Daniel Silva - El Hombre De Viena

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A finales de la Segunda Guerra Mundial, el oficial nazi Radek estaba encargado de hacer desaparecer cualquier evidencia del Holocausto. Hoy, Radek es Vogel, vive en Viena, es el dueño de un banco de inversiones y aporta grandes cantidades de dinero a la campaña del aspirante a canciller, que es en realidad su hijo secreto. Gabriel Allon (protagonista de El Confesor), es enviado a Viena a investigar un atentado en la oficina de ayuda a víctimas de la guerra. La investigación adquiere tintes personales cuando Allon, gracias a unos dibujos del diario de su madre, reconoce en Vogel no sólo al sádico Radek sino al hombre que casi mató a su madre en el campo de concentración. Pero la ayuda que Vogel recibe tanto de la CIA como del mismo Vaticano convierte su investigación en una tarea difícil.

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– Me gusta lo que ha hecho con este lugar, Herr Heller. -Carter se quitó finalmente el abrigo-. La miseria neocontemporánea. Además del olor. Lo reconozco. Auténtica comida basura del Wienerwald de la esquina, si no me equivoco.

Gabriel le dio la taza de té con el hilo de la bolsita colgando por encima del borde.

– ¿Por qué ha venido, Adrian?

– Se me ocurrió que quizá podría echar una mano.

– Tonterías.

Carter quitó cosas del sofá y se dejó caer pesadamente, como un viajante al final de un largo y nada fructífero viaje.

– La verdad es que estoy aquí en representación de mi director. Por lo que parece, está sufriendo un agudo ataque de ansiedad preparto. Cree que estamos colgados de una rama y que vosotros tenéis el hacha. Quiere que la agencia entre en la partida.

– ¿Eso qué significa?

– Quiere conocer todo el plan.

– Tú ya lo conoces, Adrian. Te lo expliqué todo en Virginia. No ha cambiado.

– Conozco el plan a grandes trazos -replicó Carter-. Ahora quiero leer la letra pequeña.

– Lo que estás diciendo es que tu director quiere revisar el plan y dar el visto bueno.

– Algo por el estilo. También quiere que esté junto a Ari cuando se ejecute.

– ¿Qué pasará si le decimos que se vaya al demonio?

– Yo diría que hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que alguien le dé el soplo a Radek, y entonces lo perderías. Necesitas estar a buenas con el director, Gabriel. Es la única manera de que puedas tener a Radek.

– Estamos listos para actuar, Adrian. Ahora no es el momento de recibir consejos del séptimo piso.

Shamron se sentó junto a Carter.

– Si tu director tiene un mínimo de inteligencia, tendría que mantenerse lo más lejos posible de todo este asunto.

– Intenté explicárselo, no en estos términos, pero sí parecidos. No ha querido escucharme. Nuestro director es un tipo de Wall Street. Le gusta creer que es alguien que siempre lleva la voz cantante. Siempre sabía lo que estaba haciendo cada división de su compañía. Intenta dirigir la agencia de la misma manera. Además, como ya sabes, es amigo del presidente. Si te pones a malas con él, llamará a la Casa Blanca, y esto se habrá acabado.

Gabriel miró a Shamron, que asintió con la expresión de un hombre con un terrible dolor de muelas. Carter recibió la información. Shamron permaneció sentado unos minutos, pero no tardó en comenzar a pasearse por la habitación, lo mismo que un cocinero que ve cómo sus recetas más secretas son entregadas alegremente a su rival. Cuando Gabriel acabó, Carter se tomó su tiempo para cargar la pipa.

– A mí me suena, caballeros, como si lo tuviesen todo preparado -opinó-. ¿A qué esperan? Si yo estuviese en su lugar, me pondría en marcha antes de que mi director decida que quiere formar parte del equipo.

Gabriel asintió. Cogió el teléfono y llamó a Uzi Navot en Zurich.

33

VIENA-MUNICH

Klaus Halder llamó discretamente a la puerta del despacho. Una voz al otro lado lo invitó a entrar. Abrió la puerta y vio al anciano sentado en la penumbra, la mirada fija en la pantalla del televisor: un mitin de Metzler celebrado durante la tarde en Graz, la multitud enfervorizada, una entrevista sobre la composición del futuro gabinete de Metzler. El viejo apagó el televisor y volvió sus ojos azules hacia el guardaespaldas. Halder le señaló el teléfono. Parpadeaba una luz verde.

– ¿Quién es?

– Herr Becker, que lo llama desde Zurich.

