Ian Rankin - El jardínde las sombras

Здесь есть возможность читать онлайн «Ian Rankin - El jardínde las sombras» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El jardínde las sombras: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El jardínde las sombras»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El inspector Rebus se desvive por llegar al fondo de una investigación que podría desenmascarar a un genocida de la segunda guerra mundial, asunto que el gobierno británico preferiría no destapar, cuando la batalla callejera entre dos bandas rivales llama a su puerta. Un mafioso checheno y Tommy Telford, un joven gánster de Glasgow que ha comenzado a afianzar su territorio
Rebus, rodeado de enemigos, explora y se enfrenta al crimen organizado; quiere acabar con Telford, y así lo hará, aun a costa de sellar un pacto con el diablo.

El jardínde las sombras — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El jardínde las sombras», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lo que inquietaba a Rebus de aquel dibujo era el rostro, o, mejor dicho, la ausencia del mismo. Se incorporó mentalmente a la escena del accidente diciéndose cómo habría reaccionado él de haber sido testigo. ¿Se habría concentrado en el coche para fijarse en la matrícula? ¿O habría mirado a Sammy? ¿Qué habría prevalecido: su instinto policiaco o el paterno? En la comisaría, alguien había comentado «No te preocupes, lo cogeremos» y no «No te preocupes, se pondrá bien». Lo que reducía la ecuación a dos términos: el conductor y el justo castigo, y la víctima y su recuperación.

– Yo habría sido un testigo como cualquier otro -dijo en voz baja doblando el dibujo y guardándoselo.

Sammy estaba en una habitación individual rodeada de tubos y aparatos, tal como él había visto en películas y por televisión. Sólo que aquel cuarto era más lóbrego y tenía desconchada la pintura de las paredes y el marco de la ventana. Las sillas eran de patas metálicas con pie de goma y asiento de plástico moldeado. Al entrar se levantó una mujer que fue a abrazarle y él la besó en la frente.

– Hola, Rhona.

– Hola, John.

Tenía aspecto de cansada, desde luego, pero lucía un elegante corte de pelo teñido color trigo dorado. Iba muy bien vestida y se adornaba con alhajas. La miró a los ojos y advirtió que no armonizaban con el conjunto por el color de las lentillas. Ni en los ojos quedaban huellas de su pasado.

– Rhona, Dios santo, no sabes cuánto lo siento…

Hablaba en un susurro para no molestar a Sammy. Lo cual era ridículo porque lo que más deseaba en aquel momento era que despertase.

– ¿Cómo está? -preguntó.

– Igual.

Mickey se puso en pie. Había tres sillas dispuestas en semicírculo. Mickey y Rhona habían ocupado las de los extremos. Al desprenderse Rhona del abrazo de Rebus, Mickey se acercó a su hermano.

– Verdaderamente es horroroso -dijo en voz baja.

Tenía el mismo aspecto de siempre: el de un aficionado a fiestas al que ya no invitan.

Una vez hechos los cumplidos Rebus se acercó a la cabecera de Sammy. Se le notaban aún las magulladuras del rostro y ahora se apreciaba bien la causa de las distintas abrasiones: seto, bordillo, calzada. Tenía una pierna fracturada y los brazos vendados. A su lado había un osito sin una oreja. Rebus sonrió.

– Le has traído a Pa Broon.

– Sí.

– ¿Han dicho si tiene alguna…? -preguntó Rebus con la mirada clavada en Sammy.

– ¿Alguna qué? -replicó Rhona instándole a que hablara sin tapujos.

– Lesión cerebral.

– Nadie nos ha informado de nada -contestó ella con desaire.

Con intención de atropellada. ¿No era lo que habían dicho? No, ninguno de los otros testigos había llegado a tanto; pero tampoco gozaban de la privilegiada situación de Renton para verlo.

– ¿No ha venido nadie a ver cómo sigue?

– Nadie, desde que yo estoy aquí.

– Yo, que llegué antes, tampoco he visto un alma -añadió Mickey.

Era el colmo. Salió a zancadas de la habitación y vio a un médico charlando al fondo del pasillo con dos enfermeras, una de ellas recostada en la pared.

– ¿Pero qué pasa aquí -tronó Rebus- que nadie se ha ocupado de mi hija en toda la mañana?

El médico era joven, de pelo rubio corto peinado con raya.

– Estamos haciendo cuanto podemos.

– ¿Qué quiere decir con eso?

– Ya veo que es usted el…

– Váyase a la mierda, amigo. ¿Por qué no ha venido el jefe médico a verla? ¿Por qué la dejan ahí tendida como un…?

Se le ahogaron las palabras.

