Alicia Bartlett - Días de amor y engaños

Здесь есть возможность читать онлайн «Alicia Bartlett - Días de amor y engaños» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Días de amor y engaños: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Días de amor y engaños»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una historia magistral sobre las parejas, el amor y el engaño La convivencia en una pequeña comunidad de ingenieros españoles en el extranjero se desmorona tras desvelarse la relación que ha mantenido uno de ellos con la esposa de otro. En unos pocos días, todo el frágil entramado de complicidades, de pequeñas hipocresías y de deseos contenidos de los miembros de la colonia se vendrá abajo, y saldrá así a la superficie un mundo de sexo, engaños y sueños largamente incumplidos. Una historia magistralmente narrada que trata un tema de eterna actualidad: la de las relaciones de pareja y cómo evolucionan, se transfiguran y mueren… o dan lugar a otras.

Días de amor y engaños — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Días de amor y engaños», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

No sabía qué pintaba allí. Su ánimo no estaba para fiestas. Desconocía el motivo, pero estar en compañía de gente le apetecía menos de lo habitual. Ni siquiera la bebida le parecía una ayuda para poder aguantar. Santiago le había pedido expresamente que lo acompañara. Había pensado que ya no contaba con ella para que oficiara como esposa, pero por lo visto no era así. ¿Aún no estaba desengañado por completo, no temía que ella montara un buen número en público, que se emborrachara como una cuba a ojos de todos, que vomitara sobre el ponche o algo peor? No, su marido era una especie de monje budista, un resistente pasivo de la condición matrimonial. Nada la afectaba, y lo que pudiera afectarla quedaba encerrado bajo la máscara de su estoicismo. Tenía un marido que era como una estatua de la isla de Pascua. Si por lo menos después de la fiesta hubiera podido largarse a tomar algo sola… pero nunca se había atrevido a dejar a Santiago así. Quedaba un último respeto. En cualquier caso, hacía años que pasaban tanto tiempo separados, que hubiera sido una absurda provocación largarse en los momentos de mutua compañía. Era lo último que le faltaba por hacer; no había dudado en molestarlo de otras maneras. A veces se había preguntado por qué él nunca reaccionaba en su contra. Tenía razones suficientes para haber sacado a la luz que su matrimonio se había convertido en una vía muerta. También ella podría haberlo planteado razonablemente en una conversación, pero no lo había hecho, tampoco él. Tenían miedo de las palabras, quizá porque recordaban el último resto del antiguo amor. Alguna vez uno de los dos debía tomar una decisión, era estúpido que ambos estuvieran velando un cadáver. Se llevó un cacahuete a la boca y empezó a renegar: ¿por qué los mexicanos tenían que echarle picante absolutamente a todo?

Cuando llegó el momento de los postres, los bailarines empezaron a requerir a personas del público para que se integraran durante unos pasos en la coreografía. Hubo aplausos y algarabía general. Al comienzo de la fiesta, Santiago había deseado que no se acabara nunca; mientras aquello durara, al menos podía verla. Pero desde que habían formalizado su cita miraba el reloj con impaciencia, ahora sólo le interesaba que el tiempo pasara de prisa para llegar cuanto antes al lunes. Sería duro esperar. Su relación con el tiempo se había convertido en algo conflictivo desde que estaba enamorado de Victoria. Durante la semana, las horas pasaban arrastrándose y lo encaminaban hacia un destino incierto. Volvería a la colonia, sí, pero eso no significaba gran cosa: ¿la vería?, ¿cuándo, en qué circunstancias, fugazmente, mucho rato, quién estaría presente?, ¿dispondrían de un instante para encontrarse a solas, aunque fueran tan sólo cinco minutos? Le resultaba muy difícil vivir con esas incertidumbres angustiosas. Era un hombre acostumbrado a vivir de acuerdo a un programa, y trabajaba con elementos tan sólidos como el hierro o el hormigón. Su tarea consistía en planificar lo que sucedería en los meses siguientes. Sin embargo, temía asustarla si intentaba concretar demasiado el futuro de ambos. Aunque no había más remedio que hacerlo; las cosas tienen una inercia hacia adelante, pero hay que empujarlas, siempre empujarlas. El verla tan segura aquella noche le había proporcionado una cierta serenidad. Levantó la mirada y allí estaba: respiraba el mismo aire que respiraba él, había comido la misma comida, tendría en la boca el mismo sabor. A algunas personas el amor los llenaba de dudas, a él lo llenaba de certezas. No dejaría marchar a aquella mujer, no renunciaría a ella jamás. Si la perdía, ¿cómo iba a continuar mirándose en el espejo todas las mañanas? Algunos hombres se refugian en el trabajo cuando no tienen amor, en sus ilusiones, en sus aficiones. Pero él nunca había perdido la esperanza, sabía que alguna vez aparecería aquella mujer que le devolvería la lógica a su vida. Sin esa esperanza era difícil vivir, sólo los imbéciles lo conseguían, sólo los cobardes. Había sido un hombre duro, con aguante, con calma. Había huido de la desesperación, pero ahora estaba seguro de que después de Victoria la tierra se acababa para él. Bebió vino, suspiró, sonrió. Era un hombre afortunado. Había tenido suerte en muchas cosas, ahora la tenía en todo.

