Alicia Bartlett - Días de amor y engaños

Здесь есть возможность читать онлайн «Alicia Bartlett - Días de amor y engaños» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Días de amor y engaños: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Días de amor y engaños»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una historia magistral sobre las parejas, el amor y el engaño La convivencia en una pequeña comunidad de ingenieros españoles en el extranjero se desmorona tras desvelarse la relación que ha mantenido uno de ellos con la esposa de otro. En unos pocos días, todo el frágil entramado de complicidades, de pequeñas hipocresías y de deseos contenidos de los miembros de la colonia se vendrá abajo, y saldrá así a la superficie un mundo de sexo, engaños y sueños largamente incumplidos. Una historia magistralmente narrada que trata un tema de eterna actualidad: la de las relaciones de pareja y cómo evolucionan, se transfiguran y mueren… o dan lugar a otras.

Días de amor y engaños — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Días de amor y engaños», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Abrió la ventanilla y aspiró el aire ardiente. Hacía demasiado calor. Sólo pensar en aquellos pormenores ya le hacía sentirse agobiado. Pero no debía adelantar acontecimientos, eso parecía ser especialidad de las mujeres. De momento estaba en México, solo de nuevo, y tenía sed. Miró su reloj. Si se daba un poco de prisa le sobraba tiempo de llegar hasta El Cielito y beberse una cerveza, una cerveza nada más: fresca, burbujeante, con la música de fondo adecuada y la alegría de las chicas al verlo después de tantos días sin aparecer por allí. Ni siquiera se cuestionó si era correcto volver con las chicas después de haber estado con Yolanda. ¿Por qué no? Aún se encontraba en su plazo de libertad; cuando la obra acabara y regresara a España… entonces todo sería normal otra vez.

Se miró las uñas al trasluz. Las tenía amarillentas. Un asqueroso detalle de vejez. Recordaba haberlas tenido sonrosadas, y las manos lisas, sin venas abultadas ni manchas oscuras. Sin duda había entrado en el período de decadencia imparable. Una caída por el terraplén a velocidad creciente. Ésa era la imagen que Quevedo utilizó. Las comparaciones de Quevedo eran exactas para la muerte, mucho menos certeras para el amor. «Polvo serán, mas polvo enamorado.» No hay amor después de morir, ni siquiera ese sentimiento sublime existe durante la vida. Santiago se acostaba con otra mujer. Era una sorpresa, una sorpresa porque se hubiera atrevido a hacerlo allí, no por el hecho en sí. Con toda probabilidad le había sido infiel muchas veces, quizá tantas como ella a él, pero nunca se había arriesgado tanto. En un sitio cerrado donde todos se conocían, y con la mujer de un compañero. Un riesgo, todo un riesgo el que estaban corriendo los dos. Algo extraño, porque Santiago era un hombre prudente que, en principio, nunca hubiera sido capaz de dar pie a que se extendieran los rumores. Susy sólo se lo había contado a ella, de eso estaba convencida, pero tal y como ella los había visto besándose en el jardín, podría haberlos visto cualquiera. Mal, querido esposo, muy mal. ¿Tantas ganas tenía de follar? Y si así era, ¿no podría haberse decantado por las chicas autóctonas? Se hubiera tratado de un asunto mucho menos comprometido, más confidencial. Su amado esposo estaba ejecutando un acto de rebeldía, era algo más que una simple cana al aire. Quizá se había enamorado, ¿por qué no? Aunque nunca había manifestado una especial necesidad de amor. Era frío y, además, podría haberse enamorado mil veces en los largos años de su matrimonio tortuoso, abandonarla para irse con otra. Pero se le ocurría hacerlo allí, en el sitio más inoportuno y con una mujer casada. ¿Tan irresistible era Victoria? Nunca lo hubiera pensado. Se le antojaba una mujer de aspecto muy corriente. Educada, no demasiado comunicativa, discreta en el hablar y en el vestir… creía recordar que trabajaba como profesora de química en la universidad. Una entre un millar de mujeres, cortadas todas por el mismo patrón. Intentó recordar si había visto gestos especiales entre Victoria y su marido, alguna mirada, un apretón de manos demasiado largo… No, aquel asunto la cogía por sorpresa. Era una gran verdad que la vida siempre te reserva novedades imprevistas. Aquél era un vericueto en el camino para que la monotonía no hiciera mella en su corazón.

Y bien, ¿qué se suponía que debía hacer ahora? Podía comportarse como una esposa tradicional y llamar a Santiago para decirle: «¿Es verdad que hay otra mujer?» Podía organizarle una trifulca monumental, con reproches, gritos y peticiones de separación urgentes. Nunca había representado el papel de víctima doliente, a lo mejor le gustaba. Podía también regresar a España sin decírselo a nadie y, por último, podía quedarse callada para ver qué sucedía, guardarse el as en la manga y continuar el juego. Creía que, de momento, ésa iba a ser la opción escogida. Si lo de Santiago y Victoria era amor verdadero, él se lo diría algún día, y también le diría que quiere marcharse con otra mujer. Un efecto muy melodramático. Era posible que Dios, en su infinita sabiduría, hubiera fraguado para ella algo muy especial, toda una historia: la escritora frustrada era abandonada y entonces se daba cuenta de hasta qué punto quería a su marido. Sufría, sufría mucho, estaba desconsolada. Entonces, a resultas de este trauma, decidía volver a escribir. El talento la desbordaba y conseguía acabar una novela maravillosa, una diana total. Éxito de crítica y público, profunda satisfacción íntima. Y de ahí hacia arriba, siempre mejorando, libro tras libro, siempre superándose una vez descubierto el rincón de las obras inmortales. Dios era muy suyo, pero siempre justo, y no había consentido que ella tuviera amor y talento juntos. El sufrimiento siempre había sido un potente generador de genio. Un nuevo horizonte se le abría a lo lejos. Estaba a punto de hincarse de rodillas en el suelo de la habitación y dar gracias al Altísimo en una oración exaltada. Pero no, cierta prudencia se imponía. Antes de cualquier acción piadosa, escribiría unos cuantos renglones para ver si su cerebro se había desbloqueado de verdad, no estaba dispuesta a regalar agradecimientos sin motivo. Callaría lo que sabía y, desde la sombra, observaría la patética comedia que los amantes montaran frente a sus propios ojos. Estaba empezando a sentirse impaciente por qué Santiago se presentara ante ella y le dijera, casi al borde de las lágrimas: «La quiero, ¿qué voy a hacer?, la quiero aun a mi pesar y no puedo vivir sin ella.»

