En el pasillo se quitó la falda y las bragas, sintiendo el aire fresco con alivio en su piel sensible. Se estiró otra vez, llena de resolución. Él podría matarla, pero se lo llevaría con ella. No conseguiría a los niños. Cruzó el pasillo con los pies desnudos, silenciosos, su visión era magnífica, sus músculos sueltos y flexibles. Agarró el pasamano con una mano y saltó sobre este, aterrizando ligeramente en cuclillas sobre el primer descansillo del tramo de escaleras.
El leopardo tenía una gran pata en la escalera, sus ojos brillaban en la oscuridad ante ella. Él se retiró, asustado cuando ella se puso a cuatro patas. Ella echó la cabeza hacia atrás, su largo pelo caía alrededor de ella como una capa.
La cara del hombre se contorsionó, su pecho y manos cambiaron, de modo que estuvo de pie en piernas de felino, afrontándola, mitad hombre, mitad leopardo. Rory, el hombre a quien habían pagado para impregnarla, violarla y usarla contra su voluntad, la contempló con calculadores y viciosos ojos.
– Me perteneces. Te prometieron a mí.
El calor era casi insoportable, su temperatura corporal aumentaba. Ella debería sentirse avergonzada de estar desnuda frente a él, pero el felino en ella se había combinado ya tan profundamente que no se preocupó.
– Sal de mi casa.
El relámpago destelló a través del cielo, iluminando el descansillo donde ella estaba en cuclillas. Diminutas cuentas de sudor surcaban su enrojecida piel. Ella sabía que su sexo estaba hinchado y húmedo, su olor lo llamaba. Sus pechos dolían, sus pezones erectos, su respiración venía en jadeos desiguales.
– Mírate. Estás en celo. Me necesitas. -Había satisfacción en su voz-. Pronto tu felino tomará el control y te pondrás de rodillas frente a mí y te tendré, tanto al leopardo como a la mujer. Serás mía y nadie será capaz de hacer una maldita cosa sobre ello. -Su voz era ronca por la tensión sexual.
– No te aceptaré.
Él sonrió con satisfacción ante ella.
– No tienes opción. Por si no lo has notado, soy mucho más grande que tú.
– Drake vendrá.
– Drake no puede cambiar -se mofó Rory-. Él es inútil para ti.
– Él vendrá y traerá a los otros hombres con él.
– Los hombres están en las cuadras donde un leopardo salvaje ha causado estragos con los caballos. Estarán intentando salvar a los preciosos caballos de Bannaconni durante un rato.
– Uno de tus compinches.
– Así es. Y él no puede entrar aquí. Bloqueaste todo el lugar, sólo estoy yo en el interior. Tu precioso Drake no me olió.
– Te cubres con otros olores.
– Como una mofeta. -Parecía contento consigo mismo por burlar a los otros leopardos.
– Jake te perseguirá y te matará.
– Nunca nos encontrará. Soy del bosque, y una vez que estemos de vuelta allí, él estará en mi terreno.
Las manos de Emma se curvaron en un nudo, sus músculos se extendieron. Ella alcanzó a su leopardo, llamándola, impertérrita. Aceptándola. Eran astutas juntas. Eran fuertes. Necesitaba su otra mitad.
El Han Vol Don estaba sobre ella y lo abrazó, en vez de luchar contra ello. No importó que su cráneo se sintiera demasiado grande para su cabeza y que el dolor aporreara sus sienes. Ella se extendió al cambio… deseándolo.
Otro relámpago iluminó la habitación y él vio los músculos de ella contorsionarse. Tan pronto como él vio que su cuerpo cambiaba, él tomó su otra forma, preparado para luchar por ella, totalmente preparado para hacer su reclamo sobre el leopardo hembra. Estaba fascinado por sus ojos aguamarina y le sostuvo la mirada fijamente, rechazando apartar la mirada, demostrándole que él era el macho que la conquistaría.