Susy agrandó los ojos con sorpresa cuando un bailarín se puso frente a ella y la cubrió con su sombrero charro. La arrastró hasta la pista. Una chica del grupo le dio al pasar un pañuelo de seda. La danza consistía en moverse frente a su pareja pasándole el pañuelo primero por la cintura, después por el cuello. Debía atraerlo hacia su cara y, en el último momento, negarle un beso. Mirando a los demás, en seguida comprendió cuál era su papel y lo ejecutó con gracia y entusiasmo. La música tenía un ritmo vivo, palpitante. Se estaba divirtiendo, realmente lo pasaba bien. Aquello era justo lo que necesitaba: estar alegre, reír, no pensar demasiado. En la pirueta final, el intento de beso robado se convertía en un beso auténtico. El bailarín acercó los labios a los suyos y apenas la rozó con su bigotazo negro. Luego la acompañó hasta su lugar en la mesa y le besó la mano. Todos aplaudieron, ella también, se sentía feliz como una niña. Henry le palmeó la espalda:

– Lo has hecho muy bien, te felicito.

– ¡Dios, estoy tan cansada! Aunque parezca mentira, hacer eso cansa.

– Parecía que hubieras estado toda la vida tomando clase de folclore mexicano.

– ¡Siempre me ha gustado bailar! Creo que es lo que debería hacer, bailar todo el día, bailar.

– ¿Y por qué no, querida?, ¡puedes hacerlo si quieres!

Miró a su marido, congelando la sonrisa. Insistía en tratarla como a una niña. ¿La pequeña Susy quiere bailar?, ¡música para ella! En ningún momento había pensado que tras aquellos deseos de felicidad momentánea podía existir algo más, una pena enterrada, un antiguo dolor, un deseo de atolondrarse, de enajenarse. De repente advirtió que alguien se acercaba a su silla por detrás. Era Paula. Hizo ademán de felicitarla y le dijo al oído:

– Has hecho el ridículo muy bien, querida. Parecías una turista histérica de gozo. Yo que tú me hubiera follado al bailarín delante de todo el mundo.

Le dio un besito y continuó su camino hacia el lavabo. Susy sintió ganas de llorar. La odiaba, odiaba a aquella borracha.

Los lavabos estaban junto a la cocina, en pabellones añadidos a la iglesia derruida. Paula lo vio en seguida, entre las sombras. Allí estaba el guía, con los ojos semiocultos por el ala del sombrero. Se dirigió directamente a él:

– ¿Qué haces aquí, estás en todas partes?

– He venido conduciendo uno de los vehículos que trajeron a los invitados, señora.

– ¿También trabajas como chófer?

– Todo el mundo me conoce y conozco a todo el mundo. Trabajo un poco en todo. Ya ve.

– Ya veo, sí.

Se apartó, dejándolo con una sonrisa irónica en el rostro moreno, imperturbable.

El alcalde de San Miguel les dirigió una alocución. Estaba encantado de que la colonia estuviera tan cercana a su población. La presencia de los ingenieros, sus distinguidas esposas y todos los demás miembros de la empresa de construcción habían traído animación y progreso al lugar. Constituía un honor para el pueblo recibirlos allí. Los aplausos subieron hasta las bóvedas del techo, donde anidaban muchos pájaros. Después habló Adolfo. Adolfo era tan severo como paternal. En sus largos años como jefe había acuñado una autoridad que se dejaba sentir desde las primeras palabras. Todos los miembros de su organización se sentían honrados por estar en aquel gran país. Los pájaros se movieron inquietos con la nueva ovación. Paula, que volvía del lavabo, dijo entonces en voz alta y clara:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Días de amor y engaños»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Días de amor y engaños» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alicia Bartlett - Rites de mort
Alicia Bartlett
libcat.ru: книга без обложки
Alicia Bartlett
libcat.ru: книга без обложки
Alicia Bartlett
Alicia Bartlett - Donde Nadie Te Encuentre
Alicia Bartlett
Xavier Aliaga - Ja estem morts, amor
Xavier Aliaga
Alicia E. Funcasta Tripaldi - Transmuta este amor por otro amor
Alicia E. Funcasta Tripaldi
Humberto Batis - Amor por amor
Humberto Batis
Frederick Bartlett - The Wall Street Girl
Frederick Bartlett
Отзывы о книге «Días de amor y engaños»

Обсуждение, отзывы о книге «Días de amor y engaños» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x