David Serafín - Golpe de Reyes
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– Y por tanto anular su prudencia, Paco. Por eso estaba desprevenido.
– Lo más desconcertante es esto, jefe. Que le han encontrado agua del río en el estómago. Están seguros por los restos de cieno y diatomeas, que coinciden con las muestras del agua que tomó Varga del río.
– Pero eso significaría que aún estaba vivo cuando cayó al agua -objetó Bernal- y Peláez estaba seguro de que no se había ahogado, sino que se le había matado a golpes en la cabeza. ¿Había agua en los pulmones o en los bronquios?
– No, sólo en el duodeno y el estómago.
– Peláez tiene que haberse equivocado entonces, aunque no es propio de él. El muerto tragó sin duda un poco de agua antes de fallecer, y no es muy verosímil que se apartase del sendero que discurre junto al palacio real para beber agua del río, con lo contaminada que está. Anda, llama a Peláez y dile que venga para tener una charla.
Cuando Navarro hubo hecho la llamada, Bernal le preguntó acerca del misal de fray Nicolás, que se había enviado al laboratorio técnico.
– ¿Ha sacado Varga algo en limpio?
– No mucho. Dice que al parecer no se ha escrito nada en él. Nos ha enviado una lista de las páginas que señalaban las estampas en la sección de las misas propias del día.
Bernal leyó la lista con interés creciente y las fechas que Varga había mecanografiado: 29 de noviembre, 8, 13 y 24 de diciembre, 1, 5 y 6 de enero.
– ¿Y no hay nada escrito en las páginas correspondientes ni en las estampas?
– Él no ha descubierto nada, pero está haciendo más pruebas.
– Me da en la nariz, Paco, que fray Nicolás quiso avisarnos a propósito del complot Magos. Observa las cuatro fechas que aparecen en primer lugar: corresponden a mi interpretación del código cromático de los mensajes aparecidos en el periódico. Di a Varga que siga esta pista hasta agotarla. Nicolás tuvo que haber oído algo de lo que se dijo en la habitación del padre Gaspar y sin duda quiso transmitirlo a las autoridades mediante un procedimiento secreto.
Antes de que llegara el doctor Peláez, entró Ángel Gallardo con la lengua fuera.
– ¡Ángel! Te tengo dicho que no te expongas a que te desenmascaren… -le reprochó Bernal-. ¿Qué haces aquí? ¿Ha descubierto Elena algo más?
– Tengo apenas un minuto, jefe. Mi compañero ha ido a telefonear a su novia y he aprovechado la ocasión para venir y contarle la noticia. Algo gordo se trama, no aquí, sino en Andalucía. Se nos ha encargado llevar a Sevilla una furgoneta llena de panfletos confeccionados en la imprenta de La Corneta para entregarlos en una dirección de la calle de la Feria de aquella ciudad.
– ¿Has podido ver qué dicen los panfletos, Ángel?
– Mejor aún, jefe: le he traído uno -sacó una hoja satinada y doblada, de color rojo y azul-. Lo saqué de uno de los paquetes. Hay bultos también de carteles grandes, aunque no era tan fácil echar el guante a uno de éstos.
Bernal desplegó la hoja y los tres se pusieron a leerla. Comenzaba con grandes mayúsculas de color azul:
¡MAGOS! ¡SE ACERCA EL DÍA
DE LA SALVACIÓN NACIONAL!
A todos los miembros se les ha pedido se preparen para actuar el 6 de enero. En los encuentros regionales del domingo 13 de diciembre se concretarán las órdenes definitivas.
Cada día que pasa, vemos nuestra vida nacional prostituida por los partidos políticos que deshonran a la patria dentro y fuera de sus fronteras, como ya previo el Caudillo. Cada día que pasa, vemos nuestra religión escupida y a nuestros sacerdotes y monjas ridiculizados. Cada día que pasa, vemos la vida familiar degradada y la honradez de nuestras madres, esposas, hermanas e hijas mancillada por la pornografía que invade los teatros, los cines y los quioscos. Cada día que pasa vemos a nuestro pueblo corrompido por la malévola tentación de jugar en las quinielas, loterías y bingos.
Cada día que pasa, vemos cómo esos sanguinarios terroristas asesinan a nuestros policías y guardias civiles con el único objeto de destruir la unidad de la patria.
