La tormenta en formación aumentaba su incomodidad y malestar. Dos veces tomó el teléfono, y luego colgó. No podía dejar que su miedo pusiera en peligro a Jake. Los partes meteorológicos habían estado enviando advertencias continuas sobre la posible inundación, y la lluvia ya había comenzado.
Con el viento arreciando, la lluvia cayendo por todos lados. No quería a Jake fuera en el peligro porque estuviera inquieta y atemorizada.
Emma se obligó a pasar una agradable cena, intentando hacer algo positivo con la agitada energía que iba en aumento dentro de ella, pero estaba lista para salir lentamente de su piel. Le hacía daño llevar ropa. La necesidad sexual llegaba en ondas, cada una más fuerte que la anterior, de modo que su piel enrojecía, y la hacía desear arrancarse la ropa y frotar su cuerpo contra algo que aliviara la terrible presión.
– Susan, después de que los niños terminen y mientras friego los platos, ¿quieres darles un baño por mí? Les gusta jugar en la bañera, podrías mantenerlos ocupados por unos minutos hasta que pueda terminar e ir a leerles. -Y conseguir que todo el mundo saliera de su camino para así poder averiguar lo que le estaba pasando.
– Claro. Estarán bien en la bañera. Sé donde están todos sus juguetes.
Emma no confiaba en su voz. Ella quería -no, necesitaba-, desnudarse, quitarse el peso de la ropa sobre su piel ultra sensible. No podía dejar de moverse. Su cuerpo ondulaba con la necesidad ahora. El calor aumentaba, la presión en su más sensible nudo hacía que sus caderas buscaran alivio. Deseaba gritar por el dolor entre sus piernas.
Emma besó a Kyle y a Andraya en la coronilla, y agradecidamente los envió arriba. Apoyándose en el fregadero, bajó la cabeza, tomando grandes y profundos alientos. Apenas si podía andar, sus pies dolían, los nudillos de sus manos ardían junto con las yemas de los dedos. Empezó quitándose los zapatos, los cuales cayeron en el piso de la cocina, mientras avanzaba lentamente hacia el intercomunicador, ahora aterrorizada, desesperadamente necesitada de Jake.
Su cuerpo se movió con sensual deslizamiento, sus nalgas se alzaban, sus brazos se balanceaban, como si su cuerpo estuviera separado de su mente y ella ya no pudiera controlarlo. Tenía el impulso de tocarse, remontar las curvas de su cuerpo, encontrar su ardiente centro y aliviar el dolor. Su mente gritaba por Jake. Necesitaba a Jake.
Fuera la lluvia azotaba sobre las ventanas y su pulso latía con el mismo ritmo salvaje del silbante viento. La fiebre quemaba su sangre. Imágenes de Jake llenaron su mente, desnudo, su musculoso cuerpo, demandante, conquistando el de ella. No con el trato sexual que ella ansiaba de él, sino con algo totalmente diferente. Su pulso palpitó profundamente en su interior como si la sangre se reuniera y exigiera. Su mente se hizo un caos y sus manos -oh, sus manos- se cerraban y abrían rastrillando el suelo por la frustración.
Sollozando, golpeó el botón del intercomunicador.
– Drake. -Su voz era diferente. Su garganta dolía. Era ronca por la ardiente necesidad. No había un lugar en su cuerpo que no doliera. Si el material de encaje de su sujetador rozara contra sus pezones una vez más, podría volverse loca.
– ¿Qué pasa, Emma? -La voz de Drake era tensa.
Ella sabía que él estaba trabajando en asegurar el rancho para la tormenta. Todo el mundo lo estaría. Ella tosió, sentía que sus manos se deslizaban sobre sus pechos, tratando de aliviar el terrible dolor y rápidamente bajó las manos.
– Tienes que venir aquí. La cocina. -Y que Dios le ayudara si alguien más venía. Debía decirle a Drake lo que pasaba. Ella sabía que él era el único con mayor conocimiento sobre su especie. Sabía que llamaría a Jake. Su madre nunca le había dicho una palabra sobre el cambio, pero algo aterrador pasaba y tenía que ser su leopardo.
Minutos. Horas. Cada ola de hambre sexual era peor que la anterior. Casi sollozaba cuando oyó que la puerta se abría.