El viejo atendió la llamada.

– Buenas noches, Konrad.

– Buenas noches, Herr Vogel. Lamento molestarlo a estas horas, pero me temo que no podía esperar.

– ¿Hay algún problema?

– Oh, no, todo lo contrario. A la vista de las últimas noticias que llegan desde Viena sobre las elecciones, he decidido acelerar mis preparativos y proceder como si la victoria de Peter Metzler ya estuviera confirmada.

– Un proceder muy sabio, Konrad.

– Estaba seguro de que estaría de acuerdo. Tengo varios documentos que requieren su firma. Me pareció que lo mejor para todos sería empezar el proceso cuanto antes.

– ¿Qué clase de documentos?

– Mi abogado se lo explicará mucho mejor que yo. Si a usted le parece bien, iré a verlo a Viena. Será cuestión de unos minutos.

– ¿Qué tal el viernes?

– El viernes me parece perfecto, siempre que sea a última hora de la tarde. Tengo un compromiso por la mañana que me es imposible cambiar.

– ¿Digamos a las cuatro?

– Me iría mejor a las cinco, Herr Vogel.

– De acuerdo. El viernes a las cinco.

– Nos veremos entonces.

– ¿Konrad?

– ¿Sí, Herr Vogel?

– Ese abogado… dígame su nombre, por favor.

– Oskar Lange, Herr Vogel. Es un hombre muy capaz. Ha trabajado conmigo en numerosas ocasiones.

– Supongo que es una persona que comprende el significado de la palabra «discreción».

– Es lo que se dice una tumba. Está usted en muy buenas manos.

– Adiós, Konrad.

El viejo colgó el teléfono y miró a Halder.

– ¿Traerá a alguien con él? -preguntó el guardaespaldas.

Vogel asintió.

– Siempre ha venido solo. ¿Por qué de pronto trae a un ayudante?

– Herr Becker está a punto de recibir cien millones de dólares, Klaus. Si hay un hombre en el mundo en quien podamos confiar, es en ese enano de Zurich.

El guardaespaldas caminó hacia la puerta.

– ¿Klaus?

– ¿Sí, Herr Vogel?

– Quizá estés en lo cierto. Llama a algunos de nuestros amigos de Zurich. A ver si alguien ha oído hablar de un abogado de nombre Oskar Lange.

Una hora más tarde, una grabación de la llamada telefónica de Becker fue enviada por una transmisión segura desde las oficinas de Becker & Puhl en Zurich al piso franco en Munich. La escucharon una vez, otra, y una tercera. A Adrian Carter no le gustó el contenido.

– Supongo que sois conscientes de que en cuanto Radek colgó el teléfono, hizo inmediatamente una llamada a Zurich para pedir información sobre Oskar Lange. Espero que lo hayáis tenido en cuenta.

Shamron pareció decepcionado con las palabras de Carter.

– ¿Qué crees, Adrian? ¿Que nunca antes hemos hecho esta clase de cosas? ¿Que somos unos niños a los que hay que llevar de la mano?

Carter encendió la pipa y soltó un par de bocanadas mientras esperaba la respuesta.

– ¿Alguna vez has oído la palabra sayan o sayanim ? -preguntó Shamron.

Carter asintió con la pipa entre los dientes.

– Tu legión de colaboradores voluntarios. Los recepcionistas de hotel que te alquilan habitaciones sin necesidad de que firmes en el registro. Los empleados de las agencias de coches de alquiler que te facilitan automóviles que no se pueden rastrear. Los médicos que atienden a tus agentes cuando presentan heridas que podrían resultar difíciles de explicar. Los banqueros que te dan créditos sin hacer preguntas.

– Somos un servicio de inteligencia pequeño -señaló Shamron-. Mil doscientos empleados en total. No podríamos hacer lo que hacemos sin la ayuda de los sayanim . Son uno de los pocos beneficios de la Diáspora, mi ejército privado de colaboradores voluntarios.

– ¿Qué pasa con Oskar Lange?

– Es un abogado de Zurich, especializado en temas impositivos. También se da el caso de que es judío. Es algo que no divulga en Zurich. Hace unos años, lo invité a cenar en un discreto restaurante en el lago y lo incorporé a mi lista de colaboradores. La semana pasada le pedí un favor. Necesitaba su pasaporte y su despacho, y que desapareciera durante un par de semanas. Cuando le expliqué el motivo, se mostró encantado. Incluso más, quería ir a Viena y ayudar en la captura de Radek.

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