No tardarán en volver todas las cosas a su cauce. Restauraremos las tradiciones de nuestros mayores y la moral sana y limpia volverá a imperar en nuestras calles y en nuestras casas.
¡NO FALLÉIS EN VUESTRA AYUDA A MAGOS!
¡ES LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD DE SALVAR
A LA PATRIA!
– No dice dónde van a celebrarse esos encuentros regionales -comentó Bernal-. ¿Se han movilizado otras furgonetas, aparte de la tuya, Ángel?
– Sí, jefe. Otras siete están cargadas de material. He estado de palique con algunos de los chóferes y me he enterado de que una va a Barcelona, otra a Valencia y una tercera a Valladolid. No he podido averiguar nada acerca de las demás.
– Ya -dijo Bernal-. Se diría que mandan una carga a cada región militar. Está claro que la primera región se podrá abastecer con mayor margen de tiempo. ¿Ha averiguado Elena alguna cosa a propósito de esos encuentros regionales?
– Dice que ha visto cajas de insignias rojas y azules en el despacho del redactor-jefe, y que reina un clima especial, como si algo se estuviese preparando. Me ha dicho también que intentaría sonsacar a la secretaria particular del director cuando vayan a comer.
– Cuando estés en Sevilla, Ángel, averigua todo lo que puedas, sobre todo el lugar previsto para esas reuniones del domingo que viene, y llámanos en seguida. Quédate allí estos cuatro días. ¿No podrías fingir una avería en la furgoneta?
– La provocaré si es preciso, jefe. Basta con poner azúcar en el depósito de gasolina. Costaría un par de días a cualquier taller de reparaciones el descubrir el fallo.
– En caso de emergencia, ponte en contacto con la policía de Sevilla, pero procura averiguar antes lo que puedas por cuenta propia. Recuerda que nuestra misión es fundamentalmente la de observar con discreción. No tenemos autoridad para detener a nadie basándonos sólo en sospechas.
– De acuerdo, jefe, lo tendré en cuenta.
Poco después de que Ángel se fuera, entraba el doctor Peláez con cara de pocos amigos.
– Me has interrumpido una autopsia de lo más interesante, Bernal. ¿Qué pasa?
– Lo siento, Peláez, pero ¿estás seguro de que dictaminaste con exactitud la causa de la muerte de fray Nicolás? Hay ciertas discrepancias con el informe del toxicólogo.
– ¿Te refieres al cadáver de Aranjuez? Pues claro que dictaminé con exactitud. ¿No lo hago siempre?
– Pues escucha, Peláez. El Instituto de Toxicología ha encontrado agua del río en el estómago y el duodeno del fraile. Ahora bien: tú dijiste que murió a causa de los golpes recibidos en la cabeza, que después se le arrojó al río y que no murió ahogado. ¿Cómo explicas que tragase agua si ya estaba muerto?
– Vamos a ver… Pues sí que es un rompecabezas. Deja que lea el informe.
Peláez acercó el texto mecanografiado a sus gruesas gafas para verlo mejor y lo leyó con la máxima atención.
– Cieno y… diatomeas del río, ¿eh? -meditó aquello unos momentos-. Mira, Bernal, no hay la menor duda en este punto. Fray Nicolás no se ahogó. Yo no encontré el menor síntoma típico de la asfixia. También hice el test de Gettler, que, aunque data de 1921, es todavía fiable y se acepta siempre en los tribunales.
– ¿Quieres explicarnos en qué consiste? -preguntó Navarro.
– Bueno, se toman muestras de sangre de las cavidades cardíacas izquierda y derecha del supuesto ahogado y se compara el nivel de cloruro sódico que contienen. Cuando alguien se ahoga, el agua tiende a pasar de los pulmones a la sangre. Si se ahoga en agua de mar, la sal hace que el nivel de cloruro sódico en la sangre aumente notablemente en la cavidad izquierda en comparación con la derecha. Si se ahoga en agua dulce, y no importa que ésta sea de río, de lago o simplemente de la bañera, se produce el efecto contrario. Si el difunto ha muerto por otras causas y luego se le arroja al agua, el agua, según los experimentos de Smith y Glaister, no puede entrar en la cavidad izquierda del corazón, y el nivel de cloruro sódico será el mismo en ambas cavidades; y esto es lo que yo vi en el caso de fray Nicolás.
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