y Portadora de la Luz -dijo Birkita, que se había acercado rápidamente.

– ¿Lady Morrigan?

– ¿Portadora de la Luz?

Los dos hombres hablaron a la vez. Se habían quedado mirándola fijamente. Morrigan también sintió la mirada penetrante de Shayla, y las miradas de curiosidad de los Sidethas.

– ¿Suma Sacerdotisa? -le dijo Birkita para que reaccionara.

– Hola. Adsagsona os da la bienvenida a las Cuevas del Reino de los Sidethas -dijo Morrigan, aparentando más calma de la que sentía. Por el rabillo del ojo, vio que Birkita hacía una reverencia y se colocaba a un lado. Apenas sin darse cuenta, Morrigan la imitó.

Durante unos horribles segundos, tuvo la sensación de que los hombres no podían hacer otra cosa que mirarla. Sin embargo, la voz imperiosa de Shayla rompió el hechizo.

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