– ¿Emma?
– Drake. -El alivio manó de su voz. Ella no se había dado cuenta de cuánto contaba con él para que la ayudara. Una vez que lo entendiera, debería ser capaz de manejar la intensidad de la necesidad que ardía en ella. Si esta era la forma en que se sentía Jake todo el tiempo, podía entender su necesidad de alivio continuo.
– Emma, ¿están todos bien? -Drake entró en la cocina, dio varios pasos cuando la esencia lo golpeó con fuerza. Se detuvo repentinamente, sus dedos se curvaron en apretados puños. Profundamente en su interior, su leopardo saltó y rugió, rastrillando en él, forcejeando profundamente en un esfuerzo por salir.
– Drake, tienes que decirme lo que le pasa a una mujer cuando entra en celo. Jake comenzó a explicármelo, pero estaba tan segura que no poseía al leopardo. Tienes que ayudarme.
Él estudió su cuerpo desde más allá del cuarto, aferrándose al respaldo de una silla, aplastando casi la madera, aclarándose la garganta antes de contestar:
– Necesitas a Jake.
– Sé que necesito a Jake. Él no está aquí, obviamente, así que tienes que ayudarme. Dime qué hacer. No puedo seguir así.
Él apretó los dientes, venciendo el impulso de saltar sobre la mesa y tomarla.
– Ninguno de los hombres puede entrar aquí, Emma, incluido yo. Es demasiado peligroso. Haz que los niños duerman y enciérrate con llave en tu cuarto. No dejes a Susan cerca de ti. Todos los hombres, leopardos o humanos, se verán afectados por ti en este momento. Tienes que alejarte de ellos.
– No me ayudas.
– Maldición, Emma. Soy un macho tanto si puedo o no cambiar. No puedo estar aquí. -Sus uñas se enterraron en la silla de la cocina.
Cuando ella miró detenidamente alrededor de la mesa hacia él, la respiración se le atascó en la garganta. Sus ojos se habían fundido, fijos y miraban detenidamente al igual que un depredador. Su cabeza se movía de un lado al otro, pero su mirada nunca se apartó. El cuerpo de él cambió, musculoso, compacto, fuerte. Ella sentía que el vacío palpitaba entre sus muslos cuando contemplaba cada aliento que él tomaba.
Drake retrocedió ante ella, casi a la puerta, cuando ella avanzó lentamente hacia él.
– Tengo que salir de aquí, Emma. Tu leopardo emerge. Está en celo y vas a sentir todo lo que ella siente. Es intenso y difícil, y necesitarás a Jake.
Ella no quería oír eso otra vez. Colocó la cabeza en el suelo y lloró, aterrorizada de ser lo bastante egoísta para llamar a Jake en medio de una de las peores tormentas de la temporada. Tenía que controlarse. Era todo que lo que haría. Oyó la puerta de la cocina cerrarse y ella se quedó allí, justo en el suelo, cuando la marea de sentimientos amainó, la dejó drenada. Durmió y soñó con Jake, en una selva, caliente y húmeda, y a ambos rodando juntos en la tierra, consumidos con la necesidad de estar tan cerca como fuera posible.
– Emma. -La voz de Susan la llamaba. Una mano tocó su hombro, gentilmente la sacudió-. ¿Estás enferma? ¿Debería llamar a Drake?
Emma de mala gana abrió los ojos, parpadeando rápidamente. El cuarto estaba oscuro. En el exterior, el viento aullaba. Podía oír el ocasional roce de una rama de árbol contra la casa. Su boca sabía a algodón. Experimentalmente, ella recorrió sus dientes con la lengua.
– Emma. -Las manos de Susan eran suaves cuando intentó ayudar a Emma a sentarse-. Está ardiendo. Tienes mucha temperatura.
El toque sobre su sensible piel quemaba, y Emma se obligó a no alejarse.
– La gripe, quizás, nada serio. -Se sentía serio. Su cuerpo dolía, cada articulación, cada músculo. Respiró hondo y se obligó a ponerse en pie, usando la mesa como ayuda para impulsarse.
Susan se precipitó al refrigerador para conseguirle un vaso de agua helada.
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