– Jake, algún día te tienes que dar cuenta de que voy a permanecer contigo porque quiero estar contigo. Tú sólo piensas que me has manipulado. Sabía lo que hacías todo el tiempo. Permanezco aquí porque te amo…
– Si existe tal cosa como el amor, Emma, y no digo que la haya, te atrapé para amarme.
Ella se echó a reír, le lanzó los brazos alrededor, le abrazó apretadamente, levantando la boca hacia la suya, besándolo con un largo y lento beso.
Mientras Jake la sostenía junto a él, su corazón hizo esa curiosa cosa de fundirse que siempre le alarmaba. Él no podía tener esto. No podía estar de este modo con ella. Ella le estaba poseyendo y haciéndole tan vulnerable que apenas podía respirar por el modo en que se sentía acerca de ella. Tenía que encontrar un modo de establecer su dominación y recuperar el control.
La apartó firmemente, intentando no mostrar que su respiración era desigual y forzada.
– Ningún acuerdo prenupcial, Emma. Sólo vamos a hacer la cosa.
– ¿La cosa? ¿Quieres decir nuestra boda? Eres tan romántico, Jake. Vete. Me estás molestando otra vez y yo que me estaba sintiendo toda amorosa contigo.
Era obvio para ella que Jake, además de traer a un doctor para comprobarla, le había restregado la piel en un esfuerzo por quitarle el olor del otro hombre. No podía culparle, como leopardo era sumamente sensible a lo que consideraría el hedor de otro macho. Pero ahora su piel se sentía en carne viva en algunos lugares.
Por supuesto él no salió aunque ella le dijo que lo hiciera. Él la miró vestirse, lanzando un suspiro cuando se puso un sujetador.
– ¿Por qué tienes que llevar eso?
– Porque no quiero que mi cuerpo se caiga cuando sea vieja. Y no soy un objeto sexual para que babees sobre él todo el día. Tengo trabajo que hacer.
– ¿Qué está mal con ser ambos? Me gusta la idea de que seas un objeto sexual mientras trabajas. -Su voz tenía una especulación sensual y un poco demasiado interés.
Emma le frunció el entrecejo y terminó apresuradamente, sujetándose el pelo arriba para que no estorbara.
– Sabes que me gusta el pelo suelto.
– Razón por lo qué no me lo corto. Estate contento con esto. Intenta tener el cabello suelto hasta tu trasero, estorbando mientras cuidas de niños. -Salió por delante de él-. Te voy a dar una tarea hoy, Jake. Mira el significado de la palabra romance.
– Soy romántico. -La siguió escaleras abajo-. Pregunta a Susan. Ella te lo dirá.
Emma se detuvo en la ventana del pequeño rincón del desayuno donde tenía el reloj. Se lo había quitado cuando se vistió para la fiesta de la noche anterior.
– Susan tiene dieciséis y sus hormonas están desenfrenadas. Piensa que eres caliente.
– Soy caliente. Deberías escucharla más.
La ventana estaba abierta y el olor débil a mofeta la hizo arrugar la nariz.
– ¿No es esta la temporada equivocada del año para que las mofetas merodeen bajo la casa? Huele como si una hubiera soltado su peste afuera. -Cerró la ventana para dejar fuera el olor-. Creo que pondré algo de popurrí aquí dentro.
– Demasiada información para mí -dijo Jake con una pequeña risa-. Es tu casa, cariño. Haz lo que quieras. Voy a trabajar todo el día en mi oficina, por suerte sin el olor a mofeta o a popurrí, pero quizás te necesite más tarde. -Jake le dio una sonrisa malvada, los ojos dorados sensuales mientras la palmeaba en el trasero.
– En cualquier momento -estuvo de acuerdo Emma, su cuerpo calentándose ante el pensamiento mientras le golpeaba la mano. Había algo acerca de él que podía hacerle subir la temperatura en cuestión de segundos.
– Susan. -Jake hizo gestos a la joven para que lo siguiera cuando la chica giró la esquina-. Quería enseñarte la biblioteca.
– No sabía que tuvieras una biblioteca -dijo Susan, fascinada. Le siguió por el largo vestíbulo, por delante de las puertas cerradas que llevaban al ala de sus despachos privados-. Nunca he entrado en esta parte de la casa. Permanezco arriba o en los cuartos con Emma.
