Frédéric Lenormand - Medicina para asesinos

Здесь есть возможность читать онлайн «Frédéric Lenormand - Medicina para asesinos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Medicina para asesinos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Medicina para asesinos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un médico se ha atrevido a introducir un veneno mortal dentro del círculo del emperador de China. El juez Di recibe el encargo de investigar el Gran Servicio Médico, una institución única en el mundo que recoge todos los conocimientos médicos y forma a los mejores sabios del imperio. De la acupuntura a la farmacopea, Di emprende la búsqueda de un asesino brillante y temible y nos lleva a descubrir los refinamientos del arte médico chino.

Medicina para asesinos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Medicina para asesinos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Combaten el enfisema y el asma. El fruto, encerrado en una cápsula espinosa, posee propiedades narcóticas y sedativas muy potentes.

– Ah, sí, ya sé -dijo Di examinado desde más cerca el contenido de los anaqueles-. He juzgado a prostitutas que los daban a beber a sus amantes ocasionales en forma de licor y cuando caían aletargados los desvalijaban limpiamente…

Desconcertado, Cai Yong intentó salvar el escollo celebrando las virtudes del ginseng, la panacea por excelencia. Además de sus propiedades afrodisíacas, esta planta rara y costosa era descongestiva, facilitaba la circulación, limpiaba la sangre y revitalizaba los organismos frágiles.

– Decocción a tomar por la mañana -concluyó deslizando un saquito en la mano del funcionario.

– Dígame, ¿usted reúne las funciones del médico y del farmacéutico? -preguntó Di sin dejar de leer las etiquetas de este arsenal del crimen y el desenfreno.

– Y ¿por qué no? ¿Cómo pretende Su Excelencia que vivamos si no es así?

Cai Yong se acercó al visitante y añadió en voz baja:

– ¿Acaso el gran hombre cree que prodigo mis remedios a las cien familias? [22]¡Claro que no! Para las cien familias tengo píldoras a base de harina de trigo azucarada y aromatizada, emplastos compuestos de pasta de azufaifo y de jalea de membrillos. Es suficiente bueno para ellos, no falla. Reservo mis verdaderos medicamentos para clientes como usted, capaces de apreciarlos.

Di le preguntó si había visto a una cortesana de altos vuelos aquejada de una contagiosa enfermedad.

– Si la hubiese visto, la habría curado -respondió Cai Yong con fatuidad.

Di consideró que el lugar no demostraba esa competencia universal de la que se jactaba su ocupante.

El gong de la entrada resonó dos veces seguidas. Di consideró que ya se había reído suficiente; mejor sería despedirse y volver a la investigación para la que el gran secretario le había designado. Al cruzar la primera sala vio, sentada en uno de los bancos, a una dama que esperaba probablemente a que le entregaran la pócima milagrosa que enviaría a su marido en brazos de una rival. Descubrió además a un galán que parecía muy interesado en su vecina. Levantó los ojos al cielo y salió del lugar.

Cuando bajaban por la calle, los dos hombres pasaron delante de una taberna de tallarines. Choi Ki-Moon lanzó una mirada cómplice al mandarín.

– Si no me equivoco, la patrona de este establecimiento prueba los preparados de nuestro amigo para regular los impulsos amorosos de su marido -dijo guiñándole el ojo con picardía.

Di se fijó en una banderola blanca próxima a la puerta. Esos emblemas de duelo le producían el mismo efecto que una de las pociones revigorizantes del maestro Cai.

– ¿Quién ha muerto? -preguntó a una camarera que estaba limpiando las mesas dispuestas bajo el tejadillo.

– Nuestro patrón, el señor Si -respondió la mujer sin dejar de frotar-. ¡Quién iba a decir que nos dejaría tan pronto! ¡El sacerdote taoísta ha dicho que era normal cuando un hombre dispersa su energía yang a tontas y a locas! [23]

Di sintió que un escalofrío le recorría la espina dorsal. Tuvo el horrible presentimiento de que la coincidencia resultaba como mínimo inquietante.

– De pronto me apetece comer un plato de tallarines -dijo tomando asiento en uno de los taburetes.

Hizo un gesto a Choi Ki-Moon para que se sentara enfrente de él en lugar de hacerse notar quedándose plantado como un criado. El coreano obedeció preguntándose si el mandarín había jurado obtener la condena de todos los médicos de la ciudad. Una mujer entradita en carnes, que Di supuso sería la patrona, acudió a cantarles el plato del día, consistente en pastas salteadas a la tinta seca. Di adoptó la expresión de un gastrónomo maravillado.

