Se dejó llevar, soñando con su madre y el modo en que Emma siempre había querido correr con ella. Amaba cuando su madre asumía su forma animal y ella podía tumbarse junto a ella, con los dedos enredados en la piel, sintiendo el placer extraordinario de estar tan cerca de algo salvaje y poderoso. Su padre no era un cambiaformas, y las probabilidades de ser como su madre estaban contra ella. Al menos tenía a Jake, y podría frotar la cara en su piel y arreglárselas con eso.
Emma despertó con el sonido de risas y varias voces susurrando. La conspiración colgaba pesada en el aire. Giró la cabeza y los vio formando una fila. A los que amaba. Jake, entre Kyle y Andraya. Tenía una bandeja y cada uno llevaba una flor. Se incorporó. Jake le sonrió cuando la sabana resbaló, revelando la curva del seno, y ella estuvo forzada a tirar de ella hacia arriba rápidamente. Jake dejó la bandeja y le entregó una camisa del armario. Era con botones en el cuello, y ella se la puso apresuradamente, abotonando los botones bajo la mirada divertida de Jake.
– Hemos hecho el desayuno, mami -anunció Kyle.
Andraya cabeceó.
– Desayuno -repitió ella.
– Tiene buena pinta -dijo Emma-. Muchas gracias. -Jake le puso la bandeja en el regazo y ella trató de no parecer consternada ante la extraña mezcla que parecía como si tuviera huevos en ella-. ¿Han cocinado los dos?
– Papá ayudó.
– ¿Y él te dejó elegir lo que quisiste poner en los huevos de Mami? -Emma miró a la cara de Jake. Se había divertido. Había aprendido a divertirse, a pasar la mañana con sus hijos, dejándoles mezclar los ingredientes de sus huevos. Ella podía ver que las arrugas de tensión se habían suavizado y le imaginó con los niños en las sillas, encorvado sobre un bol, y Jake riéndose de sí mismo.
– Estaban muy seguros de lo que debe mezclarse en un desayuno -dijo Jake, intentando parecer inocente. Falló miserablemente.
El corazón de Emma se derritió ante la traviesa alegría en sus ojos. Él nunca había aprendido el arte de bromear, pero aquí estaba, con dos manitas gordinflonas agarradas a la suya, las caras sonriéndole abiertamente.
– ¿No tienes hambre? -preguntó Kyle ansiosamente.
– Estaba pensando que Papá debería compartir esto con Mami -dijo Emma, tendiendo una cucharada de la mezcla de huevo.
Ambos niños miraron a Jake expectantemente. Él miró fijamente al lío pegajoso como si le fuera a morder.
– Papá ya ha comido, ¿recuerdan?
– Siempre tienes hambre y los niños hicieron un trabajo tan bueno -replicó Emma.
– Tienes una vena malvada -observó Jake, encaramándose al borde de la cama-. Voy a vengarme, lo sabes.
De mala gana tomó la cuchara.
– Creo que estoy bastante segura -dijo Emma, sabiendo que sus venganzas tendían a ser sexuales. Le sonrió burlonamente y mientras los niños le miraban puso de mala gana la cuchara en la boca.
Ella le tendió el vaso de zumo de naranja para que pudiera bajarlo cuando él tragó. Jake se atragantó un poco, sonrió a los niños y levantó la voz.
– Susan. ¿Podrías ver si la niñera está aquí para vigilar a los niños mientras Emma se ducha?
Tenía esa oscura voz de terciopelo que insinuaba todo tipo de cosas eróticas. Susan vino corriendo y agarró a cada niño por una mano.
– Los llevaré abajo. -Se ruborizó hasta la raíz del cabello, pensando obviamente que Jake quería estar a solas con Emma.
– No puedes comer esta cosa -dijo Jake tan pronto como Andraya y Kyle se fueron-. Estarás enferma durante una semana. -Tomó la bandeja y la puso aparte.
Ella comenzó a salir de la cama pero él la detuvo, tomándola de la mano.
– Quiero casarme.
Emma alzó la mirada asustada.
– Acabamos de prometernos.
– Soy consciente de eso, Emma, pero tenemos dos niños. Simplemente hagámoslo. Puedo conseguir una licencia inmediatamente y podemos traer a un juez aquí y sólo hacerlo. A propósito, tengo los papeles para que firmes la adopción.
