– Maldita seas, Emma -dijo suavemente, cambiando de posición para situarse entre los muslos extendidos-. Me estás matando lentamente.
– Quizá debería darte una palabra segura, Jake -contestó ella, su voz suave.
– ¿Qué sería? -Le agarró el pie y lo tiró fuera del lazo, envolviendo la pierna alrededor de la cintura y entonces repitiendo la acción con el otro.
– Amor. -Ella le sonrió con esa sonrisa lenta y apacible que le dejaba débil-. Sé que no la utilizarás y podremos continuar así para siempre. Quiero que estés dentro de mí para siempre.
– ¿Qué demonios voy a hacer contigo? -Había una suave desesperación en su voz, una estrangulada nota de amor que raspaba sobre la piel de Jake como la acaricia de los dedos de Emma.
Empujó en su cuerpo, conduciéndose por sus dobleces suaves, necesitando estar profundamente dentro de ella, sentir que le rodeaba, piel con piel, llamas calientes subieron lamiéndole las piernas hasta los muslos, concentrándose en el miembro que los soldaba juntos.
– Permanece conmigo, cariño. Justo conmigo. -Mantuvo un ritmo lento, saboreando su calor, el modo en que se movía dentro de ella, la manera en que sentía ese momento, casi como si sus almas se deslizaran una contra la otra-. Dame tus manos.
Dobló el cuerpo sobre el de ella, y cuando Emma le tendió las manos, él entrelazó los dedos apretadamente con los de ella y le estiró los brazos sobre la cabeza, sosteniéndola bajo él, cubriéndola, cerniéndose sobre ella, introduciendo el cuerpo más profundamente, queriendo tocar su interior tan profundamente como ella le tocaba.
Las caderas de Emma encontraron el ritmo mientras él la montaba, levantándose para encontrar cada empuje duro. Él era grande y podía sentirle golpeando contra la matriz, empujando más profundo, insistiendo en que ella le tomara todo. Y lo hizo. Sin importar cuando le pidiera él, ella le daba más. Esta vez fue él quien necesitó ver en su alma.
– Mírame. -Tenía que saber que estaba allí, verdadero o no. Le importaba un comino lo demás, tenía que ver que ella le mirara con amor en los ojos.
La mirada de Emma se encontró con la suya y él estuvo perdido otra vez. Ahogándose. Lo que fuera que había sido antes de ella se había ido y sólo este hombre -tanto el hombre como el gato; ya no lo sabía- le miraba.
– ¿Quién soy, Emma? -la desafió suavemente-. Quién es el que está dentro de ti tan profundamente que formo parte de ti. ¿Quién soy?
Él se hinchó otra vez, hundiéndose a través de los músculos apretados, sintiendo como se extendía el fuego por su vientre, amenazando con consumirlo. El aliento siseó entre los dientes y sus ojos se vidriaron, pero ella no apartó la mirada. La mantuvo fija en la de él.
– Jake. Eres Jake. El hombre al que amo con cada aliento de mi cuerpo.
– ¿Puedes realmente amar a quién soy, Emma? -Dio otro golpe vertiginoso, viendo como los ojos de Emma se volvían opacos.
– Sí. -Las caderas subieron para encontrarlo.
– ¿Al hombre y al leopardo? ¿La rabia? ¿La dominación? ¿Puedes vivir con eso? -Se estrelló contra ella duramente. Agresivamente. Rasgando a través de la vaina sedosa para golpear duramente contra su matriz.
Ella ni respingó. En vez de eso, le sonrió con esa sonrisa lente y suave que le volvía del revés.
– Amo todo acerca de ti, Jake. Todo . ¿Pero puedes vivir conmigo, con esto? ¿Conmigo amándote? ¿Contigo amándome?
Los ojos de Jake ardieron y la garganta se le cerró. La sostuvo firme bajo él, su cuerpo empujaba dentro y fuera, mientras su sangre cantaba y el fuego se apresuraba desde el vientre al pecho, quemando los pulmones y el corazón hasta consumirlo. Oyó su propio grito ronco. Su nombre. Emma. Su vida. Su mundo. Emma. Eso era todo. Era el todo.
