Alicia Bartlett - Días de amor y engaños

Здесь есть возможность читать онлайн «Alicia Bartlett - Días de amor y engaños» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Días de amor y engaños: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Días de amor y engaños»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una historia magistral sobre las parejas, el amor y el engaño La convivencia en una pequeña comunidad de ingenieros españoles en el extranjero se desmorona tras desvelarse la relación que ha mantenido uno de ellos con la esposa de otro. En unos pocos días, todo el frágil entramado de complicidades, de pequeñas hipocresías y de deseos contenidos de los miembros de la colonia se vendrá abajo, y saldrá así a la superficie un mundo de sexo, engaños y sueños largamente incumplidos. Una historia magistralmente narrada que trata un tema de eterna actualidad: la de las relaciones de pareja y cómo evolucionan, se transfiguran y mueren… o dan lugar a otras.

Días de amor y engaños — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Días de amor y engaños», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Cómo reaccionó?

– Ningún hombre se queda indiferente cuando le sueltas una cosa así, su tremenda vanidad hace que en seguida se interesen por ti. Además, no debió de sorprenderle demasiado, porque en seguida me creyó. Y, como ves, ha sido un éxito. Nos llevamos bien, hemos disfrutado juntos de la vida, hemos tenido hijos, y cuando llegue la vejez, que ya no está tan lejana, nos haremos compañía y nos cuidaremos mutuamente. ¿Es eso una pasión?, ¿no lo es? No tengo ni idea, pero te aseguro que la serenidad de tener a tu lado a alguien que sabes que comparte los mismos intereses que tú, los mismos recuerdos, los mismos afectos… bueno, dudo de que haya algo mejor que eso.

– Te entiendo perfectamente. Lo que dices no es muy diferente de lo que hemos vivido Ramón y yo. Lo que pasa es que todos nos metemos en la rueda diaria de la vida: el trabajo, las obligaciones, los hijos… y al final tienes la sensación de que vives con tu marido sólo por las circunstancias que te rodean, por nada más.

– Puede parecerlo, pero no es así. Naturalmente la inercia de los acontecimientos diarios te lleva a que cada uno se ocupe de sus cosas; aparte de que los hombres dedican a su profesión una parte importantísima de sí mismos; pero hay que mantenerse alerta, darse cuenta de que estás junto a tu marido, no olvidarlo. Tengo la seguridad de que la base de la unión amorosa está en nosotras. A nosotras nos toca velar para que todo vaya bien. Pero me has hecho ponerme seria cuando no me apetecía en absoluto.

– De acuerdo, nos hemos puesto demasiado trascendentes. Te invito a tomar una cerveza en el club para compensar. Y te prometo que no habrá más preguntas. Sólo me cuentas todos los preparativos que estás haciendo para Navidad.

Tomaron la cerveza. Manuela se explayó sobre sus planes para las fiestas, pero Victoria la oía muy lejos, lo justo para asentir, reír, apostillar, dar verosimilitud a su pretendida atención. Después se despidieron y ella se fue caminando hacia su casa. Sí, la serenidad, la paz de la larga convivencia año tras año, los proyectos comunes, los hijos… todo lo que Manuela había dicho podían parecer un montón de lugares comunes; pero se daba cuenta de hasta qué punto eran ideas razonables. La paz era justo lo que ella había empezado a perder, siempre sumida en aquella convulsión permanente de pensamientos y sentimientos. ¿Es que la calma no era algo realmente valioso? ¿Acaso merecía la pena echar por tierra una vida en la que no había existido sufrimiento, traición ni dolor? Quizá tendemos a valorar poco aquello que poseemos, pero si un día llegamos a perderlo… La vida con Santiago se presentaba como un enigma, pero no podía pretender que iba a estar fundamentada en la serenidad. Probablemente lo estaría en el amor, pero ¿serían capaces de encontrar un poco de calma después de los traumas que les esperaban? ¿Cómo se desarrollaría su convivencia?

Al llegar a su casa se fijó en el jardín. Poco después de su llegada a la colonia había decidido cuidarlo ella misma, sin la ayuda de jardineros; pero llevaba más de Una semana sin prestarle la más mínima atención. Las malas hierbas empezaban a prosperar por todos lados, y las rosas muertas habían perdido sus pétalos y parecían feos muñones. Le pareció que el aspecto del jardín era un reflejo de su estado anímico. Se autoimpuso la obligación de pasar la mañana siguiente trabajando con la azada y las tijeras de podar. No podía continuar con aquellos pensamientos obsesivos que la dejaban exhausta. No quería pensar más.

Entró en la casa y, dejándose llevar por un impulso, llamó a sus hijos por teléfono. La voz joven y animosa de la chica le proporcionó unos instantes de enorme relajación. Pero, como de costumbre, no contaba con tiempo para hablar, iba a salir de casa justo en aquel momento, siempre con prisa, siempre con obligaciones y planes que cumplir. Otras veces aquello le parecía algo natural, en esta ocasión se sintió un poco dolida. Pero no tenía derecho a reclamar toda la atención sobre sí misma cuando antes nunca lo había hecho. Le preguntó si pensaban ir a México por Navidad.

– Este año no, mamá, ya te lo dije. Además, hace muy poco que nos hemos visto. Tú misma estabas de acuerdo en que no podemos andar cruzando el Atlántico cada dos por tres. Espero que lo comprendas.

