Lorenzo Silva - Noviembre Sin Violetas

Здесь есть возможность читать онлайн «Lorenzo Silva - Noviembre Sin Violetas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Noviembre Sin Violetas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Noviembre Sin Violetas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Juan Galba se cree a salvo en su tranquilo empleo en un balneario. Hace ya una década que disolvió la sociedad criminal que formaba con su gran amigo, Pablo Echevarría, muerto en extrañas circunstancias. Pero un día se presenta en el balneario Claudia Artola, la viuda de éste. Lleva consigo unas cartas que obligarán a Juan a volver, muy a su pesar, a los manejos ilícitos. Por una lealtad no exenta de culpa, deberá proteger a Claudia de una implacable persecución y resolver un escabroso crimen. Pero lo que Juan no sospecha es que tras la sucesión de cadáveres y asesinos, se perfila una venganza perfectamente trabada.
Noviembre sin violetas parece, en una primera aproximación, una apasionante y vertiginosa novela policíaca. Sólo que en este caso el enigma encuentra al detective y no al revés, como suele ser habitual en este género. Desde esa inversión de los cánones, nada es lo que parece y los personajes casi nunca muestran su verdadero rostro. La novela es, en fin, una reflexión sobre la absolución que quizá merezca toda acción humana y sobre la condena que pesa, por el contrario, sobre sus consecuencias.

Noviembre Sin Violetas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Noviembre Sin Violetas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En el hotel nos dio la llave de la habitación un sujeto distinto del que habíamos visto en la recepción durante todo el día. Mientras abría la puerta noté que estaba cansado de vigilar a Begoña, tanto para que no tratara de escurrirse mientras estábamos por ahí como para evitar que se acercara demasiado. Este doble esfuerzo, casi esquizofrénico, había desgastado considerablemente mis nervios. Apenas entramos, sugerí:

– Haz lo que tengas que hacer en el cuarto de baño y vamos a acostarnos. Estoy molido.

Begoña asintió en silencio y entró en el cuarto de baño. Yo eché una manta en el sofá y corrí las cortinas. Me acerqué al sofá la lámpara que había sobre la cómoda. Poco después, Begoña volvió a la habitación. Al verla, experimenté un sobresalto. Estaba completamente desnuda. Llevaba su ropa cuidadosamente doblada sobre un brazo y antes de dejarla sobre la silla enfrentó impasible mi mirada estupefacta. Tal vez era la mujer más formidable que había visto nunca, y ella se dio toda la cuenta que le hiciera falta darse.

– ¿Qué es lo que pretendes? -mascullé, vacilante.

– Nada, siempre duermo así. Vamos a dormir, ¿no?

– Métete en la cama, por favor.

Obedeció. Y al verla doblar la pierna sobre el colchón antes de entrar bajo las sábanas, o inclinarse para deslizarse mejor, sin que sus pechos durísimos cambiaran apenas de forma, maldije no poder medirme con ella decorosamente, aunque fuera irracional e incongruente pensarlo. Una vez que estuvo acostada me acerqué y até sus muñecas al cabecero, procurando que no le quedaran en una posición excesivamente incómoda. Ella seguía mis movimientos con una sonrisa condescendiente y perversa. En cuanto hube concluido, sin perder tiempo, me fui hacia el cuarto de baño, entré y cerré de un portazo.

Metí la cabeza bajo un chorro de agua fría. Luego contemplé con asco mi rostro durante unos cinco minutos, que quizá fueran diez. Tenía ojeras, la frente arrugada, unas amplias entradas, la barba sin afeitar. Y los ojos que miraban todo esto estaban inyectados en sangre. Necesitaba dormir.

Cuando volví a la habitación Begoña me aguardaba con aquella misma sonrisa con que la había dejado y que ahora era más ostensible. También era ostensible que iba a decir algo, y lo dijo:

– Has tardado mucho -y con una ironía satisfecha y brutal, conjeturó-: ¿Has estado masturbándote?

No me ofendí. Sólo se me ocurrió que aquella niña malcriada nunca había sufrido de verdad. Y quise que sufriera. Saqué la pistola de debajo del pantalón y despacio, sin inmutarme, la alcé y la monté con un movimiento seco, decidido. Caminé lentamente hasta ella y acerqué el cañón hasta que se apoyó entre sus ojos. Lo mantuve ahí, sin decir nada, quitando y poniendo el seguro con el pulgar hasta que la sonrisa abandonó sus labios. Simulé odiarla, sin calor, como un psicópata, vaciando mis ojos de expresión. Begoña creyó llegado el momento de hacer algo.

– Sé una cosa que querrías saber -aseguró, inquieta.

– No me digas -murmuré, mientras seguía acariciando con el dedo el seguro y el lomo de la pistola.

– En serio. Te interesará saberlo.

– Prueba a ver. Me están empezando a asaltar extrañas ideas. Quizá no tengas mucho tiempo.

