Laurell Hamilton - Delitos Menores

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Puede que me conozcas como Meredith Nic Essus, princesa del reino de las Hadas. O quizás, como Merry Gentry, detective privado de Los Ángeles. Tanto en el Mundo de las Hadas como en el mundo de los mortales, mi vida es objeto de intrigas reales y dramas célebres. Entre los míos, me he enfrentado a enemigos terribles, soportado la traición y maldad de mi familia y cumplido con el deber de engendrar un heredero… todo por el derecho de reclamar el trono. Pero le he dado la espalda a la Corte y a la corona, eligiendo el exilio en el mundo de los humanos… y en brazos de mis amados Frost y Oscuridad.
Puede que haya rechazado la monarquía, pero no puedo abandonar a mi gente. Alguien está matando hadas, lo que tiene desconcertado al Departamento de Policía de Los Ángeles y profundamente trastornados a mis guardias y a mí. Los de mi especie no son fáciles de matar o capturar… al menos, no por mortales. He de llegar al fondo de este espantoso asunto, aunque eso signifique enfrentarme a Gilda, el Hada Madrina, mi rival por la lealtad de las hadas de la ciudad de Los Ángeles.
Pero suceden las cosas más extrañas. Mortales a los que una vez sané usando la magia, de pronto obran milagros, un impactante fenómeno que siembra el caos en las relaciones entre humanos y hadas. Aunque yo soy inocente, soy sospechosa de realizar actividades mágicas ilícitas.
Creía que había dejado atrás la sangre y la política en mi turbulento reino. He soñado con llevar una vida idílica en la soleada ciudad de Los Ángeles al lado de mis amados. Pero ha llegado el momento de despertar y darme cuenta de que el mal no tiene fronteras y de que nadie vive para siempre… ni siquiera si son mágicos.

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CAPÍTULO 38

UNA VEZ QUE VOMITÉ ME ENCONTRÉ MEJOR. ME DISCULPÉ por devolver en el laboratorio, pero por suerte el suelo no conservaría pruebas del desastre. Carmichael me dio un caramelo mentolado y nos marchamos. Rhys nos llevó a casa, e hizo las gestiones pertinentes para recoger el otro coche a la mañana siguiente. Aparte de él, nadie más que yo sabía conducir, y ninguno de los hombres parecía desear que lo hiciera. Supongo que no podía culparlos.

Me recliné en el asiento de los pasajeros y dije…

– Pensé que podría tener náuseas por la mañana, no por la tarde.

– Es diferente de una mujer a otra -dijo Doyle desde el asiento trasero.

– ¿Conoces a alguien que sufra de náuseas por la tarde? -pregunté.

– Sí -fue todo lo que dijo.

Me giré en el asiento y él era la Oscuridad en un coche oscuro, aunque las farolas nos iluminaban mientras Rhys conducía. Frost estaba a su lado, haciendo que el contraste fuera aún mayor. Barinthus estaba en el lado opuesto y había dejado claro que no deseaba estar cerca de Frost.

– ¿Quién es ella? -le pregunté.

– Mi mujer -dijo, mirando hacia fuera por la ventanilla, no hacia mí.

– ¿Has estado casado?

– Sí.

– ¿Y tenías algún hijo?

– Sí.

– ¿Qué les pasó?

– Murieron.

No supe qué decir a esto. Me acababa de enterar de que Doyle había estado casado, había tenido un hijo, y los había perdido a ambos; no había tenido idea de todo eso minutos antes. Me giré y dejé que el silencio llenara el coche.

– ¿No te molesta? -preguntó Doyle quedamente.

– Pienso en ello, pero… ¿cuántos de vosotros habéis tenido mujer e hijos?

– Todos nosotros menos Frost, creo -contestó Rhys.

– Los tuve -dijo Frost.

– Rose -dije.

Él afirmó con la cabeza.

– Sí.

– No sabía que hubieras tenido un hijo con ella. ¿Qué pasó?

– Murió.

– Todos murieron -musitó Doyle.

Barinthus habló desde la penumbra del asiento trasero.

– Hay momentos, Meredith, en los que ser inmortal y eternamente joven no es una bendición.

Pensé en ello.

– Por lo que sabemos, estoy envejeciendo a un ritmo sólo algo más lento que un humano normal. No soy ni inmortal, ni eternamente joven.

– No eras inmortal de niña -dijo Barinthus -y tampoco tenías alguna mano de poder como los otros niños.

– ¿Todos vosotros vais a estar dentro de más de cien años, sentados en algún coche movido por energía atómica y contándoles a nuestros hijos cosas sobre mí?

Nadie dijo nada, pero Rhys separó una mano del volante y la puso sobre la mía. Realmente no había nada qué decir, o ningún consuelo. Me agarré a la mano de Rhys, y él me la sostuvo todo el camino a casa. A veces el consuelo no tiene palabras.

