– ¿Tu hermana? -preguntó sin más, cuando vio a Jasmin en una foto junto con otra mujer y un niño. Las dos mujeres eran sin duda hermanas, aun cuando la mujer al lado de Jasmin pareciera visiblemente mayor que ella, y su cara estuviera surcada por pliegues a causa de las preocupaciones. El niño parecía tener tan solo cinco o seis años. Miraba serio, con los ojos sabedores de alguien mucho mayor, hacia la cámara. Chris se acordó del juguete en el bolso de viaje.
Al no responder ella, giró la cabeza en su dirección. En ese preciso momento, ella se estaba pasando las manos sobre los ojos.
– Sí. Mi hermana y su hijo, que ahora tiene siete años. Viven en el sur de Suecia. -Su voz sonaba como si estuviera a la defensiva, como si le desagradara hablar de ello.
– No hay un hombre…
– Sí. Durante la procreación. Después la dejó tirada, poco después del parto -ella frunció la cara-. Estoy cansada. Me voy a dormir -dijo de forma abrupta.
– He visto la bolsa de viaje con el dragón de peluche.
Ella mientras asentía con la cabeza, posó de golpe la copa, echó la manta de un manotazo hacia un lado y se levantó.
– Voy a hacerles una visita. Mañana.
* * *
Chris necesitó un momento para orientarse. Las nueve y media.
Se levantó y abrió la puerta que daba al descansillo. Desde allí se escuchaba berrear a un niño, y a continuación reñir a la madre. Desde la cocina procedía un ruido de vajilla, mientras una fragancia a café inundaba todo el piso.
– Buenos días -dijo cansado.
– Hola -ella estaba de pie junto a la tostadora, mientras miraba por encima de su hombro para sonreírle. De nuevo se encontró con esa sonrisa burlona que había conocido tanto en el instituto como en la pizzeria. Parecía un poco forzada, pero del ánimo preocupado de la noche anterior ya no quedaba ni rastro-, ¿Has podido descansar?
– Todo perfecto -él sonreía mientras se retiraba al baño, donde se afeitó y duchó durante largo rato. A continuación, se puso una de las camisetas que había comprado el día anterior en aquella tienda de ropa y artículos baratos.
– Te favorece -dijo Jasmin divertida, cuando él entró en la cocina y ella le vio la camiseta de vivos colores con esa imagen playera-. Sobre todo me gustan las palmeras.
Ella vestía vaqueros y un top claro, iba discretamente maquillada, y repasaba algunos documentos de viaje.
– Una compra improvisada. Había traído poca ropa para el viaje -él se sentó a la pequeña mesa mientras observaba cómo ella le echaba la última ojeada al billete de avión-. ¿Sales hoy de viaje?
– Sí.
El se echó café y esperó, pero ella no amplió su breve respuesta.
– No he entendido muy bien lo de ayer por la noche. Estaba demasiado cansado. Vas a visitar a tu hermana y tu sobrino.
– Más bien a mi sobrino, sí.
Él pudo percibir de repente el cambio de tono en su voz. De nuevo apareció esa distante melancolía que la había atrapado la noche anterior. Ella, de espaldas a él, continuaba preparando el equipaje de mano, y lo posó a continuación de forma algo vehemente sobre el poyete de la cocina.
«Mierda», pensó él. Parecía que se había equivocado al sacar el tema.
– Aún no contaste mucho de ti. ¿A qué te dedicas exactamente?-preguntó Chris con la esperanza de que ella fuera a transigir a su maniobra de cambiar de asunto.
– ¿Yo? -ella se reía nerviosa-. Biomecánica. Primero como estudiante en el instituto Max Planck, donde conocí también a Wayne. Después, me consiguió el trabajo en la empresa. Desde entonces le ayudo. Moléculas, proteínas, antiguamente se les denominaba albúminas, investigación de las enzimas. Los pequeños portadores que hacen posible que todo funcione en el cuerpo.