Jake abrió las dobles puertas del inmenso cuarto. Detrás de él, Susan jadeó cuando asimiló las estanterías de libros del suelo al techo, y la escalera de ruedas que corría por delante de las cuatro paredes sobre un carril.
– Eres bienvenida a usar esto en cualquier momento. Eres muy inteligente y puedes ser cualquier cosa que escojas ser. No importa si tu padre está en casa mucho o no. Eres bienvenida aquí. Tengo un tutor para ti y un instructor de defensa personal. Si necesitas alguna otra cosa, házmelo saber. Pero esto… -La mano barrió alrededor en un semicírculo para abarcar todo el cuarto-. Este es mi santuario. Aquí es donde aprendí a sobrevivir.
– Adoro los libros -dijo Susan.
– Mantengo la biblioteca al día. Si necesitas algo sobre algún tema y no puedes encontrarlo aquí, no dudes en pedírmelo. Todo está catalogado. Y hay ordenadores para que los uses también. Tengo una biblioteca de vídeos también.
– Jake. No puedo creer esto. Gracias. -Susan dio un paso dentro y dio pequeños brincos, apresurándose a un lado del cuarto para examinar los títulos de los libros de la sección de historia.
– No descuides ningún tema. Es sorprendente lo que el conocimiento puede hacer por ti.
Ella sacó un libro grande y lo abrió, escudriñó las páginas con la mirada.
– Amo los libros -repitió-. No tenía la menor idea de que tuvieras esta biblioteca.
– Susan. -Jake regresó a la puerta y se detuvo hasta que ella alzó la mirada-. Nunca permitas que nadie te haga pensar que eres menos de lo que eres. Muy pocas personas tienen tu don para los idiomas. Tienes una mente rápida y una naturaleza dulce. La gente puede querer hacerte sentir pequeña o pisotearte para subir ellos mismos. Ese es problema de ellos, no tuyo.
Susan asintió con la cabeza, aferrando el libro contra el pecho.
– Y quiero que aprendas defensa personal. Emma puede unirse a ti para las lecciones. Las puedes necesitar algún día.
Susan asintió otra vez, los ojos le brillaban.
– Gracias, Jake.
– Me dirijo a mi oficina. Si necesitas algo, utiliza el intercomunicador.
Susan esperó hasta que desapareció antes de correr por el vestíbulo para encontrarse con Emma y contárselo todo.
– ¿Clases de defensa personal? ¿Un tutor? ¿Piensa que podrá mantenerte?
Susan se abrazó.
– Me hizo sentir como parte de la familia. -Parpadeó rápidamente para refrenar las lágrimas-. No me he sentido así desde que mi madre murió. Papá siempre está fuera y yo estoy tan sola. No voy a una escuela regular y no tengo realmente a nadie en casa. Papá emplea a personas diferentes, pero no es lo mismo.
Emma la abrazó.
– Bien, ya conoces a Jake. Si él te reclama, te vigilará. No estarás tan agradecida cuando quieras empezar a tener citas.
– Quizá podría citarme con alguno de tus guardaespaldas. Realmente me gustan.
– Quizá podrías simplemente olvidar eso -dijo Emma-. Prometí a los niños que podrían jugar en los columpios. ¿Quieres ir con nosotros? -Activó el pequeño radiotransmisor que tenía instalado en el reloj para poder alertar a Drake de que salía de la casa con los niños.
– Si no te importa, quiero echar una mirada a la biblioteca. Es enorme -dijo Susan.
Emma no la culpó. Empujar a dos niños exigentes en los columpios no era la idea de una tarde de ensueño para una adolescente. Llamó a Kyle y Andraya y salieron corriendo al sendero del costado de la casa donde estaba situado el elaborado parque de juegos que Jake les había construido.
El aire era fresco, el viento soplaba, pero el campo de juegos estaba protegido y Emma les había envuelto en jerséis. Kyle corrió al tobogán y Andraya levantó los brazos para que la pusiera en el columpio de bebés. Emma abrochó con cuidado el cinturón de seguridad alrededor de ella y la empujó mientras ella gritaba con delicia. Kyle le gritó una y otra vez, asegurándose de que conseguía su cuota de atención.
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