Y lo comprendía, desde luego que sí, del mismo modo que comprendió que nadie la ayudaría a salir de la confusión mental que la embargaba. Era como si estuviera en un juicio como acusada. Los testigos a favor de que continuara con su matrimonio no paraban de hablar, los que exponían razones para que se marchara con Santiago se habían quedado mudos. Pero por desgracia la vida no funciona como un juicio, siempre es uno mismo el juez, y el fiscal, también el abogado defensor. Tras colgar el teléfono miró a su alrededor y no encontró nada que le sirviera de ayuda o de consuelo. Si hubiera tenido el valor de contarle a Manuela lo que le sucedía, quizá hubiera recibido un buen consejo. Aunque podía imaginar hasta sus palabras: «¿Estás loca, Victoria, vas a dejar a tu marido, a tus hijos, tu vida cómoda, tu serenidad? Y todo por un hombre que aparentemente tiene un matrimonio roto, una esposa cínica y bebedora. ¡Seguro que está deseando librarse de ella y no se atreve a quedarse solo! ¡Vamos, eso son enamoramientos propios de una crisis de edad!» Eso le diría, y estaría muy cerca de la verdad. Ella nunca había pasado por ningún enamoramiento estando casada con Ramón. A su alrededor danzaban mil asuntos: el trabajo, los chicos, la rutina diaria… además, nunca había sido una mujer proclive a las aventuras. Al contrario, su carácter era sobrio y realista. Justamente por eso estaba magnificando unos sentimientos que otra persona más enamoradiza sabría reconocer, guardar en sus medidas justas. Y era bien cierto que Santiago perdía menos que ella en aquella huida. Sin duda estaba harto de Paula. Probablemente, si no hubiera sido ella, se hubiera liado con cualquier otra mujer.

De todo aquello tenía la culpa aquella estancia en México, la inactividad. No estaba acostumbrada a carecer de responsabilidades laborales. Oficiar de esposa tradicional no estaba hecho para ella. Si en ese momento hubiera sido trasplantada a Barcelona, de nuevo en su ambiente, con su familia, alumnos y amigos, todo aquello le hubiera parecido un sueño bastante ridículo. Se desplomó sobre un sillón. Era terrible que en el lugar donde construían la presa no hubiera cobertura para los teléfonos móviles. Hubiera llamado a Ramón, o a Santiago, a cualquiera de los dos.

– No, no, nada de guirnaldas eléctricas. Usaré la misma iluminación que ponemos en las verbenas de verano. Sólo me faltaba tener que emparrar todas esas bombillitas tan pequeñas por los árboles.

– Pero en esas guirnaldas hay figuritas de Papá Noel, y a los españoles os gusta mucho Papá Noel.

– Eso es a los franceses. Al carajo con Papá Noel. Me llevaré dos cajas de bolas de colores, las estrellas, la nieve artificial, el espumillón…

Darío y Rosita estaban en el almacén central de San Miguel, comprando las decoraciones de Navidad. Se habían encontrado por casualidad en plena calle. Él le pidió que lo acompañara a hacer sus recados. Pagó en la caja y se dirigieron hacia el coche. Ella lo ayudó a cargar las cajas.

– ¿Quieres que tomemos una cerveza o tienes que volver pronto a El Cielito?

– Si no te importa que te vean conmigo…

– Ni lo más mínimo. Anda, vamos, a lo mejor así se me quita el mal humor.

Se sentaron en la terraza de un bar de la plaza y pidieron cerveza. Rosita parecía encantada. Darío se fijó detenidamente en ella. Era la primera vez que la veía con tranquilidad fuera de El Cielito, a plena luz del día. Estaba bonita con su blusa blanca y la falda de lunares pequeños. No debía de tener más de veinticinco años. Pensó que no existía ninguna diferencia entre ella y cualquier otra chica de su edad. Pero era una prostituta. Claro que ser una prostituta allí carecía de las connotaciones de serlo en España. En aquellos ranchitas existía mucha pobreza y las chicas se veían forzadas a sacar dinero de donde fuera. Entre los mexicanos, ser prostituta no era tan negativo como entre los españoles. En aquel país no imperaban reglas de moral rígida, todo era más promiscuo, más sencillo, en el fondo. ¿Qué opinaría doña Manuela si se enterara de que él frecuentaba prostitutas del modo más natural? Seguro que le parecía algo horrible, una aberración. Pensar en la mujer de su jefe le recordó por qué estaba allí y volvió a abismarse en su mal humor: decoraciones navideñas, fiestas infantiles… ¡mierda!, aquello significaba un montón de trabajo más, y justamente del tipo que le reventaba. ¡Pues sí que se presentaban bien las Navidades! Ni siquiera sabía si tendría tiempo suficiente para dedicarse a Yolanda. Y claro, después de tanto sin verse y de haber hecho un viaje tan largo y gastarse tanta pasta en el billete, se mosquearía si no estaba pendiente de ella continuamente.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Días de amor y engaños»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Días de amor y engaños» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alicia Bartlett - Rites de mort
Alicia Bartlett
libcat.ru: книга без обложки
Alicia Bartlett
libcat.ru: книга без обложки
Alicia Bartlett
Alicia Bartlett - Donde Nadie Te Encuentre
Alicia Bartlett
Xavier Aliaga - Ja estem morts, amor
Xavier Aliaga
Alicia E. Funcasta Tripaldi - Transmuta este amor por otro amor
Alicia E. Funcasta Tripaldi
Humberto Batis - Amor por amor
Humberto Batis
Frederick Bartlett - The Wall Street Girl
Frederick Bartlett
Отзывы о книге «Días de amor y engaños»

Обсуждение, отзывы о книге «Días de amor y engaños» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x