Emma presionó los labios en su mentón.
– Eres impresionante a veces.
Él se inclinó hacia ella, le sostuvo la mirada.
– Sabes que podrías ser una cambiaformas como tu madre, ¿verdad? ¿Has pensado sobre eso? Exhalas el olor, muy poderoso, de una mujer en su primer celo.
Ella arrugó la nariz.
– Eso no suena bien. ¿Estás diciendo que apesto?
Él se frotó la ensombrecida mandíbula.
– Ojalá. El olor es muy atrayente para los machos. Todos los machos leopardo, tanto si pueden cambiar como si no. Drake, Joshua y Conner tienen dificultades para estar cerca de ti ahora. Y estoy listo para volverme loco sobre ello.
– ¿De verdad? -Ella supo que no sonaba tan molesta como debería. A veces sentía algo salvaje por dentro, y a menudo esperaba que fuera la presencia de un leopardo, pero lo dudaba. Por otro lado, no tenía el más mínimo inconveniente en atraer a Jake.
– Vuelvo al trabajo -dijo él, frunciéndole el entrecejo-. Puedo ver que no estás arrepentida en lo más mínimo por ponerme tan duro como una roca.
– No realmente, no. -Ella le sonrió.
– Tendrás que ocuparte de ello -advirtió.
Ella asintió con la cabeza.
– Estaré esperando a esta noche.
EL DOLOR de su cuerpo le invadió la mente por millonésima vez. No podía concentrarse. No había manera. Dejó caer la mano en el regazo y se frotó en un esfuerzo por aliviar la ardiente tensión. Si se hacía más gruesa, iba a estallar fuera de la piel. Había estado fantaseando más que trabajando, deseando que Emma estuviera en su oficina con él en vez de fuera de la puerta, en algún lugar de la casa con los niños.
¿Pensaba ella en él? ¿Le dolía del mismo modo? Sólo podía esperar que sí. Quería ser él el que ocupara la mayor parte de sus pensamientos y se encontró un poco celoso de que pasara tanto tiempo con los otros. Raramente la tenía para él y cuando la tenía, sus emociones estorbaban. Golpeó con el lápiz ociosamente el escritorio. Tenía que haber una manera de atarla a él. Sí, la podía mantener embarazada, pero eso no significaba que su lealtad fuera para él. Tenía que encontrar otra manera.
La mano cayó otra vez sobre la gruesa longitud. Estaba tan hinchado que temía reventar los pantalones, y seguro como el infierno que no iba a hacerlo hasta la noche. Tenía muchas mujeres y ninguna le saciaba como ella. No anhelaba la piel suave de ellas o quería sus cuerpos envueltos alrededor del suyo. Era como si su cuerpo conociera al de ella, suyo, como si la recordara de otra vida. Quizá todas las tonterías que Drake le había contado eran más verdad que leyendas, pero cualquiera que fuera la razón, su cuerpo estaba atado al cuerpo de Emma.
Sabía un millón de artimañas sexuales, maneras de hacer que cualquier mujer quisiera más, anhelara más, llegara a estar obsesionada. Si pudiera conseguir que se quedara con él mientras le entrenaba el cuerpo, ella siempre le necesitaría. Estaría atada a él completamente.
Se frotó la mandíbula por un largo momento y entonces dejó caer la cara en las manos. No sabía que estaba bien ya. Sólo sabía que no podía vivir sin ella y no podía vivir siendo tan emocionalmente vulnerable a ella. De algún modo, de alguna manera, tenía que conseguir ventaja. Tenía que recobrarla, devolver su relación a una situación que pudiera manejar.
Emma tomó varios tipos diferentes de lechuga del frigorífico, tratando de ignorar la tensión creciente de su cuerpo. Su temperatura corporal subía; podía sentir el calor que irradiaba de ella, viniendo de su centro. Tenía calor, estaba dolorida y necesitada, y su humor cambiaba por momentos. Estaba resbaladiza e inflamada, la humedad entre las piernas la mantenía en el borde. Habló con brusquedad con Brenda cuando trajo a los niños a comer algo. Se sentaron en sus altas sillas a comer, mientras ella empezaba los preparativos para la cena.