– Han examinado a su hija dos especialistas esta mañana -replicó el médico sin perder los nervios- y ahora estamos a la espera de unos análisis para decidir otra posible operación. El edema cerebral es importante e inevitablemente el resultado de los análisis lleva su tiempo.

Rebus se sintió burlado y seguía enfadado; pero no era el caso descargar allí su enfado. Asintió con la cabeza y les volvió la espalda.

Mientras explicaba la situación a Rhona en la habitación vio una maleta y una bolsa grande junto a uno de los aparatos.

– Oye -dijo-, lo lógico es que te quedes en mi piso. Está a diez minutos y puedo dejarte el coche.

Ella negó con la cabeza.

– Hemos reservado habitación en el Sheraton.

– El piso está más cerca y no soy de los que cobran…

«Hemos», ¿había dicho? Rebus miró a Mickey, que no apartaba la vista de la cama, cuando en ese momento se abrió la puerta y entró un hombre bajo, fornido, con la respiración agitada y frotándose las manos para que vieran que acababa de lavárselas. Su frente era carnosa y surcada de arrugas, el cuello abultado y tenía un pelo oscuro tupido como una marea negra. Se detuvo al ver a Rebus.

– John -dijo Rhona-, te presento a Jackie, un amigo.

– Jackie Platt -dijo el hombre tendiendo su mano regordeta.

– Jackie se empeñó en traerme en coche cuando se enteró.

Platt se encogió tanto de hombros que casi hundió la cabeza entre ellos.

– No iba a dejarla venir sola.

– Son muchos kilómetros -dijo Mickey como animando a alguien a repetirlo.

– Y además están haciendo obras -añadió Jackie Platt asintiendo con la cabeza.

La mirada de Rebus se cruzó con la de Rhona, quien la desvió de inmediato para eludir reproches.

A Rebus aquel gordo le resultaba ajeno. Le parecía un personaje de otra película que estaba de más en el reparto.

– Se la ve muy tranquila, ¿no? -dijo el londinense acercándose a la cama y rozando con el reverso de la mano el brazo vendado de Sammy mientras Rebus hundía las uñas en la palma de las manos.

Platt lanzó un bostezo acto seguido.

– Rhona, ¿sabes qué?, no quiero ser descortés pero estoy reventado. ¿Nos vemos en el hotel?

Ella dijo que sí con la cabeza, como viendo el cielo abierto, mientras Platt cogía su maleta. Antes de salir, al pasar junto a ella, se metió la mano en el bolsillo y sacó un fajo de billetes.

– Y coge un taxi, ¿eh?

– De acuerdo, Jackie. Hasta luego.

– Adiós, cielo -dijo él apretándole la mano-. Hasta luego, Mickey. ¡Que haya suerte, John!

Antes de irse hizo un guiño arrugando la cara. Se produjo un breve silencio hasta que Rhona alzó la mano sin billetes.

– No digas nada, ¿vale?

– Nada más lejos de mi intención -contestó Rebus sentándose-. «Estoy reventado.» Discreción donde la haya.

– Vamos, Johnny -terció Mickey.

Johnny: Mickey era el único que le llamaba por el diminutivo para retrotraerse a la infancia. Miró a su hermano sonriendo. Mickey era terapeuta y sabía intervenir en situaciones semejantes.

– ¿Y el equipaje? -preguntó Rebus a Rhona.

– ¿Cómo?

– Si vais a un hotel, ¿por qué no lo habéis dejado en su coche?

– Es que yo había pensado quedarme aquí porque me dijeron que era posible, pero al verla… cambié de parecer.

Las lágrimas se escaparon de sus ojos emborronando el ya alterado maquillaje. Mickey le tendió un pañuelo.

– John, ¿tú crees que…? Oh, Dios mío, ¿cómo pudo suceder? -Lloraba ahora a lágrima viva; Rebus se le acercó y se puso en cuclillas ante ella cogiéndole las manos-. John, es lo único que tenemos. Lo único que hemos tenido.

– Aún la tenemos, Rhona. ¿No la ves?

– ¿Por qué ha tenido que sucederle a ella, a Samantha? ¿Por qué?

– Se lo preguntaré al tiparraco ése cuando dé con él, Rhona -dijo besándola en el pelo y mirando a Mickey-. Y te juro que lo encontraré.

Más tarde, cuando Ned Farlowe pasó a hacer una visita, Rebus le acompañó a la calle. Lloviznaba, pero era un respiro.

– Uno de los testigos oculares cree que fue deliberado -comentó Rebus.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El jardínde las sombras»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El jardínde las sombras» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El jardínde las sombras»

Обсуждение, отзывы о книге «El jardínde las sombras» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x