Begoña respiró con fuerza y clavándome sus cálidos ojos de color de miel afirmó:

– Conozco a Lucrecia Artola.

– ¿A quién?

– A Lucrecia Artola. Estuvo anoche en mi casa.

No retiré la pistola. No me precipité. Cautelosamente, inquirí:

– ¿Y qué hacía en tu casa?

– Con ella sí te acostaste, ¿verdad? Mira si fuiste idiota.

– No has respondido a mi pregunta.

– Ni lo haré mientras tenga esa pistola entre los ojos.

Aparté la pistola.

– Vino a gritarle a mi padre. Estaba realmente envenenada. Escuché durante un rato detrás de la puerta. Hablaban de ti y de no sé qué desaguisado que habían hecho los hombres de papá en un hotel en el que se suponía que debías estar y luego no estabas. Mi padre también le gritaba a ella. Al final parece que Olarte pagó el pato.

– ¿Qué más oíste?

Begoña captó el ansia de mi interrogación y volvió la cara hacia otro lado.

– No recuerdo bien. No prestaba atención a todo. ¿Es verdad que fuiste a verla a su casa?

– ¿Qué dijo ella sobre eso?

– Lo suficiente. Así que es verdad. Pobre estúpido.

No sabía si debía defenderme, o callarme, o apalearla hasta que me dijera todo lo que supiera. Begoña tenía ahora los ojos cerrados y una mueca de profundo desánimo.

– ¿Desde cuándo va Lucrecia a ver a tu padre? -pregunté, sin convicción.

– Y yo qué sé. Déjame dormir. Detesto haberte conocido.

No merecía la pena insistir. Quité el cargador de la pistola y saqué el cartucho de la recámara. Después me despojé de la camisa y apagué la luz. El sofá era duro y estrecho. Yo también detestaba haberme conocido, pero una alegría maligna me embargaba. No necesitaba que Begoña me dijera más. Al fin habían casado dos piezas del rompecabezas, y aunque lo que de éste entreveía presentaba perfiles aberrantes, disfruté imaginando que ya no estaba tan lejos de resolverlo. Aquella noche, por gratitud o por simple voluptuosidad, soñé que lloraba largamente sobre los pechos desnudos de la hija de Jáuregui.

12 .

Que los dioses te dejen tenerla

Aquella mañana me levanté temprano. Me cercioré de que Begoña todavía dormía y me fui al cuarto de baño a meditar. Para ayudarme a buscar ideas, me llevé las cartas de Pablo. La que me había enviado a mí y la que le había enviado a Claudia. Las releí con cuidado, procurando no fiar nada a la memoria. Al cotejar una con otra surgían afinidades, como la superioridad de fantasma o profeta que exhibía en ambas, y divergencias, como la categoría de instrumento que mi persona adquiría en la carta a Claudia frente al papel de insustituible salvador que me adjudicaba en la que me había escrito a mí. Pero ni al coincidir consigo mismo ni al mostrarse doble me ofrecía Pablo ninguna pista que arrojara luz sobre el asunto que ahora me preocupaba. Había supuesto que tal vez hubiera dejado, en alguna de aquellas dos laboriosas cartas, claves ocultas acerca de la confabulación que le había llevado a la muerte, algo que yo hubiera pasado por alto antes y que ahora que había vinculado a Lucrecia y Jáuregui pudiera comprender mejor. Pero todo me parecía tan evidente y tan sentimental como la primera vez que había leído aquellas líneas. Mi carta ya no me conmovía como antes y la carta a Claudia seguía produciéndome una sensación de apresurada negligencia. Pensé que Pablo se había limitado a decir hasta el final, incluso con exceso, un par de cosas que no tenían mucho que ver con lo que yo estaba buscando, y que lo que callaba, que era lo que a mí me interesaba, lo callaba también completamente. Cuando ya estaba dispuesto a asumir esta hipótesis que descartaba cualquier fisura, tuve una súbita ocurrencia. Sólo estaba investigando un aspecto de aquellas cartas: su contenido. Pero Pablo había sido un peligroso partidario de otra cara de la vida: la forma. Incluso la había cultivado, con jactancia, hasta el vacío y el absurdo. Al llegar a este punto recordé un viejo truco de juventud que Pablo y yo habíamos utilizado al principio de nuestra amistad, antes de conocer a Claudia y de hacer todas las cosas que habíamos hecho después. Era un sistema para enviar mensajes secretos que consistía en tomar las primeras letras de cada párrafo. Pero no la primera de todos ellos, sino la primera del primero, la segunda del segundo, y así sucesivamente. La experiencia nos había hecho ver que éste sistema era más dúctil que el de usar necesariamente iniciales. Cogí papel y lápiz y lo intenté primero con mi carta. La falta de práctica me hizo cometer al principio algunos errores, pero una vez subsanados el resultado fue éste:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Noviembre Sin Violetas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Noviembre Sin Violetas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Noviembre Sin Violetas»

Обсуждение, отзывы о книге «Noviembre Sin Violetas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x