Los músculos de ella le sujetaron, seda cruda, viva con calor, fuego y algo mucho, mucho más. No sabía que le hacía, sólo que cuando estaba profundamente en ella, le llevaba completamente, a algún lugar más allá de lo que había conocido o imaginado jamás. Oyó los suaves gritos de ella, supo que no había vuelta atrás y se dejó ir, entregándose al éxtasis completo que el cuerpo de Emma proporcionaba. Se vació en ella, sintiendo como un orgasmo que hacía temblar la tierra la hacía pedazos, a ella y a él, en ese momento interminable robado al tiempo, ambos eran un solo cuerpo, una sola alma.
Jake permaneció cubriéndola, todavía profundamente dentro, agotado, luchando por aire, su cuerpo saciado y débil, extendido a través del suyo, le enjauló la cabeza con los brazos mientras enterraba la cara en la parte más suave del cuello. Los ojos le ardían, el cuerpo se estremecía. La sostuvo apretada, presionó los labios contra el pulso mientras ella lloraba por él. Si esto era amor, lo que había entre ellos, no tenía la intención de perderlo jamás.
– Jake. -Emma desenmarañó los dedos. La cara mojada de él estaba contra su cuello. Ella le acarició la cabeza, no queriendo hacerle moverse, pero apenas capaz de respirar con su peso apretándola contra la madera del escritorio-. ¿Estás bien?
Él levantó la cabeza, le enmarcó la cara con las manos. Él parecía golpeado y los ojos parecían húmedos, pero ella no podía decir si había lágrimas.
– Te lo juro, Emma, cada vez que estoy dentro de ti, la jodida tierra se mueve. -Bajó la cabeza y la besó. No uno de los usuales besos exigentes, de tomar el control sino un largo, lento y tierno beso que la dejó débil y sacudida.
Jake se deslizó con cuidado fuera de su cuerpo, ayudándola a sentarse en el borde del escritorio. Las manos la estabilizaron cuando ella osciló un poco.
– ¿Puedes ponerte de pie, Emma?
– ¿Jake? -Emma envolvió los brazos alrededor del cuello y le utilizó para levantarse. Se puso de pie, oscilando contra él, atemorizada de que las piernas no la sostuvieran-. La próxima vez, quiero una cama. Hablo en serio. Nada de suelos, ni aire libre, ni escritorios, una cama verdadera.
Él rió suavemente y la abrazó.
– Eso es una promesa.
Ella levantó la cara para otro beso.
– El sexo contigo es una aventura, pero estoy pensando que me estoy volviendo demasiado vieja para ello. Dame un colchón y seré una mujer feliz. -Miró la puerta del cuarto de baño. Pareció estar a kilómetros de distancia-. Vas a tener que llevarme.
– ¿Qué te hace pensar que mis piernas funcionan? -preguntó, enderezándose cuidadosamente. Los ojos dorados le buscaron la cara-. No te hice daño, ¿verdad?
Ella suavizó las líneas de ansiedad de su cara.
– Te dejaré saber cuándo me hagas daño, Jake. -Deslizó los brazos alrededor del cuello y le aferró-. No voy a ninguna parte.
– Deberías, Emma. -Enterró la cara en la caída del sedoso pelo rojo. Ella olía a sexo y esencialmente a Emma. Olía como suya- . ¿Por qué no quieres casarte conmigo inmediatamente?
Emma suspiró, saboreando la sensación de su cuerpo contra el suyo.
– Porque todavía piensas que tienes que atraparme para que me quede, Jake. ¿Cómo vas a creer que te amo y que acepto quién eres si tú no puedes confiar en mí? ¿Si no puedes aceptar quién eres y creer que mereces amor?
Él la columpió en sus brazos, sosteniéndola contra su pecho.
– Tú no tienes su sangre corriendo por tus venas como yo. Es difícil confiar en mí cuando dos monstruos me hicieron.
Ella inclinó el mentón hacia él.
– Sí, tengo mala sangre corriendo por las venas. Mi padre era el sobrino de Trent. Fue a la selva tropical para encontrar una mujer, seducirla, traerla a los Estados Unidos y venderla. Realmente no creo que mi línea de sangre sea mucho mejor que la tuya. Y como Trent estaba muy dispuesto a violarme esa noche, y a mirar a otros violarme, pienso que está tramando algo con tus enemigos.
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