Alguna amiga abandonada por su marido le contó tiempo atrás cómo fueron las cosas. El relato que hacía siempre cabalgaba entre el dolor y la ridiculización. El hombre aparecía como un bufón risible: el enamorado a palos, el enamorado imaginario, el enamorado a su pesar, el ridículo enamorado. Un tipo digno de lástima. Es como si la esposa, que conoce sus debilidades, su sanchopancismo, su cobardía, su gusto por comer demasiado, no pudiera creer que está capacitado para un enamoramiento romántico, para una historia hermosa y trascendente. Denigrando al traidor, se rebaja la envergadura de la traición. Y, sin embargo, todas aquellas mujeres hablaban entre lágrimas, achicando poco a poco el pozo de su dolor. «Los humanos somos complejos -pensó-, una complejidad formada por multitud de materiales deleznables.»

Henry no podía dejar de pensar en lo que su mujer le había contado. Desde que lo sabía, cuando tenía que despachar con Santiago asuntos de trabajo se sentía violento. Estaba seguro de que la situación explotaría de un momento a otro. Si los hubiera visto cualquier otro quizá todo quedaría así, pero Susy hablaría, la conocía muy bien. Entre sus virtudes no figuraba la madurez. Aquel lado infantil suyo la hacía divertida, incluso sexy, pero no dejaba de ser un problema cada vez mayor. No había sabido superar sus traumas, y a aquellas alturas, empezaba a pensar que no lo haría jamás. Al casarse se convenció de que podría influir sobre ella, incluso llegó a creer que el propio matrimonio la condicionaría positivamente. Ser una mujer casada comportaba siempre un nuevo estatus en el que se presuponían responsabilidades importantes. Podría haberse vuelto una buena organizadora, una ama de casa fuerte y segura. Pero llevaban dos años de matrimonio y no se veía progreso alguno en su manera de actuar.

Aquel problema de su madre, que a él había acabado por antojársele ridículo, parecía bloquear todas sus potencialidades. Había sido un hombre paciente, creía que incluso enormemente comprensivo, más allá de lo que cualquiera podría haberlo sido. Pero alguna vez deberían seguir adelante, en alguna ocasión, su vida matrimonial tenía que alcanzar algún tipo de madurez. Todo parecía posponerse indefinidamente, a la espera de algo inconcreto que no llegaba jamás. Susy no había querido ni oír hablar de tener un bebé. No era el momento para ella, no se sentía preparada. De ahí no había podido sacarla por mucho que lo había intentado. Sus acercamientos al tema habían sido múltiples, y empleó siempre en ellos una dosis ingente de diplomacia y buena voluntad, pero para Susy el crear una familia estaba lejano a sus preocupaciones. De hecho, sus preocupaciones se centraban en ella misma de modo casi patológico. En el fondo, también era culpa suya, debería haber dicho «basta», enfrentarse a su mujer sin miedo a dañar su sensibilidad a flor de piel. No había contado con que la onda expansiva de los terremotos interiores de Susy podría también alcanzar a gente que estaba cerca, y no únicamente a él. Aquel beso furtivo del que había sido testigo podría crear una situación desastrosa. Si se iba de la lengua, viviendo como vivían en una pequeña comunidad cerrada, la armonía colectiva podría saltar por los aires. Aunque a lo mejor estaba inquietándose en exceso, Susy no sería tan inconsciente como para hablar. Sin duda valoraría los elementos que estaban en juego y optaría por la prudencia. Aunque albergaba muchas dudas acerca de eso; conocía demasiado bien a su mujer. Pensó incluso en la posibilidad de advertir a Santiago, pero ¿con qué cara podía plantarse frente a él y soltarle: «Temo que Susy cuente lo que vio»? Cabía que le respondiera: «Bueno, ella es tu esposa, ¿por qué no haces algo al respecto?»

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Días de amor y engaños»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Días de amor y engaños» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alicia Bartlett - Rites de mort
Alicia Bartlett
libcat.ru: книга без обложки
Alicia Bartlett
libcat.ru: книга без обложки
Alicia Bartlett
Alicia Bartlett - Donde Nadie Te Encuentre
Alicia Bartlett
Xavier Aliaga - Ja estem morts, amor
Xavier Aliaga
Alicia E. Funcasta Tripaldi - Transmuta este amor por otro amor
Alicia E. Funcasta Tripaldi
Humberto Batis - Amor por amor
Humberto Batis
Frederick Bartlett - The Wall Street Girl
Frederick Bartlett
Отзывы о книге «Días de amor y engaños»

Обсуждение, отзывы о книге «Días de amor y engaños» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x