– ¿Te había dicho o no que era la mejor taberna de tallarines al norte de la ciudad, viejo amigo? -exclamó dirigiéndose a Choi Ki-Moon, que estaba perplejo-. Ha sido nuestro amigo el médico Cai Yong quien nos ha enviado.

– ¡Que los dioses bendigan eternamente a ese benefactor de las mujeres! -respondió la cocinera juntando las manos para encomendar al interesado a las deidades compasivas.

Este arrebato de gratitud hacia un hombre que no había salvado ni a su esposo ni su matrimonio aumentó el recelo del magistrado. La camarera regresó enseguida con los platos encargados. Di se extasió ante la calidad de las viandas, pero se guardó mucho de hundir en ellas sus palillos y siguió haciendo preguntas como si tuviese ganas de conversar.

– ¿Así que tu patrón ha muerto de repente? ¿Cómo es que el sabio no lo curó?

– La señora hizo venir a un médico muy bueno, pero la enfermedad estaba ya muy avanzada.

– ¿Y era ése el que lo atendía siempre?

– ¡Ah, no! ¡Si el señor era fuerte como una roca!

Lanzó una risita y añadió que el difunto solía prodigarse sin miramientos entre todas las mujeres que se le ponían a tiro. Al parecer, era el galán maduro del barrio y su esposa debía de ser una de las damas a las que menos echaba en falta.

Sin dejar de remover la pasta, Di se formó rápidamente un cuadro de la situación. El restaurador Si dilapidaba el dinero de su negocio en brazos de pelanduscas y descuidaba a su mujer. Quizás habría acabado repudiándola y arrojándola a la calle sin recursos. Al ver fracasados sus intentos de reformarlo, la señora Si tenía motivos para desear su muerte.

Choi Ki-Moon, cuyo apetito parecía no tener límites, estaba atiborrándose enfrente de él. Asqueado del espectáculo, Di desvió su atención a los que lo rodeaban. A pocas mesas de distancia, vio que la patrona se ocupaba de otro cliente. Enseguida reconoció al individuo que ya había visto en la sala de espera, el petimetre ocupado en cortejar a una cliente. Era corto de piernas, tripudo y de tez mate, pero lucía un bigote impecable y tenía buena labia.

– ¿Y ése quién es? -preguntó Di cuando la criada regresó con la sopa con la que terminaban todas las comidas chinas.

Respondió que era el peluquero del barrio, un cliente habitual. Di añadió este detalle al conjunto de los que trataba de organizar en su mente. El añorado señor Si no era, por lo que se veía, el único seductor de la zona, y el peluquero se había propuesto heredar su título de gallo del corral.

– ¿Y ése no habrá sido paciente de Cai Yong? -preguntó el mandarín.

– ¡Su señoría posee el don de la doble visión! -exclamó la camarera-. El señor lo curó de una mala gripe el invierno pasado. Es un gran sabio y sentimos una profunda admiración.

Por lo visto, el médico no sólo salvaba a maridos promiscuos. En esta calle se daban los más hermosos ejemplos de curación por ausencia de moralidad que Di hubiera visto nunca.

Una mujer que subía por la calle a toda prisa pasó muy cerca de ellos. Parecía asustada. Di la siguió con la mirada hasta que entró en casa del médico sin molestarse en hacer sonar el gong. El tambor de alerta que el magistrado tenía en su cabeza, sin embargo, empezó a golpear con gran estrépito. Di sacó unos sapeques del cinturón y los arrojó sobre la mesa. Se levantó, con gran pesar del coreano, que no había acabado su sopa de patas de gallina, y se encaminó al gabinete médico, un lugar cada vez más apasionante.

Tampoco él llamó al gong al cruzar la puerta. La primera sala estaba vacía. Fue directo a la cortina de cuentas, que apartó para entrar en el gabinete. La dama a la que acababa de ver pasar estaba de pie, con expresión abatida. Cai Yong la escuchaba sentado en un sillón donde probablemente la mujer lo había sorprendido al entrar. Había en su cara una mezcla de estupor y de contrariedad, sentimiento que no cambió al ver al mandarín entrar en su casa sin hacerse anunciar, cortando a la visitante en mitad de una parrafada que no parecía alegre.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Medicina para asesinos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Medicina para asesinos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Medicina para asesinos»

Обсуждение, отзывы о книге «Medicina para asesinos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x