Ella se giró y se sentó a la mesa. Sus ojos azules estaban claros y cristalinos, y su sonrisa burlona había vuelto de nuevo. Le daba sorbos al café.
– ¿Cómo acaba uno en Dresde? ¿Por qué precisamente Dresde?
– Una coincidencia -ella sonreía-. Me carteaba con una amiga de Dresde, y después la visité en una ocasión. La amistad se consolidó, busqué una plaza de estudio en el extranjero… y aquí había un proyecto interesante. Así suelen suceder las cosas.
– ¿No vas a comer nada? -Chris señalaba en dirección a las tostadas, pero ella meneó la cabeza en señal de negación.
– Acabo de terminar.
Chris se echó dos tostadas y las untó con mantequilla y mermelada.
– Y las proteínas. Estaba pensando en los genes…
– Es muy difícil de entender para un profano.
– Inténtalo.
– Las proteínas constituyen en algo más de un cincuenta por ciento el peso en seco de las células, formando de esta manera el grupo de elementos más importante en todos los organismos. Hay más de diez mil proteínas diferentes actuando en el organismo del ser humano. Proteínas estructurales, proteínas responsables del transporte y del almacenamiento. Proteínas, que forman tu sistema inmunológico, como los anticuerpos, y eliminan cualquier agente externo.
Chris sonreía.
– Lo he entendido a la primera. Te ocupas de las cosas más pequeñas capaz de ofrecer la biología.
– Ríete si quieres. La siguiente unidad más pequeña son los aminoácidos, los cuales componen las proteínas.
– También he oído hablar de ellos -dijo él con sorna-. Hay unos veinte, ¿verdad?
– ¿De verdad te interesa? Normalmente no suele ser así.
– Quise acrecentar mis ahorros y por eso invertí todo en acciones biotecnológicas durante los años del boom de este nuevo mercado fulgurante. Conseguiría mi Endeavour a la vuelta de dos años, según mi gurú financiero.
– De nuevo el famoso Endeavour. ¿Se esfumó todo?
– Algunos listillos se compraron con mi dinero tubos de ensayo y pipetas, vivieron de lo lindo; pero de pronto ya no quedaba nada.
– La Ciencia dio grandes pasos, pero en ningún caso llegó tan lejos como en ocasiones se vende en la vida pública. Te lo has de imaginar como en el caso del universo. Se han descubierto algunas galaxias, se puede mirar hasta cierta distancia y explicar ciertas cosas. Sin embargo, no somos capaces ni siquiera de sospechar el verdadero alcance de aquello que investigamos. ¿Cómo hacerlo?
Ella se levantó y colocó su taza en el fregadero y la mantequilla junto con la mermelada en la nevera.
– Tengo que irme pronto…
Él asentía con la cabeza y le ayudó a recoger.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó después de un rato.
– Hasta no hace mucho tiempo, la Ciencia pensó que los genes lo decidían todo. Hoy en día sabemos que las proteínas y las variantes de los aminoácidos desempeñan un papel mucho mayor de lo que se había supuesto. Pensemos por ejemplo en el caso de las serpientes…
– ¿Serpientes?
– Sí, su veneno. Tan solo hace poco se ha descubierto que su veneno se compone de una combinación muy determinada de aminoácidos que llevan dentro de sí. O pensemos en las bacterias. Hasta la fecha se había fijado como norma que las bacterias no envejecían. Sin embargo, ahora sabemos que ellas también envejecen. Como toda vida.
– Entiendo lo que quieres decir.
Estaban de pie uno junto al otro al lado del fregadero. El lavaba las tazas y los platos del desayuno, y ella los secaba. Se rozaron varias veces con la parte superior de sus brazos. De repente, él vio cómo se erguía como electrizado el vello en los brazos de Jasmin. Su propia excitación apenas le permitía pensar con claridad.
– Estamos en los comienzos. Hemos abierto la puerta solo por una pequeña rendija. Cómo hemos de entender o decir con certeza que tal o cual cosa son de esta o aquella forma.
– ¿Volveremos a vernos?
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