Juan Sasturain - Arena en los zapatos

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Sasturain - Arena en los zapatos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Arena en los zapatos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Arena en los zapatos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Arena en los zapatos, novela ejemplar en la que Etchenike advierte algunos de los beneficios del caos o, para decirlo con moderación, del desorden, es una novela asombrosa. Bajo el peso y el paso del “veterano”, la gran ciudad esta vez se disuelve, se retira hacia confines de mar, una playa sola al filo del otoño donde todo parece convertirse en otra cosa manipulada por el tiempo. Entre otras, en una ficción que juega con los tableros de la memoria y la sospecha simultáneamente. Esto, claro, juega a favor del hombre que cada día debe luchar a puño limpio con el desánimo para restablecer un sistema de prioridades que el narrador nunca pierde de vista. Publicada por primera vez a fines de los ochenta, Arena en los zapatos ha adquirido un nuevo sabor, mejorado con los años, como un buen vino. A su genial y demorada intriga, a su ritmo exacto, debe agregársele la perspectiva y el tamaño que el personaje de Sasturain tomó: leyenda invulnerable, genio y figura de un argentino de bien obligado generalmente a mantenerse al margen de la ley. Una obra maestra.

Arena en los zapatos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Arena en los zapatos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El veterano no podía responder muy bien a eso. Había tomado distancia ya de su propia versión inicial y quijotesca, de las motivaciones justicieras, inclusive. Optó por la arqueología:

– Mi experiencia en la institución no fue como la suya, Laguna: yo me fui de asco, no soportaba lo que veía a mi alrededor… Es como si me hubiera quedado algo atravesado.

– Cuestión de estómago -lo cortó el otro.

Un gato blanco y negro saltó de la medianera al piso, se acercó cautelosamente, la mirada en las baldosas.

– O cuestión de hígado, mejor -reflexionó Laguna como para sí-. Fíjese: yo me bajo tres pavas diarias de mate, no le hago ascos a los huevos fritos, al guiso, chupo como en mis buenos tiempos…

La mirada de Laguna trepó hasta los ojos de Etchenike.

– Nunca he sido delicado y acá me ve -concluyó-. Pero no es eso a lo que usted se refería… Quiero decir: hay que ser fuerte.

La idea de fortaleza, la jactancia física tirada ahí, en medio de la charla evocativa, se deslizó como una mancha derramada a los pies de Etchenike, le mojaba los pies y la seguridad, le mentaba blandamente su flojera, la queja: los huevos fritos se mezclaban con los huevos a secas, amenazaban el hueso.

Pero Laguna tal vez se dio cuenta de que había ido muy lejos:

– Hay que estar. Hay que haber estado… -dijo y se golpeó las rodillas.

Borraba con el codo. Con énfasis amistoso le tiraba un cabo a ese hombre que había vuelto ahora porque alguna vez se había ido, que era duro porque había sido blando. Que era blando porque había sido duro y no se bancaba la dureza, la blandura.

– La gente nos putea y tiene razón. Pero no son mejores que nosotros -se atrevió Laguna-. Había un cabo en La Dulce, un pueblito de por acá donde yo empecé a prestar servicio, que decía que estar en la policía -él no decía “ser policía”- es como tener un hijo feo y darse cuenta. Pero que nadie lo diga; que uno lo sepa pero que nadie te lo diga. Que sea insoportable pero que esté ahí: la fealdad es una injusticia y contra eso no hay policía que valga, no hay orden… No sé si me entiende.

– No. Bah, creo que sí… -Etchenike recibía un paquete, una carta de pésame, una tarjeta de cumpleaños, qué era eso-. Usted me quiere hacer sentir que entiende.

– Tal vez. Quiero decir que está bien cualquier cosa que haga, Etchenique… Yo no soy quién para…

– Yo tampoco.

Hubo un silencio tan equívoco como toda la conversación y después se miraron, sonrieron. Laguna cebó otro mate, ya frío, lo extendió con la pregunta que cambiaba de frente:

– Basta de pajerías: ¿quién lo fajó así?

– Pendejos. Y uno es de los nuestros, según creo.

Y le explicó de Tarzán, del episodio de la playa, de la función de cine, de la desaparición aparente de Algañaraz, de tantas cosas.

– ¿Pero usted a qué vino a Playa Bonita?

– Una vigilancia por dos semanas. Empecé el sábado. Nada que ver con este asunto, según creo. Y en cuanto a ese oficial…

– Si es el que pienso, se llama Brunetti.

– Puede ser “El Tano” Brunetti.

– Sí, así le dicen. Es de acá, de la zona, pero cumple servicio en Mar del Plata. Debe estar de vacaciones. Siempre hay problemas con él.

– ¿Qué tipo de problemas?

– Abusos de autoridad, trata de blancas y drogas… Pero está muy bien agarrado, muy protegido. En la regional Mar del Plata es intocable prácticamente.

– ¿Un simple suboficial?

Laguna sonrió y se levantó con la pava y el mate en mano.

– Voy a hacer uno nuevo -dijo y desapareció dentro de la cocina.

Etchenike paseó la mirada por el huerto. Se estaba bien allí, a la sombra tupida del limonero, dejándose hamacar en la tarde como si el calor fuera un mar que se atraviesa lentamente en uno de esos mesurados barcos chinos de velas amarronadas que prodigan una sombra cuadrada y fresca pese a todo.

– No es una cuestión de cargo -dijo Laguna volviendo junto a él, silencioso y lento como un maestro oriental-. Es una cuestión de poder: que en estos últimos años, con los militares con jurisdicción directa sobre nosotros, se den muchos casos como ése. Son tipos que ocupan lugares, espacios clave, que no necesariamente han de ser muy importantes sino en tanto le sirvan al coronel, al general o a quien carajo esté en el asunto y lo necesite.