Emma arrancó la mano y apartó las mantas, rodando lejos de él al otro lado de la cama donde tenía una bata. No podía pensar claramente estando casi desnuda con él completamente vestido. Había algo demasiado erótico acerca de la manera en que sus ojos le acariciaban la piel y le calentaban el cuerpo. El cerebro se negaba a funcionar. No iba a decir sí simplemente porque deseara sexo, y deseaba sexo. Justo mirarle la llenaba de amor.
Él estaba tan perdido. Lo había admitido ante ella. Luchaba contra sí mismo sobre los sentimientos crecientes que tenía hacia ella. Emma sabía que él quería mantener sus emociones guardadas y considerarla a ella y a los niños de la manera en que hacía con sus posesiones. Suyos. Les cuidaba, les protegía, les proporcionaba lo mejor para ellos, pero no invertía en su corazón. El problema era que Jake no se conocía muy bien. Se preocupaba por la gente que trabajaba para él. Se preocupaba por Drake y Joshua y por los dos casos perdidos que había traído a casa. Y amaba a Andraya y Kyle. En los ojos, cuando la sostenía, en su voz cuando le hablaba en mitad de la noche, Emma veía y oía que él la amaba. No lo reconocería, pero ella si.
– Emma, deja de andar con rodeos. ¿Cuán difícil puede ser decir solo sí? ¿Por qué no lo haríamos?
– Eres como un supermillonario, Jake. Necesitas un acuerdo prenupcial para protegerte. Eso lleva su tiempo, especialmente cuando tienes el dinero, las propiedades y las compañías que tú tienes.
La ceja de Jake se disparó arriba.
– ¿Stillman se ha puesto en contacto contigo? -preguntó sospechosamente.
Emma se encogió de hombros, tratando de parecer casual.
– Yo contacté con él.
Él se puso de pie, cerniéndose sobre ella, pareciendo increíblemente intimidante. Emma se negó a retroceder, alzó la mirada, negándose a arrepentirse por hacer lo que sentía que estaba bien.
– ¿Hiciste que?
– Era importante para mí protegerte -dijo Emma calladamente.
– No.
Emma pasó por delante de él, dirigiéndose al cuarto de baño, con los nervios rotos ante el tictac del músculo de la mandíbula de Jake. Éste la agarró del brazo, deteniéndola bruscamente.
– No voy a discutir esto contigo, Jake -dijo, apretando los labios.
– No, discutiré esto con Stillman. No quiero un acuerdo prenupcial. Va a ser suficiente difícil sin que tu estés pensando que no estamos en igual situación. Cualquier cosa que tengo es tuya. Era en serio lo que dije la primera vez que hablamos de matrimonio. No creo en el divorcio. Esto es para nosotros. Lo hacemos, y encontraremos un modo de vivir con ello.
El corazón de Emma saltó.
– Jake, intenta ser un poco romántico acerca del matrimonio en vez de ser despiadado. Suena como si me amenazaras en vez de hacerme una proposición.
Él la agarró del mentón y le inclinó la cara hacia arriba.
– Nunca he intentado mentirte acerca de cómo soy por dentro o cuán difícil puedo ser. Tengo plena confianza en que haré cuanto pueda por ti, pero también soy muy consciente de que querré todo a mí manera. Eres dulce y amable, Emma, y es probable que me aproveche de ello y te pase por encima si me dejas. Quiero un campo de juego nivelado donde nunca sientas como si todas las ventajas estuvieran de mi lado.
Ella sacudió la cabeza.
– Tu lógica es tan escurridiza, Jake.
– Planeo tener media docena de niños contigo. ¿Por qué? Para mantenerte aquí mismo, en este rancho, así no hay lugar al que puedas huir. Esa es mi clase de lógica, Emma.
– Se supone que tienes niños porque los deseas, Jake -indicó ella, exasperada-. No para mantenerme ocupada y que no pueda huir.
– Los deseo porque vas a amarlos. Quiero mirarte amándolos. Quiero ver esa mirada que se te pone en la cara siempre que los miras. Quiero oír el sonido de tu voz, esa nota especial que reservas sólo para ellos. Podría vivir para siempre escuchándote hablar con los niños. -No podía decirle lo que le provocaba por dentro. Le hacia suave. Feliz. Estúpidamente feliz. Le asustaba muchísimo la manera en que ella le hacia feliz.
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