Francisco Ledesma - El pecado o algo parecido

Здесь есть возможность читать онлайн «Francisco Ledesma - El pecado o algo parecido» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El pecado o algo parecido: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El pecado o algo parecido»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un nuevo caso del detective Méndez, personaje que ha convertido a González Ledesma en uno de los autores españoles de serie negra más reconocidos en Europa.
Sinopsis: Méndez lamentó la crueldad de su destino. Había venido a Madrid para no trabajar nada, y se encontraba con que tenía que averiguar qué había detrás del repugnante crimen cometido con el culo ignorado de una mujer ignorada en un lugar ignorado.

El pecado o algo parecido — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El pecado o algo parecido», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No hace falta. Esta conversación no va a quedar registrada en ninguna parte. Siga.

– Lo primero es lo del antiguo y hermoso chalet de los altos de Serrano, en Madrid. Hay una maraña de sociedades tan antigua y complicada que cuando uno se adentra en ella cree adentrarse en los archivos del Vaticano, pero en resumen la casa pertenece a una sociedad, y la sociedad le pertenece a usted.

– Sí.

– El chalet ha servido para muchos usos a lo largo de su hermosa vida, pero ahora estaba para alquilar.

– Exacto. En realidad está para alquilar todavía.

– Porque la policía espera que los nuevos inquilinos sean jefes de ETA, y mientras mantenga esa esperanza no cerrará lo que ahora se llama «el operativo». Tócame los cojones. Supongo que usted no sabía nada de eso.

– Nada absolutamente. De un alquiler de tanta importancia se ocupa una agencia, como es natural. Y yo no investigo las agencias ni los nombres, falsos, naturalmente, en este caso, que me proponen, aunque imagino que la policía sí que lo hace.

– ¿La policía le dijo a usted algo?

– Qué coño me va a decir.

– El caso es que, en prevención, la bofia llenó la casa de micros muy secretos y muy bien puestos, de modo que se pudiera captar cualquier conversación. ¿A usted le dijeron algo?

– Qué coño me van a decir.

– El caso es que la casa estaba deshabitada, en espera de los nuevos inquilinos. Y con los micros a punto.

– Sí.

– A usted, según asegura, no le dijeron nada acerca de esos micros. Una escucha ilegal más. ¿Qué importa? ¿Pero usted realmente no sabía nada?

– Voy a serle sincero, Méndez. Si le he dejado llegar hasta aquí es porque pienso contarle la verdad.

– ¿Tan insignificante le parezco?

– Sí.

– ¿Hasta ahí llega su desprecio?

– Sí.

Méndez no se ofendió.

– Siempre he oído decir -musitó solamente- que dinero es dinero. Que mucho dinero es poder, como en su caso. Y, digo yo, muchísimo dinero tiene que ser la hostia.

– Exacto, Méndez. Yo estoy situado en el centro de la hostia. Por eso puedo permitirme el lujo de ignorarle mientras no le veo, y de despreciarle cuando le veo. ¿Conforme?

Y dejó en el cenicero de Sévres su cigarro a punto de consumirse. Méndez siempre había oído decir que a un habano de alta clase hay que dejarlo morir encendido y con dignidad.

– Capto su desprecio hasta en el humo -susurró Méndez-. Casi me lo echa a la cara. Pero al menos dígame la verdad.

– Se la diré, y es bien sencilla. Mis técnicos revisaron todas las instalaciones cuando llegó una oferta solvente de alquiler, aunque esa oferta no se haya materializado aún. Pensaba levantar luego un acta notarial, para acreditar que yo entregaba la casa en perfectas condiciones, en previsión de algún desperfecto. Y entonces descubrieron el primer micro, y luego todos los demás. Tampoco era tan difícil.

– ¿Usted sospechó que los había colocado la policía?

– Claro.

– ¿No reclamó?

– ¿Por qué? Podían haberlos colocado para un anterior inquilino. Yo no sabía la fecha exacta de su instalación, de modo que cabía esa posibilidad. Podían haberlos colocado para el nuevo inquilino, lo cual era lo más probable. Pero, en todo caso, de momento los tenía yo. Podía decir cualquier cosa que me resultara beneficiosa ante la policía, porque la policía la sabría. Es decir, jugaría con ellos si hacía falta. Y como averigüé la onda en que lo recogido por los micros llegaba a la central de datos de la bofia, oiría todo lo que se hablaba. Usted, Méndez, ha dicho antes que mucho dinero es poder. Mucha información también es poder. ¿Está de acuerdo? Claro que usted nunca ha tenido ninguna de las dos cosas: ni dinero ni información. Es inútil.