CAPÍTULO 39

ME DESHICE DE LOS TACONES ALTOS TAN PRONTO COMO cruzamos la puerta. Luego, toda la situación empezó a parecerse a una secuencia de una comedia romántica con todos los hombres intentando ayudarme a subir las escaleras. Julian y Galen salieron al vestíbulo desde la sala de estar. Galen era la viva estampa de la preocupación cuando escuchó que me había encontrado mal, pero tanto él como Julian tuvieron problemas para no reírse cuando se enteraron de que había vomitado en el laboratorio forense.

Les miré frunciendo el ceño, aunque abracé a Julian porque sabía que si estaba aquí era porque su cena con Adam no había salido muy bien.

– Perdona por no haber estado aquí para abrazarte durante la sesión de tele de esta noche.

Julian depositó un beso fraternal en mi mejilla.

– Estabas luchando contra el crimen. Sólo por eso, te perdono -dijo, haciendo una broma, pero aunque su sonrisa fue genuina, en sus ojos castaños se podía ver una sombra de tristeza.

Me separé de él y Galen me cogió en brazos.

– Puedo caminar -le dije.

– Sí, pero así ellos dejarán de discutir y nos seguirán mientras te preparas para ir a la cama. Tengo más noticias. Y también para Julian.

Galen había comenzado a ir hacia la escalera, y llamando a Julian, usó toda la velocidad que sus largas piernas podían proporcionarle. Julian tuvo que correr para no perderle.

Aunque realmente, fue Rhys quien nos alcanzó en la escalera antes que los demás, explicándonos mientras corría para seguirnos el ritmo.

– Doyle y Frost están hablando con Barinthus. Él y yo nunca hemos sido amigos, así que pensé que sería mejor que viniera para ayudarte a meterte en la cama -sonrió abiertamente mientras hablaba, alzando una ceja en un movimiento lascivo.

Me hizo sonreír, que era lo que pretendía.

– ¿Qué ha pasado ahora? -le pregunté.

Galen me besó en la mejilla al mismo tiempo que llegaba a lo alto de la escalera.

– No son malas noticias, Merry, pero probablemente podrías pasar sin oírlas.

– Sólo dímelas -comenté.

– ¡Julian! -llamó Galen. -Jordan despertó del efecto de los calmantes repitiendo siempre la misma frase: “Thumbelina quiere ser grande”. Siguió repitiéndolo una y otra vez, pero cuando se despertó del todo, no se acordaba de lo que había dicho, o lo que esto podría significar.

– ¿Se lo dijisteis a Lucy?

Él asintió.

– Pero podía ser una tontería. Ya lo sabes.

– Podría ser, pero el asesino ha estado copiando ilustraciones de cuentos para niños. Tal vez esto se refiera al próximo libro -dije.

Rhys abrió la puerta del dormitorio y Galen me hizo entrar. La cama estaba ya preparada, y sobre ella habían dejado preparado un camisón de seda.

Apoyé la cabeza en el hueco del cuello de Galen, inhalando el calor y olor de su piel para calmarme. Susurré…

– Tuve que enfrentarme a Barinthus. Le dije que Jeremy era más útil para mí que él.

– Vaya por Dios, me lo perdí -susurró Galen.

Rhys comentó…

– Realmente le puso en su sitio.

– ¿Escuchaste lo que dijeron? -preguntó Julian.

Rhys asintió, mirando al otro hombre.

– Exactamente igual que Galen y yo escuchamos tu conversación con Merry en la acera, así que sé que si estás aquí, quiere decir que te fue mal la cena con Adam.

– Maldición, ¿Qué oíste exactamente? -preguntó Julian.

Galen me dejó en la cama. Luego se arrodilló delante de mí.

– Mistral va a hablar con la Reina Niceven en el espejo de la habitación principal. Ella insiste en que debes alimentar a Royal esta noche o la alianza entre las dos se terminará.

Le miré.

– O le alimento o anula la alianza -comenté.

Asintió.

– Hemos hablado con ella varias veces durante el tiempo que has estado fuera.

– ¿Qué está pasando en la Corte para que quiera librarse de nosotros de tan mala manera?

Galen echó un vistazo hacia atrás mirando a Julian, quien cogió la indirecta y dijo…

– Creo que necesitas controlar las cosas aquí y dormir esta noche, Merry. Gracias por la oferta de cariños y arrumacos, pero ahora tienes otras cosas que hacer antes que ocuparte de mí.

– Te abrazaremos -dijo Rhys.

Julian le miró, frunciendo el ceño.

Rhys sonrió abiertamente.

– Ya te lo dije, Galen y yo escuchamos lo que le contaste a Merry. Si estás falto de afecto, Galen y yo podemos ayudarte.

Julian miró a cada uno de los hombres.

– Gracias, pero no estoy seguro de lo que estás ofreciendo.

– Te achucharemos -agregó Galen.

– Estrictamente como amigos -aclaró Rhys.

Entonces Julian me miró, y su expresión pareció dolida. Me reí.

– Vamos, que al final conseguirás tu achuchón, y además será con dos de los hombres más guapos del lugar, aunque claro, sin nada de sexo.

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