No habría nada de comer para ella. Estaba tentada de tomar una ducha fría.
– Emma. -La voz de Jake era tranquila por el intercomunicador.
Ella alzó la mirada automáticamente, aunque era sólo su voz y no su cuerpo. Una nota en su voz. Suave. Atractiva. Ordenando. Su cuerpo se apretó aún más en respuesta instantánea, inundándola con más calor. Iba a tener que pedirle que instalara ventiladores por toda la casa.
– ¿Sí? -Él estaba tramando algo, estaba segura de ello.
– Haz que Brenda se encargue de los niños durante dos horas y ven a mi oficina. Diez minutos.
Ella vaciló pero él ya había desconectado. Instantáneamente pudo sentir la diferencia en su cuerpo, la excitación atormentándola entre los muslos y centrándose profundamente donde latía con necesidad. Sólo con su voz. Él la asustaba a veces, el modo en que controlaba su cuerpo. Sólo un cambio en su voz tenía tal efecto en sus terminaciones nerviosas.
Miró por la cocina, a los preparativos que había empezado para cenar. Diez minutos. No podía hacer las cosas en diez minutos. Llamó por radio a Joshua, alertándole de que no estaría con los niños y que necesitaba que él entrara y estuviera presente en casa con Brenda. Guardó todo, pero terminó mucho tiempo antes de que él llegara. Andraya y Kyle estaban en sus sillas, comiendo sus bocados mientras ella trabajaba. Le tomó unos minutos conseguir que se acomodaran con Brenda y Joshua antes de sentir que podía dejarlos sin peligro.
Llamó a la puerta de la oficina y entró. Jake estaba trabajando en su escritorio. La oficina era espaciosa, todo el ala estaba insonorizada así que una vez que cerró la puerta, ya no pudo oír el sonido de los niños. Su pintura estaba colgada en la pared frente al escritorio. Jake no alzó la mirada.
– Llegas tarde.
– Dos minutos, Jake. No es fácil acomodar a los niños.
Él seguía sin alzar la mirada, estudiando los papeles delante de él.
– No te pedí que los acomodaras, te pedí que vinieras a mi oficina en diez minutos. Joshua es capaz de acomodarlos.
Él iba a ser difícil. Ella permaneció silenciosa, esperando, negándose a dar más excusas o morder el cebo. Los minutos pasaron. Cuando él alzó la mirada, sus ojos tenían ese brillo, en algún lugar entre la amenaza y la pura lujuria. Una bola de fuego le golpeó el estómago.
– Cierra la puerta y quítate la ropa, dóblala y ponla en la silla junto a la chimenea.
La excitación se extendió por ella, pero no se permitió mostrarlo. Le estudió la cara. Las líneas estaban grabadas. El conjunto de la mandíbula. La oscura lujuria y la intensidad concentradas. Ella le mantuvo esperando todo un minuto antes de quitarse las sandalias de casa y comenzar lentamente a desabrocharse su blusa. Cuándo el material se separó, se encogió de hombros para quitársela y se tomó su tiempo para doblarla. Con cuidado la puso en la silla, estirándose atrás para desenganchar su sujetador.
– Date la vuelta y mírame. -Ahora había una dura ronquera en el terciopelo de su voz.
Emma se giró y lo miró, esperando unos pocos latidos del corazón antes de obedecer, entonces deslizó lentamente los tirantes del sujetador para permitir que las copas cayeran en las manos que esperaban. Los senos estaban más llenos después de haber tenido al bebé. Oyó que Jake inhalaba rápidamente y vio sus ojos estrecharse, volviéndose vidriosos. Su mirada ardió sobre ella, acariciando los pezones hasta convertirlos en duros picos, excitándola aún más.
En el fondo, sintió ese algo primitivo que siempre parecía alzarse cuando Jake estaba de ese modo. Inhaló, la acción le levantó los senos mientras arrastraba el olor de la excitación de Jake a sus pulmones. El salvajismo se desplegó, arañándola, hasta que deseó, incluso necesitó, levantar las manos y ahuecar sus senos como una ofrenda; dejó que los dedos vagaran hacia abajo al resbaladizo y mojado centro donde latía y pulsaba con el vacío.
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