– ¿Usted captaba de vez en cuando lo que se decía en la casa y quedaba grabado?

– Sí, de vez en cuando. Era como el que capta una emisora con informaciones idiotas. Comentarios de los empleados de la agencia, de las mujeres de la limpieza, de los aspirantes a inquilino… Y de tarde en tarde había alguna cosa con gracia. Por los micros me enteré de que el portero de la finca se había tirado a media España, y su mujer a la otra media.

– Siempre he dicho que toda España está jodida -aseguró Méndez.

Gomara volvió a encender otro habano.

– ¿Le molesta?

– Qué va -susurró Méndez-. Para el último habano que compré necesité un aval. ¿Y quién más conocía lo de los micros en la casa?

Gomara vaciló por primera vez, pero al final dijo:

– Mi hija. Nunca le oculté información alguna.

– ¿Única hija?

– Sí.

– ¿Virginia? Es decir, ¿Virgin?

Sólo un observador como Méndez podía notar que la mano y el nuevo habano de Gomara temblaban un momento.

– Le voy a tener que devolver el honor -dijo el banquero, tratando de reír-. Ha averiguado usted bastantes cosas.

– ¿Virgin sufrió una hepatitis C hace tiempo?

– Definitivamente le devuelvo su honor, Méndez.

– ¿Su hija tenía malas compañías, señor Gomara?

– ¿Qué quiere decir?

– Usted lo sabe perfectamente.

– No… No tenía malas compañías. Lo normal. Las chicas modernas salen hoy con mucha gente, pero en su caso nada especial. Yo nunca tuve un problema con Virgin, excepto uno de fondo, uno de esos problemas que el tiempo arregla: ella no quería sucederme, no quería tener y dominar un banco, pese a saber que era mi única heredera. Pero esas cosas les pasan a mucha gente, desde el dueño de un restaurante al dueño de una fábrica de hilados, cuando saben que tienen un único heredero… Ah… Los hijos no se fabrican a medida. Pero, contestando a su pregunta, le diré que nunca tuvo malas compañías. O, mejor dicho, vamos a ver: todo tío que quiere empitonar a tu hija por las bravas es necesariamente una mala compañía, aunque ella no lo sepa.

– Perdone la brusquedad de la pregunta: ¿su hija quería ser empitonada por mucha gente?

Ahora sí que la mano y el habano de Gomara temblaron ostensiblemente.

– Es usted un cabrón, Méndez.

– Sí.

– Un hijo de puta.

– De eso tengo hasta un diploma.

– A pesar de todo, contestaré a su pregunta. En efecto, a mi hija la miraban con deseo muchos hombres. Ya ve que empleo el tiempo pasado, porque sospecho que usted lo sabe todo, es decir, que está muerta. Ya le he devuelto el honor de ser un buen policía, Méndez, que es el único honor que le queda, aparte, supongo, del honor anal. Mi hija no sólo era guapa; también era elegante, dulce, culta y encima tímida. Y más encima todavía: era rica. La mitad de los hombres, incluso los que han recibido órdenes sagradas, se mueren por tirarse sobre una mujer así. Y si es rica, mejor. Cualquier desgraciado estalla cuando piensa que puede encontrar la lengua de una mujer rica.

Méndez guardó un momento de silencio. Algo le dijo que Gomara también se había criado en la calle.

Luego susurró:

– Siga.

– Un día mi hija desapareció -dijo Gomara con un hilo de voz.

– Y usted la buscó en todas partes. En la casa de los altos de Serrano también, claro. Y encontró sangre. Y comprobó todo lo que se había grabado a través de los micros.

– Sí.

La voz de Gomara era apagada, lejana. Se diluía en el humo del habano, que como se sabe es un humo en el que se diluye el tiempo.

– Le pido que me siga contestando con sinceridad -dijo Méndez-. ¿Llegó usted antes que la policía?

– Imagino que sí. La policía es muy rutinaria y muy gandula. Cuando monta una escucha de espera, no la atiende al minuto. Las conversaciones quedan grabadas, como las grababa yo. Por supuesto, era inevitable que también ellos lo supieran rápidamente, pero por muy poco tiempo llegué antes yo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El pecado o algo parecido»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El pecado o algo parecido» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El pecado o algo parecido»

Обсуждение, отзывы о книге «El pecado o algo parecido» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x