– ¿Y éste?

– Hace casi tres años que está en Estupefacientes. No asciende pero tampoco lo echan.

Etchenike suspendió el trayecto de la bombilla hacia su boca. Anudó ideas en el aire.

– ¿Qué tiene que hacer un tipo como ésos con los Hutton, los Casado Sastre, los cómo se llamen de la oligarquía de la pampa húmeda?

Laguna se turbó. Levemente, pero se turbó.

– Nada. Que yo sepa, con los Hutton, nada… ¿Por qué?

– Cuando anteanoche llegó Willy de Mar del Plata con los otros del equipo de pato, Brunetti estaba con ellos.

– Tal vez lo recogieron en Miramar cuando venían. Es muy frecuente. Además, es muy probable que se conozcan desde chicos… Acaso han ido a la escuela juntos.

El veterano se los imaginó en bancos contiguos pero con los mismos rostros actuales; se codeaban, tiraban tizas…

– Todo está tan mezclado -atinó a decir-. No entiendo cómo un tipo como Willy llegó a manejar semejante hotel, cómo se llegó a esto…

Y le contó lo que Fumetto le había revelado de la historia, los avatares que atravesaban décadas de la historia política argentina.

Laguna sabía más:

– Ahí hubo, después, un drama -dramatizó el comisario-. Cuando a fines de los cuarenta Perón les quita la concesión y dedica el hotel al turismo social, mandan de interventor a un abogado gremialista, asesor de sindicatos: Juan Ludueña, un peronista de Mar del Plata. Era un buen tipo, Ludueña. Pero se enamoró nada menos que de la hija del inglés, Virginia, una chica muy hermosa que prácticamente no había salido del campo sino para ir a Inglaterra a conocer a los abuelos o a Buenos Aires tres o cuatro veces al año. Inclusive estaba comprometida con un Pereyra Iraola. La cuestión es que ella también se enamoró y se casaron contra todos. Un escándalo. Usted se acuerda lo que era la rivalidad, el odio político en esos años, el rencor… Para colmo, al casarse se quedaron a vivir ahí mismo, en el hotel. Y después, lo que agotó la paciencia de la vieja Julia fue que cuando nació su nieta le pusieron María Eva, por Evita, que acababa de morir. No quiso ni siquiera verla.

La levísima sonrisa que dibujó la boca de Etchenike no alcanzó a desatarse en ironía.

– Ponerle Evita…

– Y eso no fue todo. Al poco tiempo, debe haber sido para el ‘53, cuando la epidemia de poliomielitis, la nena se enfermó. Algunos dicen que la abuela les había pedido que le mandaran a la chica para aislarla y Ludueña no quiso; otros dicen que fue al revés y que la vieja, resentida, no quiso aceptar a la nieta en su casa. La cuestión es que la piba quedó mal. Se recuperó mucho pero es el día de hoy que sigue usando el bastón y tiene una pierna con fierros, semimuerta… Una lástima: es una hermosa mujer.

– ¿Y qué fue de Ludueña y Virginia Hutton?

– Es la parte más trágica, si cabe.

Laguna no era un narrador consumado pero este relato le daba todos los materiales para el lucimiento: suspenso, golpes bajos, romanticismo y política. Ahora había hecho una pausa estratégica, tal vez demasiado prolongada.

– Cuando llega la Revolución Libertadora en el ‘55, Ludueña supo que lo iban a ir a buscar porque había algún envidioso alcahuete en el hotel, y decidió rajarse. Pero Virginia no quiso que se fuera solo. Una noche, le dejaron la nena a la abuela en la estancia y se escaparon en un auto a Mar del Plata. Iban varios en el coche, no se sabe cuántos. La cuestión es que los intercepta la Marina a la altura de Chapadmalal, hay una persecución y el auto se sale del camino en Barranca de los Lobos, da unos tumbos, cae y se incendia. No se salvó nadie. Aparecieron tres cadáveres completamente carbonizados: una mujer, Virginia, y dos hombres. A Ludueña lo reconocieron la gente del hotel, los empleados. Además, había documentos y papeles a su nombre en el baúl. Así terminó todo: un espanto. Durante un tiempo, se anduvo diciendo que Ludueña no había muerto, que se había salvado, que había “pasado a la clandestinidad” en la época de la Resistencia Peronista. Inclusive había una leyenda que lo ubicaba participando en la fuga de Ushuaia de Cámpora, Kelly y Cooke, un asunto muy sonado. Pero en realidad murió, está tan muerto como la pobre Virginia.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Arena en los zapatos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Arena en los zapatos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


John Verdon - No abras los ojos
John Verdon
Juan Sasturain - El Caso Yotivenko
Juan Sasturain
Juan Sasturain - Manual De Perdedores
Juan Sasturain
Jean-Christophe Grangé - Los ríos de color púrpura
Jean-Christophe Grangé
Juan Pablo Arenas Vargas - Arboles Mentales
Juan Pablo Arenas Vargas
Juan Diego Taborda - Los habitantes del colegio
Juan Diego Taborda
Jean Shinoda Bolen - Los dioses de cada hombre
Jean Shinoda Bolen
Carlos Calderón Fajardo - Los zapatos de Bianciotti
Carlos Calderón Fajardo
José Arenas - Los rotos
José Arenas
Chiara Cesetti - El Aroma De Los Días
Chiara Cesetti
Отзывы о книге «Arena en los zapatos»

Обсуждение, отзывы о книге «Arena en los zapatos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x