Emma recorrió con la lengua los afilados dientes, todo el rato manteniendo la mirada fija sobre el macho. Sabía que le estaba seduciendo y usó su sensual condición para obnubilarle, mientras la ondulación bajo su piel corría de su vientre a sus brazos. La adrenalina inundó su cuerpo, y con ello la fuerza… la fuerza que ella tendría para derrotar al macho mucho más grande y pesado. Una onda de piel dorado rojizo emergió sobre su piel, decorada con rosetones oscuros. En vez de encontrar el cambio repulsivo, ella encontró sensual el estado a medio transformar, deliberadamente estiró su cuerpo otra vez, permitiéndole captar la esencia de su disposición.
Sus sentidos aumentaron y la furia estalló en ella. Ella volvió la cabeza mientras su hocico se formaba y la piel se rizaba sobre el resto de su cuerpo. El leopardo hembra estaba sobre sus cuatro patas, flexible, grácil, reluciente. Emma había esperado encontrarse en el fondo, pero estaba allí, sólo que ahora su inteligencia era doble, ahora su determinación y voluntad estaban reforzadas por el agresivo animal que era su otra mitad.
En las convulsiones de su calor sexual, el leopardo hembra frotó la longitud de su cuerpo a lo largo del pasamano, extendiendo su seductora esencia por todas partes, provocando a su compañero. El varón la miró fijamente con ojos amarillos-verdosos, fijos y enfocados. Su nariz se arrugó y él curvó el labio superior. Hizo una mueca con la boca abierta y bostezó ampliamente en respuesta de un leopardo macho reclamando a una hembra.
Emma mostró los dientes e intentó morderlo, advirtiéndole que se alejara de ella, incluso mientras deslizaba su cuerpo hacia el suelo, lo seducía alzando el trasero. Ella se agachó, pero en el instante en que él dio un paso hacia ella, Emma siseó y le mostró los dientes, haciéndolo retroceder como si ella fuera demasiado caprichosa para aceptarlo.
Si pudiera ganar tiempo, llevarlo lejos de la escalera y de la cámara donde los niños estaban escondidos, Drake vendría para comprobar cómo estaban. No sería de su agrado que el generador no funcionara como debería. Incluso si los caballos estuvieran en estado crítico, el hecho de que ellos hubieran sido atacados por un leopardo haría que Drake volviera corriendo a ella y que trajera a los demás. Necesitaba tiempo. Si pudiera dirigir al leopardo al gran salón donde había grandes ventanas. Y si todo lo demás fallaba, ella podría saltar, romper los cristales y dar la alarma. Eso atraería a todos los hombres hacía la casa.
Su cautelosa mirada se concentró en el macho, ella bajó un peldaño, continuó frotando su cuerpo a lo largo del poste del pasamano. El macho la siguió con la mirada, observándola precavidamente. Extendió las garras y siseó, diciéndole claramente que se echara hacia atrás, que ella no estaba lista. El macho se alejó un paso de la escalera, con cautela, expectante. Ningún macho leopardo que tuviera amor propio intentaría forzar a una hembra hasta que fuera receptiva a él, no al menos que tuviera deseo de morir.
Emma sabía por sus amplias lecturas que el cortejo entre leopardos era ruidoso, pero los sonidos que la hembra estaba emitiendo la impresionaron. Al macho, la vocalización le parecía completamente seductora. Siseó otro rechazo y él se retiró mucho más, dándole acceso al salón. Ella siguió frotando su piel a lo largo de cada objeto con el que entró en contacto. Cuando alcanzó el suelo al final de la escalera, ella rodó de modo seductor y se estiró.
El macho se acercó, resoplando suavemente, intentando atraerla, ella inmediatamente saltó sobre sus patas, asestándole un golpe con las garras extendidas. El macho la rodeó mientras ella continuaba provocando y jugando al modo seductor de un leopardo durante el cortejo. Podía olerlo, una mezcla de felino, sexo y hombre, todos entremezclados.
Ella rodó otra vez, intentando facilitar su camino desde las escaleras, guiando al macho hacia el salón donde las ventanas eran más grandes y mucho más abundantes. Cada pocos pasos ella se agachaba, casi ofreciéndose a él, pero cuando él trataba de acercarse para frotar su cuerpo con el de ella, levantaba la cabeza, siseaba y daba un zarpazo, obligándolo a saltar lejos de ella.
Читать дальше